lunes, 22 de febrero de 2010

Inseguridad aérea. Por Pilar Villanueva

He seguido las noticias que han aparecido últimamente sobre los controladores aéreos. En un principio, me hacía gracia el ministro José Blanco en su papel de Robin Hood. Sin embargo, el progresivo ensañamiento de su campaña contra ese colectivo me hacía suponer que estaba preparando el terreno para otros intereses.

Por fin, el pasado día 5, el ministro enseñó lo que ha estado celosamente preparando: en un real decreto con trámite de urgencia se ha decretado la liberalización del control de tráfico aéreo. Tal hecho me parece mucho más preocupante, pues no estamos hablando de un servicio público cualquiera, sino de un servicio en el que debe primar la seguridad por encima de todo. Es obvio que el único objetivo de toda empresa privada son los beneficios. Es suficiente con recurrir a la hemeroteca para comprobar los problemas que ha habido en los tres o cuatro países europeos en los que se ha privatizado el control aéreo: basta recordar los intermitentes apagones en todo el sistema de control de Reino Unido y sus correspondientes caos por falta de inversiones en equipos, o que la última colisión en vuelo de aeronaves fue en Suiza por insuficiencia de personal.

En España, el ministro de Fomento ha decidido echar a los controladores de las torres de control. Va a empezar por las nueve que tienen menos vuelos. Los controladores van a ser sustituidos por personal no cualificado sin estudios superiores a los que se va a formar durante dos meses, en lugar de los dos años de aquéllos, y que además no han pasado por ningún proceso de selección, pues, sospechosamente, el plazo de presentación de solicitudes fue de un día y se presentaron tantos como vacantes. Curiosamente, todos ellos han suspendido la prueba de nivel de inglés, y la mitad el examen final de aptitudes, lo que no ha impedido el aprobado general y que, por tanto, lleguen a dar servicio de información, ¡que no de control!

Estos seudocontroladores han sido escogidos y formados por una empresa privada, Ineco; admitámoslo, así funciona la empresa privada. No entro a valorar si los sueldos de los controladores son merecidos, pero estoy convencida de que ese trabajo exige mucha responsabilidad y lo debe realizar alguien que haya pasado por un duro y estricto proceso de selección y que tiene la preparación y el temple necesarios.

Sólo pido un poco de cordura a AENA y al colectivo de controladores para que lleguen a una solución negociada al conflicto, y también a la manipulada opinión pública para que no permita que el Gobierno privatice la seguridad aérea. Como habitual pasajera de avión, me estoy empezando a asustar.


El País

Autonomías taurinas. Por Andrés Amorós

El comienzo de los festejos taurinos no debe hacernos olvidar la ofensiva contra la Fiesta en Cataluña, que comienza ya a extenderse a Galicia: una comunidad con menos afición histórica, a pesar de Ferias tan importantes como La Coruña y Pontevedra.

Tampoco comparto el optimismo de muchos: si los votos del tripartito y CiU imponen el doblaje en catalán, ¿por qué no van a apoyar la prohibición de algo tan español como los toros?

En esta España de las autonomías, deben hacer oír su voz las que están claramente a favor de la Fiesta. Ya han comenzado. En algunas, gobierna el PSOE: en Andalucía, el presidente Griñán ha recibido a una comisión de profesionales; en Castilla-La Mancha, la abundancia de toros en la televisión autonómica, rebajada ahora por la crisis económica, es el más claro testimonio de apoyo. En otras, como Castilla y León, gobierna el PP. Varias se han reunido en el Senado con representantes de la afición francesa.


Sería hora de que los dos grandes partidos se unieran en el apoyo decidido a los toros. No parece difícil conseguirlo en Comunidades como Madrid, Valencia, el País Vasco, Extremadura, Murcia, Navarra, Aragón... Podría ser un gesto simbólico de su presidente o una declaración formal de su parlamento. Y, si Zapatero parece poco aficionado, Rajoy podría también aquí apuntarse un tanto.
No tiene sentido, además, la proliferación de Reglamentos taurinos autonómicos, que llevarían al absurdo de que los matadores viajaran con su abogado y su biblioteca portátil: un disparate más de esta España... Los profesionales taurinos, con la imprescindible unidad, deben centrarse en estos terrenos. Si no, la piel de toro que siempre ha sido España puede quedar hecha jirones. Eso, más que tratar bien al animal, es lo que algunos buscan.


ABC - Opinión

El PP sin ideología. Por Agapito Maestre

Arenas, usted puede jugar al centrismo, al andalucismo y, por supuesto, a todo lo que le apetezca, pero, de verdad, si renuncia a ser el gran líder de la derecha democrática, está despidiéndose del poder.

Tampoco yo tengo una gota de pesimismo, pero me preocupa la falta de pulso ideológico de Javier Arenas. Ayer estuvo "sembrao" en Ronda. Despotricó con desparpajo contra Zapatero y su gente. Mil razones le asistían. Fue comedido a la hora de valorar las encuestas que le dan ganador. Pero me sorprendieron sus débiles declaraciones de política de fondo, o sea, de discurso. No me preocupa que quiera captar "todos" los votos. Es la tendencia de los partidos de masas en las democracias occidentales. Menos todavía es relevante que abra el partido a todo tipo de personajes, incluidos los profesorcitos que vienen de la izquierda. Hasta hallo "simpático" que se declare seguidor de Blas Infante.

Pero no acabo de entender su insistencia acerca de que no se trata de un problema de derechas e izquierdas; incluso ayer llegó a decir, en Ronda, que no había en Andalucía un debate ideológico entre el PP y el PSOE. ¡Qué horror! Cómo un político tan avezado como Arenas puede mantener semejante filfa "ideológica". Yo pensaba que su fiebre de tecnócrata años sesenta ya la había superado en su etapa de ministro de Trabajo. Por desgracia, vuelve a caer en el mismo horror de su jefe: poca ideología y mucha paciencia. Ahora que está a punto de ganar, sí, está al borde de la mayoría absoluta, Arenas nos sale con un tipo de centrismo revenido, acomplejado y ñoño; o peor aún, dice que él es más andalucista que los andalucistas. Por favor, amigo, un poco de seriedad.

Una cosa es que usted necesite de la colaboración de todas las fuerzas políticas para gobernar, en el futuro, en las aguas sucias de un populismo atroz, pero otra muy distinta es que usted, antes de llegar al poder, entregue la iniciativa política de llevar a cabo otra ideología. Han pasado casi treinta años de socialismo. Porque el tejido institucional del sistema democrático está peor que podrido, muerto, el PP de Andalucía no puede en modo alguno mantener que no hay cuestión ideológica. Arenas, usted puede jugar al centrismo, al andalucismo y, por supuesto, a todo lo que le apetezca, pero, de verdad, si renuncia a ser el gran líder de la derecha democrática, está despidiéndose del poder.

Ojalá le salga bien la operación. Pero, por favor, no olvide que el centrismo melifluo en anteriores elecciones sólo sirvió para perder. Lejos de mí reprocharle al líder del PP que se autoperciba como el gran líder del centro y del andalucismo, tampoco criticaré su prudencia y moderación, sino simplemente le recordaré que su discurso está lleno de "ideología de la no ideología". No me gusta y, además, no tuvo éxito en el pasado. No es tiempo de "centrismo buenista" sino de criterios serios y contundentes. El barco político está a punto de hundirse, eso lo sabe la mayoría de los andaluces serios y preparados, precisamente porque, además del totalitarismo inherente a la "gobernabilidad" socialista, hay políticos que mantienen que no tienen importancia las diferencias ideológicas. Falso.


Libertad Digital - Opinión

Esperando a Rajoy. Por César Alonso de los Ríos

Mientras Antonio Basagoiti reclama un pacto entre el PP y el Gobierno, este sigue fortaleciendo sus relaciones con los nacionalismos periféricos.

En su estrategia tradicional. La que se puede traducir como coloquialmente como el ninguneo al PP. Incluso en el caso de que este siga subiendo puntos hasta poder ganar las elecciones con mayoría absoluta. O precisamente por ello.

Las encuestas no le están llevando a Rodríguez Zapatero a un cambio de posición. La pérdida de votos del PSOE que revelan aquellas, de forma invariable y de un modo creciente, sin desfallecimiento alguno, no está modificando la estrategia que viene manteniendo Zapatero desde los tiempos en los que era líder de la oposición hasta hoy. El pacto del Tinell fue la perfecta expresión de su política tanto en relación con los nacionalismos como en relación con el PP. Con los primeros por cuanto es el freno principal del nacional/ liberalismo del PP sin que su definitorio intervencionismo pueda suponer graves contradicciones con aquellos. Con los «populares» porque la soledad, a la que estaría destinado su gobierno en el caso de que pudiera acceder a él, terminaríá siendo un peligro a causa de la inestabilidad. En el caso que tenemos por delante, la victoria de Rajoy vendrá acompañada, además, por unas condiciones sociales y económicas que pondrán a prueba medidas populistas: es improbable que se haya provocado empleo, que sea tolerable el déficit, que aún queden márgenes a nuestra Deuda y que no haya estallado la conflictividad. Dicho de otra manera, los deberes que le está poniendo Zapatero a Rajoy para cuando gane las elecciones de 2012 ...o antes van a ser las menos ideales para una España confederal.

En el caso de Basagoiti quizá llegue a resultar innecesario su apoyo al PSE. Quizá para entonces la izquierda abertzale haya sido admitida como fuerza electoral.


ABC - Opinión

La riada. Por Emilio Campmany

Lo más gracioso es que, si finalmente se conciertan fuerzas suficientes capaces de desatar una riada que se lleve democráticamente a Zapatero por delante, la misma fuerza arrastrará al pobre Rajoy, que, a fin de cuentas, no ha hecho nada.

Ha nacido una estrella. Pepiño, más conocido por don José, es su nombre. Todos los medios lo destacan. Han llegado a decir que la ausencia de María Teresa Fernández de la Vega en el equipo que tiene que negociar el pacto encubre una crisis de ministros que se materializará en julio. Y sin embargo, nadie parece darse cuenta de la paradoja que encierra el que sea José Blanco el que lleve el peso de una negociación donde lo que se supone que se van a acordar son medidas económicas. Puede que don José sea un egregio economista, pero, si es así, habrá que reconocerle una gran habilidad para ocultarlo.

Si, como es lo más probable, Blanco no sabe una palabra de Economía, es que la comisión tiene otra finalidad distinta de la de cerrar un pacto económico. Rajoy ha dado con la respuesta más obvia: su objetivo es ganar tiempo. Y todo apunta a que lo más probable es que sea ese su fin. Pero entonces, ¿por qué Zapatero se puso un plazo tan corto como es el de dos meses para llegar a un acuerdo? Mejor hubiera sido no fijarse ninguno y dejar que la comisión le proporcionara tanto margen como pudiera hasta que se hiciera obvio, a los dos o a los seis meses, que no es posible alcanzar ningún pacto. Debe de haber algo más.

Es obvio que Zapatero, con sus propuestas de aumentar la edad de jubilación y los años de cotización para el cálculo de la pensión, ha dado un giro a su política. Es un golpe de timón aparentemente forzado por los malos resultados de la economía española y las presiones de los mercados. Pero es igualmente obvio que ese giro no se ha dado de corazón, por convencimiento propio, sino que ha sido impuesto por alguien con fuerza para hacerlo. Lo demuestra desde luego que el encargado de acordar las medidas que nos saquen de la crisis sea José Blanco. Y lo corrobora el que hace un par de días, en Londres, Zapatero haya desmentido su voluntad de acuerdo diciendo que no se ocupará del déficit hasta que la economía se recupere. Es comodecirle a un enfermo que se le administrará la medicina cuando esté curado. La actitud es tan grotesca que El País llega a acusarle este domingo de "estar cada vez más empeñado en acreditar la caricatura simplista que sus enemigos han hecho de él".

Así que Zapatero quiere aparentar que se esfuerza en atacar la crisis con medidas canónicas, pero es evidente que no tiene intención real de hacerlo. ¿A quién está tratando de engañar esta vez? ¿A los mercados? La tramoya ha tenido que ser montada para engatusar a alguien más corpóreo que las bolsas. Pero la cuestión no es tanto saber quiénes son los que le están forzando la mano, como conocer qué ocurrirá cuando hayan transcurrido esos dos meses y nada de sustancia se haya pactado. Lo más probable es que no ocurra nada. Y no sólo es lo más probable, sino también lo más deseable. Veremos. Lo más gracioso es que, si finalmente se conciertan fuerzas suficientes capaces de desatar una riada que se lleve democráticamente a Zapatero por delante, la misma fuerza arrastrará al pobre Rajoy, que, a fin de cuentas, no ha hecho nada. Ni siquiera sabrá que precisamente ese habrá sido su pecado, no hacer nada.


Libertad Digital - Opinión

Costaleros. Por Ignacio Camacho

LOS pactos de la Moncloa no se firmaron porque peligrase la economía: lo que estaba en peligro era la democracia.

El padre de todos los pactos, el origen del consenso que luego se prolongó en la Constitución y acabó germinando como un bucle melancólico en el imaginario político español, fructificó porque una galopante inflación amenazaba la eficacia de la libertad recién estrenada; se trataba de un riesgo primordial, sistémico, mucho más inquietante que la crisis económica en sí misma. Algo parecido ha hecho germinar el reciente acuerdo en el País Vasco, donde socialistas y populares han suscrito, para acabar con una larga excepcionalidad, un acuerdo que de hecho es casi una coalición de víctimas. Pero en circunstancias de normal estabilidad democrática, los pactos de Estado han de limitarse a aspectos esenciales de la gobernanza que necesitan una cierta continuidad de desarrollo: política exterior, lucha antiterrorista, modelo territorial. Y en ninguno de ellos el actual Gobierno ha permitido ni deseado ni favorecido un acercamiento a la oposición; más bien al contrario, ha procurado aislarla en beneficio de alianzas con fuerzas minoritarias, cuando no radicales.

Una recesión que provoca cuatro millones de parados podría sin duda encajar en un supuesto de emergencia, pero el discurso zapaterista minimiza con insistencia su gravedad y promete una pronta recuperación que, de creer al presidente, ya habría comenzado. ¿Qué sentido tiene, pues, reclamar un acuerdo sobre un problema que el Gobierno dice estar a punto de resolver? La contradicción es manifiesta: si el poder no admite la quiebra social ni la bancarrota financiera carece de coherencia que pida ayuda para afrontarlas. Zapatero no ha ofrecido consenso sobre el Estatuto de Cataluña -modelo de Estado-, ni sobre la política energética -modelo estratégico-, ni sobre la subida de impuestos -modelo fiscal-, ni sobre la ampliación del aborto -derechos fundamentales-; y ha roto con la Ley de Memoria Histórica el propio consenso básico de la Transición, que era el de la reconciliación nacional. Incluso sobre la propia recesión dejó pasar unos meses cruciales negándose al elemental consenso de reconocerla, y luego estableció contundentes barreras ideológicas sobre el modo de combatirla. ¿Ahora necesita unidad? ¿Ahora pide cirineos o costaleros sin fe que «arrimen el hombro» en la Cuaresma de su mandato? ¿Por qué y para qué? ¿No se bastaba solo para cargar esa cruz con su modelo socialdemócrata?

El consenso tiene buena prensa, sobre todo cuando está tan roto como en esta España de bronca y garrote. Pero si no ha ocurrido nada que no sepamos -pongamos que una alarma descomunal que el Gobierno oculte-, esta insistente llamada al acuerdo es un doble juego ventajista. O falta transparencia o falta sinceridad. O sobra mala fe para manipular la legítima aspiración ciudadana a un esfuerzo compartido.


ABC - opinión

El rescate. Por José García Domínguez

A nadie se debería impedir que, si así le place, practique el triple mortal con tirabuzón. Igual que nadie debiera esperar del prójimo que, en tal caso, le costeara la red.

De ser cierto lo que gritaba la portada dominical de El Mundo, repatriar –con perdón– a los alterturistas apresados en territorio de guerra bajo control de Al Qaeda costará al erario del Estado español el equivalente a cinco lanzas indígenas, como ésa que adorna el comedor del domicilio particular de Carod en Tarragona. Por cierto, ¿bajo qué discretas faldas debe andar escondido el gallardo canciller de Liliput estos días? Y sus decenas de flamantes embajadores esparcidos a lo largo y ancho del universo mundo, ¿qué se fizieron? ¿Qué fue de tanto galán? ¿Qué de tanta invención como truxieron? ¿O acaso, honorable vicepresident, sólo somos una nación cuando de pasar al cobro por caja se trata?

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Libertad Digital - Opinión

Patriotas de nuevo cuño. Por José María Carrascal

EL último burladero en que se ha refugiado el equipo gubernamental frente a la crisis es el patriotismo.

O para ser exactos: el antipatriotismo del PP. Oigan a Pajín, a Alonso, a Blanco, a Salgado, a Zapatero acusando a Rajoy de «no arrimar el hombro», de «no tirar del carro», de «poner palos en las ruedas», y me dirán si no tengo razón.

¡Quién nos lo iba a decir! Los que habían conseguido que el patriotismo sonara rancio, los que incluían la quema de la bandera en la libertad de expresión, los que prometían a los nacionalistas darles lo que quisieran, los que preguntados por la nación española respondían que el concepto nación era discutido y discutible, convertidos en unos patriotazas de tomo y lomo, envueltos en la bandera hasta para irse a dormir.


No lo critico, no. Una nación es un conjunto de voluntades, cuanto más unidas, mejor. Lo que pasa es que no me lo creo. Hay un patriotismo pasivo, que se contenta con considerar el lugar donde nacimos el mejor del mundo, por lo que no necesita ningún cambio. Y hay un patriotismo activo que, partiendo de ese amor, reconoce los defectos de esa tierra y trata de corregirlos. El patriotismo de los españolistas de nuevo cuño no es de una clase ni de la otra. Nos dicen que España va bien y que continuará yendo bien si siguen gobernándola, aunque convendría que les apoyásemos, para espantar a los especuladores que conspiran contra ella. O sea que hay que ayudarles, para ayudar a España. Cuando la realidad es que las cosas no van nada bien debido a su gestión, y que si siguen gestionándolas como hasta ahora, no saldremos nunca del foso en que nos encontramos. Lo patriótico, hoy, en España, no es apoyar a un gobierno cuyas medidas nos han llevado al borde del precipicio, sino al revés, denunciarlo. Habiendo fundadas razones para sospechar que el súbito patriotismo del equipo Zapatero es tan falso como su programa de gobierno. Si lo quieren en plata: que es un burladero -de burla-, para ocultar sus errores, acusar de antipatriotas a quienes desconfían de ellos y continuar engañando a los ingenuos que aún les creen. Mayor cinismo y antipatriotismo, imposible.

El patriotismo se mide por las compañías. Las de Zapatero son los nacionalistas periféricos y, entre ellos, los más radicales, los más antiespañoles, los independentistas sin careta. ¡Menuda recomendación! En el apuro que se encuentra, sin embargo, busca la alianza con los moderados, si es que hay un nacionalismo moderado. Que se anden con ojo, que ya les engañó un par de veces. Algo se huelen, cuando Erkoreka advierte: «Si nos quiere como palanganeros, que no cuente con nosotros». Aunque quien tiene que andarse con ojo es Rajoy. En eso de engañar, Zapatero le ha ganado siempre. ¿A ver si resulta que le gana a patriota? Cosas veredes, en esta corte de los milagros.


ABC - Opinión

Un documento que debería obligar a reabrir la investigación del 11-M

Las grabaciones de la pericia de la Policía y la Guardia Civil demuestran su sorpresa al hallar en las muestras del explosivo restos de dinitrotolueno, un componente del titadyn que, en cambio, no forma parte de la Goma 2 ECO.

EL MUNDO empieza a publicar hoy una serie de documentos de enorme trascendencia en la medida en que estamos seguros de que cambiarán la percepción de la sentencia sobre los atentados del 11-M de cualquiera que las examine de buena fe.

Lo que relata nuestro periódico básicamente es lo que ocurrió en el laboratorio de la Policía Científica en febrero de 2007 durante las pruebas periciales de los explosivos, ordenadas por el tribunal. Tanto la transcripción de lo que dicen los peritos como las imágenes estáticas de algunos momentos clave son muy expresivas. Pero no hay nada como visionar la filmación que emitirá esta noche Veo7 en el programa La vuelta al mundo para darse cuenta de la fuerza del testimonio.


Estamos convencidos de que estas imágenes captadas el 6 de febrero de 2007, una semana antes del comienzo de la vista oral, habrían cambiado por completo el rumbo del juicio y desembocado en otra sentencia si hubieran sido exhibidas en la sala. El propio fallo del Supremo al examinar los recursos podría haber sido también distinto si alguna de las partes hubiera podido aportar este vídeo.

La sospechosa actitud de Gómez Bermúdez

En este contexto, resulta muy difícil de entender la actitud de Gómez Bermúdez, presidente del tribunal, que dedicó una sesión durante la vista oral para aclarar las discrepancias y contradicciones en las que incurrían los informes de los peritos. Lo lógico y lo coherente es que Gómez Bermúdez les hubiera pedido explicaciones sobre lo que se ve en esta grabación, que sin duda él conocía.

Más sospechosa resulta todavía la decisión de Gómez Bermúdez de negar a las partes estas grabaciones tras el final del juicio. Luego rectificó, pero ha tardado tres años en entregárselas.

Cuando decimos que las imágenes grabadas a los peritos podrían haber cambiado la sentencia, nos referimos concretamente al momento en el que aparecen en el cromatógrafo de gases restos inequívocos de dinitrotolueno (DNT), un componente que no forma parte de la Goma 2 ECO y sí, en cambio, del Titadyn. Procede recordar que la primera noticia transmitida por los mandos policiales al Gobierno de Aznar en la mañana del 11-M es que lo que había estallado en los trenes era «Titadyn con cordón detonante».

Basta fijarse en las expresiones de los peritos, en su tono de voz y en sus caras de asombro para corroborar que todos ellos se dieron cuenta en ese momento que el explosivo utilizado por los terroristas no podía ser la Goma 2 ECO que tenían los islamistas en el piso de Leganés ni la robada en Mina Conchita.

Hay que subrayar que es la propia espontaneidad de las reacciones que filma la cámara lo que aporta credibilidad a que la versión oficial había quedado gravísimamente dañada por el hallazgo del DNT. De esas reacciones de los peritos se deduce la sospecha flagrante de que los Tedax habían manipulado la investigación. «Esto hay que confirmarlo� Entonces en este caso� puede que haya otra carga explosiva. Y ya empiezo yo a dudar de los Tedax y a cagarme en la madre que los parió», exclama Alfonso Vega, jefe de la pericia y experto de la Policía Nacional.

La aparición del DNT provocó tal estupor que los defensores de la versión oficial tuvieron que recurrir a explicaciones tan inverosímiles como la de que las muestras se habían contaminado en las dependencias policiales pese a estar selladas.

Hay, sin embargo, algo menos aparatoso y espectacular pero más relevante aún que surge de estas grabaciones: los comentarios de los peritos cuando aparecen restos de dibutilftalato en las muestras analizadas de los explosivos.

Según la sentencia de la Audiencia Nacional, el dibutilftalato «es un componente de la Goma 2 ECO y no lo tiene ni el Titadyn ni la Goma 2 EC». Esta aseveración es clave porque sobre ella descansa la hipótesis de que los terroristas utilizaron la Goma 2 ECO, sustraída en Asturias.

Pues bien, en uno de los fragmentos de la grabación los peritos afirman justamente lo contrario de lo que se dice en la sentencia: que el dibutilftalato puede aparecer en cualquier explosivo, puesto que se trata de un plastificante muy utilizado por los fabricantes. «Es como una contaminación genérica... del mundo mundial», comentan a dúo el propio Vega y el guardia civil Atoche.

Desmontado el argumento de que el dibutilftalato indicaba la presencia de Goma 2 ECO y tras hallar restos de DNT, pocas dudas podían quedar a los expertos, incluidos los de la Policía Nacional y de la Guardia Civil, de que el explosivo que estalló en los trenes no era Goma 2 ECO y casi con toda seguridad era Titadyn.

La trascendencia de este hallazgo, ratificada por el trabajo posterior del perito Antonio Iglesias, podría permitir pedir la nulidad de la sentencia del 11-M y emprender acciones por falso testimonio contra el perito Carlos Atoche, técnico de la Guardia Civil, que dice en la grabación lo contrario de lo que declaró en el juicio. El propio Gómez Bermúdez se agarró en el juicio al testimonio de Atoche para justificar la versión oficial sobre los ftalatos.

El mérito de la Asociación de las Víctimas

El hecho de que un documento de tanta trascendencia como esta grabación haya tardado tres años en salir a la luz resulta indicativo de la mala fe del tribunal -por lo menos de su presidente- y pone también en evidencia el meritorio esfuerzo de la Asociación de Ayuda a las Víctimas del 11-M, sin cuya tenacidad y empeño no habríamos podido conocer la verdad.

Las revelaciones que hoy publica EL MUNDO no sólo suponen un duro varapalo a la sentencia de la Audiencia Nacional sino que además aportan valiosos elementos de juicio para ser utilizados en el procedimiento que se sigue contra Juan Jesús Sánchez Manzano, el ex jefe de los Tedax, acusado de ocultación de pruebas, falso testimonio y omisión del deber de perseguir delitos.

La sentencia del 11-M afirma categóricamente en la página 537 que la dinamita utilizada en los atentados era «todo o gran parte de la procedente de Mina Conchita», la misma que había sido hallada en el piso de Leganés tras el suicidio de los islamistas. A la luz de lo que hoy publica nuestro periódico, esa tesis no se sostiene.

Como todo el desarrollo de los hechos que la sentencia da por probados descansa en que los explosivos fueron robados en Asturias y traídos a Madrid y que se trataba de Goma 2 ECO, lo que publicamos hoy exige la reapertura de la investigación del 11-M, que fue cerrada en falso y sobre la que aumentan conforme pasa el tiempo los interrogantes. Mientras eso no suceda, nuestra democracia tendrá una tremenda asignatura pendiente.


El Mundo - Editorial

Fuera de juego en la UE

NADIE pudo imaginar que la transición entre las tradicionales presidencias semestrales y la nueva presidencia permanente del Consejo Europeo sería tan brusca.

Como ha puesto de manifiesto la gestión de la crisis financiera griega, la presidencia española ha permanecido al margen del asunto central del semestre, más preocupada por escapar de las críticas que hacían paralelismos con nuestra economía que por participar en el diseño de la solución de los problemas griegos. El raquítico papel de España en este caso es todavía más patente si se tiene en cuenta que esa responsabilidad de coordinación que corresponde a la presidencia semestral no puede ser ejercida todavía por Van Rompuy, todavía una figura muy débil, lo que ha obligado a Francia y Alemania a hacerse con las riendas de la UE. El temido directorio franco-alemán se ha impuesto porque la presidencia española no está en condiciones de ejercer un liderazgo creíble para gestionar la salida de la crisis financiera. Aunque la situación española esté lejos de ser tan grave como la de Grecia, es indudable que el Gobierno de Rodríguez Zapatero se ha granjeado un descrédito tal en los medios internacionales que no le permite estar al frente del equipo que debe imponer a Grecia la rigurosa disciplina que exige la situación.

En las actuales circunstancias, en la zona euro nada es más valioso que la estabilidad y la serenidad de los mercados. Incluso la evidencia de que Grecia necesitará ayudas financieras directas está siendo gestionada con cuentagotas, para no transmitir la idea de que la situación pudiera ser más grave de lo que se piensa. ¿Qué podría hacer la presidencia española en este caso para añadir la confianza que la gestión del presidente del Gobierno no ha logrado suscitar? Hubo un tiempo en el que España logró el acuerdo de sus socios comunitarios para ejercer una presidencia plena, a pesar de la entrada en vigor del Tratado de Lisboa. A primeros de año, desde La Moncloa, se pasó a una actitud de cooperación con la presidencia permanente y, en menos de dos meses, la UE está gestionada por el directorio franco-alemán, con España fuera de juego, salvo para acoger los consejos informales de ministros y las cumbres con países terceros, campo en el que al Gobierno tampoco le gustará recordar lo sucedido con la anulación de la visita de Obama.

ABC - Editorial

Las incómodas verdades de Zapatero y Rajoy. Por Antonio Casado

“No le pido a Rajoy que ayude al Gobierno. Le pido que ayude al país a salir de la crisis. Se lo pido y se lo ofrezco”. Palabras del presidente del Gobierno, José Luís Rodríguez Zapatero, en su multitudinario mitin de ayer en Málaga. Forman parte del guión elaborado en Moncloa para persuadir a la ciudadanía de que el PP no quiere concertar una salida conjunta del agujero.

Veinticuatro horas antes, en Santander, el líder del principal partido de la oposición y aspirante a la Moncloa, Mariano Rajoy, claveteaba el argumento central del reciente cruce parlamentario con Zapatero: “No negamos el apoyo al Gobierno, si rectifica, como hicimos con la política antiterrorista. Si no hay rectificación, no podemos hacernos responsables”. Estas palabras forman parte del guión elaborado en Génova para persuadir a la opinión pública de que con este amontonamiento de palabras, anuncios, planes y creación de comisiones, el Gobierno quiere camuflar el incumplimiento de su obligación de gobernar y tomar decisiones.


Incluso en la soflama propia de los actos de reafirmación partidista, normalmente reñida con el razonamiento de una posición, se puede rastrear el plan de vuelo de un líder político. En la convención de los populares cántabros, Rajoy remató su discurso con esta coletilla: “No tengo la impresión de que Zapatero vaya a rectificar porque en realidad no sabe lo que quiere”. Craso error, don Mariano. Lo sabe perfectamente. Con esta quimera del pacto, de muy reciente factura, quiere aislar al PP en un frente político contra la crisis económica.

También Mariano Rajoy sabe lo que quiere cuando pregona su pesimismo sobre un eventual plan anticrisis pactado con el Gobierno. Y lo que quiere es marcar distancias para que la crisis económica le siga haciendo el trabajo. Las encuestas le confirman la rentabilidad de esa estrategia. Si apareciese ahora remando junto al PSOE, el PP perdería ese discurso y, según su análisis, esa alta rentabilidad en los sondeos electorales.

El que no corre, vuela. Farsantes unos y otros, si pretenden convencernos de que sus altas miras transcienden a la mera caza del voto. Quedan para verse el jueves, como dos vecinos que viven pared con pared, pero aprovechan las vísperas para incendiarse la casa. A Rajoy le pierde la codicia (Blanco dixit) y lo de la comisión es una pachanga (González Pons). Hay que ver las lindezas que se están dedicando tres días antes de la cita en el palacete de Zurbano.

Cuando Rajoy dice que “el presidente del Gobierno no quiere pactar sino ganar tiempo”, tiene razón. Hasta las piedras saben que Zapatero gobierna en coalición con el calendario. Es una verdad incómoda para él, pero esa es su gran apuesta política: que la recuperación económica se adelante lo suficiente a la fecha de las elecciones.

No menos incómoda que la verdad adosada al discurso de Rajoy, igualmente cautivo del calendario aunque por la razón contraria. Si la fecha electoral se adelanta a la recuperación tendrá la Moncloa al alcance de la mano. Su apuesta, por tanto, no puede ser la de los brotes verdes sino la de la recaída, las dos tesis manejadas ahora por los analistas sobre el futuro de la economía nacional.


El Confidencial - Opinión

Pagar los rescates traerá más secuestros

La buenista idea zapateril de que basta con desarmar nuestros ejércitos y nuestras convicciones para convivir pacíficamente con los delincuentes –incluso con aquellos que pretenden exterminarnos– resulta a todas luces absurda y alejada de la realidad.

Gobernar va más allá de tratar de solucionar todo problema a golpe de chequera, especialmente si esa chequera la integra el dinero público que, pese a los rumores ministeriales, sí es de alguien y si semejante solución da origen a nuevos y mayores problemas.

Ha sucedido con el desempleo y la crisis y, salvando las distancias, vuelve a suceder con los conflictos exteriores a los que se enfrenta el Ejecutivo. Ya advertimos en su momento que la manera de hacer frente a los criminales de todo pelaje –guerrillas, terroristas o piratas– no puede pasar por ceder ante sus pretensiones, sino por hacerles frente. El pago del rescate puede ser un instrumento dentro de una política más amplia para combatir el crimen, pero nunca el final del trayecto.


No se trata sólo de una cuestión moral por la que no se deba premiar a los criminales, sino de un simple problema de incentivos. Si premiamos a cualquier delincuente que en el extranjero secuestre a un ciudadano español, el resultado que obtendremos serán más secuestros.

Primero vino el Playa de Bakio, posteriormente el Alakrana y un poco más tarde los tres cooperantes en Mauritania. En todos los casos, los secuestradores –piratas en un caso, terroristas de Al Qaeda en otro– han obtenido varios millones de euros sin apenas resistencia por parte de las autoridades españolas. Con independencia de que nos felicitemos de que el cautiverio de todos estos ciudadanos españoles haya concluido de una u otra forma, lo cierto es que la buenista idea zapateril de que basta con desarmar nuestros ejércitos y nuestras convicciones para convivir pacíficamente con los delincuentes –incluso con aquellos cuyo primer objetivo no es vivir a costa nuestra, sino directamente exterminarnos– resulta a todas luces absurda y alejada de la naturaleza de los seres humanos.

Por algo y para algo existen ejércitos y cuerpos policiales: porque hay que tratar de proteger al ciudadano honrado y castigar a quien viola los derechos ajenos. En nuestro caso, sin embargo, la protección que brinda el Gobierno a los ciudadanos pasa por pedir perdón y por sobornar a los criminales.

Pero por esta vía sólo se está resolviendo un problema muy inmediato –el secuestro de unos ciudadanos– para generar un problema futuro mucho mayor: convertir a todo español en un blanco muy jugoso dentro de aquellos territorios en los que el Estado de derecho se halle debilitado.

La experiencia parece estar del lado de los secuestradores: en tres casos de tres el Gobierno de Zapatero ha terminado pagando. Pero parece evidente que en algún momento el Ejecutivo tendrá que poner fin a esta política de cesión permanente, pues en otro caso convertirá al secuestro de españoles en una de las profesiones más rentables del planeta.

Convendría, sin embargo, que ese replanteamiento de la estrategia de Defensa no se demorara mucho, pues mientras tanto la Hacienda española está contribuyendo a financiar las actividades de grupos terroristas como Al Qaeda y a colocar a todos los españoles en una situación de riesgo. Mucho nos habríamos ahorrado si desde un principio no hubiésemos pensado que ceder, sonreír y pagar es la solución a todos los problemas.


Libertad Digital - Editorial

Ahora, los funcionarios

LA necesidad de reducir el gasto público en tiempos de crisis económica ha puesto a los funcionarios públicos bajo el punto de mira. Hoy informa ABC acerca de los planes del Gobierno para «examinar» a los empleados públicos en el marco de una racionalización y reducción de estructuras de la Administración General del Estado. Según algunos, bajo este eufemismo burocrático se oculta el propósito de cambiar el modelo vigente, cuestionando aspectos esenciales como la permanencia en el puesto de trabajo una vez adquirido «en propiedad». Nadie pone en duda que hay muchos aspectos mejorables en nuestro sistema de empleo público y que convendría afrontar con eficacia y sentido común la reforma de ciertos lastres del pasado. Sin embargo, es imprescindible evitar las generalizaciones interesadas con objeto de que no paguen justos por pecadores. Miles de funcionarios públicos son profesionales bien preparados, que han accedido a sus puestos tras superar unas pruebas rigurosas y que desempeñan con vocación y sacrificio una actividad al servicio del interés público, cuya retribución es -con frecuencia- inferior a su equivalente en la empresa privada. En este sentido, hay que distinguir también entre los funcionarios de carrera y los múltiples asesores y altos cargos que crean los políticos para satisfacer compromisos del partido gobernante y atender a las exigencias de la clientela electoral.

Otra cuestión sustancial hace referencia a las comunidades autónomas. Si es preciso racionalizar la administración del Estado, no hay ningún motivo para que se consideren intocables las administraciones regionales, que reproducen casi sin excepciones todos los defectos que se achacan al sector público. Sería injusto, por tanto, que el proceso que el Gobierno pretende iniciar limite sus efectos al ámbito estatal, cuando una parte sustancial del gasto público y de los recursos humanos corresponde en nuestro país a las administraciones autonómicas. De acuerdo con la Constitución, el acceso a la función pública se rige por los principios de mérito y capacidad, y la Administración sirve con objetividad a los intereses generales, al margen de la coyuntura política. Estos criterios deben inspirar las reformas en marcha que, según denuncian algunos sindicatos, parecen planteadas ante la necesidad de recuperar el tiempo perdido por parte de un Ejecutivo que necesita cuanto antes dar algún golpe de efecto e incluso buscar un chivo expiatorio.

ABC - Opinión

domingo, 21 de febrero de 2010

Conferencias chungas. Por Arturo Pérez Reverte

El truco funciona. A uno se le ocurre un ciclo de conferencias sobre un asunto cualquiera, con más o menos gancho. Por ejemplo: La carga de la caballería austrohúngara y su influencia en la menopausia de la pava. Acto seguido, acude a la concejalía del ayuntamiento de turno, al banco de su pueblo, a la fundación o ministerio que pille más cerca. A cualquier sitio donde haya viruta disponible para estas cosas. Allí dice buenos días y plantea la cosa. El cebo para incautos. Traeremos, asegura, al último premio Nobel de Física, a Mario Vargas Llosa, a Elsa Pataky y al presidente Obama si consigue despejar un poco la agenda. Un ciclo de conferencias con mesas redondas y coloquio en el aula de cultura de Caixa Boixos Nois, que va a ser la pera limonera. Eso sí: cuesta tanto. Con suerte, si la entidad correspondiente tiene viruta disponible para el evento y el pájaro se lo curra con persuasión, habilidad y un cuñado concejal, que siempre ayuda mucho, la respuesta es afirmativa. De acuerdo, dicen. Ahí va la tela y móntalo. La foto del alcalde o el consejero, o quien suelte la mosca, con la Pataky, incluso con Obama, vale esa pasta y más. Y aunque no haya foto, en el anuario del ayuntamiento, la fundación o la entidad, quedará de perlas. Pero ojo que son caros, advierte el gestor del asunto. Obama, por ejemplo, cobra un huevo de la cara, y hay que pagarle el hotel y el billete en primera, y las horas extras de los guardias municipales que se encarguen de la seguridad. ¿Y eso a cuánto sube?, preguntan el alcalde, el concejal o el consejero tragando saliva. A tanto, dice el otro. Pero no te preocupes. Te hago un presupuesto general por el ciclo completo y lo arreglamos.

El siguiente paso es anunciarlo a bombo y platillo: «El premio Nobel de Física, Vargas Llosa, Elsa Pataky y Obama bin Laden –gazapo del periodista local, que es medio sordo– participarán en el ciclo de conferencias Tal y Cual». Con eso queda cubierto el objetivo principal: justificar la pasta trincada por el listillo y tener un dosier de prensa. Por supuesto, a esas alturas no se ha contactado todavía con ninguna de las personas anunciadas; ni siquiera con sus secretarios, agentes o lo que sea. Con el tiempo, cuando llega la fecha, se hacen algunas gestiones, sin matarse mucho, a través del amigo de un amigo. Y claro. La editorial de Vargas Llosa responde que el autor está presentando un libro en Sydney, el agente de la Pataky dice que rueda una película con Viggo Mortensen, y cosas así. Del Nobel de Física no consiguen ni el teléfono; y de Obama, lógicamente, no vuelve a hablarse más. Al fin se inaugura el ciclo de conferencias con la agradable presencia supermegamediática de María Antonia Iglesias, de un noruego al que no conoce ni su padre pero que se apellida Bjornasmullersön y escribe novelas policíacas, de una pedorra de Gran Hermano y de un poeta local, finalista del premio Villaconejos con el soneto Eres mala, Pascuala. Y cuando el público asistente, mosqueado con el elenco, pregunta qué pasó con los conferenciantes anunciados, los organizadores, poniendo cara de circunstancias, responden: «Es que, a última hora, Vargas Llosa nos dejó tirados».

Cuento todo esto porque, en plan mucho más modesto –nadie me apunta a ciclos con Elsa Pataky, aunque ya me gustaría–, me ocurre a menudo, como a unos cuantos más que conozco: académicos, escritores y gente del cine. Pregúntenle a Javier Marías, por ejemplo. O a Saramago. De pronto un amigo comenta que en tal o cual sitio vas a dar una conferencia de la que no tenías ni remota idea, y luego te manda el recorte de prensa o el enlace de Internet anunciando día y hora de tu intervención. Y te quedas a cuadros. Lo último mío es un ciclo taurino organizado en Sevilla, con firma incluida de manifiesto a favor de la fiesta, donde figura mi nombre junto a los de Enrique Ponce y Cayetano Rivera; cosa que me honra mucho, pero de la que no tenía noticia. Y sigo sin tenerla. Otros casos son más irritantes. Hace poco me enteré por un periódico de que iba a dar una conferencia en Ponferrada, dentro de un ciclo sobre el reino medieval de León, nada menos. Y el verano pasado, cierto hijo de la grandísima puta, cuyo nombre reservo cuidadosamente para cuando se ponga a tiro –entonces quizá salgamos otra vez los dos en los periódicos–, organizador de uno de esos ciclos fantasma, tuvo la desfachatez de justificar mi inasistencia a una conferencia, de la que nunca tuve noticia previa, afirmando que a última hora me había echado atrás al no satisfacerse mis «elevadas condiciones económicas»; cuando es notorio, entre quienes me tratan, que en las rarísimas ocasiones en que me presento en público lo hago sin cobrar un euro. Por la cara.

Así que ya lo saben. Cuidado con las conferencias chungas. Muchos organizan esas cosas –importantes y necesarias, por otra parte– con seriedad y rigor. Pero también hay golfos oportunistas que las convierten en negocio personal. En una estafa como otra cualquiera.


XL Semanal

La sonrisa del asesino, una burla para las víctimas

Muchos se preguntarán, viendo las fotografías en las que De Juana sonríe por su nueva vida en Belfast, si la justicia española agotó todas las vías para evitar la salida de un terrorista que nunca se arrepintió de sus crímenes.

EL MUNDO reproduce hoy varias fotografías del asesino De Juana Chaos con su mujer en Belfast. En una de ellas, ambos se miran con arrobo y sonríen de felicidad. El etarra disfruta de la vida en la capital de Irlanda del Norte gracias a la ayuda del Sinn Fein -o sea del IRA- y del subsidio que le paga el Gobierno regional, mientras se decide la petición de extradición formulada por la Justicia española.

Hemos sabido que un juez le acaba de denegar un permiso para conducir un taxi en una empresa de la antigua banda terrorista irlandesa por ocultar sus antecedentes penales.

Las familias de sus 25 víctimas y muchos lectores de EL MUNDO sentirán una lógica indignación al constatar como el terrorista que, tras el asesinato del matrimonio Giménez Becerril en 1994, comentó que «los lloros» de las familias de las víctimas de ETA «son sus sonrisas» vive ahora cómodamente en Belfast tras haber alegado que sufre jaquecas para eludir la acción de la Justicia española.


El futuro de De Juana depende en estos momentos del pronunciamiento de un juez irlandés, que tiene que decidir si concede la extradición para que sea juzgado por la Audiencia Nacional por un delito de enaltecimiento del terrorismo, cometido en agosto de 2008 en el homenaje que se le prestó al salir de la prisión. Él no estaba presente pero se leyó un texto en su nombre en el que asumía las consignas del histórico Txomin.

La cuestión que suscitan las fotografías que publicamos hoy es si la Justicia española agotó todos los medios legales para evitar la salida de la cárcel de este asesino que jamás se ha arrepentido de sus crímenes y que fue condenado a 3.129 años de prisión.

De Juana fue juzgado en base al Código Penal de 1973, que establecía un máximo de cumplimiento por todas las penas de 30 años. Esta cifra podía ser sustancialmente reducida por la prestación de trabajo y servicios sociales, de suerte que este etarra -jefe del comando Madrid- entró en la cárcel en enero de 1987 y tendría que haber salido en 2005 si no fuera porque fue acusado de otro delito de amenazas a funcionarios de prisiones. Pagó en total 18 años por 25 asesinatos, lo que supone 8 meses por cada uno de sus crímenes.

De Juana tuvo que seguir en prisión porque la Audiencia Nacional le condenó a 12 años y siete meses por dos artículos aparecidos en Egin en los que amenazaba de muerte a funcionarios de prisiones. En plena tregua, el 12 de febrero de 2007, el Supremo rebajó su condena a tres años a petición de una Fiscalía que defendía entonces que «las togas se tenían que manchar con el polvo del camino».

El etarra comenzó después su segunda huelga de hambre hasta que el 1 de marzo de 2008 Interior le concedió la prisión atenuada y fue trasladado a un hospital de San Sebastián. El 2 de agosto salió de la cárcel a la que había regresado y se marchó ilegalmente a Irlanda del Norte, dejando pendiente la causa por la que ahora se le reclama.

A la luz de este relato, resulta evidente que De Juana se benefició del garantismo de nuestro Estado de Derecho y, muy especialmente, del clima político en el que el Supremo le redujo el castigo de 12 años a solo tres y Zapatero cedió parcialmente a su chantaje.

De Juana hubiera cumplido los 30 años de prisión íntegros de habérsele aplicado la doctrina Parot, por la que las reducciones de penas se establecen respecto a cada una de ellas de forma individual. Pero esta doctrina fue aprobada por el Supremo un año después del cumplimiento de su castigo.

Tras su última reforma, el Código Penal establece una pena efectiva de 40 años en prisión por los asesinatos cometidos por terroristas, pero De Juana tuvo la suerte de ser juzgado por otra legislación mucho más benévola, beneficiándose del principio de no retroactividad de las leyes penales.

Si el Supremo no le hubiera reducido el castigo por amenazas en el contexto de la tregua de ETA y si la doctrina Parot se hubiera aplicado un año antes, De Juana estaría hoy en la cárcel. Había posibilidades legales de retener en prisión a este frío e irredento asesino, pero a los jueces les faltó sensibilidad y a los políticos, voluntad.

Ya sólo cabe trabajar para conseguir su extradición y que vuelva a ser juzgado por la Audiencia Nacional. Entre tanto, esa sonrisa burlona de su rostro provocará el llanto de más de una de sus víctimas y seguirá produciéndonos tristeza a todos los demócratas.


El Mundo - Editorial

Y ahora, el despilfarro de la TDT. Por Antonio Burgos

CUANDO empezaba la televisión en España, José María Pemán contó una historia muy divertida de una tía suya, me imagino que una Pemartín, de los Pemartín de Cádiz de toda la vida. Todo el Cádiz burgués se estaba comprando un televisor. Marca De Wald, que era la más famosa en Cádiz, hasta el punto que sacó la primera chirigota de sólo mujeres de la mano del genial Austin González «El Chimenea», a quien he citado aquí únicamente como inventor del pelachicharos, del partebabetas y del ablandacoles. El Chimenea, pues, no sólo inventó esos prodigios de la nueva cocina pre-Bulli y pre-Basque Culinary Center, sino la igualdad de género en el Carnaval con el «Show De Wald», un mojón pa ti, Bibiana Aído.

Contaba Pemán que aquella tía suya no quiso comprarse un televisor, al contrario que todas sus amigas. Y como le preguntaron la razón de su negativa, les dijo:

-Hijas, ¿cómo voy yo a meter en mi casa un aparato que me va a llenar la salita de gente que no conozco de nada y que no me ha presentado nadie?

Le pasaba a la tía de Pemán como a la abuela de Isabel mi mujer, que cuando tras el Concilio Vaticano II comenzó el rito de darse la mano en la paz en misa, le dijo a la señora que estaba a su lado en la parroquia y que le tendía la suya:

-Perdone, pero ¿la conozco yo de algo para que me salude usted?

A mí me ha ocurrido ahora como a la tía de Pemán en Cádiz y como a la abuela de Isabel en Pueblonuevo del Terrible. Sin que nadie me la haya presentado, se me quiere meter en la salita una tía a la que no conozco de nada y que no tengo el menor interés de que entre en casa: la TDT. Esa televisión nueva con nombre de insecticida. ¿No estaba prohibido el DDT? ¿Por qué entonces es ahora obligatoria su prima hermana la TDT, que tiene nombre como de matar cucarachas?

Y encima, amenazando. Y encima, sin contar con nadie, cada dos por tres te sale en la pantalla de la TV un faldón conminatorio que te dice que a partir del 10 de marzo no hay tu tía sin TDT. ¿No era después de Semana Santa? Vamos a ver, ¿en qué pleno del Congreso de los Diputados se ha aprobado que tengamos que tirar ya mismo los televisores actuales a la basura o gastarnos un dinero en el adaptador de la TDT? Para cosas mucho menos importantes en nuestras vidas se exige una ley orgánica, y ahora esa dictadura tecnológica la imponen por una razón españolísima: porque sí. ¿O es una directiva europea? Peor todavía, unos gachós de Bruselas a los que no ha votado nadie ni ha elegido nadie y que nos están cambiando nuestros modos de vida del modo más dictatorial.

¿Cuánto nos va a costar el cambio a la TDT? ¿Le ha metido alguien el lápiz? ¿Qué necesidad había, con lo bien que se ve la tele con mi televisor de toda la vida, de pantalla ancha, bien profunda, para que mi gato Remo se pueda poner encima calentito a dormir la siesta mientras de vez en cuando le echa una miraíta abajo, a lo de Belén Esteban? Con la crisis que hay, ¿tiene España posición como para permitirse este lujo tecnológico precisamente ahora? ¿Que crea puestos de trabajo? ¡Tequiarcarajo! Como no sea en China y donde fabrican los televisores. Creará puestos de funcionarios, en ese organismo que tiene un nombre de broma: «Oficina Nacional de Transición a la TDT». Transición... Vamos, como lo de Suárez, pero en TDT y sin ducado. Dicen que ya funcionan 26 millones de sintonizadores. ¿Cuánto dinero hemos tirado en eso? ¿Que eso es I+D+I? Antier. Eso es dinero para los chinos, o para los coreanos, que son los que los fabrican. A ver, que levante la mano el que tenga un sintonizador de TDT fabricado en España. Si todavía esto de la TDT fuera como el rótulo de la sombrerería de Padilla Crespo: «Artículo español, jornal para los nuestros»...


ABC - Opinión

Adán en la City. Por Ignacio Camacho

ESA foto de Zapatero y Gordon Brown con sus corbatas rojas en la puerta del 10 de Downing Street parecía un retrato de época: socialdemócratas al borde del abismo. Faltaba Papandreu, que al menos acaba de ganar las elecciones aunque es probable que ya se haya arrepentido al abrir los cajones del poder y encontrárselos llenos de facturas vencidas. Los tres compusieron en Londres una estampa de fracaso empecinado, de obstinación deficitaria en un modelo de quiebra social. Brown tiene señalada la fecha de caducidad en el día que él mismo elija para celebrar elecciones, ZP es ahora mismo un chicharro electoral y el primer ministro griego representa la estampa viva de la pesadumbre. Eso es la socialdemocracia europea de hoy: un grupo triste de dirigentes en horas bajas aferrados con patético encono ideológico a sus propias recetas derrotadas. Sostenella y no enmendalla.

El orgullo irresponsable del presidente español en Londres, tan ufano en una cumbre de perdedores arruinados, demuestra que no se entera de nada. O no se quiere enterar, que es peor. No se quiere enterar de que el déficit del 11 por ciento incapacita la recuperación y acogota las inversiones productivas y estructurales. No se da por aludido sobre la necesidad de ofrecer respuestas creíbles a los inquietos compradores de nuestra deuda. Y no capta, sencillamente porque no lo sabe, que eso que él llama «los mercados» no son un grupo de plutócratas ultraliberales conjurados en las Bolsas para fastidiar sus políticas de progreso sino complejas redes de inversores privados que buscan en la compraventa de valores el modo más eficaz de obtener beneficios para el dinero que invierten, entre otras cosas, en prestarle a su Gobierno recursos con los que sostener sus dádivas clientelares. A esto no le debieron llegar las dos tardes con Jordi Sevilla, pero al menos Brown, que ha sido ministro de Hacienda, le podía haber tirado de la manga antes de que se vistiese de atrabiliario Quijote rojo para arremeter con su retórica lanza de cartón contra los molinos capitalistas en la sede del mundo financiero.

Cuando el presidente hablaba sólo para el mercado interior, para nuestro celtibérico cuerpo electoral de consigna y trinchera, la escalofriante levedad zapaterista podía provocar una sensación de vacío intelectual y de proyecto pero no causaba más repercusiones que las del adelgazamiento del ya escuálido debate doméstico. Ahora, sin embargo, investido del protagonismo de la presidencia de la Unión, su superchería conceptual, su mondo adanismo y su rancia simpleza ideológica causan, expuestos al criterio europeo, un riesgo severo a la propia credibilidad del país y extienden una inquietante duda sobre los filtros de selección que rigen aquí en la vida política. Y esa desgraciada visibilidad no sólo nos hace pasar cierta vergüenza, sino que va a acabar costándonos dinero.


ABC - Opinión

Vuelta a la nada. Por José María Carrascal

¿A qué ha ido ese hombre a Londres, con la que hay armada en Madrid? ¿A cortejar a los mercados o a enseñarles el dedazo, como Aznar a sus «fans» en Oviedo? ¿A fotografiarse con Brown o con Papandreu? ¿Por qué crea una comisión triministerial para reunirse con los dirigentes de los demás partidos, si el portavoz del suyo ya se está reuniendo con ellos? ¿Por qué no ha citado a Rajoy, si dice que es tan importante su colaboración? ¿Y a qué tantas reuniones, si la cosa está encarrilada y a final de año empezará a crearse empleo? ¿Va a seguir las recomendaciones de los expertos o a seguir actuando por su cuenta? ¿Recortará todos los gastos o sólo algunos? Y, sobre todo, ¿vamos a tener que hacer sacrificios o no? Pues esa palabra, como antes la de crisis, no la ha pronunciado todavía. Y hay quien dice que los sacrificios son la clave de la situación.

Los mentirosos patológicos como él, sin embargo, creen que puede engañarse a la realidad con sólo cambiar el nombre de las cosas. Cuando se les acaban las palabras, intentan sustituirlas por gestos, y al acabárseles los gestos, entran en un estado cataléptico, próximo a la histeria, en el que ya se encuentra nuestro presidente, al que tan pronto vemos aquí como allá, sonriente o airado, parando golpes o propinándolos, humilde o altanero, inclinándose a la izquierda o a la derecha, seguro de sí mismo o huidizo. ¿De qué huye este hombre? Pues huye de sí mismo. Huye del Zapatero que negó la crisis, y hoy se ve obligado a calificarla de grave; del que descalificó todas las recetas del PP, y ahora no tiene más remedio que copiárselas; del que proclamaba una gloriosa presidencia española de Europa, y tiene que vivirla como un vía crucis; del que anunció que pronto superaríamos a Francia, tras superar a Italia, y ahora tiene que contentarse con superar a Grecia; del que mimó a los sindicatos, y ve que se le amotinan; del que espera la recuperación como el personaje de Beckett esperaba a Godot; del Zapatero, en fin, que engañó a todo el mundo, y ahora sólo puede engañarse a sí mismo. Por eso está tan irritado, tan nervioso, tan contradictorio, tan errático, confundiendo a sus propios colaboradores. Es la suya esa desesperación del que ha llegado al cabo de la calle, la del que ya no encuentra a nadie que le crea. La angustia del que busca a quien echar la culpa de sus errores, y se da cuenta de que ha agotado todos los posibles culpables. El pánico del que sólo percibe alrededor desdén y desconfianza. Los únicos dispuestos a ayudarle son los pocos que vienen compartiendo su andadura desde el principio y los que esperan poder sacar tajada de su desahucio. Su caída es tan vertical como fue su ascenso. Esa es la escueta realidad. Por eso la odia y la niega Todo apunta, sin embargo, que más pronto que tarde, volverá a la nada.

ABC - Opinión

De la soledad de Zapatero y ‘El motín del Caine’. Por Federico Quevedo

Cierto que en poco puede parecerse Rodríguez al genial Humprey Bogart, pero sí que hay uno de sus personajes que a la vista de lo que ocurre en este país podría tener cierto parangón con el presidente del Gobierno. Se trata del capitán Queeg, aquel hombre a mando de un navío que acabó encerrado por sus propios hombres tras un motín a bordo. Me vino a la memoria la magnífica película de Edward Dmytryk, adaptación de la novela de Herman Wouk, cuando el pasado miércoles en el Congreso de los Diputados un Mariano Rajoy investido de una primordial solemnidad se dirigió a los bancos de la izquierda de la Cámara y les conminó: “Ustedes, que ganaron las elecciones, que tienen una mayoría legítima en esta cámara, que con esa mayoría y con ningún voto más, invistieron como presidente de gobierno al señor Rodríguez Zapatero, reconsideren su posición”. Y cuando un poco más adelante, al final de su turno de réplica, insistió ante esos mismos diputados para recordarles que si el presidente no rectifica, “también tienen una responsabilidad ante la nación”. La responsabilidad de cambiar las cosas.

Quizá a fecha de hoy ese recurso de Rajoy pueda parecer una exageración, o como el propio Rodríguez dijo en su turno de réplica a Rajoy, una falta de coraje para presentar una moción de censura, pero lo cierto es que lejos de ser esas cosas la intención de Rajoy tenía mucho más contenido de fondo que de forma. Tal y como está establecida la moción de censura en nuestro país, la misma no responde a la motivación que indica su nombre ya que realmente se convierte en un examen a quien la presenta que muy difícilmente tiene posibilidad de ganarla, luego si de lo que se trata es de introducir un cambio de rumbo en un política errática y que se está demostrando equivocada hasta el punto de que la ciudadanía así lo percibe y por eso castiga al PSOE en las encuestas –y lo hará en las siguientes convocatorias electorales-, las únicas alternativas pasan porque Rodríguez convoque elecciones o que quienes le votaron modifiquen su decisión.

Lo primero es como pretender que el capitán Queeg, superado por la tormenta, incapaz de tomar las decisiones justas, en un arranque de responsabilidad y sentido común dejara el mando del barco a alguno de los suyos. En lo que recuerda Rodríguez a Queeg es, precisamente, en eso, en que el personaje que encarnó Bogart era un paranoico, un hombre que quiso cambiarlo todo hasta el punto de conminar a sus hombres con aquella frase mítica: “En este barco hay cuatro maneras de hacer las cosas: la buena, la mala, la de la Marina y la mía”. Rodríguez ha ejercido un poder sobredimensionado durante todo este tiempo, ha sometido todo lo que le rodeaba a sus exigencias y a sus designios hasta el punto de haber desnaturalizado la esencia misma de la democracia y la división de poderes. Pero, sobre todo, se ha movido sobre esa “estrecha senda de decisiones justas y de buena suerte, que bordea un abismo sombrío de posibles errores”, en el que ha caído finalmente cuando la tormenta se ha echado encima del navío sin posibilidad alguna de escape.

La tormenta de Rodríguez se llama crisis económica y ha actuado, al igual que la tormenta de El Motín del Caine, como el detonante que ha puesto de manifiesto lo peor de la conducta del capitán que dirige esta nave, enfrentándole a sus peores decisiones, conduciéndole a sus mayores errores y equivocaciones.

Rajoy exige un golpe de timón

En la medida en que Queeg se niega a reconocerlos y asumir su responsabilidad, sus compañeros deciden dar un golpe de timón y relevarle de cargo. ¿Tenían motivos? Si. También los tienen quienes ahora apoyan a Rodríguez, y una enorme responsabilidad ante el país. Si algo dejó claro el debate del pasado miércoles es que Rodríguez sigue instalado en la exaltación de sus propios errores, que sigue empeñado en convencerse y convencernos de que gracias a él lo peor ha pasado ya y lo mejor está por llegar, que como el capitán Queeg ha contado todas y cada una de las fresas que hay en el armario y ante la sospecha de que alguien –en este caso el PP- ha podido robar algunas, exige que sus hombres se desnuden y abran las puertas de sus armarios en esa comisión sacada de la chistera de las improvisaciones y con la que pretende hacernos creer que de esa manera todo se arreglará y volverá a encauzarse por el camino correcto de la recuperación y la creación de empleo.

Mentira, como ha puesto de manifiesto el último informe del Banco de España que no es precisamente un organismo enemigo del Gobierno. La realidad es que seguimos instalados en la misma recesión, sin que nada de lo que hace el Gobierno, sin que el rumbo que ha ordenado el capitán de la nave nos lleve a puerto seguro.

¿Hará caso la bancada socialista de la exigencia de Rajoy? Hoy no, sin lugar a dudas, pero no es menos cierto que detrás de la fachada disciplinaria que esa bancada presenta como un aparente muro de cemento armado, las columnas del edificio se resquebrajan a modo de comentarios en tertulias y confidencias de pasillo, por no decir que algunos críticos empiezan ya a tener claro que con Rodríguez es imposible que el PSOE pueda llegar a algún sitio seguro. Habrá que esperar todavía unos meses antes de que las palabras de Rajoy vuelvan a sonar en nuestros oídos con mucho mayor sentido del que pudieron ofrecernos el pasado miércoles, pero la propia reacción de Rodríguez y los gestos encubiertos de algunos de sus diputados pusieron de manifiesto que Rajoy había tocado una tecla acertada. Quizás ese sea el mayor riesgo que corre Rodríguez Zapatero, un capitán solitario bajo una falsa apariencia de sociabilidad al mando de un partido que se resiste a perder el poder y que cuando vea que esa pérdida es más que inevitable, a lo mejor se plantea seriamente la idea de cambiar de timonel. Claro que quizás para entonces puede ser demasiado tarde. O no.


El Confidencial - Opinión

La peineta. Por Alfonso Ussía

Pues a mí, qué quieren que les diga, me gustó la peineta de Aznar. Resulta curiosa la manía que le tienen a este hombre los paniaguados del presumible progresismo. Le llamaban «asesino» unos mamarrachos y respondió con una higa monumental. Libertad de expresión y de opinión. Ámbito universitario. Javier Solana ha comprendido y defendido la libertad de expresión de Aznar. Años atrás, un grupo de proterroristas de Batasuna recibieron al Rey con el mismo cariño que a Aznar el grupillo de revolucionarios bables. Y el Rey les dedicó una higa abutifarrada y a casi todos nos cayó muy bien. Pero hay chicos de la izquierda, tan abiertos y libres, que por un gesto callado en respuesta a un gravísimo insulto se escandalizan como monjas. Pudo haberse ahorrado el gesto, pero no lo hizo. También podían haberse ahorrado la pancarta los gamberros, y acompañaron su mensaje con gritos y berridos.

Es la Universidad, muchachos. María Teresa Fernández de la Vega también se ha mostrado indignada. Prefiere que a un ex presidente del Gobierno de España le llamen «asesino» a que un ex presidente del Gobierno de España protagonice una peineta vertical, que también las hay diagonales y paralelas. Los bálticos dominan la higa paralela, que es más agresiva que la vertical, por cuanto el dedo corazón amaga un movimiento de flecha hacia el objetivo que no resulta agradable. Una higa vertical sólo conmueve al techo o a las nubes, y tampoco es para tanto. A estos escandalizados de «look» de falsa izquierda, que tanto gustan de la transgresión y el macarrismo urbano, se les agitan las correntías cuando alguien que carece de su permiso y benevolencia hace un gesto tan culto como macarra, según se mire. Entonces tachan al protagonista de la peineta de «pijo», porque para ellos no existe otro argumento ni otra descalificación cuando les fallan las ideas. Pijo o facha. Se consideran dueños y custodios de las extralimitaciones. La señora De la Vega, exiliada en su despacho por Zapatero, ha dicho que la higa de Aznar a los que le llamaban «asesino» «daña la imagen de España». Aquí, doña María Teresa, los únicos que dañan, destrozan, hacen añicos y pulverizan la imagen de España son el presidente del Gobierno y los miembros del mismo, usted incluida, a pesar de su destierro en los ámbitos influyentes. Eso sí que es macarra. El Gobierno. Y además, pijísimo, con más horas dedicadas a las «boutiques» que a los Consejos de Ministros. Y el daño que están haciendo a la imagen de España, y a España sin imagen, es demoledor.

Responder con una higa a un insulto tan grave como necio es muestra inequívoca de amable tolerancia, y más aún en un espacio universitario, donde la libertad de expresión es sagrada. Es gesto interpretativo, y si va acompañado por una sonrisa, abierto a cualquier probabilidad. Es cierto que puede ser analizado como un resorte de público desprecio, pero poco aprecio merecen los que se dedican a insultar, y menos aún los que critican al insultado y no a los insultadores. Una higa bien resuelta, una peineta estéticamente culminada, puede llegar a ser una obra de arte. Los italianos, como en casi todo, son auténticos artistas en la belleza de su procedimiento. ¿Tiene voz y palabra una higa? La tiene, y no supera el «¡Anda ya!», o a lo sumo, «¡tu padre!». Pero estos chicos de la izquierda con caspa de marca son muy mirados e intolerantes en ocasiones. Bien por la higa.


La Razón - Opinión