lunes, 13 de diciembre de 2010

El récord, la gloria, la muerte súbita: ¿hijos de la química?. Por Antonio Casado

Lo que nos faltaba. La química en el deporte, la corrupción en la política. Y aquí es inevitable la cita: “Sólo nos queda la Guardia Civil”. Como diría Carlos Herrera, mármol para esta frase del atleta Arturo Casado, uno de los sesenta que, con razón, no quieren ser confundidos con quienes hacen trampas en el deporte, en la política y en la vida. Un modo de asumir que vivimos entre tramposos -la trampa tiene las piernas más largas que la ley-, pero aún conservamos la capacidad para detectarlos antes de caer en la resignación.

Lo ocurrido con Marta Domínguez y cía nos hace pensar ahora, con tantos años de retraso, que tal vez lo de Barcelona (1992) no fue el resultado de las inversiones y la planificación. De repente, España se disparó en el ranking y de la noche a la mañana se convirtió en una potencia olímpica al quedar entre las seis primeras del mundo. Excelente balance de aquel famoso plan ADO (¿recuerdan?), que por primera vez en el deporte español planificó la presencia de psicólogos, nutricionistas y médicos en la preparación de los atletas, con inclusión de programas muy precisos para mejorar su rendimiento. Nada menos que 22 medallas. De la noche a la mañana, bien digo, porque cuatro años antes en Seúl (1988) había hecho un pobre registro de 4 medallas.


¿Todo empezó al regreso de Seúl, movidos por el imperativo de que nuestra reinserción internacional respondiese, también en el terreno deportivo, al tamaño y las aspiraciones de la flamante España democrática? Tendríamos ocasión de demostrarlo en Barcelona 92 y no era cosa de fracasar en aquel escaparate mundial de los nuevos españoles. ¿Fue entonces cuando se decidió echar mano de todos los recursos, y no solo económicos y deportivos, para estar a la altura de las circunstancias y hacer lo que seguramente ya se hacía en otros países para potenciar la competitividad de los atletas?
«¿Fue en Barcelona 92 cuando se decidió echar mano de todos los recursos, y no solo económicos y deportivos, para estar a la altura de las circunstancias?»
La pregunta ha dejado de ser herética desde que el jueves pasado conocimos la detención de 14 personas que se reparten acusaciones de doping, tráfico ilegal de sustancias dopantes y blanqueo de dinero. La pregunta no es herética si tenemos en cuenta que, como escribía ayer el colega Juan Carlos Escudier, solo la hipocresía servida en cantidades industriales permite aparentar que nos estamos cayendo del guindo.

Por el mismo precio, el del estupor ante el caso de Marta y ese entorno descrito en los medios de comunicación como un floreciente mercado negro de sustancias dopantes, es legítimo que la opinión pública también se pregunte si los records, la gloria, las victorias deportivas y las muertes súbitas son hijos de la química o la manipulación genética y no del esfuerzo natural, el sacrificio o el afán de superación del ser humano.

Son asuntos sobre los que se ha teorizado en casos precedentes, como el de la atleta americana Marion Jones, el ciclista francés Laurent Fignon o la nadadora alemana Kristin Otto, todos ellos juguetes rotos del deporte. A uno le rondan esas sospechas cuando habla con gente metida en este mundo y escucha que la testosterona, la H-G-H (hormona del crecimiento), la EPO, los péptidos (mezclados con ácido ribonucleico), etc., pertenecen al lenguaje diario en los ambientes deportivos de la alta competición. Y que en algunos casos, como en el del culturismo, está absolutamente generalizado el uso de estas sustancias adquiridas en ese mercado negro en el que, al parecer, se había metido de hoz y coz la reina del atletismo español como vendedora, por redondear su patrimonio económico. Qué lástima.


El Confidencial - Opinión

0 comentarios: