sábado, 16 de octubre de 2010

Rescate minero en España. Por Ignacio Camacho

El revoltijo competencial de las autonomías hubiese convertido el salvamento en un sainete trágico.

EN el fondo han tenido suerte esos mineros chilenos; suerte de que no les pasara lo que les ha pasado en España. ¿Alguien se imagina aquí una operación de rescate similar? No, no sólo porque nos falte un presidente con el aplomo de Piñera y su capacidad de liderazgo, sino porque el revoltijo competencial de las autonomías hubiese convertido el salvamento en un sainete trágico.

Para empezar, el Gobierno español no tiene apenas competencias para operar en un caso así. Habría tenido que coordinarse con la autonomía correspondiente, y más vale no pensar que se tratase de instituciones gobernadas por distintos partidos. Conflicto al canto: celos, roces, desconfianzas, pulsos de protagonismo. Comisiones y mesas bilaterales por un tubo. Discusiones presupuestarias y debates parlamentarios de petición de responsabilidades. Y ello en el caso de no estar por medio los nacionalistas, que de momento habrían cuestionado la injerencia del Estado, tras pedirle, eso sí, que se hiciese cargo del coste de la operación. Aun en el supuesto de un final feliz, la culminación del rescate habría sido digna de verse: ¿Quién se pone el primero en la foto? ¿Qué bandera se pinta en la cápsula salvadora? ¿En qué idioma se saluda a los mineros recién devueltos a la superficie? ¿Qué himno se toca cuando salgan? ¿Quién se cuelga las medallas de la gloria? Y los pobres rescatados, abrazados nada más aparecer, con las gafas de sol todavía puestas, por una tropa de altos cargos dispuestos en riguroso orden de protocolo por una tropa de asesores, y dándose codazos entre ellos: ministros, barandas y consejeros autonómicos, diputados provinciales, alcaldes de toda la región…


Luego, la bronca mediática. Dos meses de tertulias crispadas con participación de supuestos expertos en ingeniería minera, cada uno con su particular fórmula para sacar a los enterrados. Las belenesteaban de turno entrevistando en prime time a las mujeres de los sepultados, con probable escandalera de amores furtivos. La prima de un pariente de un minero contando una presunta noche de amor con gatillazo incluido. Y los sindicatos, claro. En cada plano del campamento, una pancarta reivindicando seguridad en las minas, otra contra la empresa propietaria, otra en reclamación de las subvenciones pendientes al sector, otra de los antinucleares que pasaban por allí y varias del Nunca mais de turno, con actores de teleserie incluidos y Pilar Bardem al frente. Un debate nacional con mucho ruido sobre el futuro de la minería, y las correspondientes interpelaciones a Miguel Sebastián. Un programa alternativo de la oposición. Una moción de Rosa Díez y otra del PP (distintas, por supuesto) para que el Estado asuma todas las competencias de protección civil. Y otra de Izquierda Unida preguntando sobre el uso de tecnología americana en las perforaciones.

Sí, definitivamente han tenido suerte esos pobres tipos de que les pasara lo suyo en Chile…


ABC - Opinión

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