miércoles, 22 de diciembre de 2010

La frivolidad de Zapatero

Su manera de sembrar incógnitas sobre sí mismo y la estabilidad política de su Gobierno es grotesca y demostrativa de que se siente fuera de la realidad.

EN plena crisis económica y con un futuro inmediato rodeado de incertidumbres en todos los frentes, el presidente del Gobierno ha contribuido de forma frívola a avivar el debate sobre su posible sucesión como candidato socialista a La Moncloa en 2012. Dirigiéndose a un grupo de periodistas durante la copa de Navidad, dijo Zapatero que solo su mujer y un miembro del PSOE sabían cuál era su decisión al respecto. Esta manera de sembrar incógnitas y enigmas sobre sí mismo y la estabilidad política de su Gobierno es grotesca, pero demostrativa de que Zapatero empieza a sentirse fuera de la realidad. Ningún gobernante comprometido seriamente con su función desliza estos mensajes en tiempos críticos, salvo que le satisfaga el gallinero que empieza a montarse en su partido por la lucha sucesoria. Con quince meses por delante hasta las elecciones de 2012 y con un pacto con nacionalistas que le permitirá, teóricamente, acabar la legislatura, Zapatero aparenta asumir su fin de ciclo y contempla desde la barrera los primeros movimientos de barones y dirigentes socialistas, que oscilan entre el oportunismo para ajustar cuentas pasadas y la ansiedad por el revés electoral al que los conduce el presidente del Gobierno. Si Zapatero ha interiorizado que no será candidato en 2012, debería actuar con sensatez, protegiendo la estabilidad política de su Gobierno y ejerciendo su autoridad como secretario general del PSOE para evitar carreras anticipadas por la candidatura socialista.

El problema es que este proceder de Zapatero, dando rienda suelta a especulaciones, revela su desafección, casi una falta de respeto, por la situación del país. Además, empuja a su partido a un debate en estos momentos estéril, porque es evidente que Zapatero no está en condiciones de designar a dedo a su sucesor. Sus dos derrotas más recientes, la interna en la Federación Socialista Madrileña y la externa en Cataluña, lo han despojado de peso suficiente para hacer una transición personalizada. La sucesión se prevé así conflictiva y en el marco de un Congreso extraordinario, opción verosímil, especialmente si se confirma la debacle socialista en las elecciones municipales y autonómicas de mayo de 2011, una derrota que, por otro lado, se apuntará en el debe de quienes ya aparezcan ante la opinión pública como sucesores de Zapatero, lo sean o no de verdad. Y la derrota desgasta, como se ve en las encuestas más recientes, que reflejan la desaparición del «efecto Rubalcaba», deglutido por la crisis económica, el varapalo catalán y la falta de proyecto político en la acción del Gobierno.

ABC - Editorial

0 comentarios: