viernes, 25 de marzo de 2011

Que lo demuestren con hechos. Por José María Carrascal

Si estuvieran de verdad contra la violencia de ETA la condenarían en su conjunto, no selectivamente, como hacen.

ES fácil imaginar por dónde va a salir la izquierda abertzale y su coro de plañideras ante la sentencia del Tribunal Supremo sobre Sortu: que por haber discrepado tres de los diez y seis magistrados de la Sala, el veredicto no es totalmente legal, cuando las sentencias de los tribunales son como los resultados de los partidos de fútbol: el que mete más goles gana. Y aquí, han sido trece los jueces que han dicho que Sortu no puede ser legalizada, por tres que han dicho que puede. O sea, goleada.

No sólo claro, sino también lógico. No voy a repetir aquí los argumentos de la Fiscalía, corroborados por las Fuerzas de Seguridad y la Abogacía del Estado, de que Sortu es una continuación de Batasuna, como Batasuna era una rama de ETA. Los encontrarán ustedes en las páginas de información, aparte de saltar a la vista. Sin que su proclamado «compromiso contra la violencia, incluida la de ETA», les sirva de coartada, por la sencilla razón de que tanto Eta como el entorno abertzale no se consideran violentos, sino victimas de la violencia del Estado español, contra la que invocan legítima defensa. Algo que realizan en múltiples actividades, empezando por la ayuda a los presos etarras, para ellos las víctimas de esa violencia estatal. Si estuvieran de verdad contra la violencia de ETA la condenarían en su conjunto, no selectivamente, como hacen. Quiero decir que la condenarían en todos los tiempos —pasado, presente y futuro—, en todos sus modos —directa e indirecta— y con todas sus consecuencias, aunque ello les supusiera aceptar la parte de culpa que les corresponde en la tragedia vasca con su tardanza en adoptar la postura que dicen haber tomado. Pues no hay duda de que si ETA ha podido asesinar, herir, robar, extorsionar y secuestrar durante tantos años, ha sido por sentirse respaldada por aquella parte del electorado vasco que no se recataba en mostrar su apoyo a la banda terrorista cuando campeaba a sus anchas y que ahora recoge velas al ver que se encuentra contra la pared.

Son culpas que no han reconocido todavía. Y mientras no lo reconozcan, no pueden pedirnos que confiemos en su palabra, ya que podemos estar, no ante un «compromiso contra la violencia», como aseguran, sino ante un «compromiso para seguir dando oxígeno» a la banda. La mejor forma de convencernos de que van de veras, de que no están poniendo en práctica un fraude de ley —utilizar la ley para violarla— sería que aceptaran la sentencia del Tribunal Supremo sobre ellos, aunque no les guste. Que es lo que hacen los demócratas. Pero ya verán ustedes como no lo hacen. Como se buscan toda clase de triquiñuelas para saltarse esa sentencia. Con ayuda, naturalmente, de cuantos en mayor o menos grado, creen que ETA es parte la solución del problema vasco, cuando es su primer y último problema.


ABC - Opinión

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