martes, 6 de septiembre de 2011

Almudena Grandes. Grandes barbaridades. Por Ignacio Moncada

Cuando se produce un "ataque" del mercado de capitales sobre la deuda pública de algún país en apuros, como España, lo que se ha producido no es una agresión de ningún tipo. Es más bien una reacción defensiva de los pequeños ahorradores.

Una de las más atrevidas fuentes de humor de la prensa española es la columna de Almudena Grandes en El País. Su espacio semanal es una ventana trasera desde que la escritora vocea en base a su extenso conocimiento económico, y dicta lo que debiera ser, a su juicio, la organización financiera del mundo entero. Grandes es su apellido, pero también lo son algunas de las barbaridades publicadas. Recuerdo en especial una colérica columna en la que, indignada, nos mostraba un experimento que suponía la demostración de que la economía mundial era una gigantesca farsa. Consistía en dividir los 775.000 millones de dólares del plan de estímulo americano entre los 6.700 millones de habitantes del mundo para descubrir que cada uno debía poner –agárrense– 115 millones de dólares. Imagínese el trauma de la escritora al obtener tan escandalosa cifra. Pero mayor debió ser el ridículo sentido cuando se le obligó a publicar que dicha división no daba 115 millones, sino 115 dólares. Esto no es un simple error, sino la constatación de que algunos de los que nos dicen cómo tiene que funcionar el sistema no saben ni de lo que están hablando. Si los editores de El País tuvieran sentido del humor, esa rectificación no la habría publicado bajo el encabezamiento "Fe de errores", sino bajo "Fe de barbaridades".

Pues resulta que tan brillante conocedora del funcionamiento del sistema económico mundial se levanta esta semana con ganas de dar otra lección. Dice que los "mercados y agencias de calificación" no son más que "bandas terroristas que someten a España a un tiránico chantaje". En buena parte del imaginario socialista, los mercados y las agencias de calificación son un batiburrillo perverso que se come a los niños y despluma a los ancianos. Algo malo a lo que hay que someter con el poder de intimidación del Estado. Sin embargo, como en el experimento anterior, doña Almudena desconoce el funcionamiento de tan diabólico mecanismo. Y es que el mercado no es un comité de diez obesos ricachones que entre el humo de sus puros deciden a quién hacerle la vida imposible. El mercado es un lugar de intercambio. Es el resultado de un proceso en el que millones de personas de todo el mundo expresan sus pequeñas preferencias. La mayor parte de esos perversos mercados son pequeños ahorradores que deciden qué hacer con su dinero a través de órdenes en sus bancos de toda la vida o mediante la elección del fondo de ahorro o de pensiones que más se ajusta a sus preferencias.

Cuando se produce un "ataque" del mercado de capitales sobre la deuda pública de algún país en apuros, como España, lo que se ha producido no es una agresión de ningún tipo. Es más bien una reacción defensiva de esos pequeños ahorradores ante el aumento del riesgo de que ese dinero que han ahorrado no se lo vayan a devolver. ¿Tiene Almudena Grandes algún inconveniente en que esto sea así? Porque lo contrario, lo que ella y los de su cuerda exigen, es la indefensión total de los ciudadanos en caso de que el Estado decida gastarse el dinero que previamente les ha pedido prestado y los cálculos digan que no podrá devolverlo a menos que haya intervención. Lo que piden a gritos es que los ahorradores sean despojados de su libertad individual y de su sagrado derecho a la propiedad privada, y que sus ahorros puedan ser, sencillamente, expropiados para disfrute de los políticos. Qué podíamos esperar de quien no acierta a dividir ni con la calculadora.


Libertad Digital – Opinión

La semana política que empieza. Protestas en la segunda transición. Por Fernando Jáuregui

Quienes, por edad y dedicación, estamos condenados a recordar, no podemos evitar comparar algunas cosas que están ocurriendo en esta presunta segunda transición hacia una democracia más plena (confiemos) con otras que ocurrieron en la primera, en la que pasamos del franquismo a un régimen de libertades, derechos y deberes nuevos. Lo digo porque, otra vez, nos enfrentamos a un aluvión de protestas, en la calle y en los atriles con micrófonos, que no sé si están, todas ellas, plenamente justificadas.

Quizá usted, lector, si ha cumplido los suficientes trienios como consumidor de periódicos y de noticieros de radio y televisión, se habrá preguntado alguna vez qué ha quedado de aquellas incendiarias soflamas con las que políticos, periodistas e intelectuales del momento combatían hace treinta y cinco años la entrada de España en la OTAN, una entrada que iba a ser, decían, compendio de todos los males. O, sin remontarnos tanto en el tiempo, qué ha quedado del "estado de manifestación" que permanentemente nos alteró durante la anterior Legislatura por razones varias y que ahora se ven carentes de fundamento serio, más allá del intento de desgastar a un Gobierno o a una oposición.


Creo que nos hallamos, ante el abismo del comienzo de otra semana que intuimos presuntamente llena de disgustos en lo económico, en el inicio de otra situación de "estado de cabreo" no sé si siempre justificado. Que los sindicatos, en busca de un papel que ejercer en una sociedad que ya no les entiende, puedan llegar a convocar una huelga por una reforma constitucional ambigua, aplazada en el tiempo y destinada apenas a servir de marketing al país frente a las exigencias que nos llegan de fuera, parece algo poco convincente y poco pertinente.

Y lo mismo digo del movimiento de "indignados". Como si no hubiera motivos bien tangibles y concretos en España para protestar contra la inactividad del Gobierno en algunos campos (y la actividad subterránea en otros), o por las negligencias de la oposición, o por las contradicciones de los nacionalistas, o el mero vociferar de otros partidos menores, que poco aportan a la construcción de la nación*

Cunde la sensación -real o impostada-- de que España se desangra y, entonces, la calle se llena manifestantes contra el único acuerdo de calado y trascendencia entre los dos grandes partidos nacionales, precisamente cuando toda la ciudadanía estaba exigiendo acuerdos entre ellos. Se pide austeridad y sacrificio al sector público y los enseñantes (por poner un ejemplo) estallan de ira cuando se les pide una mínima contribución extra de trabajo, que, a mi entender, para nada resulta excesiva. Y, así, podríamos poner algunos ejemplos más*

El "piove, porco Governo" que refleja la sátira política italiana puede, una vez más, tener razón aquí y ahora. Cierto que el Gobierno de Zapatero ha actuado inicialmente de manera desastrosa para afrontar una crisis a la que se quiso, irresponsable e ignorantemente, dar la espalda; cierto que la oposición podría, también inicialmente, haber echado una mano más decidida a la hora de arreglar las cañerías y cierto que ambas partes podrían haber pactado "a lo grande" mucho antes. Cierto que los nacionalistas siguen en su táctica egoísta del desconcierto. Cierto que los sindicatos están como ausentes, y que a veces es peor cuando están presentes...

Pero cierto es también que la sociedad española, habitualmente tan sufrida, parece no haber entendido aún la magnitud de una crisis que es global, sí, que afecta también a los vecinos, pero que es "nuestra" crisis particular. No entiendo, la verdad, la algarada ante una reforma constitucional que es meramente cosmética. Ni la ira de algunos sectores profesionales a los que se pide un mayor esfuerzo, dado que no parece que, para enderezar las cosas, baste con que los prebostes políticos prescindan de sus "audis".

Ya sé, ya sé que la clase política tiene poca autoridad moral para pedir a los españoles que se ajusten el cinturón; pero es que ahora de verdad viene el lobo. Y pienso que sobre eso sí hay que creer a los diferentes representantes políticos cuando nos lo avisan.


Periodista Digital – Opinión

Crisis. La 'recesión ZP'. Por Emilio J. González

Zapatero no quiso ver aquellos datos ni aquellos análisis que le advertían de que lo que tenía que hacer era recortar el gasto público rápida y drásticamente.

En la historia económica hay crisis anónimas y hay crisis con nombre propio, bien por su magnitud, bien para que todo el mundo se acuerde de quién la provocó. En Estados Unidos, por ejemplo, a la caída del crecimiento a principios de la década de los ochenta se la conoce como ‘recesión Vockler’ en recuerdo del presidente de la Reserva Federal que provocó la misma con su política de subidas de los tipos de interés. A la recesión hacia la que ahora se encamina España con toda probabilidad habría que denominarla, siguiendo este principio, ‘recesión Zapatero’, porque él y su forma de hacer las cosas es quien, en última instancia, nos ha metido de cabeza en ella.

Esta nueva recesión es, en primer lugar, consecuencia directa de la forma en que el Gobierno abordó la crisis económica desde el primer momento. Zapatero quiso jugar a ser una versión cañí de Roosvelt y su ‘New Deal’ y ahora todo el país tiene que pagar las consecuencias de ese error. Porque fue un error mayúsculo, desde el primer momento, el tratar de evitar la crisis, y luego salir de ella, con la receta keynesiana tradicional de impulsar el gasto público y pensar que el déficit presupuestario no importaba. Aquellos polvos trajeron estos lodos y la financiación de dicho déficit se ha convertido en la primera causa de esta recaída porque ha dejado sin financiación al sector privado y, a través de él, al crecimiento económico. Para más inri, sólo a un Gobierno como el de ZP se le ocurre subir los impuestos para cerrar el ‘agujero’ fiscal cuando los mercados se han puesto duros, sin tener en cuenta que la demanda interna de consumo y de inversión seguía cayendo. Con la subida del IVA y demás impuestos la ha hundido todavía más.

Zapatero, sin embargo, no quiso ver aquellos datos ni aquellos análisis que le advertían de que lo que tenía que hacer era recortar el gasto público rápida y drásticamente. Por el contrario, él se creó su particular cuento de la lechera y pensó que si las economías europeas entraban en la senda de la recuperación, éstas tirarían de nuestra economía a través de las exportaciones y así saldríamos del problema sin necesidad de tomar medida alguna de política económica, como el ajuste presupuestario, el del sector de la construcción o la reforma laboral. Pero, como a la lechera, a ZP, al final, se le ha roto el cántaro antes de llegar a la fuente y ahora nos vemos camino de una nueva recesión porque no hemos hecho nada para evitarlo. Y, encima, como se ha empeñado en retrasar el adelanto electoral hasta el 20 de noviembre, por razones obvias dada la fecha en cuestión, aquí no se van a poder tomar medidas contra la crisis hasta las Navidades, en el mejor de los casos, con lo que la recesión nos va a golpear con una dureza que nos habríamos evitado, al menos en parte, si se hubieran convocado elecciones en julio. ¿Ahora qué vas a hacer, ZP?


Libertad Digital – Opinión

Para vergüenza de Rubalcaba. Por José Antonio Vera

Nadie, que yo sepa, se pronuncia contra la inmersión en catalán de aquellos niños cuyos padres reclaman este modelo de educación para sus hijos. Es un derecho que asiste a cualquier español residente en Cataluña, igual que el de poder solicitar que sus pupilos tengan por vehicular la lengua castellana, con las horas de catalán que recoja la ley. El Tribunal Superior de Justicia de Cataluña no está contra la inmersión en catalán. Está contra el hecho de que sea la única opción por ser eso algo inconstitucional.

Los padres que protestan tienen razón, y la Generalitat de Artur Mas está vulnerando la legislación al no cumplir las sentencias de los tribunales. Si no quieren cambiar el modelo en todos los colegios, que no lo hagan, pero que al menos permitan que en determinadas escuelas se pueda estudiar vehicularmente en la lengua común.

Tiene bemoles el hecho de que en un territorio de España, donde rige la Constitución y las leyes del Estado, haya españoles que no pueden estudiar en español. Ni siquiera se le permite a quienes están de paso por razones de trabajo o estudios.

Aquello se ha convertido en una tiranía lingüística que vulnera el Estado de Derecho al no respetar las normas básicas e incumplir las sentencias de los tribunales. El PP no puede transigir ante semejante tropelía. Ya lo hace el PSOE para vergüenza de sus principales dirigentes, en particular del candidato Alfredo Pérez Rubalcaba.


La Razón – Opinión

Crisis. Caída sin red. Por Juan Ramón Rallo

Las cuentas de la vieja del keynesianismo fracasaron y ahora esos bancos se encuentran como con las subprime en 2008, sólo que en esta ocasión la deuda basura es la de nuestros gobiernos y, por tanto, si esta vez quiebran no habrá red que los rescate.

Es cierto que no fue la deuda pública la que desató la crisis actual, sino más bien una acumulación de deuda privada de pésima calidad que fue espoleada por un sistema bancario privilegiado y respaldado por ese monopolio público de la emisión de dinero que es el banco central.

Sin embargo, desde que en 2008 se vino abajo el sistema financiero internacional, las mayores emisiones de deuda pública de nuestra historia no le hicieron ningún bien a la economía. El credo keynesiano fracasó como en realidad siempre había fracasado, y ahora, tres años después, nos encontramos con una economía que, gracias al dinamismo del sector privado, ha corregido una parte de los desajustes presentes en 2008 pero a la que se le ha añadido un Himalaya de deuda pública a sus espaldas.

Al cabo, la manera que hallaron los gobiernos para convencernos de que sabían lo que hacían, de que iban a arreglar las cosas en un periquete, de que podíamos arrojarnos sin miedo a los brazos del Leviatán, fue sustituir la burbuja inmobiliaria por la última de las burbujas que es capaz de soportar una economía basada en el papel moneda: la burbuja de la deuda pública.

Inteligentes ellos, nuestros políticos, obligaron a los bancos privados y centrales a que les compraran toda su deuda, pues así, nos juraban, conseguirían estimular la economía, relanzar el gasto y volver a crear empleo. Pero no, las cuentas de la vieja del keynesianismo fracasaron y ahora esos bancos se encuentran como con las subprime en 2008, sólo que en esta ocasión la deuda basura es la de nuestros gobiernos y, por tanto, si esta vez quiebran no habrá red que los rescate.

No, en contra de lo que vociferan los socialistas, la tan predicada como poco practicada austeridad de los gobiernos no es ninguna receta mágica para lograr una recuperación. Es simple y llanamente el requisito ineludible para que no suspendamos pagos. Mientras esa amenaza siga en el horizonte, que nadie sueñe con recuperación alguna. Primero, pongamos orden en las finanzas del Estado.


Libertad Digital – Opinión

Demagogia educativa. Por Francisco Muro de Iscar

Hasta que arranque el curso escolar vamos a tener batallas políticas que no pretenden solucionar el problema educativo -¡ojalá alguien lo intentara!- ni el terrible fracaso escolar en Secundaria Bachillerato, o el desastre de la Universidad donde, Bolonia incluida, cada año se bajan los baremos de exigencia para no tener que suspender a los que no tenían que haber llegado, por falta de nivel, y a los que siguen allí sin haber demostrado esfuerzo y merecimientos a costa de los impuestos de todos los españoles. Quienes protestan de que con sus impuestos se financian actividades religiosas o lúdicas o culturales, que no comparten, deberían protestar por el hecho de que un universitario pague una décima parte de lo que cuestan sus estudios y tarde ocho años en terminar una carrera que debe acabar en cuatro. Hablo de la Universidad, no de la educación obligatoria. Ni siquiera de la FP, tan devaluada por todos los Gobiernos, donde sólo llega un estudiante por cada tres que acceden a la Universidad. Y ahora, en lugar de copiar el sistema alemán de educación y trabajo simultáneo, han aprobado contratos basura "en formación" hasta los 30 años y sin límites de renovación. Y nadie protesta.

Sí se hace sobre el hecho de que alguna autonomía, bueno la de Madrid o, mejor, Esperanza Aguirre, haya decidido no renovar contratos a miles de interinos y que su trabajo lo asuman los profesores titulares dando dos horas más de clase -20 semanales, frente a las 18 que venían dando- en lugar de dedicarlas a tutorías, preparación de clases, etc. , para lo que tendrán 17,5 a la semana, en lugar de 19,5. Encierros, amenaza de huelgas y, sobre todo, demagogia por un tubo. No digo que no tengan razones de queja los profesores, pero no éstas. En la concertada, por ejemplo, cobran menos y dan 25 horas de clase a la semana. Lo que no se puede decir, como ayer gritaba el secretario general de UGT, Cándido Méndez, que se va "contra los intereses de los hijos de la clase trabajadora". Pero, Cándido, que estamos en el siglo XXI y eso no es ni del XIX.

En unos informativos del domingo, donde se daban estos mismos argumentos, se ofrecía después otro reportaje destacando que las Universidades catalanas y la Complutense de Madrid, iban a hacer "un ejercicio de austeridad" porque, al bajarles los presupuestos un 16 por ciento, caso catalán, tenían que hacer lo mismo con menos medios, reduciendo contratos y trabajando todos más. Y en el caso de la Complutense -donde el anterior Rector, del ala de Méndez por cierto, ha dejado unas deudas de ¡160 millones de euros!-, el nuevo Rector dijo que donde en una clase había veinte habrá que tener a cien. ¿Han visto ustedes las manifestaciones, los encierros, las protestas, las huelgas? No, eso es "un ejercicio de austeridad", lo otro, una cacicada de la derecha. Mientras no dejemos la educación fuera de la demagogia política y hagamos un pacto de Estado para salir del abismo educativo en el que estamos, este país no saldrá de la crisis.


Periodista Digital – Opinión

Cacería con motosierra. Por José Antonio Alvarez Gundín

La motosierra, como metáfora aplicada a la escabechina política, puede tener en campaña electoral más recorrido incluso que en el cine, donde alcanzó con «La matanza de Texas» un talento expresivo digno de un Oscar, aunque fuera en la sección de casquería. El temor que suscita el rugido de una motosierra difícilmente lo puede igualar otra herramienta, así que cuando José Blanco la asocia a los recortes presupuestarios del PP lo que pretende es que no se oiga el siseo de la guadaña en manos del Gobierno. Amortizado el doberman como animal de compañía, llega la hora de la motosierra. En realidad, los dirigentes del PSOE llevan ya tiempo utilizándola, pero no para asustar al electorado, sino como arma de caza mayor contra los políticos populares. En sus alegres monterías, ministros, policías, fiscales y jueces abatían los venados con fusiles de mira telescópica y reservaban la máquina de cortar troncos para el «caso Gürtel», de modo que la sangre rociara el patio de butacas hasta la última fila. Durante casi tres años no se ha oído más que su chirrido carnívoro, cómo la cadena dentada descuartizaba reputaciones, carreras políticas, familias, amistades y hasta la autoestima de las víctimas. Bastaba con que el telediario de las nueve transmitiera en directo el preciso instante de la detención para que se pusiera en marcha la sala de despiece al completo: prensa, radio y televisión progubernamentales se emplearon compulsivamente, filtraron investigaciones con parcialidad, se burlaron secretos sumariales, publicaron verdades a medias y embustes enteros… Los mismos que luego se rasgarían las vestiduras por lo de Murdoch no tuvieron, ni tienen aún, empacho en participar en la cacería sin respetar las más elementales normas, no ya de la venatoria, sino de la profesión y con las mismas tragaderas que «News of the World». La exculpación de Luis Bárcenas, Jesús Merino y Ricardo Galeote, que han sido brutalmente linchados hasta ser expulsados de sus cargos, viene a demostrar la profunda perversión que el Gobierno del PSOE ha hecho del debate político, que si bien nunca destacó por su «finezza», ha pasado de emplear el florete de esgrima a la motosierra depredadora. No hay peor corrupción del sistema democrático que la utilización de los resortes del Estado para abatir al adversario en cacerías publicitadas.

La Razón – Opinión

Rodiezmo. Una cita con los espectros. Por Cristina Losada

Rodiezmo es el rito mediante el cual los socialistas rinden culto a los antepasados que ya no pintan nada y sus jefes fingen, por un día, que aún tiene peso la O de sus siglas mientras consultan su iPhone y ciñen el polo de marca.

Puede que este año se notara más, pero la campa de Rodiezmo siempre ha sido un lugar vacío, salvo quizás en sus remotos orígenes. A esos efectos, los sustanciales, no importa cuál sea la densidad de su población en la ceremonia anual que allí celebra el socialismo. Al fin y al cabo, la campa no es más que el espacio reservado para una cita simbólica entre el PSOE y los fantasmas de su pasado. Espectros que se convocan a los sones de La Internacional y al gesto del puño en alto y que aparecen, ni sombra de lo que fueron, renqueantes y desganados. Molestos, a buen seguro, de que les obliguen a salir de su sueño eterno para afrontar, ¡a su edad!, la lucha final contra otras criaturas fantasmagóricas que los sacamuelas de turno invocarán desde el escenario. Llámense los poderosos, los ricos, los codiciosos o como aconseje la ocasión, sin los malignos antihéroes no habría tebeo ni guiñol.

Rodiezmo, en otras palabras, es el rito mediante el cual los socialistas rinden culto a los antepasados que ya no pintan nada y sus jefes fingen, por un día, que aún tiene peso la O de sus siglas mientras consultan su iPhone y ciñen el polo de marca. Desde luego, no ha de ser del todo casual que cuando menos han pintado las reliquias, más se subrayara el vínculo con ellas, ni que tal cosa sucediera con Zapatero, dada su entrega a la invención del pasado. Pero ha sido él quien más ha distanciado la política socialista de la clásica ficción socialdemócrata para alojarla en la pulp fiction de la izquierda radical, donde los trabajadores –y la economía– tienen, si acaso, el mismo protagonismo que un telón de fondo.

La crisis ha trastocado aquella composición y, así, el presidente "de izquierdas" no se puede presentar siquiera ante los rescoldos de la minería para ofrecer, como joyas de su legado, las cuotas de mujeres, la ley contra la violencia de género, el matrimonio homosexual o el Estatuto catalán. La ausencia –y van dos– de Zapatero y el resto del sanedrín partidario, incluidas aquellas jóvenas promesas que apenas sabían levantar el puño, da testimonio de la desbandada. No hay fibra moral para encarar que las orgullosas proclamas "sociales" de otrora han devenido en los ajustes de hoy. La fiesta quedó en manos del veterano DJ Guerra. De la música de hadas, a la música de terror. Ahora, los fantasmas son ellos.


Libertad Digital – Opinión

El Angliru. Por Ignacio Villa

El pasado domingo vivíamos con intensidad la subida a una de las míticas etapas de la Vuelta Ciclista a España, la subida al asturiano alto del Angliru, uno de los momentos más intensos de la Vuelta que ha convertido ese puerto en un auténtico clásico aunque sea relativamente reciente su inclusión entre las etapas clave de la ronda española.

Y viendo esa etapa dura y angustiosa, cruelmente selectiva y previsiblemente definitiva para la clasificación general me venía a la cabeza que los españoles tenemos ante nosotros el Angliru particular en la actual situación económica que se vive con angustia, que se sufre con pundonor en muchas familias españolas y que se sobrelleva con heroicidad por tantos ciudadanos que han visto cómo se han derrumbado como un castillo de naipes los resultados del trabajo y del esfuerzo de muchos años. El Angliru con esas pendientes de porcentajes sobrehumanos nos sitúa muy bien en la necesidad obligada de la sociedad española de cambiar el piñón, de aguantar el vendaval y echar el resto para salir de esta situación donde los ciudadanos se llevan en sus hombros todo el sufrimiento y todo el castigo que ellos no han buscado, ni han querido. Ni por supuesto se merecen.


Comienza el curso en plena subida al Angliru; después de unas vacaciones más o menos ficticias en millones de hogares españoles, nos encontramos de bruces con la realidad de la crisis más cruda y real. Subsidios de paro como la única forma de mantener a una familia; hipotecas impagadas; facturas que se amontonan sin recursos para hacer frente a ellas; gastos y más gastos del comienzo del curso escolar; empresas que ya no abren a la vuelta del verano; restaurantes vacíos; bares que facturan un setenta por ciento menos que hace tres meses; sueldos congelados que llegan con dificultad a la mitad de cada mes; automóviles aparcados sin dinero para gasolina; grandes superficies desiertas; terrazas vacías y un largo etcétera que describe con exactitud escalofriante en qué consiste el verdadero Angliru de los españoles en este curso que comienza. Un curso plagado de angustias, de interrogantes y de una dureza extrema en miles y miles de hogares españoles.

Los españoles lo están pasando mal, lo están pasando muy mal. Estos meses de verano han servido para amortiguar algo ese sufrimiento. Pero la vuelta a la realidad está siendo durísima. Y va a ser todavía más dura. Se nota, se percibe en el rostro de las gentes por las calles. Vivimos inmersos en una evidente recesión económica y esa recesión tiene ahora un auténtico bofetón psicológico: la certeza de que estamos muy mal, y de que además tenemos por delante la subida de un Angliru donde muchos se van a quedar descolgados, otros van a pedir a gritos la retirada y algunos van a caer desfallecidos. Los españoles comenzamos un curso crítico en lo económico, pero también en lo psicológico. Necesitamos ayuda. Necesitamos esperanza. El panorama es desolador. Y todavía no hemos empezado.


La Razón – Opinión

Fraga Iribarne. Por Alfonso Ussía

Es al único político al que los periodistas, incluídos los nada afines, le llaman «don Manuel». Fue un ministro atípico de Franco, combatió a los tecnócratas del Opus Dei, intentó la apertura, creó la formidable red de paradores de turismo de España, trabajó de sol a sol y le perdieron sus destemplanzas. Su amigo y paisano Pío Cabanillas Gallas dijo de él que le cabía todo el Estado en la cabeza, pero ni una letra más. Superó a Tierno Galván en las oposiciones, y bajo su personalidad arrolladora y tronante siempre encontró el sentido del humor un sitio. También su ingenuidad y su capacidad de equivocarse con las personas cercanas, a las que creía mejores de lo que eran, o competentes cuando eran incompetentes, o leales cuando se les advertía de lejos la miradilla de la traición. Ahí queda el ejemplo de Jorge Verstrynge, ese gran tontuelo, en el que confió plenamente. Ha terminado de asesor de Hugo Chávez después de ingresar por la ranura inferior de la puerta en el PSOE y tratar de engañar a Mario Conde para formar un partido. Siendo embajador de España en Londres, Juan Luis Cebrián le hizo una extensa y elogiosa entrevista en la revista «Gentlemen». Le satisfizo tanto la entrevista de Cebrián que le hizo director de «El País», en perjuicio de Carlos Mendo y Darío Valcárcel, que optaban al puesto desde su fundación. Porque muchos ignoran que el fundador y gran impulsor del periódico de Prisa fue Fraga Iribarne. Fundó Alianza Popular, amansó a la fiera de la derecha reacia a las libertades, y estructuró un partido liberal-conservador que hoy, como Partido Popular, tiene un suelo de diez millones de votos. El techo, alcanzado por José María Aznar en el año 2000 puede aumentar su cota más alta el próximo 20 de noviembre. A Fraga se le ha llamado «fascista» por ser ministro de Franco. Otros gozaron de las amnistías que conceden los sectarios, como Ruiz-Giménez, que también lo fue. Carrillo , como recuerda Raúl del Pozo, «le tocaba los cojones a cuatro manos», pero durante la Santa Transición, sabedor de las ácidas críticas que iban a caer sobre él, presentó a Carrillo amigablemente cuando el genocida de Paracuellos fue invitado a pronunciar una conferencia en el Club Siglo XXI. Porque Carrillo, Paracuellos del Jarama aparte, también contribuyó eficazmente a la convivencia y la paz social en los años difíciles del cambio político. Siendo ministro del Interior, por aquellos sucesos de Vitoria, se le atribuyeron frases y prepotencias que jamás salieron de su boca. En una reunión lo decía: «Puedo ser soberbio, pero no gilipollas. ¿Cómo voy a decir que la calle es mía?».

Ha tenido, en su larga vida universitaria, catedrática y política, altos y bajos, aciertos y errores. Su cultura es inconmensurable. Es, ante todo, un intelectual en el sentido más amplio de la palabra. Humanista, políglota, y excesivamente enfadado. Cuando le pusieron «el Zapatones» no erraron. Nunca ha sido don Manuel un cuidador de su aspecto. Su obra fundamental, el partido político europeísta y conservador que supo crear y fundar, está ahí, ya sin complejos en sus votantes y no tanto en sus dirigentes. Y un dato asombroso. Y lo repito, asombroso. Lleva en las alturas de la política española cincuenta años. Se retira. Y vivirá en el futuro de su pensión. No ha volado ni una peseta de ayer ni un euro de hoy a su bolsillo. Me refiero a vuelos de corrupción y abuso. Sus más afilados y obsesivos detractores tienen que callar cuando se habla de la honradez de don Manuel. Nadie la discute ni pone en duda. Sería bueno que recordáramos ese rasgo ahora que se despide.


La Razón – Opinión

Crisis. Alemania (también) es culpable. Por José García Domínguez

No se olvide al respecto que la sapientísima banca teutona enterró en cemento de los PIIGS nada menos que el treinta por ciento de sus préstamos.

Esa repentina devoción por el aceite de ricino macroeconómico, la súbita fe del carbonero que todo el mundo aquí parece depositar en los ajustes fiscales, a mí me recuerda ciertos placeres sadomasoquistas que relata Rousseau en sus Confesiones. Cuenta en ellas que una mademoiselle Lambercier gustaba de azotarlo cuando niño en castigo a sus muchas maldades. Sin embargo, lejos de corregirlo, aquellos correctivos despertarían en el pequeño Jean-Jacques un secreto goce libidinoso cuyo recuerdo, ya adulto, iba a perseguirlo de modo obsesivo. Y a nosotros, decía, nos viene a ocurrir algo parecido.

Acaso de ahí que, empecinados en flagelarnos sin tregua y en compadecer a la pobre Merkel y al sufrido contribuyente alemán, nadie conceda reparar en lo evidente. A saber, que no fueron otros más que los descerebrados banqueros alemanes quienes financiaron la orgía del ladrillo. Ocurre, sí, que son tan culpables de la burbuja inmobiliaria, la genuina madre de nuestra crisis, como el que más. No se olvide al respecto que la sapientísima banca teutona enterró en cemento de los PIIGS nada menos que el treinta por ciento de sus préstamos. Un dinero que, encima, no era suyo, por algo continúa mucho más apalancada aún que el sector financiero americano. Añádase la montaña de basura subprime que les colocó Wall Street, la misma que todavía hoy infecta sus balances, y se tendrá una idea aproximada de quién resulta ser el genuino enfermo de Europa.

Así las cosas, nos toca ahora afrontar la paradoja de la austeridad. Un círculo vicioso donde los recortes del gasto para reducir el déficit mutilan un crecimiento potencial raquítico de por sí; algo que constriñe la recaudación tributaria del Estado, circunstancia que agrava el problema el pago de la deuda y provoca...más deuda y más déficit. Solo por eso, oponerse desde nuestro país a los eurobonos no es ni de derechas ni de izquierdas: es de necios. En idéntico orden de contrariedades, y al modo de nuestros entusiastas masoquistas, Merkel semeja incapaz de comprender que, ayudándonos, se ayudaría a sí misma. A la postre, si España cae, sus bancos irán detrás. Razones, en fin, por las que el ministro de Exteriores de Rajoy habrá de ser mucho más importante que el de Economía. Y si no, al tiempo.


Libertad Digital – Opinión

¿Doble crisis doble?

A casi tres años de la caída de Lehman, el mundo afronta un nuevo revés de crecimiento.

La jornada económica de ayer es de las que se recuerdan con pesar. Casi todas las Bolsas europeas cerraron con caídas superiores al 4%. Los diferenciales de la deuda de Italia y España volvieron a dispararse, pese al incrementado activismo del Banco Central Europeo comprando bonos de estos dos países. Y el pesimismo tiñó el latido del mundo económico, tras las advertencias del FMI y el Banco Mundial sobre la posible inminencia de una nueva recesión. Solo la Comisión Europea puso un contrapunto a este ambiente funerario.

En realidad, resulta bastante verosímil que estemos asistiendo a una doble crisis doble. Por un lado, a una segunda fase de la Gran Recesión, como consecuencia de los endeudamientos a los que tuvieron que recurrir los Gobiernos para salvar primero la banca y después la propia economía real tras el desastre de Wall Street. La particularidad de esta segunda fase, en forma de doble uve, sería que, si de verdad acaba produciéndose, la principal artillería de recursos públicos para combatirla ya ha sido empleada y queda muy poca disponible. Por otra, el estancamiento en el mundo desarrollado (los emergentes siguen afortunadamente al margen) se dobla en caos político. Así, en EE UU, la presidencia de Barack Obama ha quedado seriamente tocada tras la batalla sobe el déficit del mes de agosto: a partir de este jueves en que se espera un plan sobre el empleo, se comprobará si tiene capacidad de reacción. Japón acaba de entronizar a su sexto primer ministro en cinco años.


Y en Europa, el síndrome de Sísifo al que se ve sometida la estabilidad de la unión monetaria, se va ahondando por la perplejidad de la situación política en el país líder, Alemania: las elecciones del pasado fin de semana en Mecklemburgo-Pomerania Anterior, el feudo de la canciller Angela Merkel, han resultado un dramático fiasco para ésta. Peor aún. A cada nuevo envite en la crisis del euro, el fatigado y cada vez menos unido Gobierno de coalición democristiano-liberal responde con mayor parsimonia y menor contundencia, temeroso de un castigo en las urnas... que al final acaba, cruelmente, llegando.

La situación de doble crisis y el agotamiento de buena parte de las recetas aplicadas aconsejarían la celebración de unos nuevos estados generales de la economía mundial, que deberían celebrarse en torno al próximo G-20.


El País – Editorial

Apuesta digital de Telefónica

Telefónica, la principal multinacional española que preside César Alierta, anunció ayer una profunda remodelación organizativa destinada a consolidar a la compañía en los primeros puestos de cabeza del ranking internacional de las telecomunicaciones. Alierta ha realizado una gestión sobresaliente en estos años, fruto de la cual ha sido la potenciación y revalorización de la compañía como un referente mundial. Ahora, su gran apuesta de futuro es impulsarla como una operadora global y líder en el entorno digital. Para ello ha creado dos unidades de negocio, denominadas Telefónica Digital y Recursos Globales, y ha simplificado la distribución geográfica de los negocios con la configuración de dos grandes bloques: Europa, en la que se integra España, e Iberoamérica. Acierta plenamente Alierta al introducir estos cambios y transformar su esquema de organización. No cabe duda de que el gran reto al que se enfrenta Telefónica en los próximos años, en fuerte competencia con los gigantes norteamericanos, chinos y europeos, es el de la investigación e innovación digitales e internet.

La estrategia implica alianzas industriales y el aprovechamiento de su implantación a escala mundial. La nueva unidad de negocio contará con sedes en Madrid, Sao Paulo, Silicon Valley y Asia, además de la central, que estará en Londres. Entre sus objetivos figura el desarrollo y explotación de video y entretenimiento, publicidad, salud, servicios financieros, almacenamiento virtual (cloud) y M2M, así como la incorporación de nuevos productos, servicios y cadenas de valor. Parece evidente que con este impulso, Telefónica está llamada a influir poderosamente en el progreso tecnológico del mercado iberoaméricano, cuyas perspectivas de crecimiento y expansión son muy positivas para la compañía española. Pero también es un salto relevante para los intereses de España en la medida en que Telefónica realiza una apuesta decidida por la innovación y los nuevos productos digitales. Contar con una multinacional puntera y de gran competitividad en la aplicación de las nuevas tecnologías y productos permite a nuestro país no decaer en la carrera del I+D+i, especialmente en una coyuntura económica que ha detraído inversión pública y privada. Por otro lado, la fortaleza y vitalidad que demuestra la compañía presidida por Alierta supone un aval suplementario a los profesionales y empresarios de las industrias tecnológicas en un entorno internacional de fuerte competencia y con nuevas potencias emergentes que disputan ya a las compañías occidentales los lugares de liderazgo. La capacidad de arrastre y de liberar energías de Telefónica en nuestro mercado doméstico es más que notable y, sin duda, un factor a tener muy presente para su tejido industrial. En suma, la multinacional española da un salto cualitativo en su excepcional trayectoria comercial y tecnológica de los últimos años para afianzarse como una de las primeras operadoras globales con una alta capacidad de innovación en internet. Pero sin renunciar a su honda personalidad española y a un estilo de gestión que la ha llevado a figurar por derecho y méritos propios entre las grandes compañías internacionales.

La Razón – Editorial

Orden de callar

Al expulsar a los corresponsales de EL PAÍS, Cuba e Irán exhiben la debilidad de sus dictaduras.

Las autoridades cubanas han retirado la acreditación de prensa al corresponsal de EL PAÍS, Mauricio Vicent, quien no podrá seguir enviando crónicas desde la isla. Hace apenas unas semanas, el Gobierno de Teherán hacía otro tanto con Ángeles Espinosa, también corresponsal de este diario, a quien, además, expulsó de Irán. Las acusaciones de parcialidad contra ambos corresponsales son enteramente falsas, y solo revelan que La Habana, por un lado, y Teherán, por otro, desean que los medios de comunicación actúen como sumisos altavoces de los discursos oficiales, no como testigos de la realidad.

Pese a la distancia geográfica e ideológica entre estos dos regímenes, ambos han coincidido en el punto que mejor revela su naturaleza autoritaria: la voluntad de cercenar la libertad de prensa para, a continuación, imponer como única verdad las consignas de su propaganda. En nombre de Dios o de la revolución socialista, unas y otras autoridades están pretendiendo privar a quienes se interesan por los asuntos de Irán o de Cuba de una información veraz y contrastada, que es lo mismo de lo que privan a sus propios ciudadanos para mejor sojuzgarlos. Tanto hacia dentro de sus países, como hacia fuera, están tratando de tapar el sol con un dedo.


Los de El País no son los primeros corresponsales que expulsa una dictadura; ni siquiera son los primeros que han expulsado las de Cuba e Irán en su ya dilatada historia de represión. Por eso es fácil conocer de antemano el resultado del atropello cometido. Cuando ambos regímenes sean un mal sueño, como lo acabarán siendo más pronto que tarde, el hecho de haber recibido la orden de callar será un motivo de orgullo para quienes, como los dos corresponsales de El País, se han ocupado de dar cuenta de la realidad. Y, al mismo tiempo, esa orden será un acta de acusación adicional contra los dirigentes que la han decidido y los burócratas que la han ejecutado.

Tras medio siglo de revolución, los dirigentes cubanos no pueden seguir buscando fuera las responsabilidades del fracaso político, económico y social al que han precipitado a la isla, ni tampoco seguir persiguiendo como delito cualquier crítica interna. Y lo mismo sucede con la revolución iraní, cuyo propósito de someter la sociedad a la voluntad de unos ayatolás que usan el islam como coartada solo ha dado como resultado una esquizofrénica escisión entre la vida pública, ridícula de puro hipócrita y artificial, y la vida privada, en la que los iraníes dan curso a los anhelos que comparten con los hombres y mujeres de cualquier lugar del mundo.

Con el veto a los corresponsales de El País, La Habana y Teherán imaginan haber realizado un gesto de fuerza. Más bien, han puesto de relieve su debilidad. Porque cuando un régimen político percibe la verdad como amenaza es porque la mentira sobre la que se asienta tiene el tiempo contado. En Cuba e Irán la cuenta atrás sigue imparable, por más atropellos que puedan cometer todavía sus Gobiernos.


El País – Editorial

Las espadas siguen en alto

Es simplemente desolador que, como ya sucediera en agosto, el Gobierno cesante esté de brazos cruzados ante esta complejísima coyuntura y el candidato socialista sólo sepa amenazar a los inversores nacionales y extranjeros con subirles los impuestos.

La crisis de confianza vuelve a extenderse por toda la economía mundial. El riesgo de caer en una nueva recesión y de que algunos países europeos no pueden hacer frente a sus deudas ha hundido las bolsas del continente y ha vuelto a disparar las primas de riesgo.

Después de una segunda quincena de agosto bastante más tranquila que la primera, gracias sobre todo a la masiva monetización de deuda acometida por el BCE, parece que las tensiones y los miedos resurgen en septiembre. No es de extrañar: en cuatro años, la economía mundal apenas ha corregido algunos de los muchos desajustes acumulados durante el falso boom económico anterior, mientras que los Gobiernos se han dedicado a dilapidar los escasísimos ahorros de los ciudadanos en proyectos que en nada han contribuido a afianzar la recuperación.

En medio de este colapso internacional de la confianza, nuestra economía se encuentra, desgraciadamente, en el pelotón de las que menor crédito merecen. No, desde luego, porque el sector privado, en especial el bancario, no haya hecho esfuerzos extraordinarios por sanearse, sino porque el sector público ha entorpecido todo lo que ha podido ese imprescindible proceso.


Y ahora, cuando un Ejecutivo responsable debería estar tomando medidas adicionales para que el pánico no nos engulla, lo único que adivina a prometer Rubalcaba son nuevos impuestos para los ricos. Como si esta retórica socialista de la lucha de clases fuera a prestar algún buen servicio a nuestra economía. Al revés, perseguir y penalizar el capital es perseguir y penalizar aquello que con más urgencia necesitamos ahora mismo: ahorro fresco para seguir saneando los bancos y las empresas, para crear nuevos modelos de negocio competitivos, para poder dar salida a todo el stock de viviendas, etc.

Es simplemente desolador que, como ya sucediera a comienzos de agosto, el Gobierno cesante esté de brazos cruzados ante esta complejísima coyuntura y el candidato socialista sólo sepa amenazar a los inversores nacionales y extranjeros con subirles los impuestos. Nuestra clase política, en especial la socialista, ha logrado ella solita que nadie confíe en nosotros. Y eso, ahora mismo, ns coloca al borde del abismo.


Libertad Digital – Editorial