lunes, 15 de enero de 2007

Zapatero da señales inquietantes justo antes del día decisivo

La resaca de la intensa jornada del sábado dejó ayer sobre la arena la sensación de que el presidente del Gobierno no piensa rectificar en sus posiciones en el crucial debate parlamentario de hoy. El tono de las declaraciones de José Blanco y la vicepresidenta y sobre todo las propias palabras del presidente en una extensa entrevista periodística así lo atestiguan.

Lejos de enviar un mensaje de claridad a la ciudadanía o de reconocer honestamente sus propios errores, el presidente carga una vez más contra el Partido Popular, al que acusa de no haber apoyado «ni un solo día» su política antiterrorista. Se duele Zapatero de que es la primera vez que la oposición censura los errores del Gobierno en un proceso de diálogo, la primera que un presidente se ve obligado a comparecer en el Congreso después de un atentado y la primera en la que el terrorismo se convierte en arma del debate político. Tiene razón. Lo que no dice es que el actual proceso es muy diferente de los anteriores tanto en su origen como en su abrupto final.

Ni González ni Aznar le regalaron a la banda la baza estratégica de ser ellos los promotores de la negociación ni lanzaron como Zapatero un mensaje de optimismo el día antes del trágico final del proceso. Desde luego, esta vez todo ha sido distinto. El presidente no ha hecho concesiones sustanciales a los terroristas, pero ha lanzado mensajes y mantenido actitudes -del debate en la Eurocámara al laxo criterio de la Fiscalía- que han dado alas a ETA y la han hecho albergar expectativas de que sus metas estaban más cerca. Pese a todo, y al contrario de lo que ahora dice el presidente, Rajoy respaldó al principio el diálogo con la banda y renunció a hablar de terrorismo en el Debate sobre el estado de la Nación del año pasado, pero Zapatero lo engañó autorizando ese mismo día la entrevista pública de Patxi López con la cúpula de la ilegalizada Batasuna. Así pues, él fue quien se apartó del consenso y quien decidió anteponer su propia estrategia al interés general alejándose del PP y arrimándose a sus aliados nacionalistas.

Pese a los denodados esfuerzos de su entrevistador, de los labios del presidente no sale la promesa de que no volverá a negociar con ETA. De hecho, llega a decir: «El único compromiso que tiene el Gobierno, que tenía en el proceso, el que tiene, es el fin de la violencia, con diálogo». Ni sus palabras ni el tono que late por debajo de ellas transmiten la impresión de que va a rectificar. Más bien parece que el error puntual del PP de no respaldar la manifestación del sábado ha llevado a Zapatero a interpretar el éxito moderado de la marcha del sábado como un aval para no desandar el camino andado.

A la espera de lo que diga en el importante debate de hoy en el Congreso, Zapatero debería tomar nota del mensaje inequívoco de Bono en nuestras páginas -«no hay más hoja de ruta para los etarras que la de la cárcel»- y no dejarse llevar por cantos de sirena como los de Otegi, que ayer reapareció augurando que «todo esto será pasajero». A luz de lo que ha ocurrido en Barajas, los ciudadanos no le perdonarían al presidente que volviera a las andadas.

Editorial de El Mundo, 15-01-2007

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