sábado, 24 de julio de 2010

Fomento contra Cantabria. Por M. Martín Ferrand

Revilla mantiene presente la región que lidera en el primer plano de la realidad española, algo titánico y meritorio.

POLACIONES, uno de los municipios menos poblados de Cantabria, en donde nace el Nansa y nació José María Revilla, es un lugar singular y pintoresco que, viéndolo, ayuda a entender la personalidad del presidente de Cantabria, el líder autonómico más valorado entre los 17 que integran el conjunto de nuestra original y costosa —¿sostenible?— panoplia administrativa y política nacional. Revilla es un hombre sencillo, más a la derecha que a la izquierda, populista y socio del PSOE después de haberlo sido del PP, que, dicho sea de paso, tras menospreciarle en su valor representativo, le sometió a todo tipo de malos tratos. Preside sin discusión alguna y con el total acatamiento de sus conmilitones el PRC que es, en votos, el tercero de los partidos de la región. Su minoría natural le obliga a notables equilibrios con su vicepresidenta en el Gobierno, Lola Gorostiaga, una socialista prudente y discreta que le ha sabido birlar el poder, aunque sea para otros, al mayoritario PP, magníficamente representado en la alcaldía de Santander y paupérrimo, tras la herencia presidencial de José Joaquín Martínez Sieso, en su representación autonómica.

El singular Revilla, sesentón avanzado, maneja las anchoas de Santoña con la misma habilidad e idéntico fin que un sheriff del Far West, de los de las películas, manejaba el Colt 45 y, siempre dispuesto a ser el más rápido en sacar, mantiene presente la región que lidera —algo más de medio millón de personas y cinco mil kilómetros cuadrados— en el primer plano de la realidad española, algo titánico y meritorio que exige garbo y dedicación. Ha sabido trajinarse a José Luis Rodríguez Zapatero, a quien visita en taxi y con frecuencia; pero, llegado el tiempo de los recortes amargos, pudiera ser que fuese Revilla el trajinado.

Hace solo un par de días, el mismísimo presidente del Gobierno le garantizó a Revilla la llegada del AVE a Cantabria. Una promesa de Zapatero, como demuestra la experiencia, no es mucha cosa ni mayor garantía, pero sí constituye novedad que solo dure 24 horas. De los 32 grandes parones en las obras públicas que el ministro de Fomento anuncia para toda España, 4 corresponden a Cantabria. Algo desproporcionado. Especialmente si se considera que uno de esos recortes corresponde a los únicos treinta kilómetros —el tramo Torrelavega-Solares— que quedan para terminar la A-8, la pomposamente bautizada como Autovía del Cantábrico. Cabe preguntarse: si el Gobierno de Zapatero trata así a sus aliados, socios y amigos, como el presidente Revilla, ¿qué puede llegar a hacer para perjudicar a sus adversarios?


ABC - Opinión

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