martes, 31 de agosto de 2010

De putas y santas. Por Hermann Tertsch

Si para los ayatolás son putas Bruni y Ashtiani, todas las mujeres y los hombres del mundo libre nos deberíamos declarar tales.

DICE el régimen islamista iraní que la primera dama de Francia, Carla Bruni, es una puta. Como también lo son, según los ayatolás, otras mujeres que se han unido a la mujer del presidente Sarkozy en la campaña de solidaridad con Sakineh Mohammadi Ashtiani. Esa mujer iraní de 43 años fue condenada a la lapidación y lleva ya cinco años pudriéndose en la prisión de Tabriz, al oeste de Irán, a la espera de que se ejecute la sentencia. Ashtiani está acusada de mantener una relación extramatrimonial y de haber conspirado para dar muerte a su marido. Ella siempre ha negado estos cargos hasta que hace unas semanas y después de tres días de torturas continuadas y amenazas de muerte contra su familia, asumió la culpabilidad en una farsa de entrevista televisada. Esta confesión pública, a la que ha sido forzada con los métodos más bárbaros, ha espoleado aún más si cabe la indignación de todos los que se han movilizado para salvar la vida a esta mujer iraní.

Carla Bruni se ha puesto, con el filósofo Bernard Henry Levy, a la cabeza del movimiento internacional de solidaridad con esta mujer iraní. Y ahora los medios iraníes, la voz de su amo, la llaman puta. Aquí la vamos a defender ahora, no sin antes dejar claro que nada tenemos contra la prostitución. Y que Carla Bruni nos resulta muchas veces antipática, especialmente cuando insiste en cantar, grabar y difundir esas insufribles canciones que perpetra. Y cuando nos vence con su tramposa pretensión de candidez y posa con elegancia sobrenatural, moviendo con diabólico embrujo esos pies inalcanzables vestidos con bailarinas. Sabemos que la niña angelical es un bichito. Pero bichitos —y bicharracos— hay muchos y pocos tan seductores y deliciosos. Si encarna muchas de las frivolidades y defectos de Occidente es porque ha utilizado para ello la libertad a manos llenas, en la única sociedad que lo hace posible. Bruni tiene la inmensa suerte de ser dueña de su vida. En todos los sentidos. La pobre Ashtiani nunca ha sido dueña de nada en su triste vida y solo por aspirar a algo se le quiere dar muerte, por puta.

Si para los ayatolás son putas Bruni y Ashtiani, todas las mujeres y los hombres del mundo libre nos deberíamos declarar tales. Benditas todas las putas que sientan compasión y la expresan, que quieren libertad y dignidad y luchan por ellas. Benditas todas las mujeres que sean tachadas de putas por esa jauría de fanáticos que son los ayatolás, el presidente iraní Mahmoud Ahmadineyad y todo el movimiento islamista que intenta que cuaje en nuestras sociedades libres ese oscuro credo de odio e imposición, pesadilla para tantos pueblos sometidos. Pero no se aflijan. Donde somos tantas las putas debe haber santas. Y santas deben ser para los ayatolás de Teherán todas las ministras socialistas españolas, tan feministas ellas, que aún no han abierto la boca ni para darse por enteradas de que el drama humano de Ashtiani existe. Santas todas ellas para los torturadores y para ellas mismas, tristes santas que no sienten ni vergüenza.


ABC - Opinión

Cuba. En torno al viaje del PSOE a La Habana. Por Elías Amor

Sería muy conveniente por el bien del futuro de la democracia en Cuba que PSOE y PP, como principales partidos de España, adoptaran una política consensuada hacia la dictadura comunista.

Lo siento. No me queda más remedio que insistir una vez más. En el PSOE se equivocan con el régimen castrista. La visita anunciada para la semana que viene de una delegación de este partido a La Habana no va a conseguir los objetivos planteados. Si es que existe algún objetivo.

Primero, se equivocan al pensar que el Gobierno español está detrás de la actual estrategia emprendida por el régimen comunista para excarcelar presos políticos. Lo que está sucediendo en Cuba, a tenor de lo que me informan algunos de los ex presos que ahora viven pacíficamente en Valencia, es que el gobierno castrista está acorralado por una grave crisis económica que puede suponer su derrumbe definitivo y una sociedad civil cada vez más crítica con sus actuaciones y, sobre todo, desde la muerte en prisión de Orlando Zapata Tamayo el pasado 23 de febrero. Una sociedad civil que lucha por las libertades y que empieza a ocupar espacios en las calles, de forma pacífica y ordenada, como un ejemplo cívico de que el cambio es posible desde dentro: el gran temor de los Castro.

Segundo, se equivocan al pensar que no deben entrevistarse con las organizaciones opositoras y disidentes, que además se han dirigido a ellos en demanda de reuniones. Es un error no reconocer a los defensores de la libertad y los derechos humanos en Cuba, y mantener contactos políticos tan sólo con los opresores y los carceleros de gente que lo único que quiere es libertad, como nosotros en España. Con esta decisión, la delegación del PSOE que viajará a Cuba –que, no conviene olvidar, es una delegación de partido, y no de gobierno– para reforzar lo que denominan como "diálogo exigente", va a perder una gran oportunidad de hacer valer ese diálogo, fundamental para el futuro de Cuba, en el que no deben ser excluidos de forma sistemática los grupos de la oposición y disidencia interna.


Tercero, se equivocan al querer confundir a la opinión pública española, por enésima vez, tanto sobre lo que ellos califican como "política de confrontación" –practicada por los gobiernos de José María Aznar, y que sustenta las bases de la Posición Común de la Unión Europea hacia la dictadura comunista de Cuba– como sobre la "política de Zapatero", convencida en que hay que mantener el "diálogo exigente" con los opresores para que se obtengan resultados. Lo siento, pero creer que la libertad de los presos políticos responde al efecto combinado de las gestiones de la política emprendida por el Gobierno español y la jerarquía de la Iglesia es jugar con una miopía política sin precedentes contra un enemigo que se las sabe todas. Ahí están sus 51 años en el poder.

A mí no me cabe la menor duda que los socialistas españoles se alegran de las liberaciones de presos políticos en Cuba, y que muchos, en su corazón, comparten los principios de libertad y derechos humanos que el castrismo roba a los cubanos. Pienso, además, que en este momento la figura de Fidel Castro y de su hermano apenas aportan capital o rentabilidad electoral en la izquierda más radical, un espacio hacia el que el PSOE muestra poco interés, a tenor de las elecciones de años anteriores, sobre todo porque es un espacio prácticamente liquidado en el mapa político español.

Por eso, me gustaría que la delegación socialista, encabezada por Elena Valenciano, se entrevistara con las Damas de Blanco, que formase parte de sus marchas pacíficas en Miramar el domingo, que visiten a los principales disidentes de los grupos de la oposición y que se interesaran por las condiciones en que sufren los presos políticos que no han cometido delito alguno. Sería bueno que mantuvieran reuniones con las organizaciones sindicales independientes, con las asociaciones de pequeños agricultores, con la prensa independiente, con las organizaciones que solicitan que solo haya una moneda, con todos los colectivos que se mantienen alejados del poder omnímodo del castrismo.

Y un último ruego. Sería muy conveniente por el bien del futuro de la democracia en Cuba que PSOE y PP, como principales partidos de España, adoptaran una política consensuada hacia la dictadura comunista. No debería ser difícil alcanzar este objetivo si se establecen bases adecuadas de diálogo entre los dos partidos. La Posición Común podría verse muy reforzada de una estrategia estable y ordenada frente a la dictadura castrista que dejase muy claro que España no desea un régimen dictatorial en Cuba, que apuesta por la democracia y la libertad, así como el pleno respeto a los derechos humanos, y que no deben existir presos políticos ni represión por el ejercicio de las libertades democráticas.

¿Es tan difícil ponerse de acuerdo en estos postulados? Muy bien haría la delegación socialista de comunicar estos principios al régimen castrista y hacerle ver que con España no se juega ni se utiliza el chantaje para conseguir objetivos de muy corto plazo. Ese sería el verdadero sentido y papel a desempeñar por España en el futuro de Cuba, y todos estaríamos de acuerdo. Todos, excepto los castristas.


Libertad Digital - Opinión

Agresiones. Por Eduardo San Martín

Un cambio en la posición del Gobierno sobre el Sahara le enajenaría aún más el favor de la izquierda militante en favor del Polisario.

Vaya por delante que los activistas españoles detenidos y maltratados este fin de semana en El Aaiún por la policía marroquí sabían que se metían en la boca del lobo. Podían suponer lo que les esperaba y asumieron el riesgo. Es incluso probable que ese fuera precisamente su objetivo. No podía entrar en sus planes, sin embargo, el grado de brutalidad con que fueron tratados.

Dicho esto, las agresiones vuelven a poner a prueba las relaciones entre ambos países porque afecta a una cuestión, el Sahara, que Marruecos considera intocable.


Ninguna protesta de amistad con España va a atemperar una conducta que viola las resoluciones de la ONU y algunos derechos fundamentales. Para observadores expertos, es la cuestión del Sahara la que se esconde detrás de los últimos incidentes de Melilla. Nadie cree que, en la capital marroquí, Rubalcaba hablara sólo de comisarías conjuntas y cooperación antiterrorista. El último informe de la ONU sobre el Sahara es muy negativo para Marruecos. El asunto se encuentra en punto muerto y Rabat, que cuenta ya con el apoyo de Estados Unidos y Francia, quiere sumar a España para modificar la doctrina oficial de la ONU sobre el asunto: referéndum de autodeterminación. Los próximos meses podrían ser decisivos.

Además, el asunto plantea un doble dilema al Gobierno español. De un lado le obliga a elegir entre la defensa de sus nacionales o no incomodar a un régimen al que trata como aliado preferente, pero que no pierde la oportunidad de apretarnos donde más nos duele cuando le conviene. A lo que se ve, el Gobierno se inclina por lo último. De otro, un posible cambio en su posición sobre el Sahara, al que cada día es más propenso, le enajenaría aún más el favor de una izquierda que milita activamente en favor del Polisario. No será el último incidente.


ABC - Opinión

Crisis. El orgullo de ZP. Por Emilio J. González

La única salida a esta más que difícil situación que Zapatero ha creado él solito es ir a las urnas. Lo malo es que el presidente está cegado por su orgullo, el cual le impide ver que está encerrado en un callejón sin salida.

Suele decirse que el orgullo precede a la caída. Para Zapatero, va a ser su perdición. Error tras error, el presidente del Gobierno ha conseguido prácticamente quedarse aislado en términos políticos y ahora se encuentra desesperado por ver cómo salva lo que queda de legislatura ya que, en última instancia, el poder le gusta más que a un niño un caramelo y va a luchar a la desesperada para tratar de conservarlo. De hecho, este apego al poder llevó a ZP a tratar de destruir al Partido Popular y ahora se encuentra con que, después de haber quemado casi todos los puentes y las vías de comunicación con el PP, no puede acudir a él para sacar adelante los presupuestos para 2011 y, de esta forma, prolongar su ya agónica estancia en La Moncloa. Porque los del PP, después de cómo los ha tratado, ya no se muestran dispuestos a colaborar y piden elecciones anticipadas. Lo mismo que una CiU que no se olvida de cómo los socialistas catalanes traicionaron el pacto alcanzado entre Mas y ZP para la gobernabilidad de Cataluña. El presidente, por tanto, no tiene apoyos y, más que pedirlos, los mendiga, estando dispuesto a entregar todo lo que pida quien le brinde los votos necesarios para seguir en el poder, aunque para ello tenga que vender a España si hace falta. El PNV conoce de sobra la apremiante necesidad de apoyos parlamentarios que sufren los socialistas y ya ha dejado bien claro que está dispuesto a cobrar por ellos un precio muy elevado, como también lo ha dejado claro Urkullu recientemente al hablar de elecciones anticipadas; con lo cual han puesto a ZP entre la espada y la pared y si este no pasa por el aro peneuvista, no habrá presupuesto.

En estas circunstancias, un político sensato trataría de restaurar unas mínimas relaciones con el PP. A Zapatero, sin embargo, su orgullo se lo impide. Su orgullo y su estrategia, porque después de negar la crisis por activa y por pasiva, después de rechazar de plano las medidas de ajuste que proponían los de Rajoy, más sensatas que las ideas descabelladas que han salido de Moncloa, ahora no puede sentarse a hablar con los populares de pacto porque éstos pondrían sus condiciones, contrarias a la política de los socialistas, y se acabarían llevando el mérito de las soluciones contra la crisis, algo que el presidente no está dispuesto a concederles ni de broma. Y eso suponiendo que, a estas alturas, los del PP quisieran pactar, lo cual, por lo visto en el momento de convalidar el decreto de recorte del sueldo de los funcionarios y de congelación de las pensiones, hoy por hoy no parece posible. Con semejantes coordenadas, cualquier político con un mínimo de sensatez y de sentido del Estado entendería que la legislatura se ha acabado, que hay que ir a elecciones anticipadas. Pero en Zapatero, cualquier cosa parecida a ese sentido de Estado es pura coincidencia. Su orgullo le impide darse cuenta de que está políticamente acabado; dado que quiere seguir adelante al precio que sea, porque lo único que le importa es él mismo, está dispuesto a dar lo que sea con tal de satisfacer sus deseos.

En el PNV lo saben y por eso tensan y tensan la cuerda con sus demandas a cambio de sus votos. Saben perfectamente que cuanta más presión le metan a Zapatero, más concesiones le van a conseguir arrancar. Concesiones que tienen dos objetivos: la perpetuación del PNV en el poder en el País Vasco y la marcha inexorable hacia el autogobierno como preludio de la independencia. Y ZP, a quien España le importa un bledo, está dispuesto a conceder y conceder. Lo malo es que al presidente del Gobierno le puede volver a ocurrir como en Cataluña: que los socialistas vascos rechacen los acuerdos a que pueda llegar con el PNV porque saben que si desperdician la oportunidad de cambio en el País Vasco que se ha abierto con la llegada de Patxi López a la lehendakaritzia no les vuelve a votar ni el tato. Y el PSE no está por suicidarse políticamente, y menos aún por que su supuesta autoinmolación sirva para apuntalar en el poder a un líder tan crecientemente contestado en las filas socialistas de toda España como Zapatero, con lo cual es dudoso que llegue a respaldar lo que puedan acordar Moncloa y el PNV.

¿Qué pasaría entonces? Pues que ZP se habría quedado completamente solo, sin apoyos con los que sacar adelante una sola medida económica, con la oposición pidiendo elecciones anticipadas con más y más insistencia y con los mercados tomando buena nota de la ingobernabilidad de la economía española y actuando en consecuencia para hundirnos profundamente en una crisis que todavía no hemos empezado a superar. La única salida a esta más que difícil situación que Zapatero ha creado él solito es ir a las urnas. Lo malo es que el presidente del Gobierno está cegado por su orgullo, el cual le impide ver que está encerrado en un callejón sin otra salida que ésta.


Libertad Digital - Opinión

Turismo de alboroto. Por M. Martín Ferrand

Nada más útil en un Estado totalitario, con democracia aparente, que multiplicar los sucesos de sensible repercusión.

¿QUÉ pasaría si, esta misma tarde, un grupito de catorce ciudadanos extranjeros se manifestara en la calle principal de cualquier ciudad española de doscientos mil habitantes con pancartas y voces reivindicativas de la independencia de Ceuta, Melilla o Gibraltar? Entra dentro de lo probable que, ofendidos, los lugareños lleguen a increpar a tan extravagantes y escasos manifestantes y, aunque escapa a lo deseable, llegasen a producirse agresiones físicas. La presencia de la Policía en el lugar de los hechos, ante una manifestación ilegal, sin los trámites previos que exige cualquier Estado de Derecho, tendrá que ser necesariamente disuasoria y tampoco constituiría rareza que los manifestantes fueran trasladados a una comisaría y, en evitación de mayores altercados callejeros, se limitasen sus movimientos.

Marruecos, nuestro vecino del Sur, es un Estado soberano que, independientemente del entusiasmo o rechazo que puedan producirnos sus notas diferenciales, incluidos su condición teocrática y sus limitaciones al ejercicio ciudadano a los derechos humanos, merece el respeto de todos nosotros. No es de recibo, por mucho que ahora les broten voces de adhesión, que catorce vecinos de Gran Canaria se trasladen a El Aaiún y, sin más, desplieguen una pancarta y griten por la independencia del Sahara Occidental. Algo contrario a la doctrina oficial marroquí y, también, a la posición española expresada en nuestras relaciones bilaterales y en los foros internacionales.


Tan absurda y chocante es la conducta de los activistas canarios que este fin de semana montaron su numerito en El Aaiún que, en uso de mi libertad de sospechar, sospecho que, de un modo espontáneo o inducido, sirven, más que a los intereses del pueblo saharaui, a los del Reino de Marruecos. Las muchas y crecientes tensiones sociales, aceleradas por la crisis económica, que, enmascaradas por una fuerte represión policial, viven nuestros vecinos, empuja a su Gobierno a utilizar como válvula de descompresión, como mecanismo de distracción de la opinión pública marroquí, tensiones e incidentes como los que acabamos de vivir en Melilla. Nada más útil en un Estado totalitario, con democracia aparente y gruesas restricciones en el uso de la libertad, que multiplicar —ahora en el Sahara Occidental— los sucesos de fácil y sensible repercusión mediática como los producidos por estos extraños turistas de la algarabía política que se fotografían tumefactos a la vuelta de un incidente que ellos mismo provocaron. Si ellos pueden, en el extranjero, desplegar sus pancartas, yo podré, en casa, airear mis sospechas. Supongo.

ABC - Opinión

La factura de los Presupuestos

Rodríguez Zapatero tendrá que pasar el Rubicón de la negociación de los Presupuestos Generales del Estado 2011 en situación de debilidada. Del desenlace final de las Cuentas depende en buena medida el futuro del Gobierno. El escenario no es nuevo en cuanto a la aritmética parlamentaria ni a las posibles alianzas, aunque la realidad social, económica y política se encuentre más deteriorada. El año pasado, el PSOE contó con el PNV y Coalición Canaria para derrotar en el Congreso las enmiendas de totalidad que el PP, CiU, UPyD, ERC-IU-ICV y el BNG habían presentado contra el proyecto de Presupuestos para 2010. A día de hoy los indicios apuntan a que el escenario podría repetirse.

Se avecina una intensa negociación con los nacionalistas vascos y canarios, puesto que el resto de grupos ya ha anunciado de una forma u otra sus profundas discrepancias con la política económica del Gobierno. La posición de los partidos catalanes está además comprometida y condicionada por los comicios en aquella comunidad y las estrategias electorales de unos y otros. Por tanto, la situación aboca de nuevo a la repetición del pacto entre socialistas, nacionalistas vascos y los canarios. Esa triple alianza sería suficiente para sacar las Cuentas, porque sumaría 177 votos, por encima de los 175 de la mayoría.


El problema para el presidente es que hasta alcanzar ese compromiso queda un trecho complejo y espinoso. Ya en el mercadeo del pasado año el Gobierno cedió en un asunto tan controvertido como el blindaje del Concierto vasco, por el que las normas tributarias forales sólo pueden ser recurridas ante el Tribunal Constitucional.

En ese tira y afloja, los prolegómenos no son tranquilizadores para quienes pensamos que este Gobierno no es precisamente un guardián inflexible del bien común. La secuencia de los acontecimientos fue que el portavoz del PNV, Josu Erkoreka, amagó el sábado con unas elecciones anticipadas si los Presupuestos no contaban con los apoyos suficientes, o sea, los del PNV, y que Rodríguez Zapatero respondió ayer mismo desde Shanghai con toda una declaración de intenciones a favor de avanzar en las transferencias y el autogobierno del País Vasco. Obviamente, el presidente es muy libre de elegir sus apoyos entre el arco parlamentario y de establecer conversaciones preferentes con quien estime oportuno. Otra cosa muy distinta es que esa alianza nos parezca preocupante y que sea moralmente tolerable arañar los votos necesarios para sacar el proyecto de turno al precio que sea.

Todo hace indicar que Rodríguez Zapatero superará la reválida de los Presupuestos, porque los precedentes demuestran que el presidente sabe ganarse los votos necesarios. Pero más allá de la suerte parlamentaria de una votación, el factor de mayor calado en todo este proceso es que se perpetuará una política fracasada en una situación marcada por las dificultades y las urgencias. Lloverá sobre mojado para un país abocado a la crónica adversidad.


La Razón - Editorial

Una ley del silencio para el Sahara Occidental

Tras la "espontánea" agresión el mensaje parece claro: no queremos a nadie que nos recuerde nuestras obligaciones internacionales. Lo que buscan de España es complicidad a la hora de imponer la mordaza y lo peor es que de momento la están consiguiendo.

Supuestamente, la función esencial de todo Estado es la de defender a sus ciudadanos, pues para ello se le ha dotado del monopolio de la violencia. Cabría esperar, por tanto, que el Gobierno español mostrara un poco más de preocupación por la suerte que corren sus ciudadanos más allá de sus fronteras. Cuando en un país que no se caracteriza precisamente por su defensa de los derechos humanos, unos españoles son agredidos por defender asuntos incómodos para el Estado marroquí y además lo son supuestamente por policías vestidos de paisano, todas las alarmas deberían encenderse.

No cabe duda de que el Sahara Occidental es un tema sensible para Marruecos, que pretende consolidar de iure una situación de hecho sin permitir que el pueblo saharaui se pronuncie sobre la ocupación ilegal en referéndum. Cualquier reivindicación política que recuerde el auténtico statu quo del Sahara le resulta terriblemente desagradable. Pero que sepamos cuáles son las razones de las hostilidades de la monarquía no significa que el Reino de España deba vender ni a sus ciudadanos ni tampoco a los saharauis, que al menos hasta hace 35 años eran formalmente ciudadanos españoles.


Sin embargo, el Gobierno de Zapatero lleva seis años de cesión permanente ante las bravuconerías del autócrata marroquí. La última, hace unas semanas con el conflicto de Melilla, el cual obligó a Rubalcaba a improvisar un viaje a Rabat –ni a Ceuta ni a Melilla– para rendir pleitesía al sultán y firmar un documento de colaboración policial idéntico al que habían suscrito dos años atrás. Todo fue puro teatro destinado a convencernos de que existe un clima cordial de cooperación donde sólo hay amenazas por una parte y genuflexiones por la otra.

Y es que los socialistas llegaron al poder con la excusa de restaurar las buenas relaciones con Marruecos y lo único que han conseguido es que éste se envalentone cada vez más y que vaya tensando la cuerda con tal de duplicar sus exigencias hacia el Gobierno español. Ahora, tras la "espontánea" agresión a los ciudadanos españoles, el mensaje parece claro: no queremos a nadie que nos recuerde nuestras obligaciones internacionales. Lo que buscan de España es complicidad a la hora de imponer la mordaza a propios y extraños y lo peor es que de momento la están consiguiendo.

De nada sirven en este caso las excusas aducidas por Zapatero, pues una cosa es que haya que plantear una estrategia diplomática inteligente, guardando las formas en público y presionando en privado, y otra que "inteligencia" equivalga a darle a la monarquía absoluta alauí todo lo que pide. Tal como están las cosas, lo peor que podría hacer este Gobierno, y el partido que le da sustento, es dejar en la estacada a los ciudadanos españoles que han sido agredidos de un modo similar al que, en su día, se dejó en la estacada a los saharauis.

No sólo por nuestras responsabilidades históricas con este pueblo, sino porque deberíamos ser conscientes de que el apetito del sultán es insaciable y de que si la colonización del Sahara Occidental tiene un éxito total, más adelante exportará el modelo de la Marcha Verde a Ceuta, Melilla y Canarias. Diplomacia es saber prevenir los conflictos antes de que estallen y para ello nada mejor que dejar las cosas claras desde el comienzo. Llevamos seis años de retraso y cuando prenda la mecha de nada servirán unas fraternales relaciones "tío-sobrino" que tan inútiles se han mostrado ya en todos y cada uno de los encontronazos previos.


Libertad Digital - Opinión

Montilla caduca

Resulta evidente la sensación de fracaso del tripartito, por el balance de su gestión y por la idea misma del frente de izquierdas social-nacionalista.

EL presidente catalán, José Montilla, no ha decidido aún la fecha en la que se celebrarán las elecciones autonómicas, aunque los condicionamientos que tiene su calendario político —con la visita del Papa Benedicto XVI a Cataluña— no le dejan mucho margen de elección. Descartado el 24 de octubre, probablemente los catalanes tendrán que esperar a mediados o finales de noviembre. Pero mientras Montilla sigue deshojando la margarita de las elecciones, el diagnóstico sobre esta legislatura que acaba en Cataluña es cada día más notorio. Acumula síntomas de cambio de ciclo, que, en realidad, sería un retorno de ciclo si las urnas confirman los resultados de las encuestas y dan la victoria a CiU.

Lo que resulta evidente es la sensación de fracaso del tripartito, no sólo por el balance de su gestión, sino también de la idea misma del frente de izquierdas social-nacionalista, montado sobre la mutación del PSC, que ha pasado de ser un partido socialista no nacionalista a unas siglas de ideología amorfa con pulsiones soberanistas. Esta desfiguración del socialismo catalán está en la base del desmoronamiento del PSC en los sondeos, y en la percepción ciudadana de que ya no es capaz de representar un proyecto definido, sea de autogobierno avanzado, casi federal; o de un pro-soberanismo ajeno a su identidad histórico política. La aventura temeraria del Estatuto ha quebrado la política catalana, que se meterá en un callejón sin salida si CiU o el PSC perseveran en el desafío al orden constitucional. Este es el legado de Zapatero a Cataluña, un ciclo de inestabilidad institucional que no ha tenido más motivos que su repelencia ideológica a los pactos de Estado con el PP, a las reglas de concordia de la Transición y a los principios del Estado autonómico.


ABC - Editorial

La legislatura, en manos de PNV

El PNV ya se lo ha advertido al Gobierno: recurrirá al chantaje político si es preciso y sacará tajada de la debilidad del Zapatero más expuesto desde que llegara a La Moncloa.

LA tensión en la negociación de los Presupuestos Generales del Estado entre el Gobierno y el PNV no ha esperado siquiera a septiembre para hacerse visible, y el intercambio mutuo de mensajes revela el estado de necesidad en que se halla José Luis Rodríguez Zapatero y la posición de fuerza que han adoptado los nacionalistas vascos. Las incipientes tomas de contacto en las negociaciones pronto serán un auténtico proceso opaco plagado de cesiones inconfesables porque en nada favorece a Zapatero su cultivada imagen de dadivoso oportunista, y menos aún cuando lo que está en juego es su supervivencia en la legislatura. En cualquier caso, los guiños entre ambos son un síntoma de que no todo está perdido para Zapatero, a quien una hipotética prórroga de los Presupuestos obligaría a convocar elecciones. Ahora, Zapatero no se recata en buscar al PNV como «socio preferente», y los nacionalistas se saben «los únicos socios posibles», por lo que ya han advertido de que no van a «dejar pasar la ocasión». Representando su papel de oposición en el País Vasco para pasar al cobro las facturas pendientes, el PNV recurrirá en Madrid al chantaje político si es preciso y sacará tajada de la debilidad del Zapatero más expuesto desde que llegara a La Moncloa.

«Más autogobierno» exige el PNV y «más autogobierno» está dispuesto a conceder Zapatero. La garantía del control presupuestario de las Diputaciones vascas se da por descontada. Cuestión distinta es qué garantías podrá dar Zapatero desde su inestable posición para afrontar una hipotética reforma del Estatuto de autonomía vasca, y con qué grado de credibilidad podrá acoger el PNV sus promesas. Los compromisos adquiridos en su día por el jefe del Ejecutivo con el líder de CiU a cuenta del Estatuto catalán se saldaron hace ya meses con la lapidaria afirmación de Artur Mas de que «Zapatero no es de fiar». Y precisamente el PNV nunca ha portado la ingenuidad por bandera. Por ello, la principal incógnita de esta negociación no es saber qué nuevas competencias está dispuesto Zapatero a transferir al País Vasco, sino qué garantías de «poder político» es capaz de ofrecer al PNV a medio plazo. No es descabellada la hipótesis de que ese «poder político» sólo puede pasar por la desactivación de la alianza entre socialistas y populares en el País Vasco en primer término, y por el desalojo de Patxi López de Ajuria Enea en última instancia. No son casuales, pues, ni los recientes dardos de López a Zapatero a cuenta de la debilidad del PSOE, ni la advertencia lanzada por Josu Erkoreka para que el Gobierno vasco «no interfiera» en su negociación con Zapatero. El jefe del Ejecutivo equiparó ayer en China el tamaño de «Miguelín», el enorme muñeco que se exhibe en el pabellón español de la Expo de Shanghái, con el tamaño que adquirirá la economía española. Pero eso ya no dependerá de Zapatero, sino del PNV.

ABC - Editorial