sábado, 10 de noviembre de 2007

Fachas

Son ellos quienes reclaman que se instaure la censura en la cadena Cope, pero nos llaman «fachas» a nosotros. Ellos quienes niegan el título de periodista a los que defendemos ideas discrepantes con las suyas, pero se refieren a nosotros como «fachas». Ellos quienes se congratulan públicamente del descenso en la venta de periódicos críticos con el Gobierno (¡ya les gustaría que fuera el caso de éste!), pero nosotros los «fachas». Ellos quienes emplean términos como «golpista» para referirse al diario EL MUNDO, reo de informar con libertad y opinar con pluralidad, pero nosotros los englobados en el calificativo de «fachas». ¿Alguien lo entiende?
Se rasgan las vestiduras por la crispación que presuntamente atizamos en los medios, pero no dejan de atizarnos injurias, descalificaciones y comentarios despectivos. Abogan por un periodismo limpio y sosegado, mientras emplean toda clase de munición, desde la mentira al humor de trazo grueso, contra cualquiera que se atreva a plantar cara a su discurso. No aspiran a ganar a la competencia ni a conquistar al público; lo suyo es el pensamiento único. Nosotros, los señalados con el dedo acusador.

Su estrategia es de una perversión refinada, perfeccionada a través de los años por distintos regímenes totalitarios. Se trata de liquidar al adversario con toda la fuerza que da el poder, presentando esa labor como una contribución a la buena salud democrática. Aniquilar cualquier disidencia culpando al disidente de su suerte. Convertir a la víctima en verdugo. Dibujar a la oposición, encerrada en el «cordón sanitario» que han tendido con el fin de aislarla, como la bestia feroz que acorrala a las ovejas, para así poder destruirla desde la buena conciencia y tildarnos a la vez de fachas.

Fachas todos, desde los representantes del PP en el Ayuntamiento donostiarra (sentencia Odón Elorza) hasta servidora. Fachas.

Isabel San Sebastián
El Mundo, edición impresa, 10-11-2007

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