martes, 30 de noviembre de 2010

De interés público

Los papeles del Departamento de Estado muestran los límites de la política exterior de Estados Unidos.

La secretaria de Estado norteamericana Hillary Clinton calificó ayer de ataque a la comunidad internacional la publicación de los documentos de su departamento filtrados a Wikileaks y cuya difusión iniciaron ayer cinco diarios de referencia de Europa y Estados Unidos, entre ellos El País. Fue Wikileaks, organización creada con el objetivo de dar a conocer informaciones de interés público que poderes diversos pretenden mantener ocultas, quien obtuvo y divulgó filtraciones relacionadas con las guerras de Afganistán e Irak que las autoridades norteamericanas consideraron secretas.

The New York Times, The Guardian, Le Monde, Der Spiegel y El País iniciaron ayer la publicación, sometida a cautelas deontológicas en algunos casos, de hasta 250.000 informes del Departamento de Estado y comunicaciones con sus embajadas en todo el mundo obtenidos por Wikileaks en los que se revelan informaciones y opiniones de indudable interés para el público. Las filtraciones anteriores de Wikileaks ya habían dejado al descubierto las razones últimas de algunas de las principales decisiones adoptadas por Washington, haciendo inteligibles movimientos internacionales que carecían de explicación.


De acuerdo con la Convención de Viena, las embajadas están autorizadas a obtener cualquier información de los Estados ante los que se encuentran acreditadas siempre que sea a través de medios lícitos. La información contenida en los documentos ahora conocidos no prueba que Estados Unidos haya cometido ninguna ilegalidad; dependerá de los medios que haya empleado para obtenerla. Pero en las instrucciones cursadas desde el Departamento de Estado se reclaman a las Embajadas estadounidenses datos de difícil o imposible acceso mediante procedimientos aceptados. Los documentos conocidos demuestran una excesiva tendencia de los organismos oficiales de Estados Unidos, y probablemente también de otros países, a clasificar como reservadas o secretas informaciones que no deberían serlo. La transparencia es la principal garantía contra la arbitrariedad en el comportamiento de los poderes públicos, incluida la corrupción. Las relaciones diplomáticas no deberían convertirse en un reducto al margen de la exigencia de transparencia.

Uno de los asuntos más relevantes de los documentos aflorados está relacionado con la estrategia de Estados Unidos y sus aliados frente al desarrollo del programa nuclear iraní. Gracias a la filtración se ha tenido constancia de que las monarquías petroleras del Golfo comparten los temores de la comunidad internacional. El problema es que también Teherán ha podido conocer las intenciones y los sentimientos que albergan sus vecinos ante su creciente hegemonía en la región, de la que el programa nuclear es uno de los principales instrumentos pero no el único. El alineamiento de hecho de las posiciones de algunos Gobiernos árabes y las de Israel puede tener un alto coste político interno para aquellos, al margen de que exigirá perfilar mejor la estrategia seguida frente a Teherán.

La proliferación nuclear en el Golfo no es un asunto regional, sino que afecta a la seguridad mundial. Los documentos dejan constancia de que todas las partes involucradas se están decantando por opciones que parecen descartar la desnuclearización completa de la región. Aunque difícil, se trata de la única opción que obligaría a buscar un arreglo general para conflictos que, como el de Israel y Palestina, han pasado a un injustificable segundo plano. Junto al escenario asiático, el de Oriente Próximo tiene un alto potencial desestabilizador para la seguridad internacional. Los documentos conocidos y relativos a otras regiones, como América Latina y Europa, dejan sobre todo constancia del grave deterioro del liderazgo político mundial.


El País - Editorial

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