miércoles, 24 de noviembre de 2010

Chorradas. Por Alfonso Ussía

Si algo molesta de Esperanza Aguirre a sus adversarios políticos, aparte de su demostrada capacidad, es su lenguaje directo, llano y alejado de lo políticamente correcto. Nadie mejor que ella ha resumido lo que le conviene a Cataluña. «Cataluña necesita un Gobierno que se deje de chorradas». El ex Presidente de la Generalidad de Cataluña, Jordi Pujol, lo reconocía meses atrás: «Me parece que hemos perdido demasiado el tiempo en asuntos menores».

Cuando se inauguró la Torre Agbar, ese portentoso balón de rugby de luz cambiante alzado en Barcelona, un alto dirigente de Aguas de Barcelona oyó el siguiente diálogo entre uno de los arquitectos y el, por entonces, Presidente de la Generalidad, Pascual Maragall. El arquitecto se refería a la gran profesionalidad de los trabajadores. Y Maragall, muy complacido, le preguntó: «¿Hablaban con ellos en catalán o en español?». Una chorrada.


Como el apoyo de los cejeros disidentes. Un total de cincuenta y cinco personas, o lo que es igual, una inabarcable muchedumbre del presumible «ámbito cultural» le ha puesto los cuernos a Zapatero y Montilla con Joan Herrera, del que se dice que es el candidato de ICV, Iniciativa-Los Verdes, a la presidencia de la Generalidad. Demasiado disfraz. Es el candidato comunista, y punto. El manifiesto resulta surrealista y poco pragmático. Su lema es divertido: «Si yo viviera en Cataluña votaría a Joan Herrera». Lo firman, entre otros, Pedro Almodóvar, Joaquín Sabina, Ismael Serrano, Pilar Bardem, Antonio Banderas, la inevitable Almudena Grandes y el redactor, antes zapateril, Manuel Rivas. A Joan Herrera, según sus palabras, le ha emocionado sobremanera el detalle. He sabido que en julio del 2011 se celebran elecciones municipales en Islandia. Y he reunido a más de cincuenta y cinco firmantes, otra multitud, de un manifiesto de apoyo a la candidata del Partido Liberal Vigdis Fribogadottir. El lema no puede ser otro que «Si yo viviera en Reijkiavyk votaría a Vigdis Fribogadottir».

Un viejo amigo, muy «progre» en la apariencia y poco coherente en su vida personal, simpático, bravo y altanero, me lo decía con pasión unas semanas antes de celebrarse las elecciones a la Presidencia de los Estados Unidos: «Apoyo sin fisuras a Obama». Es nacido en Albacete y vecino de Pozuelo de Alarcón. Se lo dije: «pues apresúrate a hacerlo público porque a Obama le va a hacer mucha ilusión tu apoyo sin fisuras». No lo hizo, pero se demostró posteriormente que su apoyo fue fundamental para que Obama llegara hasta donde ha llegado, que no está al alcance de cualquiera. El comunista «sandía» ha declarado que es un motivo de orgullo y satisfacción el apoyo de estos personajes que le votarían si vivieran en Cataluña. El problema es que casi todos ellos viven en Madrid, y mi asesor electoral me asegura, que si bien todo se andará, todavía no nos dejan votar a los ciudadanos madrileños en Cataluña, pues en tal caso la presidenta de la Generalidad sería Esperanza Aguirre.

La profesión de apoyador sin apoyo es como la de agradador de señoritos que tanto se daba en la Andalucía de mediados del pasado siglo. Una profesión, como poco, extravagante.

Puede ser motivo de satisfacción y orgullo, pero no sirve para nada. Ese ámbito cultural al que pertenecen los firmantes que no pueden votar es original, pero poco práctico. Una chorrada más, nube que se deshace, hoja que cae, redacción a la papelera y aerofagia de colibrí. En resumen, nada de nada.


La Razón - Opinión

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