domingo, 5 de abril de 2009

El error de Rosa Díez. Por M. Martín Ferrand

ARANTZA Quiroga, la nueva presidenta del Parlamento de Vitoria, es un monumento vivo al sentido común. No sólo por el que ella pueda albergar en su almario; sino por el que se sintetiza en el acuerdo entre el PSE y el PP para alcanzar la alternancia que nos permite confiar en un futuro democrático en el País Vasco. El pasado, y me refiero únicamente al constitucional, no lo ha sido. Ahí están, como mejor prueba, los doscientos mil ciudadanos que han tenido que abandonar su tierra para vivir con el debido sosiego. Al PNV le faltaron grandeza y talento para aceptar a quienes, sin un sentido excluyente, no asumen los supuestos del nacionalismo identitario. A los excluidos les corresponde ahora incluirles a todos para devolverle a las tres provincias vascongadas la salud moral y cívica amenazadas por el germen sembrado en su día por Sabino Arana.

La suma de los votos del PSE y el PP, con la natural oposición de PNV, Aralar, EA y EB, ha convertido a Quiroga en presidenta de la máxima institución representativa vasca y, del mismo modo, Patxi López será el titular del nuevo Ejecutivo de Vitoria. Lo que sorprende es la abstención de UPyD. Rosa Díez, en razón de su pasado socialista y de su presente pregón de unidad nacional, no debiera haberse conformado con la prudencial distancia en la elección de Quiroga. Es un gesto que contradice el discurso que viene prodigando tan singular lideresa.

Aunque, en política, el ejercicio del olvido sea una grave temeridad, ya habíamos superado la memoria del «ven y cuéntalo» de Rosa Díez en sus años de cooperación con el PNV y el Gobierno de José Antonio Ardanza. Ella, con su actitud, había sentado plaza de marisabidilla y, en días de gran tribulación y tras el fracaso nacional de IU, apuntaba maneras para convertir a su UPyD en el tercer partido de ámbito verdaderamente español. Incluso las urnas subrayaron la oportunidad del intento; pero la coherencia, y su apariencia, es algo difícil de conseguir cuando se trabaja ante los ojos siempre críticos de la ciudadanía. Salvo que medien razones que se nos escapan, Díez no ha estado bien en su distanciamiento a la hora de apoyar el cambio en el Parlamento vasco. Es una actitud discordante con el sermón que viene predicando y, aunque el acuerdo entre los dos grandes partidos con los que trata de equipararse no sea de máximos, no se justifica el voto en blanco.

ABC - Opinión

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