viernes, 5 de noviembre de 2010

Obama y Zapatero. Por José María Carrascal

Uno es un reformista, el otro, un revolucionario. Y ya dijo Ortega que las revoluciones no arreglan nada.

DESDE el entorno de Zapatero se ha buscado un paralelismo con Obama tanto político como personal. Resultan innegables las coincidencias, incluso físicas. Ambos son jóvenes, de buena planta, fácil verbo, aficionados al baloncesto y surgidos de la nada en la escena nacional. Aunque la mayor sintonía se da en la «agenda»: ambos deseaban inaugurar una nueva era en su país, traían una «misión», lo que unido al desconocimiento sobre ellos les daba un aire enigmático y cautivador. Y ambos se han estrellado contra la realidad, que acaba de propinarles un severo varapalo.

Pero antes de llegar a ello, déjenme decir que junto a esas semejanzas existen notable diferencias, que pueden incluso superar las semejanzas. Personalmente, Obama es un personaje afable, que busca el entendimiento con el contrario y pese a considerársele «progresista», tiene una clara tendencia hacia el centro. Mientras Zapatero es un radical tanto de pensamiento como de obra, que ha huido siempre del centro hacia posiciones extremas, donde encontrar aliados. Si quisiéramos ilustrar esta importante diferencia diríamos que Obama nunca renegó del pasado de su país, buscando sólo subsanar las deficiencias que hay en el, mientras Zapatero ha querido dar la vuelta a su historia. Uno es un reformista, el otro, un revolucionario. Y ya dijo Ortega que las revoluciones no arreglan nada, lo trastornan todo, aparte de que su tiempo ha pasado. Si a ello se une que Obama ha asumido plenamente la responsabilidad de sus errores y prometido hacerlo lo mejor posible en adelante, mientras Zapatero no ha hecho ni una cosa ni otra, tendrán una distancia humana y política sideral.

Aunque la diferencia puede estar también en sus respectivos pueblos. Los norteamericanos han mostrado su rechazo a la política de Obama en las primeras elecciones que se presentaron. Los españoles, reelegimos a Zapatero, pese a que se había equivocado en la negociación con ETA, armado un tremendo lío con el nuevo estatuto catalán y verse ya que se equivocaba con el manejo de una crisis, que negaba. Por lo que la diferencia de fondo puede estar en que los norteamericanos responsabilizan a su políticos de los errores que cometen, y los españoles no. O si lo quieren en un plano más abstracto: que nosotros seguimos apoyando a un político por causas ideológicas aunque lo haga mal, mientras los norteamericanos lo jubilan. Lo confirma que a Obama ha sido su pueblo quien le ha marcado el cambio de rumbo, mientras a Zapatero han tenido que ser las instancias internacionales. De no ser por ellas, puede que estuviésemos todavía con sus parches, que sin resolver nada, nos hundían cada vez más en el foso. ¿Es esa la última causa de nuestros males?


ABC - Opinión

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