miércoles, 1 de junio de 2011

Los pepinos y el desgobierno

Más allá de la temeraria denuncia sin pruebas de Alemania, lo que queda claro es que la parálisis del Gobierno ha planeado sobre una crisis de incalculables daños para España.

LA crisis de los pepinos supone muchos millones de pérdidas para el sector hortofrutícola y contribuye a que se agrave —todavía más— la crisis económica. La restricción impuesta por varios países comunitarios a las verduras españolas sin contar con el aval de la Comisión Europea ha puesto en evidencia la debilidad del Ejecutivo ante una injusticia manifiesta. A pesar de su rectificación de ayer, las autoridades alemanas han culpado sin pruebas durante varios días a los productos de origen español, en un temerario ejercicio que merece mucho más que una disculpa, porque los daños son irreversibles. Ahora tendrán que examinar —como deberían haber hecho desde el principio— las posibilidades de contaminación durante el transporte o en destino y asumir, si corresponde, la culpabilidad que quisieron endosar sobre los hombros de España. Mientras Alemania daba el primer golpe, el Gobierno permanecía perplejo y pasivo, porque el presidente y sus ministros están demasiado ocupados en las maniobras internas del PSOE y no tienen tiempo para atender al interés general. Es lógico que el sector exprese su indignación, ya que las pérdidas son muy cuantiosas y las cosas no se arreglan con unas declaraciones de las ministras Rosa Aguilar o Leire Pajín, que no parecen impresionar a nuestros socios comunitarios. Hace días que el Ejecutivo tendría que haber ejercido presiones políticas y acciones jurídicas ante la UE, exigiendo responsabilidades y aportando informes técnicos objetivos que se han retrasado más de lo tolerable.

España es el primer exportador mundial de pepinos y de otras frutas y hortalizas, de manera que no es lícito poner en duda —con notable ligereza— la calidad de unos productos acreditados desde hace mucho tiempo. Por eso, el propio Rodríguez Zapatero tendría que haber intervenido al más alto nivel para frenar una campaña que, según reconocen ya desde Hamburgo, carece de bases científicas. Aunque sea particularmente grave, esta crisis es solamente un ejemplo de las consecuencias lamentables para el interés público del desgobierno por la falta de impulso de un Ejecutivo políticamente agotado. Mientras tanto, los agricultores españoles quedan en total desamparo y Alemania encuentra un «culpable» que apenas se defiende. En la UE todos saben ya que el Gobierno español está paralizado por sus problemas internos, y algunos intentan sacar provecho de esa pasividad irresponsable. Lo malo es que esta vez lo han conseguido a medias, y es de temer que lo vuelvan a intentar en el futuro si Rodríguez Zapatero no pone fin a una situación ya insostenible.

ABC - Editorial

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