sábado, 10 de noviembre de 2007

Alacranes y ladillas

Raúl Baduel, ex ministro de Defensa de Venezuela y uno de los principales aliados del Presidente venezolano, acaba de oponerse de forma vigorosa al proyecto de reformas constitucionales impulsado por Hugo Chávez, señalando que los cambios propuestos constituyen un retroceso fraudulento en contra de los intereses del pueblo, ante lo cual Chávez replicó señalando que Baduel no era sino un alacrán y ya sabemos lo que ocurre con los alacranes.

Claro, Chávez no acepta críticas ni posiciones contrarias, dentro de su descomunal narcisismo tolera sólo lo que lo reconforta, es decir todo lo que se dice o se pregona a su favor, por eso es que no admite, no entiende, no entra en su estructura mental, la posibilidad de que alguien se anime a contrariarlo, por supuesto ahí están los alacranes.


Por eso Baduel, quien fue una pieza clave en el 2002 para devolverle el poder a Chávez luego del golpe de Estado, se convierte ahora en ficha de la extrema derecha, en representante de la oligarquía, en traidor y cualquier otro calificativo que Chávez quiera endilgar, al igual que lo ha hecho con cualquiera que ose llamar a su proyecto político como autoritario. Pero si Baduel, su antiguo amigo, es considerado como alacrán habría que revisar bajo qué denominación gusanera se puede llamar a los miles de estudiantes que esta última semana se han manifestado en las calles de Caracas, protestando precisamente por la manipulación de las reformas propuestas.

Pienso quizás que Chávez ahora diga que los estudiantes son unas verdaderas ladillas, en alusión a esos desagradables y molestosos parásitos conocidos especialmente por la picazón que ocasionan. Esa importante demostración de protesta ejercida por los estudiantes en contra de lo que ellos consideran un proyecto totalitario y virtualmente vitalicio de poder constituye una clara molestia para Chávez, una picazón de ladillas que seguramente será erradicada por todos los medios posibles, para eso están los infiltrados, porque para el Presidente venezolano, el practicante ritual del nuevo socialismo, cualquier protesta no es sino la mala práctica de la extrema derecha, qué más podía ser, si todos en el país llanero tienen la capacidad de aplaudirlo y nadie, a menos que sea ciego o idiota, debería tener la posibilidad de objetarlo.

Pero, entre alacranes y ladillas, se mantiene una pregunta en el proceso democrático venezolano que igual se aplica a cualquier otro país: ¿hasta qué punto resulta legítima la posición de Baduel o de los estudiantes, si el pueblo mayoritariamente sigue apoyando a Chávez?, ¿resulta ese respaldo popular suficiente para excluir cualquier razón que pueda esgrimir quien piense que Chávez no tiene razón?, ¿basta esgrimir los números de la encuesta para calificar de retrógrados a quienes simplemente se oponen a los alcances de un proyecto totalitario? Afortunadamente, la historia, la pasada y la reciente, es lo suficientemente ilustrativa para comprobar que el respaldo popular, aun mayoritario, no certifica necesariamente que un gobierno esté haciendo bien las cosas, ni mucho menos excluye la opción de una oposición crítica y militante. Lo peor que podría pasar es confundir alacranes y ladillas con avestruces.



Alfonso Oramas Gross
El Universo - Guayaquil (Ecuador)

0 comentarios: