viernes, 5 de noviembre de 2010

La hora del Tea Party. Por César Alonso de los Ríos

Hasta hace bien poco se llegó a calificar como fascistas a los neoconservadores americanos y españoles.

¿Puede hablarse de un Tea Party en España? El editorialista de una emisora respondía ayer que sí mientras los colaboradores del programa defendían lo contrario. En otro medio un comentarista cultural escribía que un posible Tea Party español nunca tendría el signo puritano del movimiento norteamericano. Según él, el derechismo en España es compatible con la desvergüenza de Sánchez Dragó, la bravuconería de Pérez Reverte y la rijosidad del alcalde de Valladolid. Ayer, en ABC, Ignacio Camacho advertía con razón que la imputación de un informal Tea Party a un sector del PP era una operación del progresismo destinada a confundir derecha e involucionismo. En este sentido hasta hace bien poco se llegó a calificar como fascistas a los neoconservadores americanos y españoles. Tal hizo Pepín Vidal Beneyto cuya muerte tampoco iba a reducir el caos de nuestra vida cultural.

Pero ¿por qué esta obsesión con comparar el Partido Republicano y la derecha española si pertenecen a modelos tan distintos? Antes de nada habría que eliminar de este debate aquellas derechas que tienen como meta convertir en Estados las regiones a las que pertenecen. Los condenables nacionalismos que acaba de recordar Vargas Llosa. Pero, sobre todo, porque mal se puede considerar Tea Party a una corriente que no tiene aparato propio. Lo que sí viene a demostrar este debate es la conciencia general de que es tal la gravedad de las contradicciones del PP (ideológicas, morales, culturales, económicas …) que tan sólo resulta soportable por las esperanzas del poder. ¿Qué tienen que ver, los liberales de Lasalle con los de Jiménez Losantos, los principios económicos de Recarte con los de Montoro o el estilo de Aguirre con el de Gallardón? Pero en el caso de que Rajoy llegue a la Moncloa es difícil pensar que no quieran tomar el té en estupenda armonía todos juntos o por partes.


ABC - Opinión

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