martes, 30 de noviembre de 2010

Alfa y omega del Zapaterismo. Por Ignacio Camacho

En Cataluña han hecho crisis los fundamentos del «zapaterato». Montilla y Zapatero se han arrastrado mutuamente al abismo.

EL harakiri de Montilla es un gesto convencional de cortesía política tras un descalabro electoral, pero no va a servir de cortafuegos para el incendio que empieza a devorar la estructura del zapaterismo. El aparato socialista ha repartido consignas exculpatorias que descargan su responsabilidad en los errores del tripartito, como si éste hubiese brotado por generación espontánea y no como laboratorio de las políticas que han definido el mandato del presidente del Gobierno. Ahora parece que la alianza con Esquerra Republicana, vigente desde 2003, fue una extravagancia montillista en vez de un diseño conjunto de Maragall y Zapatero que dio soporte a la espiral de desparrame estatutario. Ni aun así bastaría para explicar una derrota cuyas dimensiones sólo se entienden a partir del desgaste abrasador de la marca zapaterista, que ha provocado una fuga masiva de electores en el cinturón trabajador de Barcelona. El PSC ha perdido un tercio de sus votos en la capital, en Badalona, en Cornellá, en Hospitalet, donde los hijos de la inmigración, los nuevos catalanes, han ido a refugiarse en Convergencia y hasta en el PP, y eso no se puede achacar sólo a las veleidades soberanistas del tripartito. Es también la primera factura de castigo al fracaso de la respuesta socialista a una crisis que el tejido de la izquierda social.

Montilla es un político mediocre y anodino que cometió, en efecto, el descomunal error de dejarse llevar por el delirio identitario de sus socios a una impostura de soberanismo extremo que no respaldaban los votos del tradicional catalanismo federalista del PSC. Pero en su pesada caída ha cargado con el lastre de la imagen pulverizada de Zapatero. Ambos se han arrastrado mutuamente al abismo; como mínimo han de compartir responsabilidades. La hecatombe de Cataluña ha encendido de nuevo las alarmas de los barones territoriales, que se ven reflejados en el espejo montillista y temen que les espere suerte similar en mayo. La conclusión interna de los dirigentes socialistas es la de que Zapatero se ha convertido en una marca perdedora, lóbrega, capaz de tumbar todo lo que tenga alrededor. Temen que el presidente se autoengañe aplicando a su análisis la distorsión del particular escenario catalán. El clamor de relevo se va a hacer insostenible, aunque todavía son pocos los que se atreven a pedirlo en voz alta.

En las elecciones catalanas han hecho crisis los fundamentos del zapaterato. El resultado no deja lugar a dudas al configurar una mayoría social de centro derecha moderada. El avance del PP —queda a siete puntos de los socialistas en su feudo más fuerte—resulta significativo de lo que puede pasar en territorios donde no existe el factor nacionalista. El proyecto que empezó a fraguar en Cataluña ha comenzado en Cataluña su desplome.


ABC - Opinión

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