jueves, 11 de febrero de 2010

No hay conjura, se llama mercado y especula. Por Amanda Mars

El ataque al euro no es conspiración, sino el normal funcionamiento de las Bolsas - Los 'tiburones' buscan heridas abiertas para actuar a corto plazo - Y todas las víctimas suelen denunciar la mano negra.

Euforia, pánico, sed de dinero y una legión de profetas. Esos son, al final, los motores de las montañas rusas que mueven las bolsas y los mercados financieros. Los inversores ponen su dinero en aquello que -calculan, confían, creen que- les dará beneficio y lo retiran cuando -consideran, sospechan o presienten que- lo pueden perder. La decisión de vender la acción de una empresa, el bono de un país o una divisa tiene un efecto rebaño en el resto de inversores, que acaba creando tendencia y alimentándola. Y algunas profecías se autorrealizan. Esa es la dinámica del mercado.

Lo que se juega ese rebaño son cantidades ingentes de dinero, así que las alarmas se disparan continuamente. Acción, reacción. Por ejemplo, el 28 de enero, cuando el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, compartió mesa en el prestigioso foro económico de Davos con los dirigentes de Grecia y Letonia -ambos con malas notas en sus finanzas públicas- y los expertos arrojaron toda una serie de negativos augurios para España, el mercado de la deuda española sufrió un revés (ver cuadro). Pero el pasado jueves, cuando se supo que la Unión Europea prepara un plan de rescate para Grecia, la alegría volvió al mercado y el riesgo-país de España bajó. Ayer, las mejoras siguieron en los mercados y castigaron a los que apostaron contra Grecia.


Se llama mercado financiero y es voluble, histérico y desconfiado. Las agencias de calificación crediticia, que evalúa la fiabilidad de la devolución de la deuda, como Moody's y Fitch, mantienen a España la máxima nota (una triple A) y se esfuerzan en destacar que su situación no es comparable a Grecia. Aun así, en las últimas semanas los fondos han tendido a vender los bonos españoles y, con ello, obligado al Estado a subir su rentabilidad, mientras se volcaban en comprar bonos alemanes (los más fiables) y los seguros de impago de la deuda pública española, con la previsión de que éstos iban a subir de precio.

La especulación forma parte del ADN del mercado financiero, y tiene su papel en el castigo que ha recibido la deuda española en los mercados, pero el ministro de Fomento, José Blanco, ha llegado a azuzar hace unos días la idea de una conspiración orquestada: "Nada de lo que está ocurriendo en el mundo, incluidos los editoriales de periódicos extranjeros, es casual o inocente". A su juicio, ese "ataque al euro" es fruto de "maniobras un tanto turbias" por parte de los "especuladores financieros", los mismos que "originaron la crisis" que, "ahora que estamos saliendo de la crisis, no quieren que se regulen los mercados para así poder volver a hacer de las suyas".

Pocos economistas creen en conjura alguna. El propio secretario de Estado de Economía, José Manuel Campa, descartó también teorías conspirativas, pero sí destacó que el euro y la deuda española se están viendo afectados por movimientos del mercado que reaccionan "a corto plazo a las noticias, pero luego en el medio y largo plazo se ajustan". Lo dijo precisamente tras una presentación económica el lunes en Londres, lo que también ha ayudado a calma las aguas respecto a España.

La especulación contra el euro queda patente en las apuestas bajistas contra el euro (es decir, que prevén una caída del precio de la moneda única europea) en la Bolsa de futuros de Chicago, que alcanzó un récord de 5.600 millones de euros la semana pasada. Pero cuando veían que el negocio estaba en comprar euros porque iban a subir, compraban. Así son las reglas de este juego, que consiste en hacer dinero sin remilgos.

"Hay una larga historia de gobiernos -argentinos, mexicanos, rusos, malaisios, coreanos...- que, cuando han estado bajo presión, denuncian una conspiración contra ellos. Las campañas sólo tienen éxito cuando hay vulnerabilidad, y eso ocurre como producto de políticas públicas", puntualiza Moisés Naím, director de la revista Foreign Policy.

Naím percibe un mismo patrón de comportamiento en los países con dificultades: "Primero, niegan el problema; luego, aplican medidas insuficientes; después, denuncian factores externos, trasladan la culpa a fuerzas ocultas, y, al final, enfrentan la realidad y adoptan medidas de ajuste".

Especuladores, haylos, pero necesitan una herida que supure. Unas finanzas delicadas, como las de Grecia, Portugal, Irlanda y España. En el caso español, el mercado se basa en un déficit público del 11,4%, en una tasa de paro del 20% y en la poca fe en una recuperación rápida. "Hablar de heridas es poner a los especuladores o inversores como malos, y a los gobiernos como víctimas, cuando los ataques de los inversores son los que obligan a las administraciones a mantener políticas públicas sostenibles", señala Naím.

Los inversores olieron la flaqueza a mediados de enero. Las agencias de calificación de deuda rebajaron la nota a Grecia, que vio hundirse su deuda en el mercado, y ese temor acabó contagiando la inversión en la deuda de España. Empezaron a vender los bonos españoles, con lo que el Estado se vio obligado a subir su rentabilidad y creció la prima de riesgo, que se mide en función de la diferencia respecto a los bonos de Alemania, que se consideran los más seguros.

Este diferencial, que era de 57 puntos el 8 de enero, escaló hasta los 100 la semana pasada, concretamente el 4 de febrero, el mismo día que la Bolsa se desplomó un 6% y el Estado se vio obligado a subir los intereses que paga a los inversores que pagan el dinero. Esta situación, a su vez, causa daños, porque encarece la financiación del Estado y también de las familias y los países, es decir, sube lo que se conoce como "riesgo-país".

Los daños que causan estos movimientos llevaron el martes a Joseph Stiglitz, premio Nobel de Economía, a llamar a "quemar a los especuladores" que, aseguró, atacaban un flanco débil como Grecia. "Los ataques especulativos" en los mercados financieros contra Grecia constituyen "un problema real, porque si los tipos de interés suben, eso aumenta los déficits porque uno tiene que pagar más intereses, y eso puede desencadenar un círculo vicioso que afecta la confianza", resumió Stiglitz.

Los inversores, mientras vendían los bonos españoles, compraban bonos alemanes y seguros contra impagos de deuda españoles, los llamados Credit Default Swap (CDS), que son un buen barómetro de las dudas que despiertan las finanzas de un país y han jugado un papel capital en el derrumbe del mercado de la deuda soberana. De hecho, entre el 1 de diciembre y el 8 de enero los CDS de prácticamente todos los países se han duplicado (ver cuadro), pero España despierta más recelos porque "no es lo mismo pasar de 23 a 46 dólares de precio (de 17 a 33 euros) que de 83 a 166", apunta Juan Ignacio Crespo, de Thompson Reuters.

Hay quien ha hecho un buen negocio con las dudas sobre España. Por ejemplo, todos aquellos inversores que han comprado los seguros CDS y los han vendido por el doble del precio sin haber llegado a tener nunca bonos.

Los CDS, además, son más especulativos que los bonos, y, como tienen poca liquidez (es decir, un volumen total de dinero menor), cualquier movimiento que hagan, aunque sea con menos dinero, supone una oscilación mayor en porcentaje.

El nivel en que se encuentra la prima de riesgo de España y el precio de los seguros contra impagos no se corresponden con la calificación oficial de solvencia. España mantiene la triple A y, sin embargo, el riesgo de impago que los inversores están asignando a la deuda española (mediante el precio al que fijan los CDS) es superior al del BBVA o el Santander.

Félix López, director de Atlas Capital, recuerda que históricamente, "los mercados de los CDS no tiene en cuenta las calificaciones de deuda y sus movimientos son más cortoplacistas". "Los mercados si toman una posición contra una serie de países es porque creen que la perspectiva es mala. Si se toman medidas drásticas, a corto plazo, todas estas CDS se dan la vuelta", añade López.

El inversor George Soros aprovechó la crisis monetaria de 1992 para apostar una fortuna a que la libra esterlina se devaluaría frente al marco, la hundió y llegó a ganar 1.200 millones de euros en plusvalías. "Pero Soros no le tenía manía a la libra, lo que buscaba eran ganancias", apostilla Crespo.

Los recelos sobre la deuda española no tienen fundamentos claros. La previsión del Gobierno es que la deuda del Tesoro en circulación al cierre del año alcance una cifra récord de 553.500 millones de euros, lo que representará el 55% del PIB, con una previsión que para el conjunto de las Administraciones Públicas es del 65,9%, casi 20 puntos por debajo de la media europea, del 84% para el mismo periodo. "Es cierto que el ratio de deuda de España es bajo e incluso, en 2012-2013, en términos relativos, seguirá bajo, pero la clave está en la evolución que ha tenido. En 2007 estaba el 40%. Los mercados miran la tendencia, la evolución", apunta Sara Baliño, de Analistas Financieros Internacionales (AFI).

Al plan de sostenibilidad del Gobierno, con un ahorro previsto de 50.000 millones hasta 2013, le está costando ganarse el respeto de los inversores debido a la previsión de crecimiento a la que va vinculada. "Pueden anunciarse medidas de ajuste, pero también es necesario que suban los ingresos", añade la analista. El Gobierno espera que la economía crezca un 2,9% en 2012 y un 3,1% en 2013, mientras que el Fondo Monetario Internacional (FMI) no espera que el producto interior bruto (PIB) suba más que un 1,4% y un 1,7%, respectivamente, esos dos años.

No ayuda el desmán del Gobierno a la hora de plantear medidas como la reforma de las pensiones. Cuando se la presentó a Bruselas, rectificó en el último minuto su objetivo de reducir en cuatro puntos del PIB el gasto en pensiones, un objetivo que se lograría retrasando en dos años la edad legal de jubilación y ampliando en una década el periodo de cómputo de la pensión. "La reforma de las pensiones es a largo plazo, no es tan importante ahora, pero si anuncias una medida y la retiras, das la sensación de que no va a hacer nada. El mensaje que transmite el Gobierno es que no hará nada que enfade a los sindicatos", resalta Xavier Sala-i-Martín.

Tampoco surte efecto alguno lanzar el dedo acusador contra especuladores o enemigos del euro. Algunos países europeos han estado comprando deuda griega para reforzarla. Y el simple mensaje de que la Unión Europea no dejará caer a Grecia ha calmado a los mercados. "España va a salir con seis o nueve meses de retraso, y esto debería ser un episodio pasajero, porque si Alemania y Estados Unidos crecen, España crece casi sin querer", opina Crespo, de Thompson Reuters.

Sala-i-Martín replica que "no se puede creer en la teoría conspirativa de la prensa británica, en dar las culpas a los demás. Si un periódico es capaz de hundir una economía, es que tienes un problema con tu economía".

Y es que una parte de las críticas a los "editoriales" de Blanco iban dirigidas a Financial Times, uno de cuyos blogs tildó al ministro "paranoico". Fuentes del periódico británico prefirieron no entrar a comentar el episodio. Ayer, tras la visita de la vicepresidenta económica, Elena Salgado, el pasado lunes a la redacción en Londres, el rotativo dedicó un editorial más amable recalcando que "España no es Grecia", aunque tiene un grave problema con su mercado de trabajo.

La relación entre los políticos y la economía resulta parecida a la de los médicos y sus pacientes, suele utilizar como símil Sala-i-Martín: "Si ves que un enfermo tiene cáncer, pero el médico te dice que sólo es un dolor de cabeza y se le pasará con una aspirina, te mueres de miedo. Pero si te dice: esto es un cáncer, pero vamos a hacer todo esto para curarlo y tienes estas posibilidades de salir adelante, dentro del nerviosismo, le crees".

El problema es que la especialidad de la medicina en la que mejor se mueven economistas, analistas o formadores de opinión es más bien forense: a veces pueden equivocarse en el diagnóstico, o en el tratamiento, pero cuando de verdad la clavan, es a la hora de acertar de qué ha muerto el enfermo.


El País - Sociedad

Gallardón, de la infamia al insulto. Por Juan Ramón Rallo

Siguiendo a Gallardón, todos los manirrotos de este país deberían ser elevados a paradigmas de la austeridad una vez se hayan fundido todo el dinero de sus familias y ya nadie les quiera seguir prestando.

Que el Ayuntamiento más endeudado de España se erija como un ejemplo de moderación, contención y reducción del gasto público debería recibir idéntica consideración a la de esos pobres diablos que con la mano en el estómago se postulan como los nuevos Napoleones. Con una diferencia, claro: esos locos con aires de grandeza no suelen hacer ningún daño a nadie salvo cuando pasan a ocupar la Alcaldía de Madrid.

Resulta que los madrileños han de aguantar no sólo que su faraón los esquilme a impuestos, sino también que se burle de ellos. No otra cosa cabe deducir de esa diáfana mofa que Gallardón ha dirigido a sus súbditos.


Así, el alcalde saca pecho por que los presupuestos aprobados en 2010 para el Consistorio reflejan una reducción del gasto desde los 5.100 millones de euros a los 4.950; descenso que se suma al ya emprendido en 2009, cuando los dispendios se redujeron en 100 millones de euros. ¡Fantástico! En apenas dos años Gallardón ha recortado el gasto público en un 6%, alrededor de 300 millones de euros. El sueño de todo liberal que se precie.

Frente a esta intachable gestión, contrasta, según Gallardón, el despilfarro del Estado y de las Comunidades Autónomas, quienes deberían seguir su austero ejemplo. Así, la Comunidad de Madrid no ha reducido el gasto entre 2008 y 2010, sino que sólo lo ha congelado (y de hecho en 2009 lo aumentó tímidamente para volverlo a reducir en este ejercicio). Gallardón es más liberal que Aguirre. Inapelable, ¿no?

Bueno, no tan deprisa. La virtud no sólo se encuentra en gastar poco (que también), sino en que los gastos no superen notablemente a los ingresos. Imaginen dos familias, una endeudada hasta las cejas y que tiene a todos sus miembros en el paro, que, con el objetivo de reducir el gasto, decide cambiar sus tradicionales vacaciones al Caribe por unas vacaciones más modestas a Londres, aunque una vez allí tampoco escatima en gastos; y otra familia que, con una deuda llevadera, ha visto minorar sus salarios y que, pese a ello, no decide modificar sus vacaciones al Caribe, si bien una vez allí se aprieta un poco el cinturón. ¿Consideraríamos acaso a la primera un ejemplo de prudencia y rigor financiero frente a la segunda? Lo dudo mucho, porque la primera necesita una terapia de shock –una reconversión de arriba abajo en su estructura financiera– y la segunda, aunque debería haberse ajustado, no está en una situación crítica.

Pues ahí tienen el caso del Ayuntamiento de Madrid y de la Comunidad de Madrid. En 2008 (último año con los datos completos disponibles), Gallardón esperaba recaudar –descontando las emisiones de deuda– unos 5.000 millones de euros para sufragar unos gastos de 5.200 millones, pero finalmente sólo recaudó unos 4.100. Es decir, sus ingresos se desplomaron un 18%. Ahí es nada. Y, por supuesto, a este alcalde tan austero no se le ocurrió mientras observaba el desplome de los ingresos ir ajustando a la baja el gasto, que de hecho terminó reputando al cierre del ejercicio en 5 millones de euros.

En cambio, la Comunidad de Madrid pensaba recaudar 18.500 millones para sufragar unos gastos de 19.000, y finalmente recaudó 16.900, un 9% menos. Tampoco está nada mal la caída, aunque es la mitad de la que sufrió el Ayuntamiento. ¿Y qué hizo la manirrota Comunidad con los gastos programados? Pues los redujo de 19.000 millones a 18.350. Uno se plantea qué función tenían esos 650 millones de euros que tan fácilmente se recortaron sobre la marcha en un año y si no hubiese sido mejor devolverlos desde el comienzo a los contribuyentes, pero al menos se intentó frenar el crecimiento de la deuda conforme la situación se fue deteriorando.

Pero no nos quedemos solamente con las circunstancias excepcionales de un año. Fijémonos en la posición de solvencia de cada cual. El Ayuntamiento de Madrid es desde hace años el consistorio más endeudado de España con muchísima diferencia: debe 7.300 millones, casi diez veces más que el segundo más endeudado, Valencia. Para 2010, Gallardón espera recaudar –de manera muy optimista, atendiendo a la liquidación de 2008– unos 5.000 millones de euros; esto es, su deuda representa el 146% de sus ingresos. O dicho de otra manera, necesitaríamos toda la recaudación de año y medio para hacer frente a las deudas.

Por el contrario, la Comunidad de Madrid ni es la comunidad más endeudada de España (sus pasivos son de 11.100 millones de euros, menos de la mitad de los de Cataluña) y, sobre todo, no representan un porcentaje tan brutal sobre sus ingresos fiscales: tomando la previsión –probablemente también optimista– de recaudar 17.000 millones en 2010, supondrían el 65% de los ingresos fiscales de la administración; es decir, algo menos de 8 meses de recaudación y menos de la mitad de lo que le representan a Gallardón.

Pero es que además el muy liberal Gallardón presenta estas cifras descuadradas habiendo subido varias veces los impuestos a los madrileños, mientras que en la Comunidad la tendencia (muy moderada, eso sí) ha sido más bien la de reducirlos.

Bueno, me podrían decir ustedes, si la deuda de la Comunidad es tan reducida y la del Ayuntamiento tan baja es porque Gallardón le entregó a Aguirre una administración saneada y Gallardón la recibió de Álvarez del Manzano llena de agujeros. Pues tampoco, vaya por Dios. Este ejemplo de austeridad presupuestaria llamado Gallardón triplicó entre 1995 y 2003 la deuda de la Comunidad, pasando de 2.800 millones a 9.000 (del 3,9% del PIB al 6,5%). Aguirre, por el contrario, incluso computando la influencia de la crisis en la que ha gastado más de lo que debiera, la ha incrementado un 22%, desde 9.000 millones a 11.000 (y reduciéndola en relación al PIB desde el 6,5% de Gallardón al 5,9% actual).

¿Y qué sucedió con el Ayuntamiento de Madrid que recibió Gallardón? Pues que entre 1995 y 2003 la deuda sólo (es un decir) aumentó de 1.000 a 1.400 millones, mientras que Gallardón la hizo estallar desde 1.400 a los 7.300 actuales.

Así que, si estoy lejos de opinar que la Comunidad de Madrid ha elaborado los presupuestos que debería dada su situación y su coyuntura, imaginen qué opinión tendré sobre Gallardón. Mucho me temo que a menos que consideremos a todos los pródigos que moderan algo sus dispendios por estar al borde de ser incapacitados o sometidos a un concurso de acreedores, Gallardón nunca, tampoco hoy, ha sido un ejemplo de rigor presupuestario. Y en otro caso, no sólo Gallardón, sino también Zapatero (que ha anunciado un recorte del gasto de 50.000 millones) y todos los manirrotos de este país deberían ser elevados a paradigmas de la austeridad una vez se hayan fundido todo el dinero de sus familias (o países) y ya nadie les quiera seguir prestando.

Sr. alcalde, por favor, ya que está construyendo pirámides con nuestro dinero, al menos no nos diga que son espejismos.


Libertad Digital - Opinión

Las verdades de José Blanco. Por Valent´Puig

EL ministro José Blanco suscribió con insistencia la tesis de una conjura bursátil contra el Gobierno de Zapatero. Han negado la conspiración la Asociación Española de Banca, la Confederación Española de Cajas de Ahorros y el secretario de Estado José Manuel Campa. ¿Es que Blanco protege mejor los intereses de España siendo tan ahorrativo con la verdad? Lo que parece es que protege los intereses del Gobierno, que en esta circunstancia resultan ser algo distintos a los de España. Más allá del lío, hay como para preguntarse si existen verdades de la política que -como las de José Blanco- tienen permiso para ser drásticamente inexactas con la verdad. Al ciudadano ecuánime le corresponde decidir a quién creer. Lo mediático presta sus efectos estereofónicos a la verdad menoscabada.

Algo parecido ocurre con la filosofía mediática. Es el caso Bernard-Henry Lévy, el nuevo filósofo francés que lleva años practicando los viejos trucos de la autopromoción. Acaba de publicar un ensayo, «De la guerra en la filosofía», donde cita el pensamiento de Jean-Baptiste Botul. Lo explica «Le Nouvel Observateur». Lo que ocurre es que Botul y su filosofía botulista son el invento desternillante de un periodista del tan travieso «Le Canard Enchaîné». Es cierto que muchos le tenían ganas a Bernard-Henry Lévy por sus continuas escenificaciones para convertirse en el intelectual del siglo, en un héroe con la mitomanía de Malraux y la ambición perversa de Sartre. Pero la cuestión es si no merece la picota un filósofo que traiciona a la verdad y en la embriaguez del narcisismo puede citar como verídico un filósofo que no existe. Sus admiradores replicarán que el nuevo-viejo filósofo ha sido víctima de una conjura, pero quien ha conspirado contra la verdad rigurosa es él y no «Le Canard Enchaîné».

En los últimos tiempos, la verdad tampoco es muy consistente y exacta en materia del apocalipsis climático, a la vez tan mediático. Por ejemplo: Rajendra K. Pachauri, el gran gurú del cambio climático y a la vez aspirante a la condición de pureza científica, está viendo puesta en duda la verdad de sus afirmaciones. Pachauri es otro caso de entronización mediática. Después de años de gloria inmaculada, le llegan acusaciones de descuido científico y de conflicto de intereses económicos. El «Herald Tribune» recordaba ayer los problemas de Pachauri para reafirmar sus criterios y forzar la tesis de que el planeta se está calentando por causa de la acción humana. En concreto, Pachauri habría sido ahorrativo con la verdad, como por ejemplo el ritmo de derretimiento de los glaciares del Himalaya.

Otro ejemplo: Grecia. Integrado en la Europa comunitaria con fórceps, en aquel bello país el Estado ha estado falsificando estadísticas para que la Unión Europea no penalizase el mayor desbarajuste económico de la eurozona. ¿Hasta qué punto pueden los gobernantes ser tan desleales con la verdad, incluso en sus cifras más terrenales? Así anda la Unión Europea intentado ver cómo rescata a Grecia sin grandes desembolsos y sin que el Fondo Monetario Internacional tenga que intervenir.
Eso no son verdades a medias. Son fraudes y falsedades, y para no culpar de todo a los políticos, el filósofo y el científico también son flagrantes. Fue en la Grecia antigua donde la humanidad aprendió uno de los grandes caminos de la verdad. Siglos más tarde, en el ágora que pisara Aristóteles, la verdad estadística es pisoteada en beneficio de la rapiña política del primer ministro Papandreu. Van en el séquito el filósofo Lévy, el científico Pachauri y el ministro Blanco.


ABC - Opinión

Rajoy, el opositor. Por Raúl Vilas

Hace tiempo que tengo la sensación de que Rajoy vive en una realidad paralela –una especie de matrix arriolesco– en la que decir chuches, guay, chachi… y escuchar a Pitingo es de lo más moderno y transgresor.

El PP no es el partido de la oposición, o no ejerce como tal, pero sí lo es de opositores: Rajoy, registrador de la propiedad; Soraya y Cospedal, abogadas del Estado. Esto no es bueno ni malo, pero sí podría explicar algunas cosas. A veces parece que confunden las elecciones con unas oposiciones y, lo que es peor, al rebaño ibérico con un tribunal –que tampoco es que sean modélicos en este paraíso del fraude, el enchufe y dedazos varios. Rajoy es un parlamentario notable, sus intervenciones son brillantes casi todas, aunque no estaría de más que a la hora de votar fuese consecuente. Vimos cómo en la tribuna del Congreso clamaba, con razón, contra el FROB para que después el PP lo apoyase. Lo mismo con los 400 euros, un disparate descomunal en el debate, un sí en la votación. Si hablásemos de una opinión pública desbelenestibizada semejantes incoherencias ya le habrían desacreditado como político fiable. Pero en la España actual eso es secundario. Lo que ocurre en el Congreso, en parte por méritos propios al carecer de representatividad real y por el nivel de sus inquilinos, ha ido perdiendo influencia a pasos agigantados. En la pasada legislatura, Rajoy y su grupo, con Zaplana y no Soraya –¡qué diferencia!–, machacaban al Gobierno en cada sesión, y ya vimos de qué les sirvió.


Y en estas resulta que el líder del PP se va a encerrar una semana para preparar el debatito del próximo miércoles. Que necesite tanto entrenamiento –¿le pondrán Moragas y Lassalle la música de Rocky?– tal y como están las cosas es ya preocupante. Pero que diga que "marcará un antes y un después" y que será" AÚN más importante que el Debate sobre el Estado de la Nación" es alarmante porque confirma que mi paisano no está bien de la chaveta. Como todo el mundo sabe, el país se paraliza cada año para seguir el Debate sobre el Estado de la Nación. Mientras todo se va al carajo, este tipo cree que los españoles estamos en vilo ante tamaño acontecimiento. Un debate planetario que diría Pajín. Hace tiempo que tengo la sensación de que Rajoy vive en una realidad paralela –una especie de matrix arriolesco– en la que decir chuches, guay, chachi... y escuchar a Pitingo es de lo más moderno y transgresor; en la que Lisa Simpson –personaje creado deliberadamente para caricaturizar a los progres yanquis– encarna los valores del PP; en la que hacer oposición es ayudar al Gobierno; en la que, en definitiva, él será el próximo inquilino de La Moncloa. Claro que las fronteras entre lo real y lo virtual son muy difusas, cualquiera sabe.

Libertad Digital - Opinión

De lacayos y traidores. Por Hermann Tertsch

LA verdad es que no ganamos para sorpresas. Cierto que la mayoría no son buenas, pero algunas generan cierto humor, aunque sea negro. Ayer nos dijo muy solemne el Gran Timonel, en sede parlamentaria, donde se suele decir que es al menos de mala educación mentir, que nuestra economía va hoy mejor que hace seis meses. La cosa tendría coña si no hubiera tantos millones de compatriotas que sufren, muchos desde hace bastante más de seis meses y muchos desde hace menos y cada vez más. Nos dice, ya no sólo a los antipatriotas, a esa media España que nunca le ha creído -y que ha sido obviamente más lúcida que el resto-, también a los propios órganos inútiles de ese partido que fue el socialista, que estamos todos los españoles semiestupendos y pronto el crecimiento devolverá las loas perdidas al nieto heroico del supuesto héroe Lozano de cara a unas elecciones triunfales en el 2012.

Lo dicho, tendrían inmensa gracia todas las mendacidades del presidente si no fuera cierto -esto sí es cierto- que los robos en los supermercados se han multiplicado. Y que los ladrones son gente muy decente que les dicen a las cajeras que les da igual lo que les pase porque lo que esconden bajo el abrigo es comida para sus hijos o nietos. Y las cajeras, también todas más decentes que todo el Gabinete, dejan a sus conciudadanos pasar la caja con los productos ocultos porque su valor y dignidad les impiden denunciar a todos estos españoles que no notan para nada esa recuperación que anuncia el Timonel iluminado. Resulta que en los seis meses que nos dicen, la economía española se recupera -hay que ser muy sinvergüenza-, se nos han ido a la cola del paro centenares de miles de padres y madres de familia, y no sólo antipatriotas -que quizá según Zapatero lo merezcan-, sino también esos votantes del PSOE que no veían la crisis por ninguna parte cuando acudieron a las urnas hace dos años, casi dos años. Hay que reprimir muchas veces las tentaciones de no pensar que quienes creyeron la farsa casi tienen merecida la tragedia. Y se reprimen. Pero lo que está claro es que este país, por indolente, absentista, perezoso y poco perspicaz que pueda ser, no se merece la calamidad que lo ha hundido en este retroceso vertiginoso de su bienestar y seguridad.

Los lacayos de este poder que pasea a los jefes de los periódicos y pastorea a casi todas las televisiones pueden acusar de la crisis a quienes la denuncian. Y pueden intentar e incluso lograr a veces la liquidación civil de aquellos que han destacado en su denuncia de que el rey no sólo está desnudo, sino que su soberbia ignara nos va a dejar desnudos a todos nosotros y a nuestros hijos y nietos. Los casandras -en definitiva, los que han dicho la verdad en estos pasados años- dice alguno de los amiguetes escribidores del Gran Timonel, son los que hunden el país. Y la conspiración internacional, ni más ni menos. No hay duda ya. La tropa de cursis, paletos y aprovechateguis que culpan del hundimiento a quienes no están en el poder pueden tener réditos a corto plazo. Pasearse con este presidente y maldecir y condenar toda crítica al poder como si este personaje nefasto en nuestra historia fuera realmente España. Pero la realidad demuestra claramente que aquí nadie va a tener réditos a largo plazo de lo que supone el retorno de España a una anomalía histórica de la que había salido con honra y orgullo en la transición. Una anomalía en la que muchos tememos estaremos durante años, lustros o quién sabe si otra vez décadas. El otro día hablábamos de alta traición. Porque este Gobierno obligó a su cúpula policial a colaborar con los asesinos de sus compañeros. Supuestamente, está claro. Pero la alta traición tiene mayor dimensión cuando la tragedia nacional adquiere las dimensiones que ya son palpables en todo un país que, repito, no se ha merecido esto.


ABC - Opinión

Bono y el Congreso Fútbol Club. Por Cristina Losada

Es posible, y hasta seguro, que los parlamentarios españoles ganen menos que sus homólogos de países de nuestro entorno. Pero cunde la percepción, abonada por los hechos, de que tampoco se castigan en el trabajo.

El presidente del Congreso ha tenido que explicarles por carta a los diputados cuánto cobran, a cuánto ascienden sus pensiones y de cuántos asesores y funcionarios dispone cada uno. Sus señorías, por lo visto, vivían hasta ahora en la ignorancia más absoluta acerca de sus emolumentos y otros detalles de su trabajo que cualquier empleado de una gasolinera, pongamos, se sabe de memoria. Felices ellos, afortunados, si pueden prescindir de preocupaciones tan pedestres, tan a ras de tierra, que ni se molestan en conocer la cuantía de sus ingresos, no digo con exactitud, pero de forma aproximada. En su afán por defender la laboriosidad de los diputados y quitarles el sambenito del privilegio, Bono consigue justo el efecto contrario. Gracias a su inefable carta informativa, los representantes políticos aparecen más alejados aún del común de los mortales, cual dichosos habitantes de ese limbo en el que no hace falta prestar atención al vil metal ni mirar el saldo de la cuenta.



Aparte de situar a los diputados en una Babia postmaterialista, don José ha alumbrado –sin querer– una idea original, que merece consignarse. Siempre didáctico y al tanto de las inquietudes populares, ha hecho las cuentas de la vieja con el último fichaje del Real Madrid y el presupuesto del Congreso. Vosotros, explica con tuteo y campechanía el maestro del cálculo pardo, costáis sólo cuatro millones más de lo que apoquinó el mentado club de fútbol por Cristiano Ronaldo. Ya pueden salir los culiparlantes con la cabeza bien alta y el pantalón corto. Y que se hagan cargo de financiarlos Florentino Pérez o Joan Laporta, en lugar de los contribuyentes. Por lo que paga cualquiera de los dos por un solo jugador, tendrían todo un Congreso. ¡Qué ganga! Mándeles Bono una propuesta. O deje de comparar lo incomparable. La demagogia no se combate con demagogia.

Es posible, y hasta seguro, que los parlamentarios españoles ganen menos que sus homólogos de países de nuestro entorno. Pero cunde la percepción, abonada por los hechos, de que tampoco se castigan en el trabajo. Se observan escaños vacíos, se notan ausencias, se sabe de costosas y dudosas excursiones y se intuyen mamandurrias y prebendas. Para colmo, la partitocracia los convierte en simples pulsadores de botones e impide la expulsión de los peores. Prima la obediencia al jefe. Así, olvidan que son servidores públicos y que entre sus obligaciones figura la de dar ejemplo. Eso es lo que debería recordarles Bono.


Libertad Digital - Opinión

Mentiras modernistas. Por M. Martín Ferrand

DICEN que Zapatero está triste, como la princesa de Rubén Darío. ¿Qué tendrá Zapatero? Razones no le faltan para su decaimiento. Confiaba para la redención de su empobrecida imagen -lo único que parece importarle de veras- en la explotación de la presidencia turnante de la Unión; pero los acontecimientos han invertido el valor de la coyuntura y, lejos de recoger laureles, tiene a su vicepresidenta segunda sembrando confusas explicaciones por las capitales de la Unión para aclarar que no somos Grecia y que en España se aproxima la primavera. Zapatero está pálido en su silla de oro y tan atribulado que ha incurrido en el más grave error en que puede caer un gobernante cuando, en una sesión de control parlamentario, utiliza en su defensa datos falsos, torticeros, para justificar su fracaso y tratar de engañar a los ciudadanos.

Dijo ayer el presidente que el nivel de Deuda Pública sobre el PIB era mayor de lo que es ahora en el último año de José María Aznar y, a mayor abundamiento, que el coste de la Deuda era superior en 2004 que en la actualidad. Dos afirmaciones tan gratuitas que se desmienten con facilidad. La relación entre Deuda y PIB ha crecido en casi 20 puntos y su coste ha saltado del 0,91 por ciento al 4,22: es cuatro veces y media más alto. No se trata de una sutileza malvada, ni de una envenenada comparanza que le ayuden al socialista a, como acostumbra, trasladarle a terceros la responsabilidad de su mala gestión. Es un invento puro y duro que, una de dos, acredita la endeblez ignorante con la que prepara su trabajo o evidencia su desprecio por unos votantes a la que supone dispuestos a comulgar con ruedas de molino.

No le va a la zaga su vicepresidenta principal, María Teresa Fernández de la Vega, que, por delegación presidencial, está presa en sus oros, está presa en sus tules, y, en un suspiro, es capaz de afirmar en sede parlamentaria que el Gobierno de Aznar trató de privatizar las pensiones. Mal está inventar la Historia de la Segunda República o la de la tremenda posguerra, que ya nos quedan lejos; pero inventar la última década, de la que todos somos testigos, es un síntoma tremendo de descomposición mental o moral, según se trate de un delirio o de un embuste. Razones tiene José Luis Rodríguez Zapatero para estar triste en el palacio soberbio que vigilan los guardas, que custodian cien negros con sus albardas. ¿Ferraz o La Moncloa?


ABC - Opinión

El Motín de Feijóo. Por José García Domínguez

A decir del irmandiño Feijóo, está muy bien eso de que Botín ande comprando bancos en América. Pero, ojo, mucho cuidadito con que la libreta de los cuartos de un paisano de Betanzos pueda acabar en una caja con domicilio en Zamora.

Tras la penitencia cotidiana de husmear en la prensa de provincias, uno no puede dejar de admirar a aquel don Estanislao Figueras, a la sazón presidente de la Primera República, que, después de un estentóreo "¡estoy hasta los co... de todos nosotros!", se subió a un tren con rumbo a Francia, y hasta más ver. Como es fama, a don Estanislao, que era un cartesiano de Tarragona, acabó de desquiciarlo el ultimátum estremecedor que emitiera la Comuna de Jumilla en 1873. Aquél que, implacable, advertía:

Jumilla desea estar en paz con todas las naciones extranjeras y, sobre todo, con la nación murciana, su vecina; pero si la nación murciana, su vecina, se atreve a traspasar sus fronteras, Jumilla se defenderá como los héroes del Dos de Mayo, y triunfará en su demanda, resuelta completamente a llegar, en sus justísimos desquites, hasta Murcia, y a no dejar en Murcia piedra sobre piedra.
Total, que vengo de descubrir en El Faro de Vigo al caudillo del Cantón de Breogán, Alberto Núñez Feijóo, amenazando al orbe con "una gran manifestación en las calles" si alguna caja de ahorros forastera tratase de absorber a otra aborigen. Y es que, a decir del irmandiño Feijóo, está muy bien eso de que Botín ande comprando bancos en América. Pero, ojo, mucho cuidadito con que la libreta de los cuartos de un paisano de Betanzos pueda acabar en una caja con domicilio en Zamora . Que por menos, aquí, se arma el motín de Esquilache.

Así, alega la reencarnación orensana de Adam Smith que se trata de defender "la galleguidad" de tales instituciones. Hasta ahí, nada que objetar: renuncie Caixa Galicia a la pérfida catalanidad de la parte de mis impuestos enterrada en el FROB, y todos felices. Aunque va a ser que no, intuyo. Por lo demás, es sabido que un perro nunca elogia a sus propias pulgas. De ahí, sin duda, el clamoroso silencio que cubre el pacto entre el Bloque y el PP con tal de muñir al alimón la cacicada. Mas sigamos avanzando con paso firme hacia Cartagena. Venga, don Alberto, a reimplantar el fielato en la muralla de Lugo, y la fanega y el ferrado en las básculas romanas de Compostela. Por la galleguidad. Sea.


Libertad Digital - Opinión

Un embuste más. Por Ignacio Camacho

YA casi nadie se acuerda, por fortuna, del llamado Proceso de Paz -pronúnciese pazzzzzzz-, aquella infamia entreguista que descarriló porque a ETA le parecieron pocas las ignominiosas concesiones del Gobierno. Fue hace apenas tres años, un suspiro en la Historia, pero han pasado tantas cosas que la memoria colectiva ha guardado todo aquel oprobio en el desván de olvido donde van a parar los episodios ingratos que necesitamos relegar para seguir mirándonos en un espejo de autoindulgencia. Pero he aquí que un socialista vasco, Jesús Eguiguren, uno de los que participó en las negociaciones con los terroristas, ha subido sin venir mucho a cuento a esa buhardilla de recuerdos arrumbados y ha regresado con el escalofriante testimonio retroactivo de una gran mentira. Una más, sí, y ya irrelevante, pero una cínica, grosera, desfachatada y nada piadosa mentira.

Fue una mañana de fin de año de 2006. Cuando Rodríguez Zapatero, preguntado por la marcha de un diálogo que ya apestaba, ahuecó el tono con su mejor timbre de engolamiento y pronosticó muy solemnemente aquello -¿recuerdan?- de que «el año que viene estaremos mejor». El profeta. Menos de 24 horas después estalló la bomba de Barajas. Y ahora dice Eguiguren, al bies de otras críticas sobre su lentitud reactiva ante la recesión, que en aquel entonces «ya sabíamos todos que aquello estaba roto». Es decir, que el presidente mintió. Que a sabiendas de que todo había naufragado, de que su patético intento de tratar como iguales a los terroristas desembocaba en un triste fracaso intransigente, le dijo a la nación que las cosas iban por buen camino. Mentir: decir lo contrario de lo que se sabe, cree o piensa, dice la Academia. Con intención de engañar, añadían los antiguos catecismos que no contemplaban la hipocritona reserva moral de la política. Sólo que aquella mentira tuvo, desgraciadamente, las patas muy cortas: antes de acabar el año dos inmigrantes que no sabían que todo iba a ir mejor murieron bajo los escombros del parking de la T-4. Y en su monolito conmemorativo ni siquiera se escribió la causa de su muerte. Hay omisiones que también constituyen una variante de la falacia.

A propósito o al descuido, Eguiguren ha dibujado un seco retrato moral del presidente. Un hombre que en su frívolo relativismo es capaz de mentir de un modo mecánico, natural y desprejuiciado, porque tiende a autoconcederse la propiedad adánica de construir una falsa y propicia realidad a través del embuste. Un retórico que moldea su lenguaje como el superficial adorno de plastilina de un discurso hueco, flotante, gaseoso. Un gobernante que niega la crisis con el mismo desparpajo mendaz con que anuncia la recuperación. Un político de frío utilitarismo para el que la verdad no existe como categoría ética: las palabras, dijo una vez, están al servicio de la política. Eso sí era cierto; tan cierto que define una clase de política.


ABC - Opinión

Rajoy, populista, y Zapatero, inasequible al desaliento. Por Antonio Casado

Gobierno insolvente y oposición populista. Coordenadas de un debate político secuestrado por la crisis económica. Del cómo y el cuándo salgamos del agujero depende la respectiva suerte del titular, Rodríguez Zapatero, y el aspirante, Mariano Rajoy, en la lucha por el poder. Los dos tienen la mirada puesta en el calendario. El titular confía en que la recuperación de la economía se adelante a la fecha de las elecciones generales (marzo 2012). Y el aspirante confía en que la fecha de las elecciones se nos eche encima antes de salir del agujero.

Tan simple como eso. A partir de ahí entenderemos las miserias de un debate tan pobre. Como el primero de este periodo de sesiones que ayer protagonizaron en el Congreso los primeros actores del drama. Los dos con la marca de la casa. Cada uno la suya, claro. Zapatero, inasequible al desaliento: “España está a punto de salir de la recesión”. Y Rajoy, en su papel de agorero: “Ha dilapidado usted todo el crédito que teníamos”.


Sin dejar de contar las hojas que van cayendo del calendario, el presidente nos dice que estamos a punto de salir del túnel. Como lo ha anunciado ya veinte veces, se ha equivocado al menos en diecinueve. Sin contar las numerosas ocasiones perdidas de reconocer la gravedad de la crisis desde sus inicios en 2008, que es cuando se empezó a desembalsar el dinero público de forma insensata. Al principio, como lubricante electoral. Y después, como herramienta fungible contra la crisis.

Poco rigor

Al echar las cuentas del fenecido 2009 nos habíamos ido a un déficit fiscal equivalente al 11.4 % del PIB. Y entonces Zapatero decide desandar el camino recorrido hasta un minuto antes de anunciar su plan de austeridad. Tijeretazo al canto ¿Se equivocaba el Gobierno al gastar tan alegremente hasta hace un minuto o se equivoca cuando un minuto después cuando promete que el recorte alcanzará los 50.000 millones de euros hasta 2013? También es inevitable la pregunta ante el enésimo anuncio de que las cosas empiezan a mejorar ¿Por qué habría de acertar ahora después de haberse equivocado tantas veces?

Debate con trampa. Zapatero habla de recuperación pensando solo en el crecimiento. Y eso le permite decir que “no estamos peor que hace seis meses”. Pero guarda un silencio interesado respecto a los otros dos elementos que definen la marcha de la economía nacional: el desempleo y el ya mentado agujero de las cuentas públicas. En lo uno y en lo otro estamos mucho peor que hace seis meses, aunque tampoco estas precisiones aparecen en el debate. A Zapatero no le interesa porque la autocrítica no forma parte de su discurso. Y Mariano Rajoy ha caído en una deriva populista que necesita de las malas noticias para seguir utilizando la crisis económica para desgastar a Zapatero.

“Ha dilapidado usted todo el crédito que teníamos”, le dijo ayer, con el habitual acompañamiento de pedradas verbales: poca credibilidad, precipitación, improvisación, ocurrencias, etc. Pero muy poco rigor. Por ejemplo, en su desacertada alusión al nivel de deuda actual comparado con el de la época del Gobierno del PP, cuya media (1996-2003) fue del 59%. En su nivel actual, que es el peor del reinado socialista, la deuda ha alcanzado el nivel del 55%.Y la media de estos cinco últimos años (2004-2009) ha sido del 43%, 16 puntos menos que en la época de Aznar.


El Confidencial - Opinión

España no es Grecia, pero debe hacer 4 reformas

Modificar la legislación laboral, retrasar la jubilación, alargar el periodo de cómputo de las pensiones y sanear el sistema financiero, vital para la economía española.

LOS MERCADOS dieron ayer un margen de confianza a la economía española tras una semana de zozobra. La agencia de calificación de riesgos Moody's anunció que mantendrá el nivel de solvencia de España, mientra que uno de sus ejecutivos subrayaba que constituye un error equiparar a nuestro país con Grecia. Moody's subrayaba que ha habido «confusión» sobre la situación de nuestra economía pero no «contagio» de los males que aquejan a Grecia.

En el mismo sentido, se pronunciaba ayer un editorial del Financial Times, que sostenía que el plan de recorte del gasto público presentado por Elena Salgado es creíble. El periódico londinense señalaba que resultan más preocupantes los 4,3 millones de parados que el déficit presupuestario, similar al británico.


«El desempleo crónico en un mercado de trabajo rígido es un problema mayor que los altos déficits», escribía el editorialista. Compartimos el diagnóstico, pero hay que reprochar una cierta incoherencia a este rotativo que la semana pasaba destacaba «la vulnerabilidad» de España y sugería que sus cuentas eran un quebradero de cabeza para la estabilidad del euro.

En paralelo a estas valoraciones positivas, el diferencial de la deuda española con el bono alemán se redujo ayer en 19 puntos básicos, la mayor caída en 11 meses. Es realmente una buena noticia en la medida que no sólo supone un abaratamiento de la financiación exterior sino además una expresión de confianza hacia la solvencia de España.

Todo ello mejora nuestra posición ante la cumbre europea que se celebra hoy en Bruselas para discutir el plan de apoyo de la UE a la economía griega. Sarkozy y Merkel mantuvieron ayer una frenética negociación para ponerse de acuerdo cómo se va a llevar a cabo la intervención.

Grecia no es España porque, entre otras razones, el país heleno tiene una deuda sobre el PIB que supera el 120%, el doble que nuestro país, y está bajo fundada sospecha de haber manipulado sus cuentas públicas. Pero Zapatero cometería un grave error si se dejara llevar por el optimismo a la luz de la tregua que le dieron ayer los mercados.

Esta tregua está condicionada, como Moody's subrayaba, a que el Gobierno empiece a tomar medidas creíbles para reducir el déficit al 3% sobre el PIB en tres años, algo que todavía no está nada claro.

De nuevo ayer el presidente realizó unas declaraciones desafortunadas y frívolas al afirmar que «España no está hoy peor que hace seis meses» y que nuestra economía «está a punto de salir de la recesión». La realidad es que sí está peor: hay 548.000 parados más que en junio, los números rojos en las cuentas públicas se han disparado y el consumo y la inversión no ofrecen signo alguno de recuperación.

Los mercados dieron ayer un margen de confianza a Zapatero, pero no para aplazar las reformas y seguir gastando dinero sino para efectuar los ajustes, necesariamente dolorosos, que permitan a nuestra economía recuperar la competitividad. Uno de esos ajustes, como decía el diario británico, es la modificación de la legislación laboral. Pero hay otras tres reformas que el Gobierno tiene que abordar: el retraso de la edad de jubilación, el alargamiento del periodo de computo de las pensiones y el saneamiento del sistema financiero.

Los mercados son como las mareas: bajan y suben. El Gobierno debería aprovechar esta prórroga que le están dando los inversores internacionales para acometer estas cuatro reformas antes de que las aguas vuelvan a subir.


El Mundo - Editorial

Zapatero y Rajoy siguen instalados en la mediocridad

Si Zapatero niega algo tan fácilmente constatable como es que estamos peor que hace seis meses, ¿qué valor cabe dar a sus reiteradas visiones de futuro, tales como que "España está a punto de salir del túnel de la crisis"?

El primer cara-cara que han tenido este miércoles en el Congreso Zapatero y Rajoy, tras las larguísimas e inmerecidas vacaciones de Navidad que han disfrutado nuestros políticos, no ha podido ser más decepcionante. Si Zapatero ha vuelto a dar muestras de ese "optimismo" con el que algunos maquillan su irresponsable desconexión con la realidad, la crítica de Rajoy ha de ser mucho más incisiva y estimulante.

Entre las fantásticas previsiones y afirmaciones que ha hecho el presidente del Gobierno está la de que "la economía española no está peor que hace seis meses". Ya sería grave de ser cierto que la economía española estuviera igual de mal que hace seis meses cuando hace ya casi un año que el Gobierno veía síntomas de recuperación en forma de "brotes verdes"; aunque lo cierto es que, sin embargo, con un déficit que se ha disparado hasta el 11,5 por ciento del PIB y con medio millón de parados más respecto a julio, sí estamos mucho peor que hace seis meses.


Si Zapatero miente descaradamente ante hechos tan fácilmente constatables, ¿qué valor se le puede dar a sus reiteradas visiones de futuro, tales como que "España está a punto de salir del túnel de la crisis" o que "España está a punto de dejar la recesión económica"? Más aun cuando esta conocida cantinela nos la viene repitiendo Zapatero prácticamente desde que se avino a reconocer que España estaba padeciendo una crisis económica.

En cuanto a Rajoy, bien está que recuerde el creciente número de desempleados y que critique la improvisación y la falta de criterio de Zapatero, asi como su responsabilidad en el creciente descrédito de la economía española. Pero es necesario además que el líder de la oposición demuestre con no menor insistencia que hay una alternativa real y estimulante de Gobierno.

Aunque haya que reconocer que las sesiones de control no son un formato que permita explayarse en el desarrollo de un programa alternativo, hará bien el líder de la oposición en prepararse concienzudamente la sesión monográfica del próximo miércoles dedicada a la situación económica. Por mucho que estos debates tengan una trascendencia relativa de cara a la opinión publica, cualquier ocasión debe ser buena para que la oposición demuestre que tiene un programa creíble y verdaderamente alternativo de Gobierno, sin limitarse a una critica de una situación que los ciudadanos son los primeros en conocer y padecer.

Hemos de tener en cuenta, además, que, aunque el Gobierno esté instalado en un irresponsable inmovilismo del que sólo sale para dar palos de ciego, su labor de propaganda sigue a toda marcha. Como fruto de esa propaganda hay que encuadrar el editorial en el que el Financial Times ha suavizado su crítica a la política económica de nuestro Gobierno, un día después de la visita a Londres de la ministra Salgado. Evidentemente, y tal y como ahora este diario quiere subrayar, la economía española no es la griega ni está en tan dramática situación. Lo que nos gustaría saber es en qué se basa este diario para calificar de "serio" un programa de rebaja del déficit del 11,4% al 3%, cuya reducción de gasto sólo ellos parecen conocer. Lo decimos porque no sería la primera vez que el Gobierno de Zapatero dice en el exterior lo que no se atreve a mantener aquí.

En cualquier caso, no hay objetivos serios si no hay medios serios para alcanzarlos. Aquí el Gobierno no sólo no ha concretado cuáles son las partidas en las que se supone que va a reducir el gasto, sino que las mantiene o las incrementa, como ha hecho recientemente anunciando extender la propina de los 420 euros durante seis meses a 200.000 parados más.

Y es que, como bien apunta en este caso el Financial Times, el principal problema es "el desempleo crónico en un rígido mercado laboral", cuya reforma ni siquiera se ha mentado en la sesión de control de este miercoles; una reforma liberalizadora que Zapatero sigue sin querer abordar ni Rajoy concretar.

Esperemos a ver qué da de sí la sesión monográfica del próximo miércoles. Pero todo hace prever que España siga yendo a peor: como Zapatero y Rajoy.


Libertad digital - Editorial

Falta de respeto al Congreso

LA primera votación del nuevo periodo de sesiones en el Congreso de los Diputados supuso el pasado martes una derrota para el Gobierno, porque el PSOE se quedó solo al rechazar el recorte de altos cargos exigido por una proposición no de ley del PP, apoyada por CiU, PNV, BNG, CC, ERC y UPyD. Se trata, sin duda, de una medida oportuna en plena crisis económica y un mensaje en la dirección correcta para una sociedad que reclama austeridad a los poderes públicos. Sin embargo, el PSOE sigue a lo suyo, tachando de «oportunista» toda propuesta que no le conviene. La votación de esta iniciativa (175 a favor; 163 en contra, todos del PSOE, y 3 abstenciones) puede marcar la pauta del curso parlamentario, ya que el Gobierno está cada vez más aislado y podría recibir un varapalo tras otro tanto en el Congreso como en el Senado. José Antonio Alonso tendrá que desplegar mucha habilidad para evitar estas derrotas de su grupo, que contribuyen a ofrecer a la opinión pública la imagen de un Ejecutivo superado por las circunstancias. La vieja teoría de un PP aislado -que tanto complacía a Rodríguez Zapatero- podría convertirse ahora en todo lo contrario, con el PSOE mendigando votos y apuntándose a propuestas ajenas para no quedarse solo una y otra vez.


Lo peor de todo es que el Gobierno ha decidido hacer caso omiso a la voluntad del Congreso. Es cierto que las proposiciones no de ley expresan criterios políticos y no son jurídicamente vinculantes, pero la esencia del régimen parlamentario consiste en cumplir el mandato de la mayoría que se configure en cada caso dentro de las Cámaras. Es la tercera vez que el Congreso insta al Ejecutivo a que reduzca sustancialmente el número de altos cargos, pero nadie se ha tomado la molestia de guardar las formas para llevar a la práctica las decisiones de la representación popular. Todo el mundo da por hecho que habrá crisis de Gobierno al final de la presidencia europea, pero no se trata de esperar al momento oportuno para Rodríguez Zapatero, sino de aceptar las competencias de «orientación política» propias de las Cortes generales en su calidad de representantes del pueblo español. Lo contrario supone una falta de respeto que contradice -una vez más- la promesa presidencial de convertir al Congreso de los Diputados en centro y eje de la vida política, lo cual es obligado para cumplir las reglas del juego de nuestros sistema parlamentario.


ABC - Editorial