sábado, 1 de octubre de 2011

Saber gastar. Por Julia Navarro

El PSOE quiere hacer una campaña defendiendo los logros de la socialdemocracia. En teoría eso es lo que les corresponde, el problema es que los socialistas están gobernando y hace tiempo guardaron el programa socialdemócrata en el cajón.

Dice Rubalcaba que es posible mantener el Estado del bienestar sin recortarlo más e incluso volviendo atrás en algunos de los recortes. Bueno, pues si se puede que lo hagan ya. Es más me pregunto por qué el Gobierno viene haciendo lo contrario, ahora y también cuando el candidato formaba parte del Ejecutivo. Es difícil comprender que prometan para mañana lo que no han hecho hasta ahora.

Claro que el PP tampoco puede presumir. Se les había llenado la boca de exclamaciones contra el recorte de las pensiones, la bajada de sueldo de los funcionarios, y lo último, el Impuesto de Patrimonio, pero ahora resulta que van a dejar las cosas tal cual las ha aprobado el PSOE.

Aquí, la única verdad es que nuestro país sufre una crisis brutal y que en los años pasados los gobiernos, el central y los autonómicos, han gastado lo que no había. Es decir, han gestionado de manera irresponsable.


Ahora mismo tenemos un ejemplo de como se las gastan nuestros políticos. Artur Mas nos ha encogido a todos el corazón anunciando que no tenía dinero para pagar a los geriátricos, pero al mismo tiempo le ha regalado 221.000 euros a las organizaciones juveniles de los partidos políticos. O sea, un escándalo.

Saben, a mí me parece que eso es malgastar el dinero público. Mientras que las Juventudes de CiU, del PSC o de quien sea reciban un dinero para sus actividades varias, la mayor parte se lo gastan en burocracia, se deja a su suerte a miles de ancianos en toda Cataluña. Yo no sé como no se les cae la cara de vergüenza a todos. A los responsables de la Generalitat por dar ese dinero y a las organizaciones juveniles por aceptarlo.

En los albores de nuestra democracia estaba más que justificado que el Estado apoyara económicamente a partidos políticos y sindicatos. Pero nuestra democracia está más que asentada y digo yo que ese dinero que reciben los partidos podría dedicarse a los ciudadanos. Los partidos deberían de financiarse con las cuotas de sus afiliados o en todo caso percibir mucho menos dinero del que ahora reciben de las arcas públicas.

Luego se extrañan de que miles de personas secunden el movimiento de los Indignados, que lo que vienen a expresar es que están hartos de esta manera de hacer política. Lo cierto es que cada día que pasa notamos más los efectos de la crisis y que nuestro país está siguiendo al dedillo los dictados de los mercados. Hay que ahorrar nos dicen, y es verdad, hay que ahorrar o lo que es lo mismo: no hay que despilfarrar que es lo que se ha hecho durante muchos años. Pero entre despilfarrar y cerrar quirófanos, entre gastar alegremente y echar a los profesores interinos a la calle, entre la libre competencia y vender las pocas joyas que nos quedan como los aeropuertos o la Lotería, digo yo que median muchos pasos. Lo peor es que hasta ahora ninguno de los dos candidatos que pueden ganar las elecciones, léase Rubalcaba y Rajoy, terminan de hacer un discurso creíble sobre lo que van a hacer o dejar de hacer en caso de llegar a la Moncloa. Y esa es la cuestión.


Periodista Digital – Opinión

Malos banqueros y políticos nefastos, ¿todos a la cárcel?. Por Federico Quevedo

Tengo un buen amigo, más bien tirando a izquierda que a derecha, pero que más allá de ideologías razona con mucho sentido común, moderación y sensatez, que dice que si Mariano Rajoy se atreviera a meter en la cárcel a unos cuantos banqueros nada más llegar al Gobierno, la prima de riesgo de España bajaría por lo menos cien puntos. Yo añado a eso que, si además metiéramos también en la cárcel a unos cuantos políticos de estos que nos han dejado en la ruina, la prima de riesgo bajaría otros cien puntos más, y ya estaríamos seguramente en un nivel respecto del bono alemán bastante aceptable.

¿Por qué digo esto? Pues, francamente, porque estoy hasta las narices, por no decir otro lugar de la anatomía masculina, del punto de sinvergonzonería al que hemos llegado en este país para escarnio de una sociedad civil que está aguantando lo inaguantable, viviendo dramas brutales, soportando una crisis durísima a la que nadie ve fin y siendo víctimas de un ajuste que, como siempre, pagan los mismos: los más pobres, las rentas del trabajo, las familias… Y de la que se libran también los de siempre: los más ricos, los funcionarios, los liberados sindicales y la clase política que nos ha conducido a esta situación y que lejos de asumir responsabilidad alguna se empeñan encima en seguirnos vendiendo su demagogia barata y sus mentiras interesadas y cuyo único objetivo es que la gente les vote para seguir estando en el machito.


Hasta la coronilla, se lo digo en serio. El nivel de saturación empieza a ser ya alarmante. El otro día en mi twitter recibo este mensaje cargado de desesperación: “Los únicos que han recortado todo lo que han podido han sido los sociatas de mierda del PSOE”. “Hombre, quitando lo de sociatas de mierda, lo demás es cierto”, le respondo. “Perdona, Federico, pero me sale del corazón: tengo a mi hijo, nuera y nieto en paro y viviendo conmigo de mi pensión”. Esta es la puñetera realidad de este país. Esta, y la de las cuentas bancarias bloqueadas, la de los embargos, la de los cortes de suministro eléctrico-agua-luz-teléfono y demás servicios esenciales y supuestamente universales, la de los recibos devueltos de los colegios, la de no llegar a mitad a de mes y la de no saber con qué se va a vivir el mes siguiente.
«Que no nos mientan más. Pero, sobre todo, que empiecen a hacer algo para que la ciudadanía deje de tener la sensación de que el coste de esta crisis solo recae sobre ella.»
La gente lo está pasando mal, rematadamente mal, y estos políticos de mierda como dice mi interlocutor siguen empeñados en querernos convencer de que ellos lo han hecho todo bien y a partir de ahora lo van a hacer mejor. Pero, ¿cómo nos vamos a creer las mentiras de un señor que ha dejado el ayuntamiento de Parla al borde del embargo judicial? ¿Cómo vamos a creer que no va a hacer recortes un presidente autonómico que ha estado a punto de que le corten el suministro eléctrico en su despacho oficial? ¿Por qué tenemos que hacer caso a lo que nos diga un ex presidente que ha dejado los cajones de su administración autonómica repletos de facturas sin pagar y ha mentido descaradamente sobre su déficit? ¿Qué credibilidad puede tener un señor que ha votado a favor de congelar pensiones, bajar el sueldo a los funcionarios, eliminar el cheque bebé y las deducciones para compra de vivienda, cuando dice que no va a tocar el gasto social?

¡Joder! Que no nos mientan más. Pero, sobre todo, que empiecen a hacer algo para que la ciudadanía deje de tener la sensación de que el coste de esta crisis solo recae sobre ella. ¿Cómo es posible que haya pasado lo que ha pasado en la Caja de Ahorros del Mediterráneo sin que eso no tenga de inmediato consecuencias penales? Y no solo para los administradores de la caja, sino también para quienes sabiendo lo que ocurría miraron para otro lado. Pero ¿en qué puñetero país vivimos? ¿Por qué esa gente se va siempre de rositas y con unos cuantos millones en cuentas corrientes en paraísos fiscales? ¿Por qué tenemos que pagar ahora de nuestro bolsillo, del dinero de nuestros impuestos, los desastres de su mala gestión, mientras ellos nos siguen apretando las tuercas y ahogándonos cada día un poco más?

A los ciudadanos nadie nos ha preguntado si queremos salvar cajas de ahorros quebradas vía FROB. ¡Que las dejen hundirse en su miseria y que arresten a sus gestores! Eso es lo que pide la ciudadanía. No se trata de poner más impuestos de patrimonio demagógicos que al final van a acabar pagando unos cuantos desgraciados que han comprado su casa con el fruto de sus ahorros.

No, no, se trata de que también los funcionarios sepan lo que significa apretarse el cinturón y ver en peligro su puesto de trabajo, de que los liberados sindicales hagan otra cosa que no sea perder el tiempo en los bares... Se trata de que los responsables de lo que ha pasado paguen de verdad, y la situación a la que nos han llevado no se paga con dinero, se paga con Justicia, y Justicia con mayúsculas. Si tanta prisa se dan a veces para meter en la cárcel a un alcalde por presuntos delitos de corrupción, aunque a veces luego sean falsos, ¿por qué no se dan la misma prisa para meter en la cárcel a quienes han provocado auténticos desfalcos en las entidades financieras y en las cuentas públicas? Empecemos por ahí, y habremos empezado, de verdad, a regenerar la vida y la convivencia de este país que se desangra y se desespera por sus cuatro costados.


El Confidencial – Opinión

No está transferida. Por Carmen Gurruchaga

El lehendakari López es amigo de Rubalcaba y ejerce. Lo demostró cuando amenazó con pedir un congreso extraordinario del PSOE para ayudar al ex ministro del Interior a quitarse de encima las primarias para no enfrentarse a Carmen Chacón; y ahora, al hacer una declaración institucional con 10 puntos, del gusto de ETA y sus acólitos para «conseguir la libertad», que más parece dirigida a lograr un comunicado de la banda que pueda echar un capote a Rubalcaba ante el 20N. De hecho, ha sido bien recibida en el mundo abertzale radical pues asumía una de sus propuestas estrella, la de «presoak Euskal Herrira» (los presos al País Vasco). Resulta evidente que asistimos a la puesta en escena de una hoja de ruta con una secuencias predeterminadas. Las últimas escenas vividas: la adhesión de un grupo de presos de ETA al vacuo «Acuerdo de Gernika», pidiendo la amnistía. La respuesta subliminal de Rubalcaba al indicar que el Código Penal no contemplaba medidas de gracia colectivas, pero sí individuales. Más tarde, la manifestación formal del presidente vasco en la que abogaba por una política penitenciaria flexible que conduzca a medidas individuales y su traslado al país vasco con el fin de lograr la reinserción. Y finalmente, José Blanco quien ha confirmado que la política antiterrorista está consensuada entre los dos gobiernos. Ya se sabía que así incluso cuando al Gobierno le ha convenido negarlo. Además no podría ser de otra forma pues el acercamiento de los reclusos de ETA a cárceles vascas compete exclusivamente al Ministerio de Justicia.

La Razón – Opinión

ETA. Vender la piel de la serpiente. Por Ignacio Cosidó

El discurso de López, asumiendo la tesis de un conflicto entre facciones que en realidad nunca ha existido y apostando por una reconciliación con los verdugos, constituye una afrenta moral a las víctimas del terrorismo que resulta inaceptable.

Rubalcaba y López están tratando de vender a pachas la piel de la serpiente antes de cazarla. El principal defecto del Lendakari en su último discurso ante el Parlamento vasco es que resulta irreal. Patxi López se situó en un escenario ficticio, el final del terrorismo, para hacer unas propuestas sobre acercamiento de presos terroristas al País Vaco y reconciliación que, mientras ETA exista, y existe, resultan contraproducentes para la propia desaparición de la banda terrorista.

Nada hay más peligroso que negar la amenaza. Y la verdad es que a fecha de hoy ETA no solo sigue existiendo, sino que no ha mostrado voluntad ninguna de disolverse. Más bien al contrario, los datos de los que disponemos indican que la banda terrorista estaría tratando recomponerse en Francia. ETA siempre ha utilizado sus treguas trampa y sus altos el fuego ficticio para intentar rearmarse y esta ocasión no estaría siendo una excepción. La vuelta de sus cómplices a los ayuntamientos del País Vasco, rompiendo el aislamiento político y social al que estaban sometidos los terroristas, puede facilitar además esa recomposición. Negar esta realidad, como ha hecho López, resulta tremendamente arriesgado.


Resulta difícil no encuadrar el discurso de López en un proceso en el que ETA y el Gobierno van dando pasos de forma concertada en aras de abrir un nuevo y definitivo proceso de negociación. Así, el pasado fin de semana el colectivo de presos emitía un comunicado adhiriéndose al Acuerdo de Guernica y unos días después el Lendakari les contesta con su propuesta de acercamiento de presos de forma pactada con Rubalcaba. Es previsible que ahora el Gobierno empiece a aplicar la anunciada nueva política de reagrupamiento de etarras.

Cada vez que ETA se encuentra acorralada por la eficaz acción de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado parece que los socialistas sucumben a la tentación de intentar precipitar ese final para poder así obtener réditos electorales. El problema es que los terroristas aprovechan cualquier resquicio para intentar saltar el cerco que amenaza con derrotarles definitivamente. Rubalcaba debería haber aprendido que el atajo de la negociación siempre termina en el precipicio de nuevos atentados.

El discurso de López, asumiendo la tesis de un conflicto entre facciones que en realidad nunca ha existido y apostando por una reconciliación con los verdugos, constituye una afrenta moral a las víctimas del terrorismo que resulta inaceptable. No es el momento de anunciar medidas de gracia para los asesinos, sino de lograr la derrota definitiva de los terroristas. Una victoria que solo vendrá de la acción de la justicia, la salvaguarda de la dignidad de las víctimas y el recuerdo imborrable de su memoria. Una paz con vencedores y vencidos.


Libertad Digital – Opinión

A la desesperada. Por Cayetano González

Ya se sabe que en las precampañas y campañas electorales los políticos son capaces de hacer cualquier cosa con tal de atraer la atención del electorado, aunque eso suponga rozar cuando no hacer el ridículo. Algo de eso le está pasando al candidato socialista Alfredo Pérez Rubalcaba, cuya última ocurrencia ha sido alertar a la ciudadanía de los recortes sociales que llevará a cabo el PP si el 20-N este partido gana las elecciones.

He dicho en alguna otra ocasión que lo que peor llevo de la clase política no es que con frecuencia mientan, sino que nos tomen por tontos a los ciudadanos. Esta es la reacción que me ha producido este aviso de Rubalcaba. Es decir, quien ha sido Vicepresidente del Gobierno que mayores recortes sociales ha aplicado en nuestra reciente historia democrática -congelación de pensiones, bajada del salario a los funcionarios, cinco millones de parados- ahora resulta que quiere pasar a ser bombero, cuando antes ha ejercido de pirómano.

Rubalcaba conoce de sobra, porque no es tonto, que el patio no está para muchas bromas. El candidato socialista sabe perfectamente que gane quien gane las elecciones el próximo 20-N, al día siguiente va a tener que tomar decisiones muy duras para atajar el déficit público, para que ninguna Administración -sea local, autonómica o central- gaste más de lo que ingrese. Eso conllevará, reitero, medidas de ajuste, recortes, cambios en el sistema productivo, que el Gobierno de Zapatero no se ha atrevido a aplicar con la intensidad que la situación de grave crisis económica requería.


Por eso, en estos cincuenta y un días que quedan para la cita con las urnas, convendría que los dos candidatos que tienen posibilidades reales de ser el próximo presidente del Gobierno intentaran no caer en la demagogia barata. En este sentido, al candidato popular se le ve más tranquilo, más centrado. Ha dicho Rajoy algo que es de sentido común: que no va a prometer nada que no pueda cumplir y que necesita conocer directamente como están los números de nuestras cuentas públicas antes de anunciar que recortes tendrá que aplicar, aunque todos nos los podemos imaginar.

Por el contrario, a Rubalcaba se le nota más nervioso, más descolocado. La explicación no puede ser otra que los pésimos presagios que le deparan las encuestas, algunas de las cuales sitúan al PSOE por debajo de los resultados obtenidos por Joaquín Almunia en el año 2000 cuando el PP de Aznar obtuvo la mayoría absoluta. Pero ese estado de desesperación no justifica que Rubalcaba actúe a la desesperada volviendo a sacar al "doberman" de que vuelve la derecha a pasear. Eso ya no cuela. Sobre todo cuando él ha sido cómplice necesario de muchos de los males de la herencia que dejan los gobiernos de Zapatero. Lo dicho, los ciudadanos no son tontos.


Periodista Digital – Opinión

La hoja de ruta socialista. Por Martín Prieto

Como todo el mundo sabe y nadie ignora el tacto de codos con ETA comenzó en vida de Franco sin que éste lo supiera. El teniente coronel San Martín, jefe de los «Servicios» de Carrero Blanco, intentaba penetrar indagatoriamente a la banda cuando ésta acreditó su profesionalizada asesinando al almirante y jefe del Gobierno. Durante la transición a la democracia, los artífices de Bildu y todas las franquicias buscaron la involución política dando muerte a más jefes y oficiales que los que hubieran caído en una guerra abierta. Antes de llegar al poder en 1982 los socialistas ya habían decidido comerse a los caníbales y mantuvieron su tesis calcada de los «barbouzes» gaullistas contra la OAS, hasta que lo intrínsecamente perverso se les fue de las manos entre chapuzas e impericias. «A ver si te crees tú que estas cosas se hacen con catedráticos de Filosofía», me decía un ministro del Interior del PSOE. Los GAL estuvieron en el comienzo y no en el final del felipato. Desde la pantomima etarra de las conversaciones de Argel es obsesión socialista un acuerdo con la banda a cualquier precio, y como ETA lo sabe puede prolongar la negociación hasta que se enfríe el infierno: pista de aterrizaje para hacer política, amabilidades penitenciarias, amnistía encubierta mediante indultos individuales, extrañamiento de los carniceros más bestiales hasta que cunda el olvido, y mucho dinero público para los que necesiten o quieran instalarse en el extranjero. Desde México a Argentina he visto bastantes. Cuando lo deseen harán una entrega simbólica de las armas y olvido para todos hacia la independencia de Euskalerría. Eso es así, como que Patxi será el secretario socialista para seguir la misma ruta.

La Razón – Opinión

Rubalcaba. Recortes no, quiebra. Por José T. Raga

La elección es bien sencilla: si no queremos sacrificios, si no queremos recortes, tendremos que optar por la quiebra. Los recursos, señor Rubalcaba, no se generan con palabras ni con falsas promesas.

Mal empezamos en la ya iniciada precampaña. El comienzo en la casa de la izquierda no ha podido ser más expresivo: un día de lucha. Lucha contra el PP, lucha contra la derecha, lucha contra los ricos, en definitiva lucha, lucha y más lucha. Es el espíritu de la destrucción que siempre ha anidado en ella; baste ver cómo está la Nación española después de sus casi ocho años de desgobierno.

El candidato del PSOE, fuera de la realidad que vive el país, se ha permitido criticar la política de recortes de otros partidos, prometiendo que la suya será de garantías y cuentas claras. Si el candidato fuera oligofrénico produciría ternura y compasión, disculpándole por su desconocimiento de lo que se puede y no se puede hacer. Pero no siendo el caso, no merece disculpa, pues, lo que hay detrás de la promesa es maldad, engaño y voluntad de caldear los comicios para que, como dijo don José Blanco, se dé la vuelta a la voluntad popular como ya se hizo en marzo de 2004. Espero que ahora con menos muertos.

El discurso que se está dando desde la izquierda es escrupulosamente falaz. Oyéndoles se diría que los recortes, éste es el término que se ha acuñado para las acusaciones al PP, son el resultado caprichoso de una ideología retrógrada de derechas cuya finalidad es reducir el estado de bienestar y, si puede, aniquilarlo.


Que el candidato del PSOE hable de los recortes es la forma sublime de autoinculpación. Sin despilfarro, sin quiebra del sistema tal como se está viendo en estos momentos, no se precisarían recortes ni a nadie se le habría ocurrido tal solución. Es la mala administración de los recursos la que ha conducido a nuestra Nación al caos económico; el político, jurídico y social, ya se había conseguido con anterioridad.

En estos ocho años, las administraciones públicas han entrado en una espiral de déficit y endeudamiento que pone al borde de la quiebra nuestro sistema económico y con él a la propia estructura social. Lo que en otro tiempo se conocía como Seguridad Social, hoy ha llegado a un grado de inseguridad que siembra la inquietud en nuestra población.

¡Las arcas están vacías! No hay dinero para pagar a los funcionarios ni a los proveedores; la sanidad pública y el sistema público de pensiones son insostenibles; el sistema educativo se resquebraja en calidad y en respuesta social. Las alegrías del señor ZP y de su Vicepresidente Rubalcaba han conducido al país al borde del precipicio, y es esa situación y no otra, la que obliga a recortes procurando ahorros para atenuar el mal producido. Ocultar estos hechos, es un crimen contra el pueblo español que debería perseguirse aquí, como se ha hecho en Islandia.

La elección, pues, es bien sencilla: si no queremos sacrificios, si no queremos recortes, tendremos que optar por la quiebra. Los recursos, señor Rubalcaba, no se generan con palabras ni con falsas promesas.


Libertad Digital – Opinión

Pacto para la calle. Por Charo Zarzalejos

José Bono, presidente del Congreso y posible candidato- si se dan la circunstancias- a la secretaría general del PSOE propuso ayer algo deseado por todos los españoles. Habló Bono de la necesidad de un gran pacto PP-PSOE no sólo para afrontar la difícil situación que tendrá que lidiar el próximo Gobierno, sino y sobre todo, para gestionar, paliar los más que probables desordenes sociales que casi todos intuimos se pueden producir.

Que nos vienen tiempos difíciles está descontado porque en realidad ya los estamos viviendo y si algún candidato cae en el infantilismo de ofrecer lo que la gente ya sabe que es imposible es muy probable que sus mensajes caigan en saco roto. Vienen tiempos duros y las medidas que haya que adoptar, gane quien gane las elecciones, serán proporcionalmente duras a la situación. Pero Bono va más allá, o, mejor dicho, va a la calle porque en el ánimo colectivo está instalándose que las protestas callejeras, las huelgas y los desórdenes sociales pueden estar a la vuelta de la esquina. Lo están ahora aunque no lo estuvieran cuando mes tras meses subía el paro, o se congelaron pensiones. Es verdad que hubo huelga general, pero todos sabemos que fue de aquella manera. Fue una "huelguita" que sirvió para poder decir que el Gobierno Zapatero, como todos los anteriores, ha tenido "su" huelga y sirvió para que los sindicatos se hicieran visibles.


Siempre he pensado y defendido que la paz social es un bien en si mismo y más en tiempos de penuria. Nada más legítimo que defender derechos, que salir al paso de atropellos al bienestar de los ciudadanos. A todos nos asiste el derecho a defender lo nuestro pero podemos salir todos a las calles, taponar todas las carreteras, dejar a los ciudadanos sin transporte. Podemos parar el país un día si y otro también pero ¿y qué?. De la miseria se sale creando riqueza y ese es el reto.

Bono intuye y teme revueltas sociales y tanto PP como PSOE deberían, en la medida de lo posible, pactar, por lo menos, un discurso que hiciera ver a los ciudadanos que cuando se camina al borde del abismo -ahí estamos-es mejor recorrer la línea que separa la tierra del vacío de manera ordenada aunque sea con los dientes apretados y el corazón encogido. Motivos hay para ambas cosas.


Periodista Digital – Opinión

Comienza la cuenta atrás. Por Gloria Lomana

Con la convocatoria de elecciones ha comenzado la precampaña y en los cuarteles generales de los partidos andan de los nervios. En Ferraz, incluso le han cambiado el paso a Rubalcaba. El candidato debe seguir defendiendo ideas rojas pero su color en cartelería y televisión ya no es emocionalmente caliente, como lo fue en su presentación, sino el sereno azul del PP.

El rojo es el color de la sangre y el fuego, y con esa apuesta por la energía, la determinación y la pasión fue como irrumpió Rubalcaba en la carrera electoral. Rojo de izquierdas y rojo de obrero. De lucha, recomendado para invitar a la gente a tomar decisiones rápidas, porque no en vano el rojo es el color con el que se envuelven los avisos importantes.

Pero, mientras Rubalcaba se nos presentaba aupándose a un empinado Everest, Rajoy aparecia envuelto en el color azul que en heráldica significa sinceridad, inteligencia, estabilidad, confianza y sabiduría. Y en escenografía ayuda a dar profundidad, justo la imagen presidenciable que Rajoy pretende transmitir.


Y este es el punto en el que Rubalcaba se ha vuelto a reinventar, abrazándose al color azul para hablar a Rajoy de presidente a presidente. Azules de campaña en la forma, con contenidos versionados diametralmente opuestos. Si Rajoy pretende que estos cincuenta días pasen sin pena ni gloria, como si no hubiera campaña, Rubalcaba se plantea estruendo, con «jornadas de lucha» incluidas, para provocar al adversario, intentar encerrarle en callejones de reformas y ajustes y sorprenderle en alguna contradicción o apuro.

Así ha comenzado la precampaña, con el riesgo de que el candidato socialista se pase de frenada. Todas las encuestas arrojan al PSOE un resultado electoral inferior al batacazo de Almunia, pronóstico que no mejora con el paso de los días. Zapatero se ha cargado su campaña electoral firmando el gran pacto de la reforma de la Constitución con Rajoy. Y difícil será que los socialistas levanten cabeza.

Tal es el nerviosismo que cunde entre las filas socialistas que su objetivo es protagonizar cada día un titular, para llevar la iniciativa de la campaña. Y para eso –han pensado– nada mejor que volver a pasear al dóberman del PP, para que los populares tengan que defenderse. Estrategia imposible para un candidato que ha sido la sombra de Zapatero, el mayor podador del Estado del bienestar de la democracia. Responder con «Alfredo manostijeras» es de manual.

El candidato socialista está repitiendo el mismo error que ya cometió en el pasado, cuando en el año 2000 impulsó el acuerdo Almunia-Frutos, es decir PSOE-Izquierda Unida. Ahora, en su afán por conquistar la izquierda, ha vuelto a abandonar el centro, que es donde se pescan los votos, para que lo ocupe cómodamente Rajoy. Aunque, increíble y contradictoriamente, se envuelva con el color azul.


La Razón – Opinión

Economía paso a paso. ¿Hay algo de malo en querer ganar 'mucho' dinero? Por Juan Ramón Rallo

Ganar y acaparar mucho dinero, lejos de ser la causa de un empobrecimiento del resto de la sociedad, es más bien la consecuencia de una creación previa de riqueza para esa sociedad.

Desde antiguo, la codicia ha estado mal considerada en sociedad: ¡auri sacra fames! la maldita voracidad por el dinero, la descalificó Virgilio. En algún momento pudo tener su lógica evolutiva: cuando la riqueza estaba dada, lo que ganaba uno lo perdía otro, por tanto el acaparamiento individual era una estrategia peligrosa para la supervivencia del resto del grupo. Hoy, sin embargo, la producción y el comercio, organizados en torno a la división del trabajo, del capital y del conocimiento, permiten que la riqueza ya no sea una tarta dada sino en continua expansión: todas las partes pueden salir beneficiadas de su cooperación y de sus intercambios.

Con todo, nuestros instintos prevalecen sobre la más elemental racionalidad: en la actualidad la riqueza ya no procede de disfrutar de un entorno natural abundante del que obtener directamente los bienes de consumo que necesitamos, sino de organizar los recursos para fabricar los bienes que más urgentemente necesitamos en cada momento. Mucho más valioso que disponer de recursos físicos –de miles de millones de piezas de un puzzle– es contar con la información e infraestructura necesarias para ensamblarlos continuamente de la manera adecuada –según las cambiantes instrucciones para montar el puzzle–. Y para constituir –y reconstituir– los planes empresariales resultan indispensables esos faros del capitalismo que son los precios de mercado, de cuyo acertado arbitraje florecerán los beneficios monetarios.

Ganar y acaparar mucho dinero, por consiguiente, lejos de ser la causa de un empobrecimiento del resto de la sociedad es más bien la consecuencia de una creación previa de riqueza para esa sociedad. El bienestar que se genera mediante la desenfrenada búsqueda de beneficios monetarios en nada se distingue, para sus receptores últimos, del derivado de actividades caritativas y desinteresadas. Acaso, la diferencia más llamativa entre un caso y otro afecta sobre todo a los observadores externos: nos resulta imposible determinar quiénes son los últimos beneficiarios de las decisiones de una persona que gana enormes cantidades de dinero pero, en cambio, enseguida descubrimos quiénes son los directos favorecidos por los filántropos. Mas nuestras limitaciones cognitivas no vuelven la felicidad de los primeros en menos importante que la de los segundos.


Puede que la obsesión de ciertos individuos por ganar dinero nos parezca de una vaciedad espiritual insufrible, pero sea como fuere esta característica resulta bastante irrelevante a la hora de formular y reformular planes empresariales en los que se determine qué producir y cómo hacerlo de cara a satisfacer a los consumidores. Una de las grandes virtudes del capitalismo es que permite canalizar el natural impulso de muchas personas por enriquecerse hacia la satisfacción de las necesidades ajenas. El egoísmo se transforma, por la fuerza de la necesidad, en cooperación mutuamente beneficiosa con el resto de la comunidad. Y no porque seamos esclavos del mercado, sino porque ese mercado es el que mejor sirve nuestros intereses y los del resto.

Difícilmente podría ser de otro modo. Es cierto que muchas personas preferirían que en la cooperación social a gran escala no participara de forma decisiva el vil metal, sino que ésta se articulara a través de un sistema de fraternales intercambios de favores entre personas que se conocen, se aprecian y se respetan: yo te rasco la espalda para que tú me rasques la mía. Pero semejante sistema no funcionaría, o al menos sólo lo haría en ámbitos sociales tremendamente reducidos: cuando limitamos nuestras relaciones económicas a nuestras relaciones personales, es evidente que la división del trabajo no puede alcanzar dimensiones demasiado elevadas. Simplemente, no poseemos ni somos capaces de manejar la suficiente información como para organizar y coordinar a miles de millones de personas.

Los paradoja que los anticapitalistas son incapaces de resolver es que para extender la cooperación humana a ámbitos extensos necesitamos recurrir cada vez más a transacciones monetarias impersonales, mientras que para teñir estas relaciones de camaradería será necesario recluirlas a ámbitos locales e incluso vecinales. El cosmopolitismo y el internacionalismo económico requieren de personas que tomen la mayor parte de sus decisiones productivas (qué bienes fabricar, qué métodos emplear, dónde distribuirlos...) en función del lucro dinerario; sólo el provincianismo económico, el no entrar en contacto ni colaborar con los millardos de personas que jamás llegaremos a conocer, es compatible con sistemas organizativos cuyo principio operativo no sea el ánimo de lucro.

Prosperidad y cooperación mundial versus primitivismo y nacionalismo aldeano. ¿Qué prefieren los anticapitalistas? ¿Comunidades aisladas que apenas se relacionen entre sí salvo para guerrear y explotarse las unas a las otras o comunidades que cooperen y comercien entre sí de manera pacífica? Por mucho que enarbolen la bandera de la modernidad, su aversión al dinero los conduce inexorablemente a recluirse en comunas y falansterios de muy reducido tamaño o en cruentas dictaduras militares donde un comité desatiende las necesidades de la ciudadanía pero las mantiene unidas en contra de su voluntad.

Todo lo anterior, por supuesto, no significa ni que las relaciones no monetarias carezcan de importancia en nuestras vidas ni que toda decisión guiada por el ánimo de lucro beneficie al resto de la sociedad.

Lo primero es evidente: muchas de las decisiones más importantes de nuestras vidas –con quién nos emparejamos, quiénes son nuestros amigos, por qué apreciamos y tratamos de hacer felices a nuestros padres, por qué colaboramos con ciertas causas religiosas, ideológicas o culturales...– no vendrán determinadas generalmente por su rentabilidad esperada. De hecho, es probable que si las adoptáramos en función de este criterio, terminaráramos siendo harto infelices. ¿Contradicción? En absoluto. El ánimo de lucro tiene su ámbito y es útil (monopolísticamente útil, añadiría) dentro de ese ámbito: el de la coordinación de millardos de personas para producir bienes y servicios que necesitamos en grandes cantidades. Fuera del mismo, no tiene por qué ser funcional. Pero que un martillo no sirva para limpiar un cristal no significa que no resulte extremadamente útil a la hora de colgar un cuadro. A cada uno lo suyo.

Lo segundo tampoco debería extrañarnos demasiado: si la codicia por acaparar dinero lleva a algunos individuos a robar, defraudar o estafar a otras personas, es obvio que ese ánimo de lucro tendrá sus damnificados. Más bien, lo que afirmamos es que el ánimo de lucro, por muy desenfrenado y obsesivo que sea, resulta beneficioso socialmente siempre que respete la propiedad privada y los contratos: es decir, siempre que las relaciones sean voluntarias en su origen y en su desarrollo.

Se me dirá que quienes están obsesionados por ganar dinero para sí mismos tenderán a saltarse las normas para cosecharlo a costa de los demás. Es posible que así sea en pocos, algunos o muchos casos (por ejemplo, cuando se le reclaman subvenciones, aranceles, redistribuciones de renta y protecciones varias al Estado), pero entonces no pongamos el énfasis en censurar el ánimo de lucro, sino la violación de la propiedad privada y de los contratos. Lo que necesitaríamos no es abolir el capitalismo y el ánimo de lucro, sino un orden jurídico más eficiente a la hora de perseguir y castigar a quienes violan las normas. A la postre, las mayores matanzas de nuestra historia se han cometido en nombre de una benemérita fraternidad universal; los dictadores más salvajes juraban no actuar por interés propio, sino de manera abnegada para beneficiar a su pueblo. Incluso es verosímil que muchos así lo creyeran y que consideraran justificado sacrificar a unos pocos díscolos saboteadores con tal de mantener la armonía social. ¿Significa ello que debemos reprimir la filantropía y el amor al prójimo? ¿O más bien que, como toda actividad interpersonal, éstas también deben someterse a derecho?

En definitiva, a la hora de organizarnos económicamente en órdenes muy extensos, el capitalismo y el ánimo de lucro son irremplazables. Poco importa que quien esté obsesionado con lucrarse sea un individuo altruista que verdaderamente desee hacer felices a los consumidores o un desalmado cualquiera que sólo busque enriquecerse a sí solo: mientras ambos respeten la propiedad privada de los demás, sólo acapararán dinero si consiguen satisfacer continuamente los fines de los consumidores.

Gracias al capitalismo, no necesitamos confiar ni en las buenas intenciones de ningún dictador benevolente ni en unos individuos desnaturalizados que sólo piensen en millones de personas que jamás llegarán a conocer: ninguna de ambas opciones funcionaría. En realidad, nos basta con que cada cual disfrute al máximo de su vida dentro de sus círculos de amistades y se dedique a producir para un impersonal mercado aquellos bienes que son rentables y que, por tanto, hacen felices a muchísimas personas anónimas. Es decir, para que todos prosperemos nos basta con que, respetando la propiedad y los contratos, cada cual se dedique a ganar tanto dinero como buenamente pueda y a gastarlo para sí y para sus allegados. Cuando vuelva a molestarse por un avaricioso señor que sólo se preocupa por el dinero, piense dos segundos en cómo esa actitud le perjudica a usted. Tal vez descubra que, pese a su insolidaria pose, le puede llegar a beneficiar sobremanera.


Libertad Digital – Opinión

La tasa Tobin. Por Luis del Val

Como voy muy justo de conocimientos económicos le he preguntado a mi amigo el economista qué es eso de la tasa Tobin, y me ha dicho que es un impuesto sobre transacciones financieras, o sea, apoquinar un porcentaje cuando, mayoritariamente entre los bancos, se pasa de una a otra divisa. El nombre procede de de James Tobin, que fue premio Nobel de Economía, pero el propio señor Tobin está un poco harto del abuso que se hace de su nombre, porque esto que en principio parece muy bonito -"vamos a hacer que los bancos y los ricos paguen más para dárselo a los pobres"- es bastante problemático, entre otras cosas porque la mayoría de los países pobres están sujetos al dólar o al euro, y serían las primeras víctimas. Después, imaginar que el banquero va a vender algún mueble de su residencia para pagar el nuevo impuesto produce una gran hilaridad, primero, y miedo, después, porque cualquier gravamen que se ponga a los bancos nos lo repercuten a los clientes.

Pero las razones para su rechazo no me han parecido nada convincentes, hasta que me he enterado de que el ciudadano español residente en París, Ignacio Ramonet, está a favor del impuesto. Respeto mucho al señor Ramonet, pero en cuestiones económicas su formación es tan escasa como la mía, y, sobre todo, sostiene la creencia de que la pobreza en el mundo se terminará cuando los países ricos les den el dinero que han conseguido con su esfuerzo y el control democrático, a los países pobres, donde una pandilla de orates y ambiciosos engullen todo lo que llega, desde las mantas de la Cruz Roja hasta las ayudas para salir del subdesarrollo. El profesor de la Sorbona es un señor muy culto, pero sus recetas salidas del catecismo comunista no han variado desde la guerra fría, cuando miraba hacia otro lado -no era el único- ante los testimonios del espanto ruso. Pero habrá tasa, ya lo verán. Mejor dicho: la pagaremos.


Periodista Digital – Opinión

Andaluces. Por Alfonso Ussía

A Mas no le gusta cómo hablan el español –él dice «castellano»– los niños andaluces. El castellano, como decía el gran don Camilo Cela no es otra cosa que el bellísimo español que se habla en Castilla. En el mundo, nuestro idioma es el «spanish» no el «castiglian». Pero en fin, se trata de una cursilería nacionalista que se ha convertido en lugar común. No obstante, creo que Mas yerra o no ha dedicado muchas horas a hablar con andaluces, niños o adultos. O ha leído poco a los autores andaluces, que tratan el idioma con una luz y maestría difícil de superar. Los giros populares que hoy se mantienen en Andalucía, las ráfagas imprevistas, la palabra culta del Siglo de Oro que ha sobrevivido en los campesinos de Andalucía la Baja, son tesoros al aire libre de la cultura que sólo en Andalucía se encuentran. En Andalucía todo es poesía. Se dice Cornellá, Sant Feliú de Guixols, Mollerusa y Olot, y está muy bien. Se han encadenado cuatro interesantes topónimos catalanes. Pero si alguien pronuncia sin pausa, Alcalá de los Gazules, Zahara de los Atunes, Jerez de la Frontera, el Puerto de Santa María, Sanlúcar de Barrameda y Castilblanco de los Arroyos, está recitando un poema. Y claro que se entiende a los niños andaluces cuando hablan. Se los entiende si el que oye también escucha.

Con el respeto y la admiración que me produce la Literatura y Poesía catalana –respeto y admiración aquí reconocidos pocos días atrás–, me permito escribir sin merecer por ello la tortura nacionalista, que Andalucía y Castilla conforman las dos cumbres grandiosas de nuestra palabra, incluyendo en nuestra palabra a la catalana, la vasca y la gallega. Una de las características principales del andaluz es lo bien que habla. Con su acento, como el catalán, que también lo tiene, y no alcanza a dominar la belleza de los conceptos como esos niños que han heredado –lo repito–, las voces emocionantes del campo y los giros de nuestros maestros clásicos.

Entre otros, tienen a Séneca en sus ancestros. Bajo con frecuencia a Andalucía y allí he pasado muchos meses en mis años jóvenes. Soy cuarterón de Castilla, Andalucía, el País Vasco y Cataluña. Y no recuerdo haberme quedado en blanco ante la palabra de un andaluz. En la Bahía de Cádiz, en el Puerto, en Sanlúcar, en la muerte grandiosa del Guadalquivir con el Coto de Doñana por testigo, las olas llegan y rompen en las costas de Andalucía con la sabiduría en sus espumas. Si Artur o Arturo Mas no entiende a los niños andaluces, o gallegos, tampoco entenderá a los niños catalanes, que hay mucho mestizaje por sus predios. No entenderá la poesía de Alberti, o de Lorca, la palabra de Pemán, la voz impresa de Villalón, de Manuel Halcón, de los hermanos De las Cuevas, de Adriano del Valle… todos contemporáneos. Y no entenderá las columnas de Ignacio Camacho, Antonio Burgos, Francisco Reyero, y tantos orfebres barrocos de nuestro idioma principal y común.

Lo que ha querido decir Mas es que los andaluces son de fuera, como los gallegos, como los castellanos, y que los catalanes puros y duros como él no están dispuestos a gastar ni un segundo en el intento de entenderlos. La cultura nacionalista. ¡Ozú!


La Razón – Opinión

SGAE. Pillados en bragas. Por Pablo Molina

Si hay justicia en España, el tribunal incluirá en la sentencia las bragas de ocasión de la tropa de la SGAE como lo que son, un agravante por ensañamiento. Al menos estético.

Las informaciones que, si bien con cuentagotas, van surgiendo del sumario contra la SGAE nos permiten comprobar que, al margen de las responsabilidades penales que en su día hayan de afrontar, los integrantes de la banda que gestionaba a la entidad trincona son eminentemente horteras.

Los datos de la investigación llevada a cabo por la Guardia Civil permiten a los peritos afirmar que el desvío de fondos para uso privado podría rondar los 30 millones de euros, más o menos lo de Roldán corregido por el coeficiente actualizador del IPC, pero en uno y otro caso los protagonistas del episodio no han podido evitar comportarse como lo que son, unos cursis redomados incapaces de sacudirse el pelo de la dehesa.

La compra de lencería es una de las aficiones que los dirigentes de la trama han cultivado con el dinero de los asociados y, por extensión, de todos los españoles. Pero qué lencería, señoras y señores. Nada de grandes marcas, de esas a las que acudimos los maridos para salvar el expediente del cumpleaños de la esposa o el aniversario de bodas en el último momento dejándonos un pastón, sino bragas de algodón y sostenes sin aros de a menos de 50 euros el conjunto, como las chonis del polígono cuando se van de fiesta a la discoteca del extrarradio y quieren ir cómodas para pasar la noche pegando saltos con el yónatan.


Sólo hay una cosa más cutre que llamar lencería a la ropa interior barata y es alojarse de gañote en un hotel lujoso simplemente porque paga la SGAE. Con la escasa elegancia que esta tropa ha demostrado en las facturas trincadas por la policía, es fácil suponer el espectáculo bochornoso que habrán protagonizado cada vez que han salido al extranjero, porque en la hostelería de alto nivel no deben estar muy acostumbrados a recibir según qué embajadas.

Son como el alto cargo autonómico que la primera vez que viaja a Madrid hace una parada técnica en una venta para volver a su tierra con un pan de carrasca de media tonelada en el maletero del coche oficial. Enternecedor a la par que nutritivo pero, en último término, mucho más presentable que las bragas de ocasión de la tropa de la SGAE. Si hay justicia en España, el tribunal las incluirá en la sentencia como lo que son, un agravante por ensañamiento. Al menos estético.


Libertad Digital – Opinión

Rectificar. Por Isaías Lafuente

En las últimas semanas hemos asistido a una cadena de rectificaciones políticas que nos proporcionarían material suficiente para ilustrar con el ejemplo un tratado sobre materia tan humana. La última, la marcha atrás del gobierno en su intención de privatizar un tercio del Organismo Nacional de Loterías del Estado. Parece que el mercado no está para bollos y que los potenciales inversores estaban dispuestos a comprar a un precio sustancialmente por debajo de las expectativas y, ante la tesitura de vender una joya a precio de saldo, se ha preferido esperar a tiempos mejores. Habrá quien valore la prudencia de la decisión, pero también quien aproveche para cargar contra quienes idearon la privatización en momento tan inapropiado. Convendrá preguntarse cómo descuadra las cuentas del Estado esta operación fallida por la que Hacienda esperaba ingresar 7000 millones de euros. Incluso, en esta etapa de sobrevenida transparencia, no estaría de más que se informase sobre el dinero empleado en la masiva campaña de publicidad que ha acompañado la abortada salida a bolsa. Y no desechamos que circule algún chiste que hurgue en la herida de un gobierno amortizado que no tiene suerte ni para vender la Lotería Nacional.

Pero el camino de la rectificación está muy transitado en los últimos tiempos. Fue memorable la marcha atrás que tuvieron que dar los consejeros de RTVE en su intento de colarse en el sistema que utilizan los profesionales de la televisión pública con el afán de fiscalizar y controlar sus informaciones antes de ser emitidas, algo que en otros tiempos hacía la censura de manera descarada pero que creíamos enterrado en democracia. Tuvo que rectificar la presidenta de la Comunidad de Madrid al ¿confundir? las horas lectivas de los profesores con sus horas laborales. El PP tuvo que salir en tromba para rectificar a su portavoz, Esteban González Pons sobre la promesa de crear tres millones y medio de empleos en la próxima legislatura. Y tampoco está nada mal el último giro dado por el presidente de la Generalitat catalana al proponer en el Parlament un impuesto para las grandes fortunas unos días después de que su grupo se hubiera abstenido cuando se votó la recuperación del impuesto de patrimonio.

En fin, si errar es humano, la rectificación del error nos humaniza aún más. Pero en un periodo electoral como el que se avecina, los partidos tienen la obsesión de no cometer el mínimo error que les pueda quitar un puñado de votos. A la vista de los acontecimientos, los responsables de las respectivas campañas tienen mucho trabajo por hacer.


Periodista Digital – Opinión

Los votos de ETA

El pronunciamiento del lendakari a favor del acercamiento de los presos de ETA a las cárceles vascas, una de las reivindicaciones históricas del entramado proetarra, fue ayer respaldado por el Gobierno y por el candidato socialista, Alfredo Pérez Rubalcaba, aunque se aseguraron de precisar que no se incluirá en el programa electoral, en una finta que compromete poco o nada. Otra reacción habría sido una sorpresa, pues no sólo conocían la propuesta de Patxi López, sino que el ex vicepresidente, que tiene en el lendakari a un estrechísimo colaborador, la había consensuado con él. Tras el Consejo de Ministros, José Blanco confirmó que el Gobierno atenderá el plan de López sobre los reclusos terroristas ya que la política contra ETA es pactada entre el Gobierno central y el Ejecutivo vasco. Pérez Rubalcaba la valoró además como una propuesta importante que coincide, según él, con un momento histórico en el que se está «acabando ETA».

Es evidente que este nuevo guiño a los violentos hay que enmarcarlo en una secuencia con distintos episodios como la legalización de Bildu, el alto el fuego de la banda, la adhesión del colectivo de presos al «Acuerdo de Guernica» y ahora el acercamiento de los reclusos. Todo ello en un contexto electoral. En política no existen casualidades ni coincidencias espontáneas, y menos aún en la lucha contra ETA. Eslabón tras eslabón, se forma una cadena que cobra todo su sentido y que, obviamente, favorece intereses partidistas y electorales en unos comicios en los que el PSOE lo tiene casi todo perdido y busca una tabla de salvación. Como hemos adelantado en LA RAZÓN, es más que probable que la nueva página del guión en curso sea un inminente comunicado de ETA, que se instrumentalizará convenientemente.


Pero los demócratas no pueden confundirse ni perder de vista lo esencial. Pérez Rubalcaba y Patxi López han articulado un discurso sobre ETA en tiempo pretérito, como si el terrorismo ya fuera parte de la historia. Estamos ante una fenomenal manipulación, como es pretender que ese mundo de violencia y extorsión está en su peor momento, cuando tiene más poder institucional que nunca.

Las víctimas del terrorismo, termómetro adecuado para calibrar el estado de la política antiterrorista, han reaccionado con una indignación comprensible y justa a los movimientos de este nuevo proceso. Le han recordado a Rubalcaba y a López que ETA sigue «presente». Y lo estará mientras no abandone el terrorismo, pida perdón por sus crímenes y entregue las armas.

Entre una democracia y una banda de asesinos no hay empate posible ni final inocuo. El Estado de Derecho demanda un epílogo sobre todo ético, y éste sólo puede darse con un desenlace con vencedores y vencidos.

Por lo demás, el Partido Popular tendrá que valorar con detenimiento la conveniencia de mantener una alianza en el País Vasco con un partido que recibe los elogios de Bildu y los reproches de las víctimas del terrorismo.


La Razón – Editorial

Cajas nacionalizadas

El gobernador da por cerrada la recapitalización, pero el crédito sigue sin restablecerse.

El gobernador del Banco de España, Miguel Ángel Fernández Ordóñez, dio ayer por culminada la recapitalización de las cajas de ahorros, aunque reconoció que, "si hay más necesidades de capital, las entidades deberán revaluar sus activos ponderados por riesgo y pedir más capital". Con buen criterio, Fernández Ordóñez expresaba abiertamente que la crisis no ha finalizado y que el capital de las entidades financieras puede depreciarse en el futuro. Pero a día de hoy, el plan de reestructuración de las cajas ha concluido, y lo ha hecho con la entrada del FROB (Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria) en Novacaixagalicia, CatalunyaCaixa y Unnim.

No es un secreto que la reforma se ha ejecutado con retraso, vacilaciones y errores. Las tres cajas nacionalizadas son el fruto de sendas fusiones regionales realizadas por motivos partidistas, es decir, para que los Gobiernos de turno siguieran controlando su caja. El sentido común y la penosa situación de las entidades recomendaban otro tipo de medidas, pero las presiones de los políticos (Núñez Feijóo debería admitir su error al empeñarse en fusionar las cajas gallegas) y la dejadez del Banco de España obraron el desastre. Tampoco estuvo ayer muy afortunado Fernández Ordóñez cuando afirmó que la Caja Mediterráneo (CAM) es "lo peor de lo peor". No solo porque genera una alarma innecesaria en sus clientes, sino porque el Banco de España dispone de los instrumentos necesarios para evitar irregularidades como las registradas en la CAM.


Pese a todo, las demoras o errores cometidos no autorizan al portavoz del PP, Cristóbal Montoro, a incorporar la recapitalización de las cajas a un saco sin fondo de la "herencia recibida". La reforma se ha ejecutado tarde y con poco sentido de la oportunidad (Bankia y Banca Cívica han salido a Bolsa en el peor momento de los mercados de los últimos 80 años), pero no queda pendiente para el futuro. Salvo que la economía europea y la española entren en una nueva fase de recesión, las inyecciones de capital fresco deben ser suficientes para sostener la solvencia de las entidades.

La banca se enfrenta ahora a otros problemas de singular gravedad que tienen consecuencias para el crecimiento económico y el empleo. Bancos y cajas tienen en este momento problemas de rentabilidad. Están sufriendo una caída importante en los márgenes de negocio y el encarecimiento de las primas de riesgo no ayuda a disponer de recursos de inversión. La obsesión por reducir riesgos y cumplir las obligaciones de solvencia cristaliza en una política de restricción del crédito, lo que dificulta la recuperación. Según los banqueros, la sequía crediticia durará al menos hasta 2013. Así que la recapitalización no era el único remedio para ese problema. Ahora se apunta otra causa, el excesivo endeudamiento de la banca. Quizá estemos en el comienzo de una cadena de causas sin fin.


El País – Editorial

El sistema financiero más sólido del mundo

En otros países la inyección de dinero público se hizo en 2008, cuando endeudarse era más barato, mientras que España lo ha retrasado innecesariamente hasta este momento, cuando más caro nos saldrá a los españoles.

Muy optimista se ha mostrado el gobernador del Banco de España al asegurar que tras la nacionalización de Catalunyacaixa, Novacaixagalicia y Unimm ha terminado la recapitalización del sector financiero español. Es cierto que, si se cumplen las previsiones, no hará falta la entrada de más dinero de los contribuyentes en las cajas, aunque el propio Miguel Ángel Fernández Ordoñez ya nos había dicho cada vez que ha habido que poner dinero en una caja que esa vez sería la última. Pero el sector en su conjunto, suponiendo que la situación económica no empeore aún más, no habrá completado el proceso hasta finales del año que viene.

Se puede criticar, y con razón, que empresas como bancos y cajas que no son capaces de sobrevivir por sus medios deberían quebrar. Pero ningún gobernante se puede permitir jugar con la estabilidad del sector financiero de su país, de ahí que hayan intervenido para salvar sus bancos. Pero en otros países la inyección de dinero público se hizo en 2008, en momentos en que endeudarse era más barato para los estados, mientras que España –seguramente para no reconocer que nuestro sector financiero no era "el más sólido del mundo"– lo ha retrasado innecesariamente hasta este momento, cuando más caro nos saldrá a los españoles. Uno de los problemas fundamentales de la economía española es la falta de crédito, en parte debida a la necesidad de sanear los balances de las entidades financieras. Si este proceso se hubiera hecho con la debida rapidez, este problema no sería tan acuciante en este otoño de 2011.


Si se admite que el bien común obligue a intervenir y salvar a las cajas públicas, tras una crisis que los bancos privados han soportado mejor, lo menos que se puede exigir es que se actúe contra los responsables concretos de llevar a sus entidades a la ruina. Desde Hernández Moltó hasta los directivos de la CAM que aprovecharon la situación de la entidad para concederse a sí mismos un buen pellizco. Pero no parece claro que haya intención de hacerlo. El propio MAFO ha considerado "escandaloso" el caso de la CAM, pero prometió actuar con un "cuidado exquisito" y no ha anunciado la apertura de expediente alguno. Quizá debieran ser los fiscales los que actuaran más pronto que tarde.

En cualquier caso, hay que recordar que no es el rescate de las cajas lo que nos está hundiendo en esta segunda recesión provocada por la deuda pública. Desde luego, no ayuda. Pero el verdadero problema es que el Estado ha crecido demasiado y ha financiado políticas cuando menos discutibles en el momento en que se aprobaron, pero imposibles de pagar en época de vacas flacas. Ha llegado la hora de recortar gastos.


Libertad Digital – Editorial