viernes, 5 de noviembre de 2010

España, estancada

Los problemas del Gobierno no le venían por explicar mal lo bien que lo hace contra la crisis, sino porque no hay nada nuevo, ni bueno, que comunicar.

EL fin de 2010 se encara sin atisbo de indicios fiables de recuperación económica, con el paro en aumento y la confianza de los ciudadanos en claro retroceso. La reducción del déficit es el único dato al que puede acogerse el Gobierno para rebajar la crítica a su política económica, pero siempre que no se profundice en las causas de esa reducción, limitadas a un incremento de los impuestos y a un cerrojazo en la inversión pública. El Estado no recauda más porque haya más actividad, sino porque saca más dinero a los ciudadanos e inyecta menos fondos en el sistema. El desempleo ha vuelto a crecer en octubre, con una nueva merma de afiliados a la Seguridad Social. Los informes y análisis procedentes de expertos e instituciones, incluso los que conceden algún beneficio a la gestión del Gobierno en la lucha contra el déficit, coinciden en situar a España en el suelo de la crisis, pero para permanecer en él durante mucho tiempo. La buena noticia no es que la crisis ya no tiene tanta fuerza; tendría que ser que estamos saliendo de ella. El Gobierno se consuela diciendo que en octubre hubo menos desempleados que en octubre de 2009 o de 2008. Pobre consuelo si se tiene en cuenta que, al estar en un 20 por ciento de tasa de paro, la destrucción de empleo necesariamente tiene que ralentizarse. Es el discurso de la resignación y la impotencia, un discurso que, además, evidencia la operación de maquillaje de la última crisis de Gobierno. La nueva estrategia de comunicación frente a la crisis ha durado lo que ha tardado en publicarse la estadística del paro registrado en el INEM. Pasado el efecto sorpresa, si así pudiera calificarse, de los nuevos nombramientos, la comunicación del Gobierno ha vuelto por donde solía: a los mensajes tópicos que avisan por enésima vez de que ha empezado la recuperación de la economía y de que, otra vez, se atisba el final del «ajuste» en el mercado laboral. Eufemismos pueriles.

Al final, los hechos han demostrado que los problemas del Gobierno no le venían por explicar mal lo bien que lo hace, sino porque no hay nada nuevo, ni bueno, que comunicar a los españoles. Economía estancada, Gobierno amortizado. Estos son los elementos de la ecuación que está dejando a España sin expectativas de recuperar los niveles de crecimiento económico, bienestar social y respeto internacional que Rodríguez Zapatero heredó en marzo de 2004.


ABC - Editorial

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