La suma de los votos del PSE y el PP, con la natural oposición de PNV, Aralar, EA y EB, ha convertido a Quiroga en presidenta de la máxima institución representativa vasca y, del mismo modo, Patxi López será el titular del nuevo Ejecutivo de Vitoria. Lo que sorprende es la abstención de UPyD. Rosa Díez, en razón de su pasado socialista y de su presente pregón de unidad nacional, no debiera haberse conformado con la prudencial distancia en la elección de Quiroga. Es un gesto que contradice el discurso que viene prodigando tan singular lideresa.
Aunque, en política, el ejercicio del olvido sea una grave temeridad, ya habíamos superado la memoria del «ven y cuéntalo» de Rosa Díez en sus años de cooperación con el PNV y el Gobierno de José Antonio Ardanza. Ella, con su actitud, había sentado plaza de marisabidilla y, en días de gran tribulación y tras el fracaso nacional de IU, apuntaba maneras para convertir a su UPyD en el tercer partido de ámbito verdaderamente español. Incluso las urnas subrayaron la oportunidad del intento; pero la coherencia, y su apariencia, es algo difícil de conseguir cuando se trabaja ante los ojos siempre críticos de la ciudadanía. Salvo que medien razones que se nos escapan, Díez no ha estado bien en su distanciamiento a la hora de apoyar el cambio en el Parlamento vasco. Es una actitud discordante con el sermón que viene predicando y, aunque el acuerdo entre los dos grandes partidos con los que trata de equipararse no sea de máximos, no se justifica el voto en blanco.
ABC - Opinión
0 comentarios:
Publicar un comentario