miércoles, 1 de septiembre de 2010

Dos hombres y un destino: el año crucial de Rajoy y ZP. Por Federico Quevedo

Los nacionalistas vascos y catalanes han decidido amargarle el inicio del nuevo curso político al presidente del Gobierno. Tanto CiU como el PNV anuncian dura oposición y muchas probabilidades de no aprobar los Presupuestos Generales del Estado. El diario El País, tabloide oficial de la progresía y portavoz autorizado de Moncloa -o sea, algo así como el Izvestia soviético-, publicaba ayer que el Gobierno da por hecho que si no hay Presupuestos, toca elecciones al inicio del nuevo año, entre enero y marzo, porque luego vienen las autonómicas y municipales de mayo. Yo, que quieren que les diga, no termino de creerme lo del PNV -un poco más lo de CiU- y sospecho que al final acabarán prestándole esos votos a Rodríguez para que aguante un poco más, entre otras cosas porque en su necesidad de estrujar a quien habite La Moncloa es más cómodo hacerlo con un inquilino débil que con otro fuerte. Pero nunca se sabe. En cualquier caso, tanto si hay elecciones anticipadas como si no las hay, este curso de 2010-2011 va a ser crucial para los dos líderes políticos llamados a dirigir o seguir dirigiendo nuestros destinos, Rodríguez y Rajoy, y en el no solo se van a jugar su futuro sino lo que aún es más importante: el nuestro.

Rodríguez, una vez cruzado el ecuador de su segunda legislatura, se muestra como un político acabado, sin fuelle, incapaz… Pero conserva un cierto instinto animal que le hace levantarse incluso en los momentos más difíciles, y empujado por una sobredosis de autoestima y un impenitente narcisismo, sigue creyéndose en posesión de la verdad y de la argucia necesaria para superar sus momentos más bajos. Solo necesita, según cree él, que el país supere la crisis a tiempo de poder vender a la opinión pública esa superación como éxito personal antes de las elecciones generales. Es difícil, sin embargo, que eso ocurra. Más bien al contrario, los analistas y expertos son de la opinión de que este otoño van a volver a reproducirse algunas de las tensiones que se vivieron en la pasada primavera, incluso con más virulencia si se descubre, como parece que está ocurriendo, que el Gobierno ha echado mano del fondo de reserva de las pensiones para comprar deuda pública y bajar la prima de riesgo. Sea o no así, lo cierto es que la crisis no ha terminado de pasar, nos esperan todavía meses de crecimiento negativo y paro, sin que el Gobierno ofrezca solución alguna según se está pudiendo comprobar en el Parlamento.


Al atosigamiento económico hay que añadir una exasperante situación política, con un Gobierno que prácticamente ha desaparecido y que este mismo mes de agosto ha demostrado su debilidad de un modo clamoroso, volviendo a ponernos en una situación de vergüenza ante nuestros socios y aliados, primero con el pago del rescate de nuestros dos cooperantes secuestrados en el Magreb, y después con una crisis diplomática con Marruecos que se reproduce cada vez que Rabat observa síntomas de debilidad en la diplomacia española. Hemos hecho el primo, dicho de otro modo. Nos han tomado por el pito del sereno y encima estamos contribuyendo a poner la cosas muy difíciles en ese entorno ayudando a fortalecer la infraestructura de Al Qaeda en la región. Eso fuera, porque dentro de nuestras fronteras el Gobierno de Rodríguez muestra esa misma debilidad en su relación con sus supuestos socios y amigos, y se muestra capaz de vulnerar la ley y retorcer el Estado de Derecho con tal de satisfacer las demandas de Montilla.

«Todo apunta a una debacle socialista en el feudo catalán, que le dio a Rodríguez la victoria en 2004 y, sobre todo, en 2008».

Un Gobierno débil, por tanto, y un presidente en sus horas más bajas que va a poder calibrar el alcance de su deterioro en las elecciones catalanas de finales de octubre. Ese será, para todos, el primer termómetro de la situación y si los sondeos no se equivocan, todo apunta a una debacle socialista en aquel feudo que fue el que le dio a Rodríguez la victoria en 2004 y, sobre todo, en 2008. El resultado de Cataluña servirá, por tanto, para adivinar lo que pueda pasar en las elecciones generales si se adelantan. En caso contrario, Rodríguez tendrá unos meses escasos para intentar remontar en algo las encuestas de cara a las municipales de mayo de 2011. Para eso necesita reconducir la crisis y ofrecer una imagen de Gobierno fuerte y sólido que, francamente, hoy por hoy parece imposible.

Las municipales de 2011 pueden plantearse, de hecho, como un plebiscito a su gestión y el PSOE podría perder ciudades y Comunidades Autónomas en las que gobierna y en las que, en otra situación, seguiría contando con el respaldo ciudadano. Si esa anunciada debacle se produce, será muy difícil que el PSOE pueda recuperar terreno e, incluso, es cuando cabría plantearse si Rodríguez serviría como candidato o su cartel electoral se ha convertido en una rémora.

¿Y en el PP? Lejos de sentarse a ver pasar el cadáver de su enemigo, o dejar que este te cueza en su propio caldo, Rajoy debería aprovechar el inicio de este curso político para sentar las bases de una seria alternativa de Gobierno. La distancia que le separa del PSOE debe de afianzarse, y eso hay que hacerlo con gestos hacia el electorado. La oferta de Plan Global contra la crisis hecha este verano es un avance, pero la crisis de este país requiere de un mayor compromiso que se extienda a otras facetas. El daño que ha hecho el Gobierno socialista de Rodríguez es mucho y volver a recomponer todo lo que se ha roto va a llevar tiempo y esfuerzo, y sería bueno que los ciudadanos lo supieran y fueran conscientes de que, como ya ocurriera en la Transición, va a ser necesario un nuevo capítulo de consensos y generosidades, si es que ambos partidos están dispuestos a marchar por ese camino. Me consta que el PP sí, pero tengo mis dudas respecto del PSOE, al menos de este PSOE. Pero no basta con eso: Rajoy tiene que hacer gestos. Gestos que clarifiquen su postura respecto de ciertos comportamientos que la sociedad no aprueba, y aunque las encuestas sean las que son, es necesario que el líder del PP despeje de una vez la duda de la candidatura de Valencia en el único sentido posible: su partido necesita otro candidato que debe elegirse de inmediato después de agradecer a Camps los servicios prestados, que han sido muchos y muy generosos, y garantizarle un futuro prometedor cuando acabe su calvario judicial y siempre que lo haga de modo absolutorio.

Rajoy y Rodríguez se enfrentan, por tanto, a un año crucial. Lejos de darle la razón al Financial Times, no creo que las elecciones las vaya a ganar el partido que cambie de candidato. Ni creo que el PSOE gane si Rodríguez no se presenta, ni creo que el PP pierda por llevar a Rajoy de cabeza de cartel. Más bien al contrario, estoy absolutamente seguro de que ganará, y de que además lo hará por una mayoría suficiente para gobernar y llevar a delante ese proyecto reformista que el país necesita. Como creo que, además, es Rajoy el modelo de político que en este momento requiere la situación en que nos encontramos: un político dialogante y abierto al consenso. Pero también es verdad que en política nada es como parece, y que el PP ni puede ni debe dormirse en los laureles porque nunca se sabe hasta donde llega la capacidad de recuperación del adversario. Y si hay algo que en este momento no le conviene nada a este país sería un tercer mandato de Rodríguez. Para echarse a temblar.


El Confidencial - Opinión

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