Difícil saber si el apagón informativo impuesto en torno al secuestro de tres activistas del turismo solidario tendrá alguna eficacia a la hora de resolverlo. El Gobierno ha sufrido un ataque de responsabilidad tardío. Prudencia y discreción reclama a la prensa, aunque no estaría de más que también callaran otros. Como algunos compañeros de los alterturistas capturados, que a su regreso a Barcelona hicieron declaraciones fuera de tiesto. María Jesús López, presidenta de la ONG Asomobe, anunció que volverán, porque es "una sociedad segura" de gente "amable y agradable" y "por un secuestro tramado por tres individuos no debemos dejar de viajar a Mauritania, al igual que por un atentado de ETA, nadie debería dejar de visitar España". Vale.
Dolida por el trasiego de anuncios sobre la suerte de los cautivos, López se encaró con los periodistas. "En estos casos, mejor que os calléis", le dijo a uno. O sea, que nos piden optimismo antropológico, dinero y silencio. Hombre, no demanden las tres cosas a la vez. Silencio exigen a la prensa los turistas oenegeros. Chitón le reclama el Gobierno, que pretende echarle la carga de sus yerros en el Alakrana. Y mutis hace la consejera de Sanidad de Canarias, que responsabiliza a los plumillas del error de culpar a Diego Pastrana de la muerte de su hijastra. Según Mercedes Roldós, del PP, los médicos no tuvieron arte ni parte. Un chivo expiatorio vaga por el desierto moral español arrastrando un kiosko de prensa.
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