viernes, 8 de diciembre de 2006

Ateos, por Navidad

Un colegio de Oviedo prescinde de celebrar la Navidad. Entre los argumentos cabe desechar los que son meramente protocolarios. Aunque hay uno muy representativo, que cuadra con el valor fundamental (para profesores y alumnos) de la Logse, esto es, la pereza, y que subraya, por su propia boca el director del colegio: oiga, que celebrar la Navidad da mucho trabajo. Los únicos argumentos reales son que el director del colegio, él, considera que no hay nada que celebrar; y que la existencia de otras religiones entre el alumnado otorgaría un infundado privilegio a la Navidad. Dada la pasividad con que la opinión religiosa ha acogido esta solemne estupidez decretada es urgente que los ateos salgamos en defensa de la fiesta y de la sagrada tradición.

Lo haremos partiendo de la base, obviamente, de que la Navidad no es una fiesta religiosa; por no tener ni siquiera tiene el aspecto normativo de otras ceremonias, como la llamada Semana Santa, en que se obliga a comer bacalao los viernes, según tengo entendido. Lo que la inmensa mayoría de los seres humanos celebran por Navidad es la infancia del mundo. De ahí que la fiesta sea de una melancolía tan almendrada, y todo el mundo, en efecto, vuelva a casa por Navidad. Se celebra, se recuerda, un momento de la historia humana en que el mito describía la vida. Y se celebra, se recuerda ese momento con la gran felicidad que otorga el haber sobrepasado esta infancia colectiva... Aunque también con el rictus dubitativo de haber sobrepasado la infancia privada.

La celebración unánime de la Navidad es posible, inesperadamente, gracias al laicismo, concebido como «un gran espacio de integración», para utilizar las palabras del manifiesto socialista en defensa de la Constitución republicana que acaba de publicarse con cierto retraso. Una de las grandes amenazas de ese laicismo y de mi querida Navidad de todos los años es precisamente el relativismo cultural que invocan la manifiesta ignorancia socialista y ese colegio de Oviedo, todo uno y lo mismo. Las religiones comparten su mentira revelada, pero no con todas las mentiras puede hacer lo mismo el civil. Extramuros, la religión no es una melancolía, sino la ley, la coerción y el abuso; lo que cuenta (extiéndase, por favor, la polisemia), y no el cuento. La supresión escolar de la Navidad es una de esas burdas decisiones aparentemente progresistas que refuerzan lo que pretenden combatir. En Navidad, los ateos celebramos in bellezza (sin necesidad de acudir a los abominables ritos imitatorios) nuestra condición. Y no olvidamos que, extramuros del portal, una celebración similar podría suponer no sólo perder el cielo sino la vida.

(Coda: «Lo malo de que los hombres hayan dejado de creer en Dios no es que ya no crean en nada, sino que están dispuestos a creer en todo». Chesterton.)

Arcadi Espada
El Mundo, 08-12-2006

0 comentarios: