domingo, 6 de febrero de 2011

¡Es Alemania, idiota!. Por José María Carrascal

Nuestro hombre nunca ha tenido miedo de ir demasiado lejos, siempre que sea al socaire de los grandes.

SUELE ocurrir e incluso tiene nombre: «fe del converso». Nadie defiende con más ardor una doctrina que quien antes defendía la contraria. Como si Ángela Merkel le hubiese abierto los ojos a la verdad con sus lecciones o Sarkozy le hubiera animado a seguir el camino de perfección con sus palmaditas en la espalda, Zapatero, el un día adalid europeo de los derechos sociales y de la política de izquierdas, se ha pasado con armas y bagajes al campo conservador. En la reunión que ayer mantuvieron en Bruselas los líderes de la Comunidad para debatir el «Pacto de Estabilidad» propuesto por el eje franco-alemán, Zapatero se puso claramente a su lado, sin importarle, no ya que los sindicatos y su propio ministro de Trabajo se hubieran opuesto a esas tesis —¿qué le importan a él uno de esos ministros que quita y pone a conveniencia?—, sino a otros socios europeos, como Bélgica y Austria, convencidos de que París y Berlín están yendo demasiado lejos con sus demandas y no respetan la libertad que el concierto comunitario concede a cada uno de sus miembros. Pero nuestro hombre nunca ha tenido miedo de ir demasiado lejos, un sentido u otro, siempre que sea al socaire de los grandes y en su propio beneficio. Ahora toca Merkel, pues merkeliano hasta las cachas.

Ya ha conseguido la jubilación a los 67 años propugnada por la canciller, un poco borrosa, eso sí, pero tampoco puede pedirse demasiada precisión a un hombre que vive, políticamente, a salto de mata.

El establecer por ley un límite al déficit gubernamental, otro de los puntos que quita el sueño a la canciller, no se lo quita a él en absoluto: «Si lo que me preguntan es si estoy dispuesto a dar más pasos desde el ordenamiento jurídico para fortalecer el control del déficit, la respuesta es sí», dijo con convicción de converso, quien no ha mucho se pasaba los déficit por el arco del triunfo.

En cuanto al punto más controvertido, el que levanta ampollas en los sindicatos y se consideraba anatema en su propio partido hasta ayer mismo —desligar el aumento de los salarios del índice de inflación—, nuestro presidente volvió a mostrar su habilidad de contorsionista al aceptar «un modelo con flexibilidad suficiente, capaz de adaptarse a las circunstancias, buscando siempre una mejora de la productividad». Lo que se esconde bajo esa hojarasca retórica es que él no ve problemas en que los salarios se adapten a la productividad, como quiere la canciller, en vez de a la inflación, como ocurre en España y exigen los mismos con quienes acaba de firmar lo que se ha llamado «pacto histórico» y, por ese camino, va a quedarse en histérico.

En fin, Frau Merkel ha encontrado en Zapatero el más aplicado de sus discípulos y Zapatero ha encontrado en Frau Merkel la lámpara para salir del túnel. Hasta que se meta en otro, su entretenimiento favorito.


ABC - Opinión

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