martes, 30 de noviembre de 2010

Crisis. ZP, el problema de Europa. Por Emilio J. González

En estas circunstancias, lo lógico es que, si no este fin de semana, este mismo lunes el presidente del Gobierno hubiera anunciado un verdadero plan de medidas de ajuste o un adelanto de las elecciones generales.

Una vez aprobado este fin de semana el paquete de rescate a Irlanda, por un montante total de 85.000 millones de euros, cabría esperar que los mercados financieros se tranquilizaran en relación con la zona euro. Lejos de ello, este lunes hemos asistido a un nuevo desplome de las bolsas europeas y a un nuevo hundimiento de la moneda única respecto al dólar. ¿Por qué? Porque los mercados ya están mirando más allá de Irlanda y están poniendo la vista en la nación que, al final, es el verdadero problema y puede provocar que todo salte por los aires. Un país que, para desgracia nuestra, no es otro que España. ¿La prueba? Que el diferencial de tipos con Alemania ha crecido hasta casi 2,7 puntos porcentuales, con un tipo de interés del bono español que ya se sitúa por encima del 5,4% mientras que el germano sigue anclado en el entorno del 2,75% y el francés en el del 3,2%. De esta manera, nos vamos acercando poco a poco al nivel de tipos a partir del cual los mercados van a considerar que España no podrá afrontar su deuda y entonces, le guste al Gobierno o no, tendremos que suspender pagos y acudir a la ayuda internacional. Vamos, que estamos al borde del desastre mientras Zapatero sigue esperando a que se produzca un milagro que lo salve.

Y es Zapatero la verdadera causa de nuestros males en estos momentos. El pasado sábado, el presidente del Gobierno se reunió con 37 grandes empresas y entidades financieras, como consecuencia de la petición que realizaron al Rey las cien mayores empresas de nuestro país para que, como jefe del Estado, impulsará tanto una reforma de la ley electoral que nos libre de la infame casta política que nos ha tocado sufrir, como para que el Ejecutivo se ponga de una vez por todas a hacer lo que tiene que hacer para evitar la quiebra de España porque, todo sea dicho, puede evitarse. Con un presidente del Gobierno medianamente normal y sensato, de esa reunión habría salido el impulso definitivo a las medidas que hay que tomar en nuestro país y se hubiera anunciado, si no el mismo sábado, este lunes a más tardar. ZP, por desgracia, sigue negándose a tomar la menor decisión al respecto, tanto por razones ideológicas como por incapacidad psicológica para hacerlo. Los mercados han tomado buena nota de ello y, como es lógico, se preparan para lo peor, sobre todo después de que Alemania dejara claro que no va a poner dinero para salvar a España y de que si nuestra economía cae, habrá una quita de la deuda española. Así no vamos a salir de la crisis en años.

Además, la reunión del sábado vino precedida de un cruce de acusaciones entre el Gobierno español y el comisario europeo de Competencia, Joaquín Almunia, que antes estuvo al cargo de los asuntos económicos en el Ejecutivo comunitario. El pasado jueves, Almunia manifestó sus dudas sobre la capacidad de España, o sea, de ZP, de tomar las medias que tiene que tomar y sobre si nuestras estadísticas no tiene encima tantas toneladas de maquillaje que ocultan algo más que todavía no se conoce. Zapatero respondió que, según él, Bruselas ha respaldado públicamente las reformas en España y Almunia volvió a contestar que hay dudas sobre la determinación de España para hacer lo que hay que hacer y esas dudas no se han despejado. Lo cual, dicho por un comisario europeo, español y socialista –por una persona que estaba harta de ver cómo un día el Gobierno les presentaba un plan de ajuste y al día siguiente lo retiraba porque a la UGT no le gustaba y a estas alturas de la película sigue sin hacer nada–, es mucho decir. Y, como es lógico y para desgracia nuestra, los mercados han tomado buena nota de ello y están actuando en consecuencia. Aún así, el presidente sigue en sus trece y ni por esas se consigue ni que se deje de una vez por todas de mentiras y se ponga a hacer lo que tiene que hacer, ni que se vaya a su casa si no quiere hacerlo.

Porque ésa es otra, la de irse a su casa. El hundimiento de los socialistas catalanes en las elecciones del domingo ha sido un duro castigo a la política del tripartito, pero también a la de Zapatero y todo apunta a que el próximo mes de junio el PSOE puede volver a llevarse una buena somanta de palos electorales en las próximas autonómicas y municipales. Lo cual deja bien a las claras que ZP está políticamente muerto, que no tiene capacidad de liderazgo alguno y, ni mucho menos, la menor credibilidad. Por supuesto, aquí, hasta que los españoles no votemos, no hay nada definitivo, pero las tendencias están ahí y todo el mundo, mercados incluidos, saben cómo interpretarlas. En estas circunstancias, y teniendo en cuenta como están castigando los mercados a España, lo lógico es que, si no este fin de semana, este mismo lunes el presidente del Gobierno hubiera anunciado un verdadero plan de medidas de ajuste o un adelanto de las elecciones generales. Sin embargo, no ha hecho ni lo uno ni lo otro a la espera de que ocurra un milagro que le mantenga en el poder como sea, que es lo único que le importa, aunque sea a costa de terminar de hundir a España, o lo que queda de ella. No nos llamemos a engaño, España es el problema de Europa y como Zapatero es el problema de España, la conclusión es que ZP es el problema de Europa.


Libertad Digital - Opinión

La caída de la masía Usher. Por Tomás Cuesta

A partir de ahora, gobierna CiU. No en Barcelona, que por supuesto. Gobierna en Madrid.

LA derrota del socialismo en Cataluña ha sido tan rotunda y tan atrabiliaria que puede darse el caso de que los árboles caídos enmascaren la jungla que arraiga a sus espaldas. Es obvio que las exequias de Montilla son el primer capítulo de un funeral de Estado y todo el mundo sabe a ciencia cierta por qué y por quién doblan las campanas. Pero es verdad, también, que, cuando se disipe el entusiasmo, habrá que aquilatar hasta qué punto los resultados del domingo despejan la ecuación del conjunto de España, o si, por el contrario, el futuro del común se encuentra ya definitivamente hipotecado.

Sus 62 diputados dan a CiU el mayor éxito político de su historia. Que es la historia de la corrupción en Cataluña. Éxito, no sólo por el cómputo global; no ha habido un rincón de Cataluña en el cual los de Durán y Mas no hayan ganado. ¿No es mayoría absoluta? ¿Y qué más da? Con los 62 escaños se puede gobernar holgadamente y, además, no cargar con la imagen abusiva que dan las mayorías absolutas. No existe literalmente ningún terreno o anécdota en el cual el resto de los parlamentarios catalanes pueda ponerse de acuerdo contra esa fuerza mayoritaria. Pero la gran partida de CiU se juega en Madrid. El primer síntoma de ello fue la noche de triunfo en el Majestic. A la hora de los discursos, ante lo que hubiera debido ser estupor de los devotos, no fue Mas sino Durán y Lleida quien llevó la voz cantante. Pocos dudan que sobre él recaerá la tarea decisiva: imponer la política de CiU a un Presidente del Gobierno español en estado de postración mental y política terminal.


El PP puede felicitarse de la mejor cifra de escaños de su historia catalana. Es cierto. De haberse, incluso, acercado bastante a las cifras de los socialistas. Es cierto que no le aportará mucha ventaja política en Cataluña, pero la extrapolación podría ser decisiva en unas generales. Y, aunque tal vez no lo formulen sus dirigentes explícitamente, asume el PP además un éxito importante: gracias a su final toma en consideración del problema inmigratorio, ha podido frenarse la temida irrupción de una extrema derecha xenófoba, representada por Plataforma per Catalunya.

Esquerra retornó a sus orígenes de rencillas e intereses personales. Devolvió a CiU un parte de los votos que le arrebató en anteriores comicios. La otra parte se fue por el desaguadero del histrionismo populista que representa Laporta. Los de Rosa Díez sirvieron para lo que estaba previsto: no sacar escaño alguno, pero sí, con sus pocos votos, privar a Ciudadanos de un par de escaños decisivos. Una elemental fidelidad a sus principios hubiera debido llamar a los de Díez a desistir en favor de los dos únicos partidos que en Cataluña representaban su misma defensa de España, a ambos lados del arco ideológico: PP o Ciudadanos. Será difícil para UPyD dar una justificación del favor hecho a los nacionalistas catalanes.

A partir de ahora, gobierna CiU. No en Barcelona, que por supuesto. Gobierna en Madrid. Mientras todo el edificio no se les acabe por caer encima. A ellos y a nosotros, a todos. Cuando la realidad aquí comienza a parecerse tanto a aquella fantasmal casa Usher del relato de Edgar Allan Poe. Sólo que ahora en versión masía.


ABC - Opinión

Fin del ‘zapaterismo’: CiU y PP, condenados a entenderse. Por Federico Quevedo

Los ciudadanos de Cataluña han efectuado un colosal corte de mangas a Rodríguez; han propinado una patada al Tripartito en los culos de Montilla y Puigcercós. Cataluña, podemos decirlo así, ha orillado el centroizquierda y se ha vuelto de centroderecha. Luego vendrán las reivindicaciones nacionalistas en las que izquierda y derecha se confunden, pero en la primera lectura del resultado de las elecciones del domingo ese es, más o menos, el resumen. No obstante, como de todo esto ya se ha hablado en las veinticuatro horas anteriores, y se han hecho todos los análisis posibles de los resultados electorales, permítanme una mirada hacia el futuro, a lo que puede pasar a partir de ahora, partiendo de una base sobre la que vengo insistiendo machaconamente -lo reconozco- desde hace cierto tiempo, y que los hechos confirman de manera que nadie puede negar salvo aquellos que se dejan llevar todavía por un extraviado apasionamiento hacia el sujeto: Rodríguez está muerto. Lo está desde hace meses, cada vez lo está más, y el tiempo que pase hasta que él mismo sea consciente -como Bruce Willis en El Sexto Sentido- de su deceso político sólo actuará en su contra. Creo, sin embargo, que a los que están a su alrededor les quedan ya pocas dudas, por no decir ninguna, de que están participando en un pertinaz velatorio, y creo también que a estas alturas casi todos ellos estarán empezando a pensar que menudo coñazo esto de estar velando al muerto y que lo mejor que pueden hacer es enterrarlo de una vez. Y a ser posible para siempre.

artiendo de esa base, lo primero que tenemos de frente de cara a los próximos meses es la posibilidad de que se adelanten las elecciones generales. ¿Cuándo? Podrían ser en febrero si Rodríguez, obligado por las circunstancias -es decir, por los mercados y la Unión Europea- disuelve el Gobierno este mes, pero sospecho que eso es demasiado precipitado y que, sin embargo, resulta más realista pensar que en enero será cuando definitivamente la situación económica nos conduzca al reino de la intervención y Rodríguez, zarandeado ya como un muñeco en manos de unos y de otros, haga por fin un servicio a la patria convocando elecciones generales junto con las autonómicas y municipales de mayo de 2011. Total, puestos a meter dos papeletas en las urnas, ¿qué más nos da meter tres? Pero no cantemos victoria, porque aun muerto todavía es capaz de seguir dando guerra y alargar esta agonía hasta el final, Dios no lo quiera, y entonces ya dará lo mismo el otoño de ese año que la primavera de 2012, aunque cuanto más tarde el batacazo socialista será mayor. En estos momentos lo que más preocupa a los dirigentes socialistas, a la vista de lo ocurrido en Cataluña, es mayo de 2011, una cita en la que el PSOE puede perder poder autonómico y municipal a mansalva. Y cuando se trata de poner en peligro los puestos de trabajo de tanta gente, ni Rodríguez puede evitar que un escalofrío recorra la espina dorsal del cuerpo electoral socialista. Digan lo que digan, hoy es su peor activo, su lastre, su condena…
«Si ganan en Castilla-La Mancha, Cantabria, Baleares, Asturias e, incluso, Extremadura, los ‘populares’ dominarán el mapa autonómico en un momento que va a ser crucial para replantear, de nuevo, el Estado de las Autonomías.»
En cualquier caso, las elecciones del domingo en Cataluña han sido el pistoletazo de salida de una larga campaña electoral que tiene su próxima cita en mayo de 2011, fecha en la que el PP, al contrario que el PSOE, puede ver considerablemente aumentada su cuota de poder, hasta un punto muy interesante porque si gana en comunidades como Castilla-La Mancha, Cantabria, Baleares, Asturias e, incluso, Extremadura, los ‘populares’ dominarán el mapa autonómico en un momento que va a ser crucial para replantear, de nuevo, el Estado de las Autonomías. Entiéndase esto, no como una concesión al nacionalismo, sino como el cierre definitivo de un proceso largo y sinuoso al que en algún momento habrá que poner fin, y solo puede hacerse volviendo a poner sobre la mesa el modelo de Estado que queremos. Es cierto que en la Transición se cedió a favor de dos comunidades autónomas otorgándoles un derecho, el del concierto, que se negó a todas las demás, incurriendo al mismo tiempo en un error histórico que el resto de los españoles venimos pagando desde entonces: el cupo. Pues bien, de todo esto habrá que hablar en el futuro, sin miedo, y con la certeza de que solo desde una posición de firmeza y dominio de la situación se pueden hacer concesiones que satisfagan a todos, no solo a una parte.

Es ahí donde creo que PP y CiU están condenados a entenderse. A los dos les interesa. A CiU porque rentabilizaría de puertas para adentro el haber conseguido por fin lo que tanto ansía: la plena autonomía fiscal. Y al PP porque eso le permitiría dejar de ser un partido marginal en aquella comunidad, y al mismo tiempo lograría cerrar esta espiral reivindicativa y diabólica a la que nos ha conducido el nacionalismo. ¿Qué puede hacerse? Es bien sencillo: se trata de garantizar la autonomía fiscal, pero sin romper el principio de solidaridad interregional. Ese ‘concierto’ tendría casi un componente armonizador mucho más efectivo que el actual modelo de financiación autonómica. ¿Y eso le gusta al PP? Pues podría decirles a ustedes que casi más que pasarse cada cuatro años cambiando el sistema de financiación y cediendo competencias cada vez que el Gobierno se encuentra en minoría y necesita de los votos nacionalistas para mantenerse en el poder. Es verdad que siempre habrá reivindicaciones, porque eso forma parte del alma victimista del nacionalismo, pero serán de otro orden, mucho menor, y casi exclusivamente referidas a los capítulos de gasto de los Presupuestos Generales del Estado. Habrá quien me diga, ¡pero si eso es un Estado Federal! Bueno, y qué, si es que ya estamos en un estado federal, solo que revisable cada cuatro años y condenado a una permanente actualización.

Recorrer ese camino va a ser inevitable. Miren, hasta ahora el modelo de la Transición se cimentaba sobre la convicción de que ninguna de las dos fuerzas mayoritarias traicionaría nunca el espíritu constitucional. Pero Rodríguez se ha llevado por delante, literalmente, esos cimientos y se ha perdido de manera absoluta la confianza que los constituyentes habían depositado en la convicción nacional de la izquierda y la derecha. Con Rodríguez en el poder, recorrer ese camino hubiese sido imposible, porque se habría entregado sin condiciones a la exigencia nacionalista del soberanismo, rompiendo con todos los principios de igualdad y solidaridad emanados de la Constitución. Lo intentó con el Estatuto de Cataluña y el Tripartito, aunque le ha costado una factura muy elevada tanto en aquella comunidad como en el resto de España. Del PP, sin embargo, nunca habrá sospecha de su convicción nacional, que no nacionalista, y por lo tanto estará en una posición ventajosa para negociar la fórmula que permita cerrar esa espiral reivindicativa sin que, al mismo tiempo, se resquebraje ese cimiento que es el que nos ha permitido crecer como país durante todo este tiempo. Yo no conozco a Artur Mas, pero sí a Mariano Rajoy, y puedo asegurarles que ni en convicciones ni en capacidad de diálogo puede ganarle nadie, y esa es una buena base de futuro. Y una esperanza para quienes creemos que ya ha pasado el tiempo de la confrontación, y debería llegar ya el del entendimiento.


El Confidencial- Opinión

Cataluña. Cambio, ¿qué cambio?. Por Guillermo Dupuy

Nada ha cambiado que no sea para que Cataluña prosiga en su proceso paulatino de ruptura y decadencia, mientras casi la mitad de su población sigue instalada en la abstención, no menos inmovilista.

El que no se consuela es porque no quiere. Y prueba de ello son los fantásticos titulares y editoriales de la prensa supuestamente nacional de centro derecha respecto a los resultados electorales en Cataluña del pasado domingo. Que si "el centro derecha arrasa en Cataluña", que si "cambio de ciclo", que si "el cambio comienza en Cataluña". Eso, por no hablar de los editoriales que con insuperable optimismo hablan de "giro a la moderación" o del "perfil moderado y posibilista" de CiU.

Evidente si nos fijamos simplemente en las siglas y en los escaños hay cambios innegables: los partidos que conformaban el tripartito se desploman; CiU consolida su liderazgo con 14 escaños más; una nueva formación separatista, la liderada por Laporta, irrumpe en escena con 4 escaños, mientras que el PP pasa a ser la tercera formación política en la comunidad autónoma, más por el desplome de Esquerra, que por un avance propio. Sin embargo, nada de esto supone un cambio real respecto al predominio nacionalista en Cataluña, ni respecto a los delirios identitarios, asfixiante intervencionismo y el enquiste de la corrupción que caracteriza a su clase política.


Especialmente patética si no fuera preocupante es la euforia en el PP, que no deja de ser reflejo de la de sus medios de comunicación. Se supone que los populares iban a "moderar" a Mas, el Ibarretxe catalán, un dirigente nacionalista radicalizado que ha hecho explícitas sus pretensiones soberanistas y su deseo de proseguir con un concierto económico que haga trizas lo que todavía no ha demolido el estatuto. El partido que encabeza Alicia Sánchez-Camacho, sin embargo, apenas ha logrado 67.800 votos más que en 2006, sin todavía recuperar el número de votos que logró Vidal-Quadras hace 15 años. La pretensión de Sánchez-Camacho de ser determinante para que CiU pudiera formar Gobierno (aspiraba incluso a alguna consejería) se queda, así, con un palmo de narices. CiU tiene margen para gobernar en solitario por mucho que no haya alcanzado mayoría absoluta. Pero el PP sólo tiene ojos para el desplome del PSC, por mucho que este no se haya traducido en un avance del constitucionalismo. Mientras tanto, la prensa de Madrid se pone patéticamente a presentar como a un moderado a quien, como Mas, los resultados electorales no le van a obligar en modo alguno a moderarse.

Total, que nada ha cambiado que no sea para que Cataluña prosiga en su proceso paulatino de ruptura y decadencia, mientras casi la mitad de su población sigue instalada en un no menos inmovilista abstencionismo. En esto va a consistir el supuesto "giro a la moderación" y "el cambio que comienza en Cataluña", con el concurso de una oposición que lo aplaude como comparsa.


Libertad Digital - Opinión

Nada sustancial salvo el daño. Por Hermann Tertsch

Que los responsables de la difusión digan que se garantiza la seguridad de las fuentes es una infame hipocresía.

ESTÁN pletóricos algunos porque un oscuro adalid de la transparencia llamado WikiLeaks ha atacado de nuevo y dejado en el más absoluto de los ridículos a los sistemas de seguridad de comunicación de Estados Unidos. Si antes le tocó al Pentágono y a documentación más o menos secreta de la seguridad militar, ahora ha sido el turno del Departamento de Estado. Cerca de 250.000 documentos confidenciales o secretos han quedado expuestos al dominio público tal como se vanaglorian ahora Wikileads y sus colaboradores en la difusión de los mismos. Y nos lo quieren vender como una gesta del periodismo y la lucha por la transparencia. En realidad no es periodismo ni nada parecido. Es una filtración de delincuentes que Wikileaks orquesta y distribuye y sus difusores administran como les viene en gana. La publicación de unos documentos de procedencia ilícita, clasificados por motivos de seguridad en una democracia, en un Estado de Derecho, sólo tiene una justificación si revelan un delito mayor que su filtración. Y por tanto un interés general por la revelación del delito. Por ejemplo, sería deseable que se publicaran aquí en España todos los documentos y grabaciones y confesiones aun por hacer de todos los implicados en el caso «El Faisán». Quienes ahora publican el gossip (cotilleo) del departamento de estado son los que más posibilidades tienen de hacerlo dada su íntima relación con el protagonista del escándalo, que no es otro que nuestro vicepresidente y ministro del interior. Aquí sí existe un genuino interés general por saber quién dio la orden aberrante a mandos policiales de colaborar con ETA, los asesinos de sus compañeros y subordinados. Eso sí sería un «scoop».

Los documentos publicados ahora, sin embargo, carecen de otro interés que la explotación más o menos morbosa de informaciones hechas en la presunción de que se realizaban de forma confidencial. Y que solo revelan la normal tarea de valoración de testimonios y opiniones, informaciones más o menos secretas aprovechando las fuentes de que disponen las embajadas y agencias norteamericanas para forjar criterios, estudiar situaciones y personajes, valorar y evitar peligros y aprovechar oportunidades. Nada ilegítimo. Al ridículo valor informativo de estos cables confidenciales se contrapone el inmenso daño general que la ruptura de la confidencialidad supone. Con la grave amenaza que es para fuentes existentes y el efecto disuasorio para fuentes potenciales que podrían causar mucho bien con sus informaciones sobre terrorismo, tráfico humano o de drogas, represión u otras acciones contra las democracias occidentales. Que los responsables de la difusión digan que se garantiza la seguridad de las fuentes es una infame hipocresía. Porque no tienen ni idea sobre la capacidad de valoración de las informaciones que puedan tener los enemigos de EE.UU. y la OTAN. Ni sobre su capacidad de identificación de fuentes. Se trata por tanto de un inmenso daño gratuito a nuestra seguridad, a la de EE.UU. y todos sus aliados. Con nulo valor informativo. Sabemos que es inútil pedir un poco de responsabilidad y cultura de defensa a quienes juegan desde la impunidad a héroes periodísticos de «Watergate» o los «Papeles del Pentágono». Desde su relativismo total, no parecen creer necesaria una defensa común de nuestro sistema de libertades. Quienes sí creemos en la necesidad de esa defensa abogamos porque este tipo de filtraciones, un atentado contra nuestra seguridad, no queden impunes. A ellos, muy ufanos por violar las comunicaciones secretas occidentales, hay que animarles a hacer lo mismo en China, Rusia o Irán. Allí no se atreven. Porque quien filtra paga. Y a quien difunde, lo mismo vienen a buscarle. Y hasta ahí no llega el coraje de estos intrépidos reporteros.

ABC - Opinión

Zapatero todavía sueña con el apoyo de CiU en Madrid. Por Antonio Casado

En Moncloa lamentan lo justo la amortización de Montilla (paso atrás, vale) y el retorno de los nacionalistas moderados a la Generalitat. La posibilidad de un futuro entendimiento con CiU es tal vez la última quimera de este castigado PSOE que aún cree en una tercera Legislatura socialista, con o sin Zapatero.

El escenario pasa por una victoria en las elecciones generales de 2012, aunque fuese por los pelos. Algo cada vez más reñido con la evolución de los acontecimientos. Pero aflora siempre entre los altos dirigentes del PSOE cuando les da por echar de menos la estabilidad que proporcionaría un socio parlamentario tan fiable como la fuerza representada en el Congreso de los Diputados por Josep Antoni Duran i Lleida.

Ni veinticuatro horas habían transcurrido desde el recuento de las urnas catalanas y ya estaba el ministro de la Presidencia y responsable de las relaciones parlamentarias del Gobierno, Ramón Jáuregui, enviando mensajes a Artur Mas, próximo presidente de la Generalitat. Sin renegar, por supuesto, de los costaleros preferentes para lo que queda de Legislatura, PNV y CC, ha dicho que el Gobierno aprovecharía la oportunidad de “ampliar consensos” si CiU se mostrase predispuesta después de su triunfo en las elecciones catalanas.


Jáuregui echa la caña demasiado pronto. Por si suena la flauta. Pero no sonará hasta que Artur Mas conozca al pretendiente dentro de quince meses, o antes si hay disolución anticipada de la Legislatura. Hasta entonces, se limitará a esperar un resultado de las elecciones generales sin mayoría absoluta para ninguno de los dos grandes partidos nacionales.

Es el escenario soñado a su vez por el presidente de la Generalitat “in pectore”. Un futuro Gobierno débil en Madrid al que pudiera arrancarle un régimen económico-fiscal copiado del Concierto Vasco y Navarro. Sea del PSOE o del PP. “Zapatero o Rajoy tendrán que aceptar el concierto catalán para que CiU les apoye”, es el aviso para navegantes que Artur Mas va deslizando cuando sale a relucir el tema de la financiación de Cataluña.

Parece que va a ser esa la estrella polar en la hoja de ruta de los flamantes ganadores de las elecciones catalanes. Rajoy ha dicho en varias ocasiones que el régimen foral vasco y navarro, reconocido en la Constitución por razones históricas, es intransferible a otras Comunidades. Por tanto, innegociable. El PSOE está en la misma posición, aunque la opinión pública no lo percibe con la misma firmeza. ¿Y si se recurriese, una vez más, al camuflaje semántico para imitar el modelo vasco y navarro con otro nombre?

De momento, el ministro Jáuregui descarta que el precio a pagar por un eventual apoyo de los nacionalistas de CiU pueda ser un concierto económico similar al del País Vasco. Sin embargo no apela al principio sino al calendario, pues no han pasado ni dos años desde que se aprobó el nuevo sistema de financiación de Cataluña “y no vamos a alterar ese modelo, lo digo con toda claridad”. Del fuero no dice nada. Y debería hacerlo si no quiere que se reinvente la sospecha de un Zapatero dispuesto a lo que haga falta por mantenerse en el poder, que ha sido pedrada recurrente de sus adversarios durante su ya declinante reinado.


El Confidencial - Opinión

28-N. Mensaje en una botella. Por Cristina Losada

En Galicia, antes, en Cataluña, ahora –y con daños mayores– el experimento acaba por irse a pique. Es el mensaje que los desolados náufragos deberían enviarle a Zapatero.

Si alguna vez se hubiera ido, se podría anunciar el regreso del nacionalismo al Gobierno catalán. Como en los pasados siete años no ha dejado de estar y ha estado incluso en sus más estridentes variantes, habrá que archivar los resultados del 28-N bajo un título menos incierto. No será fácil. El electorado catalán, aún medio escondido en el refugio de la indiferencia, ha propiciado, sobre todo, una debacle. No, desde luego, una "victoria histórica del catalanismo", como en un instante de euforia manifestaban desde CiU. ¿Acaso eran los del tripartito expelido menos catalanistas que los de Mas y Durán? Así, sin moverse del cosmos nacionalista, único realmente existente, se ha producido un realineamiento de planetas. Un par de ellos se han llevado la peor parte.

Histórica ha sido la caída del socialismo catalán y, si no fuera porque el término le viene grande, cabría calificar el retroceso de Esquerra de esa guisa. Se discute si hay más o menos "soberanistas" ahora que antes. Yo digo lo del gallego: depende. De qué se aloje en ese adjetivo indeciso. Pero quienes representaban en el tripartito la opción secesionista no encubierta se han dado un descomunal batacazo, que ni siquiera compensa la suma de los nuevos frikis del lugar. Cuando se cruzan el eje identitario y el factor gestión y crisis, la recuperación de Convergencia ha de atribuirse más al segundo que al primero. No hay motivo para castigar a Montilla por "españolista". Quienes le despreciaban por charnego nunca le votaron. Y en cuanto a echar leña al fuego identitario, nada se le puede reprochar. El PSC ha estado a la altura del nacionalismo confeso y aún superó el listón que dejara el gran Pujol.

El proceso deconstructor que el PSC y el PSOE abrieron con la infeliz ocurrencia del nuevo Estatuto y el abrazo con el nacionalismo "de izquierdas" ha tocado a su fin de la manera humillante que aguarda al temerario y torpe aprendiz de brujo. Achaquen los socialistas, si quieren, que querrán, este crepúsculo suyo, tan poco grandioso, a la grave enfermedad de la economía. Pero la única comunidad donde han mejorado electoralmente, de 2009 acá, es el País Vasco. La única en la que han mantenido una menor servidumbre hacia el nacionalismo. En Galicia, antes, en Cataluña, ahora –y con daños mayores– el experimento acaba por irse a pique. Es el mensaje que los desolados náufragos deberían enviarle a Zapatero.


Libertad Digital - Opinión

La rebelión de los barones. Por M. Martín Ferrand

Se observan en la cubierta de la nave socialista las carreras por alcanzar un salvavidas y son inevitables los codazos.

TRAS el derrumbe electoral del PSC, no por esperado menos doloroso para el PSOE, puede imaginarse a José Luis Rodríguez Zapatero, como a Mickey Mouse en Fantasía, tratando de poner orden donde no lo hay. El ritmo de la música de Paul Dukas es frenético en El aprendiz de brujo y ni el muñequito de Walt Disney conseguirá gobernar las escobas que ha embrujado con el gorro mágico del brujo Yensid ni el secretario general a los barones socialistas con mando en plaza. No se resignarán fácilmente a que llegue la próxima primavera para entregarle el relevo a sus antagonistas autonómicos del PP. Si se trata de apostar lo hago dos a uno por Mickey.

El diseño del tripartito, obra de Pascual Maragall asumida y perfeccionada por Zapatero con la ayuda y el protagonismo de José Montilla, tenía como esencia una doble traición. El PSC quiso superar a sus socios por el flanco de la izquierda y por el del nacionalismo. Malo y torpe fue lo primero; pero peor y más dañino lo segundo, puesto que el PSOE, por federalista y por español, resulta incompatible, incluso para un corto recorrido, con quienes todavía escuchan las nanas de Carlos Marx y pretenden como primer objetivo la independencia del Estado. En consecuencia, pasó lo que tenía que ocurrir. Si a eso se le añade el retraso y la inoperancia con la que Zapatero se enfrenta a la crisis económica y social, paro incluido, que nos afecta, su pronostico de futuro es incierto. Ya se observan en la cubierta de la nave socialista las carreras por alcanzar un salvavidas y son inevitables los codazos.


José Antonio Griñán, José María Barreda, Vicente Álvarez Areces, Guillermo Fernández Vara, Francesc Antich y el recién llegado Francisco Pina, ¿soportarán estoicos el chaparrón sin ponerse a cubierto hasta las próximas autonómicas? Incluso Patxi López, a quien no le afecta ese calendario, andará inquieto. Ellos, o sus relevos naturales, ¿concurrirán a las urnas sin previas y notables transformaciones en su partido de referencia? Los suicidios políticos, que los hay, son raros y más lo parece todavía la hipótesis de un suicidio colectivo sin más finalidad que darle la razón a Zapatero y asumirle como infalible líder e incuestionable conductor de una formación más que centenaria. No sé quien de los citados, o incluso de quienes no tienen, como ellos, mando en plaza y aspiran a tenerlo, disparará primero; pero el PSOE, mucho antes de las elecciones autonómicas tendrá que tomar una decisión tajante con respecto a su líder. Suponiendo que Zapatero, en un ataque de lucidez y generosidad no la tome primero. El aprendiz de brujo sigue como música de fondo.

ABC - Opinión

Messi: cuatro escaños. Por Alfonso Ussía

Hoy, centenares de analistas y aspirantes a serlo comentan los resultados de las elecciones catalanas. Toni Bolaño escribe que ha ganado el separatismo y que no es buena la noticia. Respeto su opinión pero no la comparto. No me figuro a Artur Mas metido de golpe en fregados escisionistas, y menos aún con Duran y Lleida como principal soporte. Se trataba de rescatar a Cataluña del nefasto y hasta nauseabundo Tripartito. Y han sido los catalanes los encargados de hacerlo. Subidón de CIU, gran resultado de Alicia Sánchez-Camacho y el Partido Popular –Rajoy ha intervenido, y mucho, en la campaña electoral–, y descalabro del socialismo y el independentismo agresivo y pueblerino de Esquerra Republicana. Los ecocomunistas de ICV también pierden, los Ciudadanos de Rivera se mantienen y Messi que no se presentaba, y además es argentino, ha conseguido cuatro sorprendentes escaños. La sociedad catalana, se ha demostrado de nuevo, es una macedonia de frutas. En esta ocasión, los resultados han sido tan diáfanos, que Montilla y Puigcercós han tenido que reconocer su fracaso. Es el mismo fracaso, porque uno y otro son corresponsables del naufragio catalán.

El partido de Rosa Díez, UPyD, se ha quedado en calzonas silvestres. Cataluña necesitaba claridad en los mensajes, y este grupo político no puede darla por imperativos de incapacidad. El gran derrotado de estas elecciones es Zapatero. No hay que ser analista político para entrever que en Cataluña ha principiado su gozoso desmoronamiento. Gozoso para España, quiero decir. A partir de hoy, lo que quedaba de Gobierno de España se somete a su paulatina descomposición. Zapatero se ha cargado también a Rubalcaba. A este hombre no hay quien lo detenga en su labor destructiva. Chacón no existe. La ministra de Defensa tuvo el detalle de acompañar a Montilla en su llanto de despedida. Sonreía como dijo el poeta, «con la melancolía de las lágrimas contenidas». No me pregunten por la identidad del poeta en cuestión porque la ignoro. Pero ahí estaba la ministra dando la cara y rompiéndosela simultáneamente. Otra víctima de Zapatero. Al paso que lleva el fotografiado de La Moncloa se va a quedar sólo con Leire Pajín, que aguantará hasta el hundimiento, a no ser que decida recuperar la vida en familia que le procura Benidorm.

Las derrotas de ERC e ICV son locales. Como el éxito de Messi con sus cuatro escaños. Pero los triunfos de CIU –por su interés en la futura gobernación de España– y del Partido Popular pertenecen a otra dimensión. Lo mismo que el descalabro del socialismo, que se anuncia ya sin posibilidad de recomponerlo, en todo el territorio nacional. Desde hoy, la pregunta «¿Vas a seguir, José Luis?», se convertirá en una obsesión reiterativa en todas las sedes socialistas. Hoy por hoy, el Partido Popular ganaría en Andalucía, en Extremadura y en Castilla-La Mancha. El socialismo ha perdido su feudo catalán. ¿Aguantará Zapatero hasta el naufragio definitivo? De acuerdo con su sentido del patriotismo, «Yo soy lo más parecido a la Patria», es probable que sí. Siempre que los suyos lo toleren, que está por ver. España, a partir de Cataluña, ha recuperado el viento que sopla en Europa. Un centro-derecha liberal que nos acerque a la salvación económica.
Bien por Cataluña, a pesar de los cuatro escaños de Messi, que es en verdad quien los ha conseguido.


La Razón - Opinión

28-N. ¿Qué celebran en el PP?. Por José García Domínguez

Esos catalanistas tan atildados, tan modernos y tan tibios solo reclaman renegociar por la vía de urgencia las capitulaciones de la Tercera Guerra Carlista. Un afán de lo más sensato, como se ve.

Por muy curado de espanto que se pretenda, a uno no deja de sorprenderle ese entusiasmo rayano en la euforia que la victoria de los tribalistas de aquí ha suscitado entre alguna derecha de allí. Así, diríase que para esas señoras y caballeros a quienes tanto duele España, el triunfo de Artur Mas ha supuesto un efecto balsámico, terapéutico.

Cómo entender si no que en apenas veinticuatro horas se nos hayan repuesto de aquel angustioso tormento metafísico que les causaba la suerte de los castellanohablantes de Cataluña. Recuérdese su santa ira contra las multas a los tenderos. Y su frontal repudio a la inmersión preceptiva, guinda de la exhaustiva institucionalización del monolingüismo vernáculo. Y su inquebrantable afán por clausurar las embajadas de la Señorita Pepys. Y su muy vívido escándalo, en fin, ante los dislates todos del Tripartito, esos mismos que CiU se ha comprometido a mantener cuando no a ampliar elevados al cubo.


Bien, pues ni en los archivos de Fátima resta constancia de sanaciones tan milagrosamente súbitas. Al punto de que las negras miasmas de sus escribidores orgánicos se han tornado en gozosos aleluyas. De ahí que ya los tengamos a todos celebrando gozosos el testimonio de suprema moderación que supone vindicar un dizque concierto económico, la quimera hoy prioritaria para CiU. Otra prueba del célebre "seny" que nadie ha conocido jamás por la prosaica razón de que nunca ha existido tal entelequia. Y es que esos catalanistas tan atildados, tan modernos y tan tibios solo reclaman renegociar por la vía de urgencia las capitulaciones de la Tercera Guerra Carlista. Un afán de lo más sensato, como se ve.

Postergada –de momento– la revocación formal del Compromiso de Caspe, ahora toca el cupo. Que, por cierto, no era otro el propósito que en su día los llevó a colar en el articulado Estatut unos arcanos "derechos históricos" cuya naturaleza nadie ha acertado a concretar. Aunque, a fin de cuentas, únicamente se trataba de plantar el germen de la enésima afrenta mítica; de seguir alargando hasta el infinito la tensión dramática con Madrit bajo la coartada del "expolio fiscal"; y de envenenar –todavía más– la riña entre las comunidades, abriendo el frente aún inexplorado de la asimetría financiera. Y Génova, riéndoles las gracias.


Libertad Digital - Opinión

Alfa y omega del Zapaterismo. Por Ignacio Camacho

En Cataluña han hecho crisis los fundamentos del «zapaterato». Montilla y Zapatero se han arrastrado mutuamente al abismo.

EL harakiri de Montilla es un gesto convencional de cortesía política tras un descalabro electoral, pero no va a servir de cortafuegos para el incendio que empieza a devorar la estructura del zapaterismo. El aparato socialista ha repartido consignas exculpatorias que descargan su responsabilidad en los errores del tripartito, como si éste hubiese brotado por generación espontánea y no como laboratorio de las políticas que han definido el mandato del presidente del Gobierno. Ahora parece que la alianza con Esquerra Republicana, vigente desde 2003, fue una extravagancia montillista en vez de un diseño conjunto de Maragall y Zapatero que dio soporte a la espiral de desparrame estatutario. Ni aun así bastaría para explicar una derrota cuyas dimensiones sólo se entienden a partir del desgaste abrasador de la marca zapaterista, que ha provocado una fuga masiva de electores en el cinturón trabajador de Barcelona. El PSC ha perdido un tercio de sus votos en la capital, en Badalona, en Cornellá, en Hospitalet, donde los hijos de la inmigración, los nuevos catalanes, han ido a refugiarse en Convergencia y hasta en el PP, y eso no se puede achacar sólo a las veleidades soberanistas del tripartito. Es también la primera factura de castigo al fracaso de la respuesta socialista a una crisis que el tejido de la izquierda social.

Montilla es un político mediocre y anodino que cometió, en efecto, el descomunal error de dejarse llevar por el delirio identitario de sus socios a una impostura de soberanismo extremo que no respaldaban los votos del tradicional catalanismo federalista del PSC. Pero en su pesada caída ha cargado con el lastre de la imagen pulverizada de Zapatero. Ambos se han arrastrado mutuamente al abismo; como mínimo han de compartir responsabilidades. La hecatombe de Cataluña ha encendido de nuevo las alarmas de los barones territoriales, que se ven reflejados en el espejo montillista y temen que les espere suerte similar en mayo. La conclusión interna de los dirigentes socialistas es la de que Zapatero se ha convertido en una marca perdedora, lóbrega, capaz de tumbar todo lo que tenga alrededor. Temen que el presidente se autoengañe aplicando a su análisis la distorsión del particular escenario catalán. El clamor de relevo se va a hacer insostenible, aunque todavía son pocos los que se atreven a pedirlo en voz alta.

En las elecciones catalanas han hecho crisis los fundamentos del zapaterato. El resultado no deja lugar a dudas al configurar una mayoría social de centro derecha moderada. El avance del PP —queda a siete puntos de los socialistas en su feudo más fuerte—resulta significativo de lo que puede pasar en territorios donde no existe el factor nacionalista. El proyecto que empezó a fraguar en Cataluña ha comenzado en Cataluña su desplome.


ABC - Opinión

El día después

El resultado del 28-N presenta claves de enorme interés tanto en la política catalana como española. Hay que valorar positivamente que José Montilla haya renunciado a su escaño de diputado. Con incuestionable dignidad asume como propio el resultado de su partido. Como le hemos criticado en otras ocasiones, ahora corresponde hacer lo contrario. El actual presidente de la Generalitat se apartará progresivamente de la primera línea para posibilitar la sucesión al frente del partido. Lo hace ahora no asumiendo su escaño y lo hará en el futuro renunciando a presentarse a la reelección al frente de la primera Secretaría del PSC. Los catalanes rechazaron claramente al tripartito, pero también pasaron factura por los errores que ha cometido Zapatero al frente del Gobierno. Es un preámbulo de lo que le puede suceder al PSOE en las elecciones municipales y autonómicas. La inquietud entre los barones era ayer patente, porque las estimaciones en la sede de Ferraz es que se pueden perder casi todas las capitales de provincia y que existe el riesgo de que suceda lo mismo en varias comunidades autónomas. El efecto del cambio de gobierno, que quedó amortizado hace semanas y las urnas confirmaron el domingo en Cataluña el desgaste gubernamental que vienen mostrando las encuestas desde hace más de un año. Zapatero no tiene demasiado margen porque se acumulan los problemas sobre su mesa y no parece que tenga soluciones que permitan resolverlos. La otra cara de la moneda es Rajoy. Ha visto cómo el PSOE ha perdido las elecciones en Cataluña y su partido no sólo se ha convertido en la tercera fuerza sino que lo hace con el mejor resultado de la historia. En este sentido, acortar distancias con los socialistas y situarse a sólo diez diputados permite augurar unas perspectivas muy similares a las que en las elecciones generales de 2000 le permitieron alcanzar la mayoría absoluta. Cataluña era la pieza que le faltaba a Rajoy para consolidar las expectativas de cambio en España. La magnífica e incansable labor de Alicia Sánchez-Camacho y su equipo le permite afrontar un año decisivo con garantías de éxito. Finalmente, Artur Mas hace frente al reto de la presidencia de la Generalitat en un escenario muy complicado y con una crisis de enormes dimensiones. A su favor cuenta la saturación del pueblo catalán ante los excesos cometidos por el tripartito desde su fundación en 2003. La sociedad catalana quiere prudencia, moderación y eficacia para combatir la crisis. La victoria de CiU es un extraordinario depósito de confianza, pero que debe servir, precisamente, para hacer justo lo contrario de lo que han hecho sus antecesores. Es el ocaso de los radicalismos, los experimentos y las políticas de gestos inconsistentes. El único enemigo de Cataluña es la crisis. Los esfuerzos de todas las administraciones deben ir dirigidos en esa dirección. CiU tiene experiencia y capacidad. Es el momento de reducir los gastos superfluos, mejorar la eficacia de la Generalitat, favorecer la actividad empresarial y establecer el marco que permita la creación de empleo. Mas tiene un reto difícil, pero asumible si se buscan acuerdos.

La Razón - Editorial

De interés público

Los papeles del Departamento de Estado muestran los límites de la política exterior de Estados Unidos.

La secretaria de Estado norteamericana Hillary Clinton calificó ayer de ataque a la comunidad internacional la publicación de los documentos de su departamento filtrados a Wikileaks y cuya difusión iniciaron ayer cinco diarios de referencia de Europa y Estados Unidos, entre ellos El País. Fue Wikileaks, organización creada con el objetivo de dar a conocer informaciones de interés público que poderes diversos pretenden mantener ocultas, quien obtuvo y divulgó filtraciones relacionadas con las guerras de Afganistán e Irak que las autoridades norteamericanas consideraron secretas.

The New York Times, The Guardian, Le Monde, Der Spiegel y El País iniciaron ayer la publicación, sometida a cautelas deontológicas en algunos casos, de hasta 250.000 informes del Departamento de Estado y comunicaciones con sus embajadas en todo el mundo obtenidos por Wikileaks en los que se revelan informaciones y opiniones de indudable interés para el público. Las filtraciones anteriores de Wikileaks ya habían dejado al descubierto las razones últimas de algunas de las principales decisiones adoptadas por Washington, haciendo inteligibles movimientos internacionales que carecían de explicación.


De acuerdo con la Convención de Viena, las embajadas están autorizadas a obtener cualquier información de los Estados ante los que se encuentran acreditadas siempre que sea a través de medios lícitos. La información contenida en los documentos ahora conocidos no prueba que Estados Unidos haya cometido ninguna ilegalidad; dependerá de los medios que haya empleado para obtenerla. Pero en las instrucciones cursadas desde el Departamento de Estado se reclaman a las Embajadas estadounidenses datos de difícil o imposible acceso mediante procedimientos aceptados. Los documentos conocidos demuestran una excesiva tendencia de los organismos oficiales de Estados Unidos, y probablemente también de otros países, a clasificar como reservadas o secretas informaciones que no deberían serlo. La transparencia es la principal garantía contra la arbitrariedad en el comportamiento de los poderes públicos, incluida la corrupción. Las relaciones diplomáticas no deberían convertirse en un reducto al margen de la exigencia de transparencia.

Uno de los asuntos más relevantes de los documentos aflorados está relacionado con la estrategia de Estados Unidos y sus aliados frente al desarrollo del programa nuclear iraní. Gracias a la filtración se ha tenido constancia de que las monarquías petroleras del Golfo comparten los temores de la comunidad internacional. El problema es que también Teherán ha podido conocer las intenciones y los sentimientos que albergan sus vecinos ante su creciente hegemonía en la región, de la que el programa nuclear es uno de los principales instrumentos pero no el único. El alineamiento de hecho de las posiciones de algunos Gobiernos árabes y las de Israel puede tener un alto coste político interno para aquellos, al margen de que exigirá perfilar mejor la estrategia seguida frente a Teherán.

La proliferación nuclear en el Golfo no es un asunto regional, sino que afecta a la seguridad mundial. Los documentos dejan constancia de que todas las partes involucradas se están decantando por opciones que parecen descartar la desnuclearización completa de la región. Aunque difícil, se trata de la única opción que obligaría a buscar un arreglo general para conflictos que, como el de Israel y Palestina, han pasado a un injustificable segundo plano. Junto al escenario asiático, el de Oriente Próximo tiene un alto potencial desestabilizador para la seguridad internacional. Los documentos conocidos y relativos a otras regiones, como América Latina y Europa, dejan sobre todo constancia del grave deterioro del liderazgo político mundial.


El País - Editorial

Zapatero, un lastre para España... y para el PSOE

Sería una feliz coincidencia de intereses. A unos les interesa seguir en el machito, a España le interesa librarse cuanto antes de Zapatero.

La prima de riesgo española volvió ayer a máximos históricos superando los 270 puntos básicos respecto al bono alemán. La Bolsa de Madrid continúa su descenso hacia los infiernos y el IBEX 35 camina raudo hacia los 9.000 puntos. El mercado laboral, lejos de recuperarse, sigue sumando nuevos desempleados cada mes. La producción decrece, la deuda aumenta y nadie ve la luz al final del túnel. La economía española, en definitiva, se encuentra en estado terminal esperando un necesariamente doloroso desenlace.

El Gobierno, entretanto, persevera en su letargo y cuando sale de él es para aplicar remedios erróneos a una dolencia mal diagnosticada. La debacle económica, para la que Zapatero no encuentra solución más allá de eslóganes propagandísticos repetidos ya mil veces, ha dejado grogui al Gobierno. La generosa mayoría electoral que cosechó hace dos años y medio corre el riesgo de disolverse si antes los socialistas no buscan un recambio para Zapatero, un hombre amortizado, desprestigiado dentro y fuera de España y totalmente superado por los acontecimientos.


Las primarias madrileñas del pasado mes de octubre no fueron sino el aviso de un traicionero mar de fondo que amenaza con arrasar sin piedad la deteriorada nave socialista. La confirmación ha llegado con las autonómicas catalanas. Montilla, producto político de Zapatero desde que éste le sacó de la alcaldía de Cornellá para colocarle como ministro de Industria en la primera legislatura, ha obtenido los peores resultados de la historia del PSC en Cataluña. La responsabilidad de semejante desastre no es sólo de los socialistas catalanes, que llevan siete años gobernando junto a Esquerra y que han hecho gala de un montaraz nacionalismo, sino del propio Zapatero, que los ha avalado y los ha convertido en santo y seña de su propio programa de Gobierno.

El zapaterismo toma carta de naturaleza en Barcelona, en el salón de Tinell, cuando a instancias suyas se firmó el pacto homónimo que consistía en forjar una mayoría social-nacionalista y marginar al PP de la vida pública. Ese modelo, antidemocrático donde los haya, ha funcionado durante todos estos años y ha producido, entre otras cosas, el nuevo Estatuto de Cataluña, del que Zapatero fue el principal impulsor. El destino del PSC montillista y el del inquilino de la Moncloa están, por lo tanto, indisolublemente unidos. Cuando al primero le ha llegado su final sería lógico que ocurriese lo propio con el segundo.

De no ser así el PSOE corre el riesgo de que cunda el ejemplo catalán y se encuentre tras las elecciones de mayo herido de muerte en sus feudos tradicionales. Tal vez por eso los barones del partido, el poder local del que emana el poder estatal del que disfruta Zapatero y su camarilla, le han visto las orejas al lobo y se han apresurado a dar la voz de alarma. A los barones socialistas el futuro de España no les importa demasiado, pero sí su propia suerte al frente de sus respectivos señoríos electorales, de donde muchos de ellos podrían salir aventados la próxima primavera.

Sería una feliz coincidencia de intereses. A unos les interesa seguir en el machito, a España le interesa librarse cuanto antes de Zapatero. En suma, una consecuencia no deseada de las, por lo demás, desastrosas elecciones autonómicas en Cataluña.


Libertad Digital - Editorial

La izquierda abandonada

Para el PSOE, esta derrota ya no es un aviso, sino un auténtico desahucio que anuncia una etapa de graves conflictos internos.

LA clave nacionalista no es la única que explica la contundente victoria de CiU en las autonómicas catalanas, y tampoco sirve, como es obvio, para los incrementos de voto del PP y Ciudadanos. El nuevo Parlamento catalán es más nacionalista, pero también más liberal y conservador, y, en lo que importa en este momento, esta otra mayoría significa un nueva pérdida de confianza en la izquierda para gestionar la crisis económica. La tendencia europea se extiende a España en cuanto se han celebrado las primeras elecciones verdaderamente inmersas en el estado actual de desempleo y pesimismo, aunque no deben olvidarse las derrotas socialistas en Galicia y en las europeas de 2008. Zapatero y el PSOE han perdido tres de las cuatro elecciones celebradas desde marzo de 2008 —y en el País Vasco gobierna gracias al PP—, por lo que los factores coyunturales no sirven como excusa. El declive socialista es constante, y Cataluña lo ha acelerado.

El análisis de lo sucedido en la comunidad catalana no puede reducirse solo al factor nacionalista. Había una clara necesidad de poner fin a las extravagancias del tripartito y de favorecer un gobierno que redujera los riesgos en la gestión de los asuntos públicos. Por eso es previsible que en la acción del futuro gobierno convergente primen los criterios de una política liberal sobre la agitación nacionalista. Para la izquierda, esta derrota ya no es un aviso con prórroga para rectificar. Es un auténtico desahucio que anuncia una etapa de graves conflictos internos en el PSOE. Cataluña era el anticipo a cuenta de los temores de los barones socialistas: si Montilla perdía sin quebrar el suelo de 30 diputados, el efecto contaminante de la derrota podía mitigarse. Pero si se rompía ese suelo —como ha sucedido, forzando la renuncia a su escaño— los dirigentes territoriales del PSOE saben que con él también se rompía la conexión con Zapatero. El aumento del PP en las áreas industriales tradicionalmente adscritas al PSC es una inflexión que atemoriza a presidentes y candidatos autonómicos del PSOE de comunidades donde la estructura de voto socialista es más permeable a la abstención o al traspaso al PP. Zapatero ha encadenado su derrota en las primarias de Madrid con su derrota en Cataluña. Como líder de un partido que vive en el alambre electoral para las municipales y autonómicas, su situación en el PSOE empieza a ser dramáticamente precaria.

ABC - Editorial