martes, 16 de febrero de 2010

Gramática parda. Por M. Martín Ferrand


CON las elecciones autonómicas catalanas, en otoño -o antes, si la fatiga del «artefacto inestable» que gobierna la Generalitat obliga a José Montilla-, comenzará un apasionante bienio electoral que, municipales incluidas, se rematará con las legislativas en las que, de hecho, ya vienen trabajando los dos grandes partidos nacionales. Mañana, en el Congreso, Mariano Rajoy tiene una gran oportunidad para elevar su cotización política. El líder de la oposición ha planteado una moción de censura atípica: moción, sí; censura, no. Una triquiñuela que evita el riesgo de una votación y, en lo posible, le permite presentar la alternativa económica del PP a la fracasada política económica del Gobierno Zapatero.


El «plan Rajoy», razonable en lo que se le conoce, aborda reformas estructurales y laborales, bajada de impuestos y, sobre todo, junto con una reducción de la cuarta parte de los cargos públicos, de un 25 por ciento de los gastos del Estado. Quizá no resulte suficiente porque los destrozos del zapaterismo en sus seis años de acción demoledora en lo político y en lo económico, es mayor de lo que aparenta; pero, ¿cómo se le puede dar un tajo de tal magnitud al gasto público? El proceso de transferencias a las autonomías ha vaciado de tal manera el contenido del Estado en su Administración central que las partidas que gestionan entre todos los ministerios -útiles o inútiles- son, redondeando, una tercera parte del total. En el supuesto de que Zapatero aceptara esa reducción, la cuarta parte del tercio total es el ocho por ciento. Poca cosa dada la magnitud de la catástrofe que nos aflige y empobrece.

Zapatero, Rajoy si le sucede o cualquiera que pueda relevarles a los dos tendrá que hacer gala en el manejo de lo que los castizos dicen «gramática parda», de la habilidad para resolver con ventaja las situaciones más adversas. Fernán Caballero, a pesar de ser suiza de nacimiento, define la tal gramática parda con palabras que parecen cortadas a la medida del líder popular: «Ver venir, dejarse ir y tenerse allá». Claro que los líderes autonómicos, independientemente de su dosis nacionalista, no querrán perder fortaleza ni, mucho menos, la capacidad de gasto que marca su poder. De ahí, por brillante que resulte, vendrán las rebajas al plan que Rajoy le presentará mañana a la Cámara. Hemos construido una España imposible y, como es natural, no puede ser.


ABC - Opinión

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