lunes, 1 de febrero de 2010

Rajoy, el aspirante, nunca positivo, siempre negativo. Por Antonio Casado

El presidente del PP y aspirante creíble a la Moncloa, Mariano Rajoy, vuelve a ejercer como profeta de la catástrofe. He aquí su filosofía de estadista a la espera: “Este Gobierno no hace nada contra la crisis. Y cuando lo hace, se equivoca”. Se lo oí decir el viernes por la mañana en Madrid. Ayer, en Bormujo (Sevilla), siguió machacando el clavo sin cambiar de táctica: riqueza de detalles al describir la enfermedad y parco en sugerencias para tratarla. De nuevo topamos con la incómoda verdad de una alternativa de poder cuyo principal resorte político son las malas noticias. Malas para el Gobierno y malísimas para los ciudadanos. Por ese orden. Lo prioritario es echar a Zapatero de la Moncloa. Por tanto, el PP necesita de las malas noticias -básicamente, paro y déficit público, que están desbocados- para que su estrategia resulte acertada en orden al objetivo señalado.

El Gobierno hace sus propuestas. Pueden ser equivocadas, pero las hace. En gasto público y pensiones, el viernes pasado. En mercado laboral, el viernes que viene. No es un trágala. Que yo sepa, el plan de austeridad y la edad de jubilación no están en el BOE. Son propuestas, insisto, Sin embargo los dirigentes del PP, en el rato que les deja libre el compulsivo recuento de parados -los que hay y los que habrá-, se dedican a descalificarlas sin haber tenido tiempo material de echarles un vistazo, por si hubiese algo útil para el interés general.


Es más fácil recurrir a la retórica -“son anuncios a tontas y a locas”- que molestarse en rebatir las propuestas. Incluido un plan de austeridad que fija en 2013 la recuperación de la estabilidad presupuestaria en los términos marcados por la UE ¿Pero no era el recorte del gasto público la urgente medida reclamada por el PP en su plan anticrisis? Rajoy pierde en este punto la ocasión de capitalizar su propia iniciativa. En vez de reclamar el copyright, se dedica a pregonar por enésima vez que el Gobierno miente, improvisa y se contradice, sin hacer otra cosa que generar desconfianza e incertidumbre.

Tal vez tenga razón. No obstante, en su disposición a repetir su discurso, siempre negativo, nunca positivo, debería buscarse un rato libre para razonar por qué, en principio, el plan de austeridad y el alargamiento de la edad de jubilación son dos disparates que no merecen la menor atención. Se lo agradecerían los ciudadanos. El asunto es político pero se mueve en coordenadas muy técnicas. No estaría mal que la lucha por el poder cediera al tratamiento objetivo de las propuestas formuladas, con turno de explicaciones a cargo de los expertos. Sabríamos, por ejemplo, como casar el alargamiento de la vida activa de un trabajador con la necesidad de incorporar al mercado laboral a ese 43% de parados entre menores de 25 años ¿No pueden verse taponados por el alargamiento de la vigente edad de jubilación?

Sin embargo, no parece discutible la intención de garantizar el futuro de las pensiones en función del también indiscutible envejecimiento de la población. Si tiende a bajar el número de cotizantes y a subir el de pensionistas, la propuesta del Gobierno iría en la buena dirección, aunque el asunto reclama debate y aportaciones de expertos. En eso estamos. No se puede despachar el asunto apelando a la creación de puestos de trabajo como la única manera de conjurar los riesgos que corre el sistema de pensiones. Esa es, efectivamente, una condición necesaria. Pero en las coordenadas actuales, como la del envejecimiento de la población, no es condición suficiente.

En todo caso, insisto, son cuestiones de debate técnico y político que han quedado abiertas con las propuestas del Gobierno, De debate, no de retóricas descalificaciones de obligado cumplimiento para quien espera que las malas noticias económicas se lleven por delante a Zapatero, con empujoncitos demagógicos. Ojo, porque eso se le puede volver en contra a Rajoy si no lo sabe modular.


El confidencial

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