jueves, 30 de noviembre de 2006

Albert Rivera en PPelotas... ¿y qué PPasa?


En PPelotas ha aparecido la gran esperanza catalana.

Albert Rivera ha sorprendido a propios y extraños cuando, a pesar de haberlo ocultado con alevosía y premeditación, ha llegado a hacerse pública y notoria su militancia en el PP en fechas no muy lejanas.

O tal vez, quizás, no haya sido motivo de tanta sorpresa...

El caso es que ahora los más puristas se llevan las manos a la cabeza, se rasgan las vestiduras y alzan el grito escupiendo por sus bocas groseros palabros: ¡Traidor, traidor!

Pero señores, reflexionemos, que no es para tanto.

Albert Rivera es un ciudadano de los que yo defino como homo políticus, una persona que ha mostrado, desde siempre, un gran interés por los asuntos de la polis, de la sociedad y sus libertades, sus derechos y deberes, su evolución y desarrollo. Por lo tanto, ¿no era lo más lógico y consecuente que acabara sus días militando en alguna formación política, lanzadera desde la cual iniciar la expansión, la propagación de sus ideas?

Que esa formación se llamara PP o PSC me trae sin cuidado, incluso podría haberse llamado CIU, posiblemente jamás ERC o IUV, pero de las anteriormente nombradas, cualquiera.

Sí, ya sé que en Cataluña poco tienen que ver las unas con las otras, y que en ese ambiente caldeado que existe en dicha Comunidad el perfil que posiblemente se acople más al de Albert sea el del PP, pero no se engañen, ni Rivera es un derechista convencido, ni un traidor al PP o al espíritu Ciutadans, ni siquiera ha vendido al diablo su probable progresismo ilustrado.

Rivera es, posiblemente, un liberal transversal, un espíritu inquieto que, teniendo sus propias ideas políticas, ha debido adaptarse, en un momento dado, a la oferta existente.

Y ha optado por un partido moderado, no nacionalista. Optar por el PSC hubiera significado decantarse por un claro apoyo al nacionalismo excluyente e insolidario de ERC. Ni más ni menos.

Casos más flagrantes de militancias imposibles se han visto, de chaquetismos aberrantes, de vueltas de tuerca que rompen el paso de rosca... y no vamos a dar nombres y apellidos, pues la lista seería tan extensa que sería motivo de un libro.

Cada ciudadano, cada uno de nosostros podría constituir, en si mismo, y en puridad, un partido político diferenciado y único, pues las ideas de un individuo jamás podrán coincidir plenamente con las de una colectividad de acogida, sea esta cual sea.

El pecado de Albert ha sido ocultar esa información, tal vez incluso enmascararla, pero no se lo tengamops en cuenta, en un pais como el nuestro, donde los intransigentes son tan abundantes, donde se aguarda al hombre libre tras cada esquina y revuelta, con la navaja trapera o el puñal sedientos de sangre, lo propio es salvaguardar las ideas, que en el fondo es lo que debería importarnos, aun a costa de difuminar un pasado que, por otra parte, no es en absoluto deshonroso o indecoroso, sino simplemente es.

Raúl Tristán (Siglo XXI) (30/XI/06)

C´s#: PPues..., no PPasa nada, PPero, PPasará...

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