domingo, 21 de febrero de 2010

La sonrisa del asesino, una burla para las víctimas

Muchos se preguntarán, viendo las fotografías en las que De Juana sonríe por su nueva vida en Belfast, si la justicia española agotó todas las vías para evitar la salida de un terrorista que nunca se arrepintió de sus crímenes.

EL MUNDO reproduce hoy varias fotografías del asesino De Juana Chaos con su mujer en Belfast. En una de ellas, ambos se miran con arrobo y sonríen de felicidad. El etarra disfruta de la vida en la capital de Irlanda del Norte gracias a la ayuda del Sinn Fein -o sea del IRA- y del subsidio que le paga el Gobierno regional, mientras se decide la petición de extradición formulada por la Justicia española.

Hemos sabido que un juez le acaba de denegar un permiso para conducir un taxi en una empresa de la antigua banda terrorista irlandesa por ocultar sus antecedentes penales.

Las familias de sus 25 víctimas y muchos lectores de EL MUNDO sentirán una lógica indignación al constatar como el terrorista que, tras el asesinato del matrimonio Giménez Becerril en 1994, comentó que «los lloros» de las familias de las víctimas de ETA «son sus sonrisas» vive ahora cómodamente en Belfast tras haber alegado que sufre jaquecas para eludir la acción de la Justicia española.


El futuro de De Juana depende en estos momentos del pronunciamiento de un juez irlandés, que tiene que decidir si concede la extradición para que sea juzgado por la Audiencia Nacional por un delito de enaltecimiento del terrorismo, cometido en agosto de 2008 en el homenaje que se le prestó al salir de la prisión. Él no estaba presente pero se leyó un texto en su nombre en el que asumía las consignas del histórico Txomin.

La cuestión que suscitan las fotografías que publicamos hoy es si la Justicia española agotó todos los medios legales para evitar la salida de la cárcel de este asesino que jamás se ha arrepentido de sus crímenes y que fue condenado a 3.129 años de prisión.

De Juana fue juzgado en base al Código Penal de 1973, que establecía un máximo de cumplimiento por todas las penas de 30 años. Esta cifra podía ser sustancialmente reducida por la prestación de trabajo y servicios sociales, de suerte que este etarra -jefe del comando Madrid- entró en la cárcel en enero de 1987 y tendría que haber salido en 2005 si no fuera porque fue acusado de otro delito de amenazas a funcionarios de prisiones. Pagó en total 18 años por 25 asesinatos, lo que supone 8 meses por cada uno de sus crímenes.

De Juana tuvo que seguir en prisión porque la Audiencia Nacional le condenó a 12 años y siete meses por dos artículos aparecidos en Egin en los que amenazaba de muerte a funcionarios de prisiones. En plena tregua, el 12 de febrero de 2007, el Supremo rebajó su condena a tres años a petición de una Fiscalía que defendía entonces que «las togas se tenían que manchar con el polvo del camino».

El etarra comenzó después su segunda huelga de hambre hasta que el 1 de marzo de 2008 Interior le concedió la prisión atenuada y fue trasladado a un hospital de San Sebastián. El 2 de agosto salió de la cárcel a la que había regresado y se marchó ilegalmente a Irlanda del Norte, dejando pendiente la causa por la que ahora se le reclama.

A la luz de este relato, resulta evidente que De Juana se benefició del garantismo de nuestro Estado de Derecho y, muy especialmente, del clima político en el que el Supremo le redujo el castigo de 12 años a solo tres y Zapatero cedió parcialmente a su chantaje.

De Juana hubiera cumplido los 30 años de prisión íntegros de habérsele aplicado la doctrina Parot, por la que las reducciones de penas se establecen respecto a cada una de ellas de forma individual. Pero esta doctrina fue aprobada por el Supremo un año después del cumplimiento de su castigo.

Tras su última reforma, el Código Penal establece una pena efectiva de 40 años en prisión por los asesinatos cometidos por terroristas, pero De Juana tuvo la suerte de ser juzgado por otra legislación mucho más benévola, beneficiándose del principio de no retroactividad de las leyes penales.

Si el Supremo no le hubiera reducido el castigo por amenazas en el contexto de la tregua de ETA y si la doctrina Parot se hubiera aplicado un año antes, De Juana estaría hoy en la cárcel. Había posibilidades legales de retener en prisión a este frío e irredento asesino, pero a los jueces les faltó sensibilidad y a los políticos, voluntad.

Ya sólo cabe trabajar para conseguir su extradición y que vuelva a ser juzgado por la Audiencia Nacional. Entre tanto, esa sonrisa burlona de su rostro provocará el llanto de más de una de sus víctimas y seguirá produciéndonos tristeza a todos los demócratas.


El Mundo - Editorial

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