miércoles, 24 de noviembre de 2010

Volvemos al paralelo 38. Por M. Martín Ferrand

Sin verlas venir, el Gobierno de Zapatero continúa sin actuar con la energía y decisión que las circunstancias exigen.

ÉRAMOS pocos y parió la abuela, como expresa el viejo dicho popular español en el que, podría parecerlo, se inspiró el famoso Murphy, el de la «ley» que convierte en risueño el pesimismo. Las bombas vuelven a saltar sobre el paralelo 38, entre las dos Coreas, y así, angustiados por los problemas nuevos, hijos de la globalización y de la torpeza política, reverdecemos los viejos, los de hace sesenta años. Mi generación descubrió la existencia del mundo y sus tensiones viendo en el NO-DO al general Douglas Mac-Arthur y ahora, ya creciditos, descubrimos que vuelve la guerra caliente. Los disparos de la artillería de Corea del Norte, la feroz y bien armada dictadura —la única que tiene en su constitución la figura de un «presidente eterno»—, han caído, en la del Sur, en la isla de Yeonpieong y han producido víctimas mortales: la chispa esperada y necesaria para que la tensión fría suba su temperatura. Barack Obama tiene ante sí el primer caso práctico de conflicto nuevo, aunque venga de viejo, y de lucir su proclamada, y todavía no confirmada, condición de gran gobernante y fino estratega en la política exterior.

En el marco mundial del conflicto naciente luce con especial brillo la crisis europea y, tras de la nueva situación creada por Irlanda, fruto inevitable del desparpajo creador de su actual primer ministro Brian Cowen y su predecesor y dimisionario Bertie Ahern, los españoles, aunque sin alarmismo, debiéramos poner las barbas a remojo, como marcan los cánones de la prudencia. Rodríguez Zapatero, si fueran posibles las comparaciones en tiempos y espacios diferentes, se creyó tan listo como Ahern y, de momento le/nos está salvando la dimensión. España es más grande y su problema mucho más perturbador en la familia del euro.

Sin verlas venir, el Gobierno de Zapatero, continúa sin actuar con la energía y decisión, aunque ello tuviera coste electoral, que las circunstancias exigen. La mitad de nuestro sistema financiero es una calamidad y la otra mitad no incurre en el delito de usura porque la usura ha dejado de ser delito; los beneficios de las compañías eléctricas son virtuales y seguimos jugando con el «déficit de tarifa» para proteger un carbón que no calienta y unas fuentes tan verdes como inútiles; los constructores pierden dinero ajeno porque el vigilante nunca les obligó a jugarse el propio... y, lejos de enmendar esos y otros asuntos tan conflictivos como posibles de resolver, incluso con un puñetazo en la mesa, las circunstancias nos obligan a volver al Paralelo 38. Habrá que cantar de nuevo «El cordón de mi corpiño» y eso que acaba de morir el Maestro Guerrero.


ABC - Opinión

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