sábado, 2 de diciembre de 2006

Un ejemplo de autoayuda


LA observación de que unos llevan la fama y otros cardan la lana como práctica del camuflaje y teoría general del disimulo puede aplicarse perfectamente al hecho de que Galicia pasa por ser una suerte de arquetipo del caciquismo cuya lana cardan con mucha mayor destreza y desenvoltura en otros lugares que gozan de muy distinta fama, como, por ejemplo y sin ir más lejos, el País Vasco.

Claro que tampoco hay que desdeñar la posibilidad de que peripecias que en otros sitios podrían ser ejemplos fehacientes de caciquismo, lo sean de muy otra cosa en el País Vasco.

La historia es que el Gobierno vasco puso hace años a disposición del Tribunal Superior de Justicia del País Vasco unos pisos en los que pudieran establecer su domicilio los miembros de la cúpula judicial vasca, como incentivo para la permanencia en un destino que de gracia tiene bastante poca. Ese destino es el que los ha llevado a empapelar ligeramente al lendakari Ibarretxe en razón a sus entrevistas con representantes de partidos situados fuera de la ley. E Ibarretxe ha dicho que pues los jueces se ponen así, él los va a poner de patitas en la calle, desahuciados hasta la nuca.

Si semejante actitud se desplegara en Galicia, casi todos estaríamos de acuerdo en habérnoslas con un caso de caciquismo. En América pasaría por ser un desplante de vaquero, en Europa se hablaría de un gesto del gato con botas, en África vendría a ser una muestra de indigenismo mogollónico y en Asia habría que echar la culpa de la cosa a Israel. En el País Vasco se trataría de un rasgo de casta, de una muestra del carácter indomable y de vaya usted a saber.

Es este tipo de cosas, tan de adolescentes, lo que intenta enmendar un partido como el de los Ciutadans con sus tres flamantes escaños en el Parlamento catalán. Un partido que, por ejemplo, ayudaría a meter algo en cintura a las diputaciones que eluden el control parlamentario, y contribuiría a mejorar los modales con los que Dolores Villarino asigna y deja de asignar tiempos de respuesta a los parlamentarios.

Un partido como el de los Ciutadans sería de gran ayuda en una democracia en la que las muestras de caciquismo pasaran por meros respingos de adolescencia. José Antonio Marina, filósofo eminente, decía el viernes pasado en Santiago que «los adolescentes tienen dos o tres preocupaciones serias, y una es entenderse ellos, por lo que les interesan mucho los libros de autoayuda, y habrá que darles libros de autoayuda bien escritos». El programa de los Ciutadans podría ser, tal vez, un estupendo libro de autoayuda con el que dejar de ser como niños, a menos que se le entendiera como un manual de masturbaciones.

Eduardo Chamorro (La Voz de Galicia) (13/XI/06)

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