sábado, 24 de julio de 2010

Obcecaciones varias. Por Hermann Tertsch

A nadie debe sorprender que los nacionalistas, catalanes o vascos, nos canten sus supuestas semejanzas con los kosovares.

El visto bueno de la Corte Internacional de Justicia de las Naciones Unidas a la independencia de Kosovo ha vuelto a llenar páginas y espacios radiofónicos y televisivos de fantasmas más o menos majaderos. Entre los miedos de unos, las alegrías injustificadas de otros por el fallo y la perfecta ignorancia sobre los Balcanes y su historia, no dejan de oírse y leerse jeremiadas por todas partes.

A nadie debe sorprender que los nacionalistas, catalanes o vascos, nos canten sus supuestas semejanzas con los kosovares. Ya les gustaría a estos últimos, pobres, que fueran ciertas. Y ser catalanes españoles o vascos españoles con su actual autonomía. Lo que resulta ridículo es que el Gobierno español —que ya hizo todo para crear estos falsos paralelismos con su negativa a reconocer a Kosovo cuando lo hicieron todas las democracias avanzadas— siga en sus trece. Que siga obcecado en su negativa al reconocimiento de Kosovo y alimente así la inútil obcecación de Serbia que no sirve sino para retrasar una catársis general en la sociedad serbia que permita a esta nación mirar al futuro en una Europa unida y no al pasado en sus tinieblas balcánicas.


¿Qué conseguimos con nuestro cerril apoyo a Serbia? Una flamante medalla de ciudadano de honor de Belgrado para nuestro ministro Moratinos. Además de la creciente desconfianza de nuestros aliados por una política exterior española cada vez más lejana de la UE, cada vez menos fiable por ese prurito izquierdista y tercermundista que Moratinos da a todo lo que toca, se trate de Cuba, de Oriente Medio o los Balcanes. La tontuna de erigir a España en una especie de «Pepito Grillo no alineado» no nos puede traer más que disgustos y marginalidad. En eso estamos.

Por eso convendría que España hiciera caso cuanto antes a la Corte Internacional de Justicia, a Estados Unidos y a nuestros aliados europeos, reconociera cuanto antes a Kosovo y saliera del «fuera de juego» en el que Moratinos nos ha situado. Y que nos perjudica por igual a Serbia, a Kosovo y a nosotros.

Pero parece que no. Que el Gobierno español se empeña en competir en obcecaciones con el campeón en la materia que es Serbia. Mal camino es éste. El único favor que podemos hacer a Serbia es ayudarle a superar la pérdida irreversible, resultado de una guerra por ellos comenzada. Y que es el último capítulo de la dinamitación de Yugoslavia, organizada por Slobodan Milosevic desde Belgrado con el apoyo masivo de su población.

El reconocimiento por parte de España ayudaría a los serbios a reconocer que ahora debe mirar al futuro dentro de la Unión Europea y no hundirse en una inútil melancolía nacional tan corrosiva como inútil. Como los alemanes tras la Segunda Guerra Mundial, que sólo consiguieron dar el salto a la comunidad de naciones libres y democráticas cuando asumieron las pérdidas, territoriales y de todo tipo, Serbia tiene que comprender que su futuro pasa por reconocer esta realidad nueva que es un Kosovo independiente. Obcecarse en Madrid en apoyar a Belgrado para que continúe sumida en su propia obcecación sólo nos perjudica a ambos.


ABC - Opinión

Zapatero. Pro catalán a ratos. Por Maite Nolla

Zapatero acepta y apoya que los españoles ya no seamos iguales; depende de la comunidad en la que vivimos, porque ni siquiera ellas son iguales entre sí.

Zapatero se ha declarado pro catalán. Pro nacionalista, quería decir. El presidente del todo declara que quiere más a una parte. Todos estos años de esfuerzo desde Cataluña han tenido recompensa. Siempre hemos dicho que los catalanes no somos como los murcianos que, como ustedes saben y para cabreo de Pablo Molina, es el ejemplo que los nacionalistas catalanes ponen siempre para rechazar cualquier forma de igualdad y para reivindicar la asimetría; aunque nuestro presidente sea de Córdoba y tengamos dos ministros catalanes de origen almeriense y extremeño. El caso es que por fin han conseguido que un presidente del Gobierno de España haya asumido ese discurso y que lo diga en público. Es decir, el presidente acepta y apoya que los españoles ya no seamos iguales; depende de la comunidad en la que vivimos, porque ni siquiera ellas son iguales entre sí.

De todas formas, estas declaraciones para satisfacer a los de los editoriales comanditarios no son como parecen o son menos de lo que parecen. Y hay que reprochar al PP que no se entere de nada, porque ni siente ni padece. Ellos se dedican a la poesía y al ciclismo. Les digo esto al hilo del descubrimiento arqueológico reciente de que cuando Montilla era ministro consideraba inconstitucional gran parte del contenido del estatuto, –los servicios jurídicos del Ministerio de Industria, tampoco hay que pasarse–; por cierto, incluso más que lo que ha declarado finalmente la sentencia. Y eso pasa con muchas otras cuestiones. Por ejemplo, con las multas lingüísticas, defendidas por todo el PSOE, de Zapatero para abajo, pero que la Abogacía del Estado del señor Caamaño considera ilegales, sobre todo cuando le cascan las multas a Correos. Y en el PP, donde le pegas una patada a un Jaguar y te sale un abogado del Estado, no se enteran y no son capaces de ir al Congreso a decirlo.

Pero es que estos días se ha conocido que el Ministerio de Medio Ambiente –o cómo se llame ahora– está litigando contra la Generalitat por la competencia sobre agua. Uno de los síntomas que demuestran que en España se han creado fronteras es que cualquier paleto se enrosca la boina y dice que el río que pasa por su pueblo es suyo, aunque recorra media España y pase por seis comunidades diferentes. En eso el PP ya ha abandonado cualquier lucha y si no les remito a lo que sobre el agua dice la señora Cospedal. La cuestión es que, como en casi todo, el nuevo estatuto considera a Cataluña en esto un territorio independiente. Sucede que dos de los ríos de mayor importancia en Cataluña, que son el Ebro y su afluente leridano, el Segre, transcurren también por territorio aragonés y aquí viene el problema. Según mis noticias la Abogacía del Estado ha interpuesto no menos de treinta demandas contra la Generalitat, por considerar que la Agencia Catalana del Agua se ha arrogado atribuciones de la "CHE" –Confederación Hidrográfica del Ebro– sobre la materia. Es decir, Zapatero acude a los tribunales contra la dignidad hídrica de Cataluña. Urge otro editorial conjunto, aunque sea sectorial. Ya ven, pro catalán sí; pero a ratos.


Libertad Digital - Opinión

Fomento contra Cantabria. Por M. Martín Ferrand

Revilla mantiene presente la región que lidera en el primer plano de la realidad española, algo titánico y meritorio.

POLACIONES, uno de los municipios menos poblados de Cantabria, en donde nace el Nansa y nació José María Revilla, es un lugar singular y pintoresco que, viéndolo, ayuda a entender la personalidad del presidente de Cantabria, el líder autonómico más valorado entre los 17 que integran el conjunto de nuestra original y costosa —¿sostenible?— panoplia administrativa y política nacional. Revilla es un hombre sencillo, más a la derecha que a la izquierda, populista y socio del PSOE después de haberlo sido del PP, que, dicho sea de paso, tras menospreciarle en su valor representativo, le sometió a todo tipo de malos tratos. Preside sin discusión alguna y con el total acatamiento de sus conmilitones el PRC que es, en votos, el tercero de los partidos de la región. Su minoría natural le obliga a notables equilibrios con su vicepresidenta en el Gobierno, Lola Gorostiaga, una socialista prudente y discreta que le ha sabido birlar el poder, aunque sea para otros, al mayoritario PP, magníficamente representado en la alcaldía de Santander y paupérrimo, tras la herencia presidencial de José Joaquín Martínez Sieso, en su representación autonómica.

El singular Revilla, sesentón avanzado, maneja las anchoas de Santoña con la misma habilidad e idéntico fin que un sheriff del Far West, de los de las películas, manejaba el Colt 45 y, siempre dispuesto a ser el más rápido en sacar, mantiene presente la región que lidera —algo más de medio millón de personas y cinco mil kilómetros cuadrados— en el primer plano de la realidad española, algo titánico y meritorio que exige garbo y dedicación. Ha sabido trajinarse a José Luis Rodríguez Zapatero, a quien visita en taxi y con frecuencia; pero, llegado el tiempo de los recortes amargos, pudiera ser que fuese Revilla el trajinado.

Hace solo un par de días, el mismísimo presidente del Gobierno le garantizó a Revilla la llegada del AVE a Cantabria. Una promesa de Zapatero, como demuestra la experiencia, no es mucha cosa ni mayor garantía, pero sí constituye novedad que solo dure 24 horas. De los 32 grandes parones en las obras públicas que el ministro de Fomento anuncia para toda España, 4 corresponden a Cantabria. Algo desproporcionado. Especialmente si se considera que uno de esos recortes corresponde a los únicos treinta kilómetros —el tramo Torrelavega-Solares— que quedan para terminar la A-8, la pomposamente bautizada como Autovía del Cantábrico. Cabe preguntarse: si el Gobierno de Zapatero trata así a sus aliados, socios y amigos, como el presidente Revilla, ¿qué puede llegar a hacer para perjudicar a sus adversarios?


ABC - Opinión

Bancos. Más allá de los stress test. Por Juan Ramón Rallo

Aun cuando nuestro sistema financiero no quiebre, el futuro que se le abre a la banca y a la economía española no deja de ser lúgubre.

Los stress test de la banca española ya son públicos. Después de varias semanas de expectación, después de varios meses de ocultación, ayer tuvimos acceso a unos datos que supuestamente iban a revolucionar el modo en que observábamos a la banca española. En realidad, sin embargo, en el agregado hay muy poca información novedosa que no pudiera extraerse de las estadísticas que mensualmente publica el Banco de España en su página web. Sin salir de esta casa, Alberto Recarte llegó en 2009 a un cálculo de pérdidas muy parecido al que nos han ofrecido los burócratas europeos.

Aún así, creo que la escasa transparencia que en general caracteriza a toda la contabilidad bancaria aconseja que pongamos las cifras en cuarentena. O, al menos, que no nos creamos que son cálculos que gozan de una precisión apodíctica. Si en economía anticipar el futuro con exactitud ya resulta un ejercicio destinado a fracasar, en el caso de los bancos el margen de error puede oscilar en varias decenas de miles de millones de euros.


Con esto no quiero decir que las pérdidas previsibles del sistema bancario no tengan nada que ver con las ofrecidas por los test de estrés, sino que habida cuenta del enorme deterioro que ha sufrido nuestra economía en los últimos tiempos, los quebrantos finales probablemente se acerquen más a los 250.000 millones de euros que a los 207.000 que anticipan los test para el peor de los escenarios. Al fin y al cabo, no es demasiado difícil que los inmuebles se deprecien más del 30% que se ha presumido y que los impagos (especialmente en el sector empresarial) sean mayores de los supuestos. Además, los test pronostican que, como poco, nuestras entidades de crédito obtendrán en 2010 y 2011 un margen bruto de explotación (beneficios por sus actividades ordinarias) de 100.000 millones de euros, apenas un 20% menos que en los años de bonanza. Un recorte más prudente nos debería llevar a considerar una caída de entre el 30% y el 40%.

Dicho de otro modo, lejos de los 2.000 millones de euros de fondos públicos que los test sostienen que van a necesitar los bancos y cajas españoles para alcanzar una capitalización aceptable, lo más probable es que esa cifra ascienda hasta los 80.000 millones, lo que implicaría agotar de facto la dotación con la que cuenta el FROB.

Pero incluso con estas enmiendas de brocha gorda, el resultado final de los stress test no resulta tan calamitoso como muchos se temían, pues en general, y merced al tráfico del dinero del contribuyente, el sistema financiero español podría sobrevivir. Sin embargo, llegados a este punto, sí querría efectuar cuatro comentarios que, salvo excepciones, no suelen acompañar a las buenistas conclusiones de los test de estrés y que resultan fundamentales para saber dónde estamos y dónde vamos a estar.

Lo primero es que todos los cálculos anteriores asumen que a partir de ahora la economía española va a sufrir un deterioro moderado, tirando a estancamiento, en su crecimiento. En tanto esta hipótesis no se cumpla, la morosidad y por tanto las pérdidas de la banca serán sustancialmente mayores. ¿Hay motivos para pensar que España se desplomará? Los hay. Un paro del 20%-25% de la población activa destruye cualquier economía, especialmente si el Estado trata de jugar un papel "compensatorio" que ni puede ni debe permitirse. O las empresas se reajustan o sólo las partes más productivas de nuestra economía seguirán en funcionamiento, lo que equivale a decir que nuestro PIB puede caer hasta un 20% con respecto al de 2007... y de momento –gracias a los insostenibles planes de estímulo que sólo retrasan lo inevitable– no hemos caído ni siquiera un 5%.

En segundo lugar, los test de estrés no han considerado la posibilidad de que algún Estado (¿Grecia? ¿España?) quiebre. Sólo se han atrevido a recortar el valor de la deuda pública en propiedad de los bancos que éstos esperan vender en menos de un año (trading book) y no el de la deuda pública que buscan conservar hasta su vencimiento (banking book). Pero la parte del león se encuentra en la segunda. Un eventual impago de España, huelga decirlo, acabaría con nuestra banca, de ahí que resulte urgente acabar ya con el elefantiásico déficit público, mejorando la solvencia de la Administración.

Tercero, y esto es esencial, los test de estrés son mediciones de solvencia de las entidades, no de liquidez. Lo que indican es que en principio la banca logrará los recursos necesarios para hacer frente a todas sus deudas, pero no tratan de pronosticar si dispondrá de los recursos suficientes en el instante necesario. La diferencia entre liquidez y solvencia es importante, pues si las entidades carecen en un determinado momento de fondos, se verán forzadas a liquidar anticipadamente su activo, lo que provocará pérdidas adicionales a las previstas por los test. El asunto es endiablado, pues entre la banca y el Estado español se produce una situación de interdependencia que bien podría acabar con ambos: el Estado necesita a la banca para que financie parte de su deuda, y la banca necesita esas emisiones de deuda para, mediante el FROB, ampliar capital y sobrevivir. La posición de ambos es tremendamente débil (ni siquiera merecen ser considerados castillos de naipes) y por ello ante el más mínimo susto los dos se encuentran a punto de colapsar (como sucediera en mayo). Si, por ejemplo, el Estado no logra colocar parte de sus emisiones de deuda a los inversores extranjeros, la banca española se hallará un pelín más cerca de la quiebra, con lo cual se le cerrará el grifo del mercado interbancario y, asfixiada como está, tampoco podrá participar en adquirir esas emisiones de deuda del Estado. Al final, pues, o los dos caen en suspensión de pagos o financian sus pasivos a tipos de interés crecientes, como le pasa a Grecia (lo que provoca depreciaciones adicionales en el trading book de la banca). De momento, ambos han sobrevivido gracias a la muy laxa política del BCE, pero es de esperar –y de desear– que Trichet en algún momento cierre el grifo: en caso contrario, Zapatero y los directivos de la banca nunca se reestructurarán (o tardarán lustros en hacerlo) y la economía se encontrará en un estado zombie.

Y, por último, incluso en el supuesto de que ninguno de los riesgos anteriores se conjure, el futuro que se le abre a la banca y a la economía española no deja de ser lúgubre. Aun cuando nuestro sistema financiero no quiebre –y a la luz de los test, es un futurible al menos razonable–, lo que sí resulta seguro es que sufrirá unas pérdidas cuantiosísimas que erosionarán la mayor parte de su capital. Es decir, la capitalización de nuestros bancos y cajas será mucho menor de la necesaria para que éstos se decidan a asumir el riesgo de seguir concediendo nuevos créditos a familias y empresas.

En esta caso, y como ya supiera ver en 1937 el gran economista Ludwig Lachmann, lo previsible es que bancos y cajas traten de compensar su escaso margen de solvencia con una progresiva mejora de su liquidez (con un incremento de sus saldos de tesorería). Ya que no son suficientemente solventes, al menos tratarán de convertirse en extraordinariamente líquidos (los keynesianos denominan a este proceso "trampa de la liquidez", aunque lo atribuyen a factores del todo distintos). Y esto, para que nos entendamos, se traduce en no conceder nuevos créditos cuando vayan venciendo los existentes.

No es que este ejercicio de prudencia y desapalancamiento resulte a largo plazo perjudicial para una economía, pues al fin y al cabo los agentes no pueden incrementar de manera permanente su endeudamiento (en algún momento tienen que pagar sus obligaciones). Sin embargo, sí deberíamos prepararnos para, en el mejor de los casos, asistir a una década de estancamiento en la que trabajaremos (si la ley laboral nos deja) para devolver todo el endeudamiento extraordinario de nuestros recientes años locos. Algo muy similar a lo que le ocurre a Japón desde 1990.

Si no queremos que nos suceda lo mismo –perder dos décadas en lugar de solo una– convendría no hacer demasiado caso a quienes aconsejan implementar políticas de expansión fiscal o monetaria, pues el problema es real y no parece tener una solución instantánea. Japón lo intentó todo y todo fracasó. Aquí no será distinto (ya lo estamos descubriendo) y puede que de hecho resulte mucho peor, pues al menos los nipones ahorran la mayor parte de sus rentas y pueden sufragar internamente los despilfarros de su gobierno (a nuestro país los malditos especuladores foráneos le cortarían mucho antes el chorro de crédito).

En definitiva, más allá de las pérdidas concretas que vayan a sufrir los bancos y cajas españoles en los próximos años reflejadas en los stress test, lo cierto es que tenemos por delante importantes retos a corto y a largo plazo que deberemos afrontar si no queremos dinamitar la economía. La parte buena del asunto es que los remedios para el corto y el largo plazo son los mismos: liberalización de los mercados y austeridad por parte de todos los agentes económicos. La parte mala es que ambas soluciones son incompatibles con el ADN intervencionista de nuestra casta partitocrática. Hagan sus pronósticos.


Libertad Digital - Opinión

Las rutinas de la libertad. Por Ignacio Camacho

Nos hemos acostumbrado tan pronto a la democracia que hemos dejado de percibirla como un bien moral escaso.

LA libertad, como la salud, el amor o cualquier otro de «los preciosos dones que a los hombres dieron los cielos», que decía Don Quijote, es un valor que se estima mucho mejor cuando no se tiene. La mayoría de los españoles contemporáneos no ha vivido o no recurda ya otro clima civil que el de la democracia, pero tampoco hace demasiado tiempo que carecíamos de ella; nos hemos acostumbrado tan pronto que hemos dejado de percibirla como un bien moral escaso que por desgracia ha sido casi una excepción de nuestra Historia. Del mismo modo que en la sociedad del confort uno llega a sentir como una contrariedad irritante la avería de un teléfono móvil que hace quince años ni nos planteábamos usar, cuestionamos con fastidio arrogante los defectos funcionales de un sistema que sin duda tiene muchos… pero bastante menos que todos los demás. Y tienen que venir de fuera las víctimas de su ausencia, los sufridores de la tiranía, para hacernos ver con la sencillez de su mirada hasta qué punto es valiosa esa cotidianeidad que a veces tanto nos desconsuela.

Así ha ocurrido con los refugiados cubanos recién expulsados por la dictadura castrista, que al poco de aterrizar se extasiaron al ver en la televisión ese debate entre Zapatero y Rajoy que a tantos españoles resultó un cansino ejercicio de repetición sectaria de vicios comunes. «Conocía la democracia en teoría, pero nunca la había visto en la práctica», ha declarado a ABC un embelesado resistente llamado Normando Hernández, al que el delito de opinar le ha costado varios años de cárcel en la isla. El tipo se quedó extasiado ante un episodio de normalidad democrática que jamás ha visto en el paraíso comunista. Y todo el aburrido ritual de reproches mutuos, el pantanoso aislamiento de prejuicios que para nosotros constituye el ejemplo de una política de baja calidad colapsada en su burbuja de endogamia, les pareció a Hernández y a sus compañeros el asombroso, rutilante descubrimiento de una utopía.

Nótese la generosidad moral de la lección de unos hombres que no se han deslumbrado con la exhibición consumista, ni con las tiendas repletas, ni con la energía sin racionar, como le ocurrió a cierto futbolista yugoslavo del Betis que llegó a España en los años ochenta y que, preguntado por sus impresiones, declaró su inmediata fascinación por el supermercado de El Corte Inglés. A los disidentes cubanos, encerrados en las sucias mazmorras castristas por defender un atisbo de libertad relativa en su irrespirable atmósfera de unanimidad forzosa, lo que les ha conmovido es la manifestación elemental del juego democrático, el debate, la discrepancia que a nosotros ya nos hastía como expresión de un bloqueo estéril. Que lo es, ciertamente. Pero que desde la cómoda rutina de la libertad tendemos a despreciar sin cuestionar lo que significa para los que no pueden siquiera imaginarlo.


ABC - Opinión

ZP. El feliz irresponsable. Por Pablo Molina

Estamos en pleno proceso revolucionario, afortunadamente pacífico, impulsado precisamente por aquél que debería garantizar la estabilidad de las instituciones y su continuidad en el tiempo.

En su visita a Barcelona para dictar una conferencia a sus socios del tripartito, Zapatero ha explicado con total tranquilidad que "no se hace responsable" de la sentencia del Tribunal Constitucional. Confesada su irresponsabilidad, de la que en el resto de asuntos ya teníamos abundantes pruebas, Zapatero ha añadido que va a intentar todas las maniobras al alcance de su mano para revertir las consecuencias de la decisión del alto tribunal.

El día que prometió cumplir y hacer cumplir la constitución no dijo que la promesa quedaría sin efecto en caso de que los nacionalistas catalanes necesitaran destruir el orden jurídico-político de la nación española. Al contrario, tomó posesión de la presidencia del Gobierno, salió del paso con la mejor de sus sonrisas y aparcó la imagen en el rincón de la corteza cerebral responsable de la memoria a corto plazo para que no le asaltaran escrúpulos en el futuro cuando faltara a su palabra, cosa que el personaje hace constantemente como una prolongación natural de su personalidad.


Y, sin embargo, el presidente del Gobierno es el principal responsable de que los actos de los poderes públicos se ajusten a la legalidad vigente, por más que se pretenda, como Zapatero, que dirigir un país es tener carta blanca para llevar a cabo golpecitos de estado institucionales cada vez que las necesidades electorales de su partido así lo aconsejen.

Estamos en pleno proceso revolucionario, afortunadamente pacífico, impulsado precisamente por aquél que debería garantizar la estabilidad de las instituciones y su continuidad en el tiempo. La constitución no es una ficción coyuntural sometida a las tensiones de la aritmética electoral de los agentes políticos, sino la voluntad expresa de un pueblo acerca de cómo ordenar la vida en común. Si se subvierte de forma artera sin consultar a los ciudadanos podremos hablar de consulado, imperio, señorío, oligarquía, caudillaje, regencia o federalismo bilateral, que es la forma que finalmente parece que va a adoptar el engendro. De cualquier cosa menos del estado de derecho, fruto de una constitución que consagra la monarquía parlamentaria como sistema de gobierno de una nación de ciudadanos libres e iguales. Igual a la vuelta de las vacaciones la Casa Real tiene algo que decir al respecto, pero no lo den por seguro.


Libertad Digital - Opinión

Chávez y las FARC

La mejor manera de ocultar los graves problemas internos de Venezuela es encender un conflicto con el exterior que nadie desea.

COMO era de esperar, el caudillo venezolano Hugo Chávez ha vuelto a decretar la ruptura de relaciones diplomáticas con la vecina Colombia a cuenta de la presentación por parte del presidente saliente, Álvaro Uribe, de ciertas evidencias sobre las actividades de la narco guerrilla colombiana en Venezuela. Las simpatías de Chávez hacia grupos como las FARC no son un secreto para nadie, y, aunque no se ha atrevido a dar el paso, en varias ocasiones ha expresado su interés por otorgar a este grupo terrorista la condición de «parte beligerante». Su fundador, Manuel Marulanda, alias «Tirofijo», ha sido reconocido hasta con estatuas en la Venezuela de Chávez, y las citas de este último para elogiarle son innumerables. Lo que Colombia ha llevado por primera vez al seno de la OEA son pruebas de que, además de este apoyo dialéctico y moral, los terroristas colombianos han recibido ayuda material por parte de las autoridades venezolanas, y ha advertido que puede llevar el caso al Tribunal Internacional para probar que un número significativo de combatientes se encuentran en territorio venezolano. En condiciones normales, lo que debería hacer Chávez es desmentir las acusaciones con pruebas, no con bravatas, pero una vez más ha preferido movilizar a los países sobre los que ejerce un ascendiente político, de manera que parezca que Colombia está aislada, acusar a Uribe de estar al servicio de intereses extraños y amenazar con un conflicto armado que heredaría el presidente electo, Juan Manuel Santos. La mejor manera de ocultar los graves problemas internos de Venezuela es encender un conflicto con el exterior que nadie desea. En definitiva, Chávez prefiere romper con Colombia antes que romper con una organización terrorista.

ABC - Editorial

Vuelta a la normalidad

Las pruebas de solvencia son la base para que se recuperen el crédito y el interbancario en Europa.

Las pruebas de resistencia (stress tests) de la banca europea, esperadas con gran expectación por los inversores y los Gobiernos, han confirmado la percepción general de que las entidades financieras del área euro tienen un grado de solvencia razonable. Solo siete entidades europeas, entre los que se encuentran CajaSur, cuatro grupos de cajas españolas en proceso de fusión, el nacionalizado Hypo Real Estate alemán y el griego Atebank, han suspendido las pruebas, mientras que los españoles Santander y BBVA se sitúan entre los mejores ratios de capital (10% y 9,3%, respectivamente) de la eurozona. El Banco Central Europeo (BCE), los Gobiernos y la Comisión Europea se apuntan un tanto, puesto que han jugado con éxito la carta de la transparencia como el mejor remedio para combatir los rumores poco fundados sobre la debilidad de la banca europea y, al mismo tiempo, se demuestra que los costosos programas de rescate y recapitalización (236.000 millones en toda Europa) han tenido éxito.

El caso de las cajas españolas que no han pasado el examen (el grupo Caixa Catalunya, Caixa Tarragona y Caixa Manresa, el formado por Caja Duero y Caja España, la Banca Cívica, Unimm y CajaSur) tampoco se aparta del guión previsto. Como puede apreciarse, están incursas en procesos de fusión y requerirán en conjunto una recapitalización de poco más de 2.000 millones de euros para cumplir con los requisitos de solvencia en el peor de los escenarios establecidos. En función de los resultados conocidos de los exámenes, está claro que el Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria (FROB), cuya prórroga autorizó ayer Bruselas, está suficientemente dotado para hacer frente a la recapitalización de la banca española. Las pruebas demuestran además la malevolencia de las interpretaciones según las cuales el hecho de que el FROB hubiese aportado apenas 11.000 millones de los 99.000 que entre capital y avales tenía como dotación era prueba inequívoca de que el sistema español requería fortísimas inyecciones de capital que el Gobierno y la propia banca se negaban a reconocer. Pues bien, el Banco de España ha facilitado toda la información necesaria sobre el 95% del sistema financiero español, un esfuerzo de transparencia muy por encima del que han realizado otros países europeos (Francia solo examinó a cuatro bancos). Lo propio ahora es que las entidades suspendidas acuerden con el Banco de España si el nuevo capital que requieren puede ser privado.

En apariencia, con las pruebas de resistencia publicadas ayer los inversores y las entidades financieras tienen la información necesaria como para tomar decisiones razonablemente seguras. Difícilmente tendrán los mercados y los propios bancos por otras vías una información tan detallada y exacta como la que se dio a conocer ayer en Londres. Los controles son más duros que los que se aplicaron a la banca estadounidense hace algo más de un año. Los mercados abiertos recibieron ayer con subidas los resultados de las pruebas. Por tanto, en condiciones normales deberían despejar las dudas sobre la solidez financiera europea (y española), tal como ayer sugirió el gobernador, dar por superada la primera fase de la crisis bancaria e iniciar la segunda, que será la recuperación del crédito y la normalización de los préstamos interbancarios, que se habían secado.

Ahora bien, los mercados pueden empecinarse en mantener la desconfianza con el argumento de que los datos facilitados son falsos, las estadísticas están trucadas o los requerimientos legales de solvencia de un país son demasiado laxos. La banca española sufre de graves problemas de liquidez en el interbancario por la sencilla razón de que en Europa se calcula que su exposición al hundimiento inmobiliario no se refleja en una tasa de morosidad excesivamente baja. Si esa desconfianza se mantiene, estaríamos ante un caso de mala fe.


El País - Editorial

Un sistema solvente

España puede sentirse muy satisfecha con los resultados de los conocidos test de estrés o pruebas de resistencia, que miden la capacidad de aguante de las entidades financieras en un escenario macroeconómico extremo. Los resultados de los exámenes, hechos públicos ayer por el Comité Europeo de Supervisores Bancarios, recogen una situación de fortaleza de nuestros bancos y de las cajas más importantes del país. Hay que recordar que España es el país que más entidades ha aportado a la prueba europea, con 27 en total –el 95% de sus entidades frente al 50% del resto de países–, y que, según explicó el presidente del Gobierno, ha hecho un esfuerzo adicional al facilitar datos más allá de los comunes a todos los países, como el de la cartera de crédito inmobiliario, lo que da todavía más valor a la robustez mostrada en los test.

Las entidades financieras de nuestro país han cumplido con creces el objetivo de las pruebas, que era calibrar la solvencia del sector financiero y enviar con las conclusiones de esta exigente criba un mensaje de confianza a los inversores sobre las posibilidades reales de afrontar con garantías circunstancias muy adversas. La experiencia de estos años de recesión han demostrado que las dudas sobre la firmeza del sistema han provocado graves daños y perjuicios, entre ellos un frenazo en seco del crédito, con consecuencias que no hemos superado todavía. En este sentido, estas revisiones comunitarias han aportado también el valor de la transparencia, necesaria e intrínsecamente beneficiosa cuando la solidez del sistema se pone en cuestión. Con las aportaciones de los bancos y cajas, los supervisores y las propias entidades dispondrán de un caudal de información que permitirá evaluar de forma mucho más ajustada su potencialidad y su grado de vulnerabilidad ante escenarios extremos.

Para España, los test han sido un instrumento muy positivo que nos consolida en un contexto de inquietud y vacilaciones de los mercados y los inversores hacia nuestro país. La mejora de ese estado de ánimo repercutirá en el flujo del negocio y, por ende, debería aliviar tensiones y presiones sobre la economía española. Desde luego, somos conscientes de que el sistema necesita mejoras y que necesitamos proseguir en el camino de las reformas para consolidar esa robustez. La Ley de Cajas ha sido un salto adelante muy significativo. Las entidades deben hacer con urgencia sus deberes con unas nuevas reglas de juego, en las que las fusiones, las entradas de capital privado y la despolitización delimiten directrices y posibilidades que es preciso explotar. Lo relevante hoy es que ese nuevo marco normativo permita a las entidades capitalizarse y administrarse mucho mejor, y que esa solidez posibilite prestar dinero a los ciudadanos y a las empresas. Nuestro sistema financiero es solvente y sólido, genera confianza y está en condiciones de asumir cualquier reto. El excelente resultado en las pruebas de estrés lo demuestra.


La Razón - Editorial

El socialismo puede rematar a nuestra banca

Todas las pérdidas que se generen a partir de ahora –que son las que podrían hacer quebrar a nuestro sistema financiero– tendrán un origen claro: la incapacidad del Ejecutivo para liberar a España del corsé regulatorio que le impide volver a crear riqueza.

Sería un error tomarse los resultados de los test de estrés de la banca española como cálculos exactos sobre cuáles van a ser las pérdidas que experimentará nuestro sistema financiero en el futuro. Desde el momento en que las cifras bailan en una horquilla de entre 150.000 y 200.000 millones de euros según adoptemos una perspectiva más o menos pesimista, la precisión queda desde luego diluida. Pero, al menos, sí cabe extraer una primera conclusión de los test que se hicieron públicos ayer: la banca española hoy por hoy no está quebrada.

Esto no significa, obviamente, que no haya muchas entidades que sí se encuentran al borde de la bancarrota, sino que el conjunto del sistema tiene activos suficientes con los que hacer frente a sus deudas. Las pérdidas serán de una enorme magnitud (cerca del 20% del PIB) pero de momento soportables. La capitalización de nuestras entidades les permitirá absorber, no sin ciertas dificultades, todos los excesos que se cometieron durante los años de la burbuja inmobiliaria, esto es, liquidarán sus malas inversiones sin necesidad de entrar en concurso de acreedores.


Los bancos han sido los que mejor han capeado el temporal, mientras que las cajas, dirigidas por los mismos políticos que ahora se afanan por controlar y regular el sector privado, han sido con diferencia las que peores resultados exhiben. Se demuestra, de nuevo, que incluso en un mercado tan tremendamente intervenido como el financiero, las entidades privadas tienden a ser más eficientes y responsables que las públicas y que la solución contra los ciclos económicos no está tanto en regular o nacionalizar a los bancos como en terminar con los privilegios de unas entidades de crédito que pueden acudir siempre que lo requieran al correspondiente banco central para que les refinancie los vencimientos de sus deudas.

Ahora bien, por mucho que la mayoría de economistas esté echando las campanas al vuelo por los resultados, convendría no dejarse llevar por una euforia excesiva. Las pérdidas aproximadas de los test de estrés dependen críticamente de que la economía española no se desplome, pues en caso contrario la morosidad será mayor de la prevista, los ingresos de los bancos decrecerán y, además, el Estado podría llegar a perder la capacidad para hacer frente a sus deudas. En otras palabras, a menos que la economía española deje de decrecer y comience a crear empleo, los cálculos europeos sobre las pérdidas esperadas de nuestro sistema bancario podrían resultar muy insuficientes.

Es, por tanto, tarea del Gobierno emprender cuando antes todos los ajustes necesarios para que la economía reflote, incluyendo una reforma laboral en condiciones, muy distinta del decreto-ley aprobado por el Ejecutivo. Si las pérdidas acaecidas hasta el momento cabe atribuirlas grosso modo al pinchazo de la burbuja creada por el Banco Central Europeo, todas las que se generen a partir de ahora –que son justo las que podrían hacer quebrar a todo nuestro sistema financiero– tendrán un origen claro: la incapacidad del Ejecutivo para liberar a España del corsé regulatorio e intervencionista que le impide volver a crear riqueza.

En todo caso, y aun aguantando el tipo, hay serios motivos para la preocupación. Que nuestro sistema financiero no quiebre no significa que goce de gran salud. Las pérdidas previstas por los test de estrés son de tal magnitud que nuestra banca quedará muy debilitada durante bastantes años. Hay un importante riesgo de que España se convierta en una especie de Japón, país que ya lleva dos décadas de estancamiento por una combinación de bancos infracapitalizados y pésimas políticas keynesianas. Lo lógico sería aprender de la historia y rectificar el rumbo seguido durante los últimos años, pero este Gobierno parece claramente dispuesto a sacrificar el bienestar de la sociedad por sus intereses electorales. Los test de estrés pueden no haber sido catastróficos, pero desde luego Zapatero sí lo es.


Libertad Digital - Editorial

Aprobado con reparos

A pesar de los resultados razonables que consigue la banca española, el Ejecutivo debería ser prudente antes de lanzar una de sus habituales operaciones de propaganda

AYER se hizo público por fin el resultado de las «pruebas de resistencia» de la banca europea. Las instituciones financieras españolas —nueve bancos y dieciocho cajas— han conseguido resultados muy dispares. En efecto, las instituciones principales aprueban el examen con holgura, mientras que varias cajas de ahorro suspenden claramente, incluidas algunas que han recibido ayudas del FROB. Se trata, sin duda, de un mecanismo razonable para que los inversores valoren la solvencia de las entidades, logrando así la imprescindible estabilidad de los mercados financieros. A partir de ahora, los rumores infundados no deberían afectar al crédito de los bancos, de manera que nadie podrá culpar de los vaivenes financieros a los especuladores malintencionados. En todo caso, los resultados ofrecen pocas sorpresas, puesto que los «grandes» demuestran su solvencia y, por el contrario, determinadas entidades de segundo nivel ofrecen serias dudas en cuanto a su capacidad de supervivencia en época de crisis.

Debe tenerse en cuenta a la hora de valorar el examen planteado por el Comité de Supervisión Europeo Bancario que la prueba ha sido superada por una amplia mayoría de las 91 entidades analizadas, si bien hay que destacar que entre las siete que suspenden figuran cuatro grupos de cajas españolas, así como la intervenida Caja Sur. Las entidades que necesitan recapitalización o avales los obtendrán de manera automática por parte de los Estados, lo que supone una carga notable para todos los ciudadanos. Sea como fuere, la transparencia es un elemento positivo, si bien a juicio de muchos expertos y del propio FMI los niveles exigidos para el aprobado han sido demasiado indulgentes. A pesar de los resultados razonables que consigue la banca española, el Ejecutivo debería ser prudente antes de lanzar una de sus habituales operaciones de propaganda. Que las entidades financieras estén preparadas para afrontar —en su caso— una situación de crisis extrema no es la panacea de todos los males porque estos datos tienen poco que ver con la economía familiar y de las pymes, así como con la imprescindible creación de empleo. El gobernador del Banco de España explicaba ayer con rigor el significado de este examen de estrés, situando los resultados en su justa medida. Por supuesto que es una buena noticia que la gran mayoría de nuestros bancos estén en condiciones de afrontar un hipotético panorama desolador, que nadie descarta en un futuro, pero ello no justifica ningún triunfalismo por parte de un Ejecutivo desbordado por las circunstancias.

ABC - Editorial

viernes, 23 de julio de 2010

Un oscuro decenario. Por M. Martín Ferrand

En este tiempo, Rodríguez Zapatero ha dado numerosos testimonios de su escaso compromiso con la verdad.

¿QUÉ hubiera sucedido en España si hace diez años —ayer se cumplieron— el PSOE, en lugar de elegir como secretario general a José Luis Rodríguez Zapateo, hubiera optado por cualquier a de los otros tres candidatos al cargo, José Bono, Matilde Fernández y Rosa Díez? Seguramente no hay ejercicio más inútil, demoledor y frustrante que tratar de reconstruir un pasado hipotético, tal y como ha hecho Zapatero con la memoria histórica para resucitar unos odios ya caducados; pero el juego es tentador y sugiere algunas enseñanzas política y cívicas para quienes no se sientan ya, esclavizados a una sigla, poseedores de la verdad y en la certeza de su conducta electoral. Zapatero sucedió en la Secretaría General de su partido a Joaquín Almunia, un personaje más valioso que cotizado, por la aplicación del españolísimo principio del «mal menor», generalmente causante de catástrofes inmensas.

La esforzada sindicalista y ex ministra de Asuntos Sociales, Matilde Fernández, fue rechazada por «guerrista» y ahora sestea en un escaño de la Asamblea de Madrid. Rosa Díez, la menos votada de los aspirantes y entonces veterana en la política socialista del País Vasco, decidió volar por su cuenta y hoy lidera, con más ahínco que posibilidades, un partido, el UPyD, que es el sexto más votado entre todos los españoles y uno de los tres que, en verdad y todavía, pueden decirse nacionales. José Bono, que encabezaba los pronósticos, obtuvo 9 votos menos que los 414 que auparon al, hasta entonces, silente e ignoto diputado leonés y cabeza de una «Nueva vía» que ha resultado ser una vía muerta y que, de hecho, ya se ha llevado por delante en la vida pública a muchos de sus pocos integrantes. Bono, en el Congreso y en plena turbulencia personal y mediática, capea el temporal.

Decía el párroco de mi pueblo, en un alarde de optimismo muy meritorio en tiempos en que la borona era un manjar, que siempre ocurre lo mejor entre todo lo que tiene que ocurrir. Zapatero sobrevino como presidente, hace seis años y contra las previsiones más sentadas, tras los últimos delirios aznaritas simbolizados en una boda mayestática y delirante en El Escorial, en la confusión del 11-M en el que las intrigas de unos y las torpezas de otros resultan igualmente censurables. En este tiempo ha sentado cátedra de improvisador temerario y nos ha dado numerosos testimonios de su escaso compromiso con la verdad. Es capaz de prometerle un AVE e Miguel Ángel Revilla, un Estatuta José Montilla, la felicidad a los españoles y un sosegado veraneo a toda su familia que es, por cierto, lo único que se apresta a cumplir.


ABC - Opinión

Balance sin cierre de la década ZP ("sigues en el camino"). Por Antonio Casado

El vídeo de la celebración no puede ser más explícito: “Con tu compromiso, seguimos en el camino”. Ni evasión ni despedida. Dicho sea para los pregoneros de la cuenta atrás. Esta vez sin las ínfulas de Vista Alegre. Casi una fiesta de amigos bajo la mirada petrificada de Pablo Iglesias en la sede socialista. Tiempo de balance por imperativo del calendario.

Balance sin cierre: “Con tu forma de ser y de gobernar”, “después de diez años, sigues en el camino”, “seguimos en el camino”. Destellos verbales elaborados por encargo para desmentir el desfallecimiento del personaje. Es el trabajo de las agencias de publicidad. Otra cosa es lo que dirán las urnas dentro de veinte meses sobre el agotamiento o la prórroga del proyecto fletado hace diez años en el recinto ferial “Juan Carlos I” de Madrid (35 Congreso del PSOE).

A nuestra disposición, de momento, los hechos y la trayectoria del dirigente socialista hilvanada en la primera década del siglo XXI. La trayectoria tiene la forma de una “U” pero invertida. Y la valoración de los hechos va por barrios, a expensas del cristal con el que se miran. Hay cristales limpios para distinguir las luces de las sombras. Y hay cristales empañados por los prejuicios, el sectarismo y la aversión personal, que son de generosa aplicación al líder del PSOE y presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero.


Haber y debe

El balance, sin cierre, es claramente positivo en la perspectiva de sus votantes, mayoritariamente de izquierdas. O “progresistas”, por utilizar un término al uso cuyo significado nunca he acabado de entender. Al menos hasta el reciente golpe de timón impuesto por la situación económica. Equivale a romper el contrato con sus electores y hacerle el trabajo a la derecha neoliberal. De ahí se deriva su hundimiento en las encuestas, no de una inesperada ola de entusiasmo en torno a sus adversarios políticos.

En la memoria de la década (cuatro años en la oposición y seis en el Gobierno), queda un amplio capítulo de decisiones que han supuesto notables avances en materia social o han sintonizado con demandas propias de su electorado natural. Desde la celebradísima retirada de las tropas españolas de Iraq hasta la reciente Ley del Aborto. En el haber de Zapatero cuentan, asimismo logros irreversibles como la implantación del llamado “divorcio express”, la Ley contra la Violencia de Género, el matrimonio homosexual, la Ley de Dependencia, la mejora del poder adquisitivo de las pensiones, la regularización de casi un millón de inmigrantes rescatados de la economía sumergida, la subida del salario mínimo, etc.

En el debe, la falta de carisma, su desastrosa política de comunicación, su resistencia a ceder protagonismo a favor de sus ministros, de por sí con escaso peso a la hora de reclamarlo, o sus dificultades para trabajar en equipo. Eso en cuanto al perfil individual. En cuanto a la gestión propiamente dicha, bien ganada tiene la reprobación por su arriesgadísima política territorial, al haberse embarcado en un innecesario proceso de reformas estatutarias. Y, en otro orden de cosas, por haberse dormido en los laureles en tiempo de bonanza económica, sin promover las reformas estructurales que ahora prácticamente ha tenido que improvisar.


El Confidencial - Opinión

Nacionalismo. ¿Qué naciones componen España?. Por Guillermo Dupuy

Todos los que secundan semejante disparate contra nuestra historia y nuestra Constitución podrían tener, al menos, la gentileza de decirnos el número y el nombre de esas "naciones diversas" que abarca ese Estado -que no nación- denominado España.

No sé quien se inventó eso de España como "nación de naciones": ya fuera Anselmo Carretero, José María Jover, o quien fuese, el hecho es que esa expresión, históricamente falsa y lógicamente contradictoria, con la que muchos han querido congraciarse con los nacionalistas, ni siquiera ha servido para contentarles. Recuerdo unas declaraciones de Jordi Pujol, allá por los años noventa, en las que, tras afirmar que "Cataluña es una nación", negó esa condición a España con el demoledor argumento de que "el todo nunca puede ser igual a la parte".

El "problema" está, naturalmente, en que Cataluña jamás ha sido una nación y que aceptar como correcto semejante delirio político e identitario generaría muchísimos más problemas que los que soluciona, tanto para los ciudadanos catalanes como para el resto de los españoles.


Ya que Artur Mas opina lo contrario sobre la base de esa falsedad de origen de que "España es un Estado que incluye diversas naciones", tanto él como todos los que secundan semejante disparate contra nuestra historia y nuestra Constitución podrían tener, al menos, la gentileza de informarnos del número y del nombre de esas "naciones diversas" que abarca ese Estado denominado España. Sabemos que, según ellos, Cataluña es una de ellas; que el País Vasco y Galicia son otras dos. Ya llevamos tres. Mi pregunta es ¿el número y el nombre de las otras naciones que abarca ese Estado –que no nación– llamado España, coinciden con las que ahora reconocemos como comunidades autónomas? Dicho de otro modo, para Artur Mas, ¿Murcia es una de esas "naciones diversas" que hay en España? Y si no lo es, ¿a qué nación de España pertenece? ¿Y Alicante? La Comunidad Valenciana, históricamente conocida como Reino de Valencia, ¿es también una de esas naciones diversas que componen España? ¿O forma parte, a su vez, de la nación catalana?

El problema de considerar a Cataluña o a cualquier otra región española una nación es que se trata de un invento inacabado. El absurdo quedaría aun más de manifiesto si cada vez que oímos decir que "España es un Estado que incluye diversas naciones", dijéramos: ¿Ah, sí? ¿Cuáles?

No sé. A lo mejor Artur Más y compañía consideran que España es, a la vez dos cosas diferentes: Por una parte, el Estado que incluye "naciones diversas", pero también, y al mismo tiempo, una de esas naciones que, junto a Cataluña, País Vasco y Galicia, conforman dicho Estado plurinacional. Vayan ustedes a saber. Lo que parece evidente es que esto último de ser España a la vez conjunto y subconjunto tampoco sería compatible con la lógica, aun sobre premisas falsas, de la que hizo gala Pujol.

El hecho es que estas son cuestiones en las que los nacionalistas, y los que estérilmente los intentan contentar, no terminan de entrar. Concesiones como la de que España es una "nación de naciones", o incluso esa que, contra la historia y contra el lenguaje, se hizo en la Constitución al dividir España en regiones y "nacionalidades", han creado más problemas que los que han solucionado.

Puestos a delirar con que Cataluña es una nación –concesión que el Tribunal Constitucional también ha hecho en parte con la bochornosa excusa de que "no es jurídicamente vinculante"–, que lo hagan al menos sin incurrir en groseras contradicciones. Imaginación y capacidad de inventiva no les ha de faltar.


Libertad Digital - Opinión

La falacia de la responsabilidad. Por Fernando Fernández

No es que no haya hoja de ruta, guión o partitura; a eso ya nos habíamos acostumbrado. Lo que no hay es pianista.

SI algo ha quedado claro tras la votación de las resoluciones del debate sobre el Estado de la Nación es la soledad del Gobierno y su falta de independencia. Un Ejecutivo sometido a un doble protectorado, el franco-alemán en lo económico y el nacionalista vasco y catalán para su supervivencia política. ¿Es éste el Gobierno que España necesita? ¿Es éste el Gobierno que nos puede sacar de la mayor crisis económica de la democracia? ¿Es éste el Gobierno fuerte que puede reformar el mercado de trabajo y el sistema financiero y cerrar el modelo autonómico? No son preguntas menores, porque, a menos que alguien se las tome en serio, en el propio Partido Socialista y en los partidos que de forma oportunista sostienen al Ejecutivo con su voto puntual, nos perseguirán los próximos dos años y lastrarán cualquier rebrote de confianza nacional e internacional.

El argumento más serio en contra de la convocatoria adelantada de elecciones es la sensación de inseguridad y vacío de poder temporal que generan. De hecho, es el único argumento, porque la lógica y la ética democrática obligarían a convocarlas cuando un gobierno se desdice radicalmente de su programa electoral, aunque sea por causas sobrevenidas. Pero la fuerza de este argumento de vacío de poder desaparece cuando vemos al Gobierno tambalearse y jugarse su futuro en cada votación. Vamos a estar dos años en pleno vacío de poder. No es que no haya hoja de ruta, guión o partitura; a eso ya nos habíamos acostumbrado en estos seis años de improvisación y tactismo. Lo que no hay es pianista, y no lo puede haber porque tiene que andar mendigando un piano cada vez que hay actuación.

El discurso oficial es últimamente siempre el mismo: la situación exige responsabilidad y sacrificio y no es momento de hacer valer intereses electorales. Pero es un discurso que se compadece mal con los hechos, y peor con los cálculos aritméticos permanentes en los que se entretienen los vicepresidentes. Los hechos son que el Gobierno solo se sostiene porque CiU y PNV lo encuentran rentable electoralmente. Y que lo dejarán caer en cuanto no tengan nada más que rascar. CiU, porque su escenario ideal para las elecciones catalanas es un presidente del Gobierno de España rendido y un PSC maniatado en Madrid. No hay ninguna grandeza ni altura de miras en esa actitud. Tampoco nada condenable. Solo la suerte de un calendario propicio y la experiencia de saber utilizarlo. El PNV no puede esperar recuperar el poder en el País Vasco a corto plazo, pero sí mantener el que tiene, que es mucho, en las diputaciones. Cualquier otro escenario en el Gobierno central, una gran coalición o la alternancia, sería peor para sus intereses de partido, porque fortalecería la posición negociadora del PP en el País Vasco.

Esto es lo que vimos en el Congreso. Y lo que veremos todos los días que queden de legislatura. Por mucho que el presidente Zapatero se empeñe, y por muy eficaces que sean sus propagandistas, no es pensable que la población se crea en cada oportunidad —ajuste fiscal, límite de gasto, ley de cajas, reforma laboral, etc.— que de no apoyar al gobierno, España y Europa entera se irán al desastre. Puede funcionar una vez, pero si uno grita fuego todos los días al entrar en un cine sin numerar para elegir las mejores butacas, lo normal es que a la cuarta película el personal siga comiendo palomitas. Y que el aprendiz de pirómano sea expulsado de la sala.


ABC - Opinión

¡Menuda mala leche que se gasta De la Vega!. Por Federico Quevedo


La vicepresidenta primera del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega, es una mala persona. Lo digo así, sin acritud alguna. Verán, hay personas con las que se puede estar o no de acuerdo, con las que se puede disentir en el terreno de la cordialidad, e incluso a veces manifestar un desacuerdo más profundo y, sin embargo, tener una relación más o menos fluida dentro del mutuo respeto.

En mi caso, hay políticos destacados del Partido Socialista con los que me llevo muy bien, discrepancias aparte, y otros con los que creía que esa relación sería más difícil y en los que luego he descubierto que en el terreno de lo personal hay mucho espacio para el entendimiento. Lo mismo ocurre con políticos del centro-derecha a pesar de la afinidad ideológica: hay algunos a los que no les confiaría nada que tuviera en cierta estima. Y luego hay malas personas, gente que, independientemente de su inclinación ideológica, demuestra un permanente desprecio por los demás, sobre todo si los demás forman parte de sus adversarios políticos, y en ese perfil encaja a la perfección María Teresa Fernández de la Vega.


Ayer, sin ir más lejos, demostró una vez más -una de muchas-, que su empeño por demonizar al PP no conoce límites, y decir, como dijo, que “el PP temía el triunfo de La Roja por si aumentaba el optimismo” es de una mendacidad propia de quien solo mira a través del prisma de su propia perversión. Como comprenderán, no merece la pena ni dedicar una línea a desmentirlo, pero sí un artículo a denunciar semejante manifestación de sectarismo y rencor, que solo puede venir motivada por dos razones: la primera, una complicada situación personal y, la segunda, el nerviosismo propio de quien ve óomo desde el punto de vista político las aguas para ellos bajan turbias y no auguran nada bueno en el futuro próximo.

Batallas perdidas

Me referiré a su situación personal, obviamente ligada a la política -su vida privada no me interesa lo más mínimo-, primero. De la Vega, la mujer con el fondo de armario más profundo de la Historia de España, es vicepresidenta desde la pasada legislatura. Pero si bien es cierto que durante los primeros cuatro años de Gobierno de Rodríguez su figura política creció hasta a veces, incluso, ensombrecer la de su jefe, también lo es que en estos dos años de la segunda legislatura se ha ido precipitando al vacío que produce que se haya descubierto la verdadera dimensión de su persona.

Y es que, lejos de esa imagen de mujer trabajadora e incansable, siempre al quite cuando cualquier otro miembro del Gobierno se veía atrapado por las circunstancias, la primera en ponerse al frente de cualquier manifestación y arrojar sobre sus hombros los problemas de los demás ministros, lejos de esa imagen, insisto, la que se ha destapado en esta legislatura es la de una tramposa que igual se monta unas vacaciones de lujo a costa del presupuesto con la excusa de un viaje oficial en pleno mes de agosto, que se inventa un empadronamiento forzoso en Valencia para poder votar en la provincia cuya candidatura encabeza, que demuestra que solo sabe hablar delante del micrófono con un discurso escrito de antemano independientemente de lo que le digan los diputados de la oposición, que nunca contesta a las preguntas que se le hacen en el Parlamento, etcétera, etcétera.

Probablemente en su pérdida de imagen tenga mucho que ver la portavoz del PP en el Congreso, Soraya Sáenz de Santamaría quien, desde el primer momento, le cogió la medida a la vicepresidenta y semana tras semana pone en evidencia sus mentiras, su demagogia, sus renuncios y la escasa solidez de sus argumentos. Como De la Vega no puede utilizar con ella las mismas artimañas que en el pasado utilizaba contra Acebes y Zaplana, se queda cada sesión de control a dos velas, y pierde todas y cada una de sus batallas con la portavoz del PP.

Cuestionada

Ahora, la antaño todopoderosa vicepresidenta, se encuentra cuestionada en el Consejo de Ministros e, incluso, en el partido, y sabe que puede tener los días contados. Quizá sea eso lo que hace que su ya habitual mala leche se haya vuelto aún más agria, pero también puede ser que, en el fondo, cumpla el dicho según el cual cree el ladrón que todos son de su condición y, en el fondo, esa marea de orgullo patriótico que se ha extendido por toda España esté evidenciando de un modo como nunca antes había ocurrido el lado más antiespañol y pro-nacionalista de este Gobierno. Estoy seguro de que a la misma De la Vega que se le llena la boca diciendo La Roja en lugar de selección española, le producen una incómoda urticaria las banderas rojigualdas y los lalalas que sobre la música de fondo del himno nacional inundaron en los días siguientes a la victoria del equipo español las calles y plazas de toda la geografía nacional.

Orgullosos de ser españoles, pero no todos, y entre estos últimos el presidente y De la Vega. Si a ese constante empeño por desmarcarse de todo lo que pueda simbolizar patriotismo se une el vergonzante ejercicio de humillación gubernamental ante el más nefasto gobernante que haya tenido en toda su historia Cataluña, es decir, Montilla, es lógico que Rodríguez y, sobre todo, De la Vega -el primero es un irresponsable que no se da cuenta de las cosas- teman todavía más este resurgir del orgullo patrio que se ha extendido de manera muy particular entre la juventud de nuestro país, y que desnuda el ejercicio de traición a la unidad nacional recogida en la Constitución y de sumisión a la voluntad de unos pocos a que se ha entregado el gobierno de Rodríguez. No era el PP, señora De la Vega, el que temía la victoria de La Roja.


El Confidencial - Opinión

El circo de la Moncloa. Por José María Carrascal

¿Para qué va a examinar el TC los recursos sobre el Estatut que faltan, si sabe que no servirá para nada?

SI los españoles, con nuestras instituciones al frente, no reaccionamos ante el espectáculo de la Moncloa entre Zapatero y Montilla es que hemos renunciado a ser una sociedad civil para convertirnos en grey sin ley, en la que vale todo y nada importa sino el interés particular.

Que el presidente del Gobierno reciba al presidente de una comunidad autónoma como a un jefe de Estado extranjero y acuerde con él devolver al estatuto de dicha comunidad las prerrogativas que le ha negado el Tribunal Constitucional sólo puede darse en una nación que ha dejado de creer en sí misma. ¿De qué han servido los cuatro años de debate en ese tribunal para sacar la sentencia, si al final se queda en papel mojado? ¿Por qué no se aprobó de entrada el nuevo estatut por decreto-ley, ahorrándonos el espectáculo? ¿Para qué va a examinar el TC los recursos que faltan, si sabe que no servirá para nada? Pero si la desfachatez de los nacionalistas catalanes, con un socialista al frente, es mucha, al tachar dicha sentencia de ataque a su dignidad —cuando fueron ellos quienes atacaron la dignidad de España al no respetar la Constitución con su estatuto—, la de Zapatero es aún mayor, al aceptar sus tesis. Y la insolencia se torna cinismo cuando se echa al PP la culpa, pues, de no haber sido por su recurso, tendríamos ahora un Estatutanticonstitucional. Claro, me dirán ustedes, que lo vamos a tener de todas formas.


Hemos sobrepasado las fronteras de la lógica y del descaro. Zapatero desafía no sólo el principio de la contradicción —una cosa y la contraria no pueden ser ciertas al mismo tiempo—, sino también el de la decencia, con los nacionalistas vascos y catalanes turnándose para mantenerle en el Gobierno, por saber que con ningún otro gobernante español obtendrán tantos beneficios. Eso sí, descalificándole para contentar a su feligresía, mientras van sacándole lo que buscan. Al votarse el techo del gasto público, le ha tocado a CiU el turno de salvarle. Al votarse los presupuestos, le tocará al PNV. Contra pago al contado, naturalmente. Con Montilla a la cabeza de la manifestación. Lo que nos faltaba.

El único consuelo (flaco) es que Zapatero haya engañado a Montilla, como ha engañado a cuantos recibió en la Moncloa. Esto es, que no cumpla su promesa de circunvalar la sentencia del Constitucional. Puede ocurrir si la protesta es muy alta. Pero eso, en vez de solucionar la situación, la empeoraría. A estas alturas, nadie cree y todos recelan de quien, agotados sus trucos, ensaya dobles, triples, cuádruples saltos mortales. Mortales para nosotros, no para él, leve como una pluma y errático como una cometa.


ABC - Opinión

Pepe Sin Tierra. Por Alfonso Ussía

Pepe Sin Tierra ha visitado a su primo Pepe Luis Sin Tierra, por ahora domiciliado en Madrid. Pepe Sin Tierra nació en la provincia de Córdoba, emigró a Cataluña, y ahora es nacionalista catalán. Pepe Luis es de Valladolid, se hizo un hombrecito en León y ahora nadie sabe lo que es y menos aún lo que pretende ser. Los dos primos están de acuerdo en que Cataluña es una nación y que España es un molesto problema que sólo puede solucionarse fragmentando su Historia y su territorio. Es lo moderno. Los socialistas soportan muy mal la idea de España, de su unidad y de su Constitución. Tan mal, que Pepe Luis ha recibido a Pepe para ponerse a su disposición y chingarse en el Tribunal Constitucional. –Todo lo que tú quieras, Pepe–; –moltes gracias, Pepe Luí–.

Se creen los dos primos, el alto y el bajo, el de Valladolid y el de Córdoba, el domiciliado en Madrid y el afincado en Barcelona, que uno y otro pueden hacer con España y con una parte de España, Cataluña, lo que les salga de las narices en sus charlitas particulares e íntimas. Para ellos las leyes no existen, y menos aún, los tribunales. Todo esto es consecuencia de la osadía de Pepe Luis, que llegó al Gobierno de rebote, gracias a un terrible atentado, impulsado por los graves errores terminales de un Partido Popular que se desnortó y apoyado por un PSOE que lo encumbró para culminar sin gloria su travesía del desierto.

Inesperadamente, unas bombas asesinas y la reacción de una ciudadanía más sensible al momento que a la reflexión, le concedieron el poder. Y en el poder instalado, decidió gobernar de la mano de la vulgaridad, la osadía y el resentimiento.

Necesitado de los votos de los socialistas del PSC –muchos de ellos, con su complejo de charnegos, más nacionalistas e independentistas que las posaderas de Carod-Rovira, independientes la una de la otra–, centró su labor de Gobierno en la mentira y la sumisión ante Cataluña. Sin ellos, no gobierno. Si no gobierno, no soy nada. Con ellos, lo soy todo. Solución: que se fastidie España y se salve Zapatero. Y así estamos. Fue el que alentó el nuevo Estatuto de Autonomía y hoy es el que, siendo Presidente de todos los españoles, busca alcanzar acuerdos trucados para imponer su voluntad por encima de la sentencia del Tribunal Constitucional. En otros idiomas, menos sutiles que el español, a quien se comporta de esta manera se le llama traidor. Aquí se le dice «progresista».

Mientras Pepe Luis y Pepe se creen que España depende exclusivamente de ellos, España asiste al espectáculo deprimida por las consecuencias de la otra gran mentira de Pepe Luis. La economía. Pepe Luis llegó a acusar de traidores a los que le afearon que ocultara en la última campaña electoral la catastrófica situación económica de España. Todo flores, todo promesas, todo sonrisas y muchos tontos le dieron el triunfo. Después se desdijo y pidió perdón, como siempre, y como siempre tarde y mal. La influencia del gran asesor del líder de la Oposición, Mariano Rajoy, Arriola o algo parecido, también ha contribuido a la permanencia del Zapatero gobernante. Es muy difícil hacerlo peor. Rajoy fue elegido a dedo para gobernar, y lo habría hecho muy bien, porque tiene experiencia, es culto, moderado y sabio. Pero no está hecho para dirigir la Oposición. Su educación con estos gamberros de gobernantes resulta excesiva y contraproducente. Arriola o algo así, es el que manda. Y aquí estamos. Pepe y Pepe Luis se tratan como dos mandatarios de dos naciones diferentes y España se desmorona. Un juego para ellos. Una tragedia para los españoles.


La Razón - Opinión

Zapatero. Y no cambia. Por Cristina Losada

Aunque saludado como un renovador, Zapatero es un producto genuino del PSOE, criado en los clichés y tópicos del rígido universo progre, pero sin el pragmatismo de sus predecesores.

En Los 39 escalones, gran película de Hitchcock basada en la novela de John Buchan, hay una escena descacharrante. El protagonista, Richard Hannay, se mete, en su huida, en el local donde se celebra un mitin. Ahí le confunden con uno de los oradores esperados y le empujan al escenario para que pronuncie un discurso. Hannay no tiene ni idea de qué va el acto y dice lo primero que se le ocurre, pero su arenga enfervoriza a los congregados. Si no fuera por que la policía le detiene, le hubieran hecho candidato y quizás habría llegado a presidente. Esa hipotética cadena de accidentes puede ocurrir en la vida real y, entonces, deja de tener gracia.

El aniversario de la elección de Zapatero como secretario general del PSOE me ha recordado aquella escena. Un oscuro diputado, que no había gestionado ni un ayuntamiento, del que nada se supo mientras ocupaba su escaño, sin currículo profesional digno de mención, fue encumbrado al liderazgo. Fue y no fue un accidente. El lobby de los socialistas catalanes resultó decisivo. Le eligieron para que no saliera otro. Optaron por el más manejable. Casualidad que, en vísperas de la efeméride, ZP recibiera con honores de estadista (en apuros) a Montilla, el sucesor de quien le colocó en el cargo. Por cierto, cría cuervos.

Cuando un partido prefiere como dirigente a un don nadie, cuando presenta como candidato a presidir el Gobierno a un individuo inexperto, es que falla de raíz casi todo. La Moncloa no es el lugar para aprender el oficio. El riesgo es enorme y el desastre, seguro. Así lo atestiguan las ruinas humeantes de las dos grandes aventuras de Adán Zapatero: la negociación con ETA y el Estatuto. Por no hablar de economía. Pero el atrevimiento de la ignorancia sólo explica parte de la historia. Aunque saludado como un renovador, Zapatero es un producto genuino del PSOE, criado en los clichés y tópicos del rígido universo progre, pero sin el pragmatismo de sus predecesores.

El periplo político de aquel desconocido demuestra que no hace falta disponer de especial capacidad y preparación para ser presidente en España. Más aún, que la carencia de tan básico equipaje es un mérito y no una deficiencia. No extrañe que nuestro hombre prometiera que el poder no iba a cambiarle. Es la resistencia adolescente a la experiencia y la madurez. Lo inquietante es que, en efecto, no ha cambiado.


Libertad Digital - Opinión

Tal como era. Por Ignacio Camacho

Un político sin solvencia ni preparación, frívolo, hueco, táctico, relativista, líquido. Puro pensamiento débil.

ES cierto que el poder no lo ha cambiado. Eso es lo más inquietante: que al cabo de seis años de presidencia y diez de liderazgo partidista José Luis Rodríguez Zapatero sigue siendo exactamente como parecía que era. Un político sin solvencia ni preparación, veleidoso, frívolo, hueco, relativista, cuya propiedad más sólida es un sentido pragmático de la supervivencia a cualquier precio, «cueste lo que cueste». Un líder adaptadizo sin sentido de la responsabilidad de Estado; un dirigente de ideas superficiales que gobierna a base de gestos demagógicos y efectistas; un táctico de visión corta desprovisto de sentido estratégico. Un producto quintaesenciado de la posmodernidad, el pensamiento débil y la sociedad líquida.

Para evaluar con exactitud la década zapaterista no hay que atender los discursos autocomplacientes del aniversario, ni el crispado rechazo que ha generado en los sectores liberales y conservadores; es menester escuchar a esa vieja guardia que lo alzó por miedo a un ajuste de cuentas interno, a los guerristas y a los tardofelipistas que lo avalaron por no acabar de fiarse de las intenciones de Bono. Hay que consultar a esos socialistas ya desencantados que proclaman de forma cada vez menos disimulada su preocupación crítica por la deriva relativista del proyecto socialdemócrata, su desasosiego por el cuestionamiento de la legitimidad constitucional, su zozobra ante la progresiva entrega al chantaje del soberanismo. Y oír el recelo creciente que hasta ahora habían ocultado los seis años de poder y que se manifiesta ya sin tapujos ante la perspectiva de un fracaso que cristalice todos los defectos latentes del zapaterato en una quiebra capaz de arrojar al centenario partido por una escombrera política.

La clave del zapaterismo no son las leyes de ingeniería civil ni las políticas económicas derrotadas por la realidad de la crisis, sino su vacilante concepto nacional, su clamorosa carencia de una idea de España, que ha convertido al PSOE en una difusa confederación de intereses territoriales en continua tensión por las contradicciones de sus precarias alianzas de poder. Hasta ahora la permanencia en el Gobierno ha funcionado como argamasa de esas tensiones, pero la perspectiva de la derrota deja al descubierto las grietas que han ido descomponiendo la unidad del partido y han trasladado la falta de proyecto de su líder a la propia estructura del Estado. Zapatero ha vaciado de cohesión tanto al Gobierno como a la organización que lo sostiene, y su inconsistencia trivial compromete no sólo la estabilidad de la nación sino el futuro mismo de una socialdemocracia sin referencias estables de ideología y de estrategia. Al cabo de diez años, la experiencia más desalentadora de su liderazgo es la comprobación de que, en efecto, aquel político insustancial no ha cambiado. Salvo para volverse mucho más sectario.


ABC - Opinión