miércoles, 1 de junio de 2011

Matar al loro. Por M. Martín Ferrand

Es urgente matar al loro para que no sea necesario, en aras de su chocolate, bajar las pensiones de los ancianitos.

SEGÚN anuncia UPyD, el partido que lidera Rosa Díez, los cinco concejales de la formación que, encabezados por David Ortega, se disponen a tomar posesión de sus cargos representativos en el Ayuntamiento de Madrid renunciaron a los cinco coches oficiales que, uno por barba, les corresponde como ediles de la ciudad más endeudada de España. Además de celebrar un gesto de valor ético y rareza estética en nuestra despilfarradora vida política, la noticia me ha escandalizado notablemente. ¡Todos los concejales capitalinos tienen coche! Es decir, tienen conductor, o conductores, a su disposición y, sin introducir la amortización del vehículo que les corresponde, ello supone un gasto anual mínimo de 50.000 euros por persona, además de cuantas bicocas y gabelas hayan ido amontonando, con la mandanga bipartidista, a lo largo de los años.

Suele decirse, en un país en el que vale todo y en el que el poder y la oposición alcanzan fácil unanimidad en lo que respecta a sus retribuciones y privilegios, que eso del coche oficial es «el chocolate del loro». Y no lo es. En el orden de los principios, que es lo fundamental en una democracia no paródica, es algo importante. En lo económico, no se trata de nada baladí. En España tenemos hoy en los distintos planos de la Administración pública —nacional, regional, provincial y local— unos 35.000 coches públicos con sus correspondientes conductores, seguros, consumos y mantenimiento. La cifra es imprecisa, y pudiera ser mayor, porque nuestras Administraciones son opacas y no brilla el trabajo de la oposición de turno en cada una de ellas por pretender la transparencia detallada de los gastos; pero podríamos estar hablando de una cifra próxima a los 2.000 millones de euros anuales. En consecuencia, es urgente matar al loro para que no sea necesario, en aras de su chocolate, bajar las pensiones de los ancianitos.

En la medida en que los representantes de los nuevos partidos, como UPyD o FAC, implanten su presencia crítica en los órganos representativos para los que han sido elegidos puede producirse un efecto revulsivo que contribuya, aunque solo sea por el sonrojo de los ya instalados, a sanear viejos esquemas y presupuestos no exigentes con el gasto y, por ello, irrespetuosos con los ciudadanos que los proveen con su esfuerzo fiscal. Cuando los colchones eran de lana, resultaba imprescindible la figura del colchonero que, con una vara doblada en «L», por razones de higiene y de confort, apaleara la lana apelmazada por el uso. Por esa vía los pequeños se harán grandes después de conseguir matar a ese loro devorador de chocolate que tanto nos cuesta.


ABC - Opinión

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