sábado, 2 de diciembre de 2006

Espectros políticos


Los partidos políticos en España han perdido su ideología. PP y PSOE se encuentran, tocan y solapan en la nebulosa del centro. El uno oscila vagamente alrededor de la socialdemocracia cristiana que ha quitado el humanismo cristiano de sus estatutos, y que frecuentemente es más socialconservadurismo que liberalismo conservador (si es que alguna vez esa tendencia existió). El otro abandonó (en general) el marxismo para acercarse a la socialdemocracia laica para de vez en cuando recuperar ramalazos totalitarios, o en ocasiones saltar al otro lado de la valla del centro y caer en el conservadurismo moralista.

A la izquierda del PSOE, los despistados nostálgicos del Muro de Berlín, el Gulag, la Revolución Cultural, y «hasta la victoria, siempre». Adornando el cotarro, partidos nacionalistas cuya ideología no va más allá del «qué hay de lo mío». Sólo en el Pais Vasco hay ciertos matices interesantes: independentistas de derechas del PNV, independentistas socialdemócratas de EA, independentistas totalitarios de izquierdas de Batasuna (definitivamente desenmascarados al enmascararse como Partido Comunista de las Tierras Vascas), comunistas y ¿socialdemócratas? de «qué hay de lo mío» de IU y PSE-PSOE, y constitucionalistas del PP antinacionalistas.

Más allá de los grandes y de los adornos está la miriada de partidos y agrupaciones locales y regionales con aún menos ideología y que no son más que meros profesionales del pelotazo. Simples relaciones públicas en el peor sentido: no promocionan nada, viven de sus relaciones privadas con servidores públicos, normalmente como bisagras en urbanismo, y si tienen el morro suficiente, ellos mismos asumen plenos poderes como alcalde más concejal de urbanismo, todo en uno. Para colmo, con demasiada frecuencia tienen la desgraciada ocurrencia de llamarse liberales. Ahí está todavía el Grupo Independiente Liberal. O la Agrupación Liberal de Andratx, con la que llegó a alcalde (de la mano de Unió Mallorquina, que también se declara liberal, y del PSOE) el hace unos días detenido alcalde de Andratx, Eugenio Hidalgo. Cuando precisamente el liberalismo es uno de los dos nichos que faltan por ocupar en el espectro político español.

El otro nicho es la extrema derecha. Estando rebosante el centro, y con el flanco extremo izquierdo cubierto por los amigos de Castro, la extrema derecha no tiene un referente político en el panorama español. ¿Que muchos se refugian en el PP como mal menor? Muy cierto, conozco a demasiados nostálgicos del antiguo régimen que se refugian en el PP aunque lo consideren realmente un partido de centro. Democracia Nacional, Fuerza Nueva y engendros similares están a años-luz de ser la Derecha Unida que haga de contrapeso a IU. Aquí no hay (todavía) un Haider o un Le Pen, sólo sus aprendices, pero el sistema electoral español garantiza que tengan las cosas difíciles.

Las recientes elecciones catalanas han dibujado también un panorama muy grisáceo. PSC, EU y ERC son tan parecidos que vuelven a fusionarse en un tripartito. PP y CiU son tan parecidos y tan aliados naturales que la firma anti-PP de Mas no puede considerarse más que una boutade contranatura. Medio grado de separación en el asunto nacionalista es la diferencia entre ambas formaciones que se revuelcan juntas en el centro. El único punto de conflicto, la principal fisura que parece haber en la política catalana es la de la lengua, que ha venido a explotar Ciutadans. Porque, al margen del idioma que hablen sus representantes en el Parlament, ¿alguien sabe de qué palo va Ciutadans?

En Cataluña pueden explotar el asunto de la lengua, como podrían hacerlo en Baleares, Valencia, Pais Vasco y Galicia. Pero después de eso, ¿qué más hay? ¿Con qué programa van a Madrid o Andalucía? Si prescinden de la polémica de la lengua, asoma una nada ideológica. ¿Están por la bajada de impuestos? ¿Están por la liberalización de servicios? ¿Qué opinan de la inmigración? ¿Y del terrorismo?

Si pretenden un salto a nivel nacional todas estas son cuestiones fundamentales. Si, como parece, su base de votantes son inmigrantes de izquierdas asqueados de la deriva nacionalista del PSC, a nivel nacional tienen poco que hacer, ya que su target vota al PSOE. A la vista de su planteamiento fundamental antinacionalista en Cataluña llaman inmediatamente la atención de la extrema derecha, que puede ver cómo esta gente le echa huevos y habla la lengua del Imperio en el parlamento catalán. Empezar desde la periferia un proyecto que pueda interpretarse como centrípeto puede ser el caldo de cultivo de ese partido de extrema derecha que aún no ha aparecido en España.

Pero si finalmente en Ciutadans se asienta el sentido común, pueden tratar de ser esa mosca cojonera con principios irrenunciables que no firma pactos de gobierno, que vota a favor o en contra sólo siguiendo la consigna de «sólo nos importan las personas». Si sólo importan las personas la respuesta a muchas preguntas es más fácil: es ineludible la bajada de impuestos, que supondría aflojar la mano en torno al cuello del contribuyente; es fundamental la liberalización de servicios, para que sea el consumidor soberano quien decida quién sobrevive y quién no en un entorno competitivo donde hay que satisfacer los deseos y expectativas de las personas; hay que acabar con regulaciones absurdas y moralistas como las leyes contra las drogas; hay que acabar con las ayudas y subvenciones, origen del parasitismo social en el que desemboca el estado del bienestar; en definitiva, hay que votar, desde el más pequeño municipio hasta el congreso de los diputados, pasando por el parlamento de Cataluña, por aquellas iniciativas que supongan una mayor libertad de las personas frente al aparato de coerción del estado.

Sin embargo, la realidad apunta a que Ciutadans no tiene las ideas claras para responder a esas preguntas, y a otras más sencillas. Con un máximo representante que se avergüenza de su pasado Popular, que además han remarcado en ocasiones su carácter progresista de izquierdas pero no nacionalista (por eso subvencionarían los pañales a familias con menos de 30.000 euros de ingresos anuales), corren el serio peligro de ser un espectro político que se diluya en un PSOE menos dado a humillarse ante los nacionalistas, o peor aún, que sea fagocitado por la extrema derecha que confunde el mensaje de libertad lingüística en Cataluña con un mensaje de glorificación de lo español por encima de todo lo demás.

Si Ciutadans no sabe ver que el único nicho libre a nivel nacional es el del liberalismo (además de la extrema derecha), está condenado a ser un florero en medio de un jardín de cactus. En lugar de una alternativa a la partitocracia se convertirá en comida para el sistema.

Carlos Tarrazona (Hispalibertas) (02/XII/06)

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