miércoles, 24 de noviembre de 2010

Cuestión de sentido común, no de patriotismo . Por Antonio Casado

Durante la reunión de la Ejecutiva del PSOE, el presidente del Gobierno, Rodríguez Zapatero, apeló este lunes al patriotismo del principal partido de la oposición. Para no complicar las cosas más de lo que ya están -jornada negra, la de ayer- en la lucha contra la crisis económica. Así se encargó de transmitirlo luego el secretario de Organización, Marcelino Iglesias. Exactamente en estos términos: “Le pedimos al PP que, en estos momentos de dificultad, en Europa y en España, evite hacer declaraciones y tener actitudes que perjudiquen a nuestro país. Le pedimos un poco de patriotismo”.

No es cuestión de patriotismo sino de sentido común. No hacía falta ponerse estupendo para airear la sospecha de que al PP le importa más la aniquilación política de Zapatero que sacar a España del agujero. Véanse los sondeos electorales. La enorme ventaja del PP no se debe al tirón de sus propuestas sino al desencanto del electorado socialista. Además, siempre habrá alguien dispuesto a parafrasear a Samuel Johnson (La Patria, “último refugio de los canallas”) y escurrir el bulto. Si se trata de persuadir a los dirigentes del PP, basta con la vieja metáfora del barco que se puede hundir con todos dentro. Los de la derecha y los de la izquierda. Y si se hunde, consuelo de tontos va a ser el mal de todos.


Mientras los especuladores volvían a atacar los flancos débiles de la Europa monetaria, con especial dedicación a España, se producía la respuesta oficial del PP al enésimo requerimiento del Gobierno. “El problema de España se llama José Luis Rodríguez Zapatero”, dice Dolores de Cospedal. Otros dirigentes de su partido se entregaban a la morbosa especulación sobre una eventual operación de rescate de la economía nacional, alentando así la desconfianza de los mercados.
«Al PP le saldría políticamente más rentable situarse en el punto medio entre no decir amén a todas las decisiones del Gobierno, y ser el incansable pregonero del desastre.»
Una forma de sugerir que llevamos el mismo camino de Grecia. O de Irlanda. No por desatender los deberes en materia de disciplina fiscal. No porque hayamos sido tan mentirosos como los griegos o tan derrochadores como los irlandeses. No porque arrastremos los pies a la hora de hacer las reformas pendientes. No porque tengamos el tamaño suficiente para satisfacer la voracidad de los especuladores en los mercados de la deuda. Nada de eso. Si vamos por el camino griego o el camino irlandés hacia la bancarrota es culpa de Zapatero.

Ergo, todo empezaría a enderezarse si este hombre se va a su casa y deja el sitio a Mariano Rajoy, que tiene muy elaborado un plan de recuperación. Y ya libres de Zapatero, desactivaría a nuestros acreedores y los mercados lo celebrarían con champán. De cómo sería ese plan tenemos algunas pistas por los elogios de Rajoy a las recetas neoliberales que venía aplicando Irlanda, cuya marcha atrás está a la vista. Básicamente, gastos a la baja e impuestos al alza. No muy diferentes de las anunciadas por Cameron en el Reino Unido.

En fin, austeridad, recortes, lucha contra el déficit público, capitalización del sistema financiero, etc. En línea con las que se han venido tomando en España para tranquilizar a los mercados. Pero, según el PP, lo que es bueno en otros países es malo en España porque aquí está la mano tonta de Zapatero. No me parece muy riguroso, la verdad. Sin tener por qué decir amén a todas las decisiones del Gobierno, el PP debería ser más solidario. Cuidaría el interés general y estaría trabajando a favor de su propia causa política. Ni cómplice del Gobierno ni pregonero incansable del desastre. Hallar el punto medio le saldría políticamente más rentable. Pero no parece tener la menor intención de buscarlo.


El Confidencial - Opinión

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