lunes, 18 de octubre de 2010

The Tea Party no es una party. Por José María Carrascal

Se trata de un movimiento de protesta contra los dos grandes partidos y contra el Gobierno federal.

Dada la confusión europea sobre la política norteamericana —comenzando por el término «liberal», que en Estados Unidos significa socialdemocracia y en Europa, centro derecha—, he querido esperar a estar aquí para pronunciarme sobre «The Tea Party», ese temblor de tierra que sacude la política USA. Tras una semana viéndoles y oyéndoles, me atrevo a decir que no es algo nuevo en este país, aunque sí más fuerte. Se trata de un movimiento de protesta contra los dos grandes partidos e, indirectamente, contra el Gobierno federal. Quieren una vuelta a «la América auténtica», que consideran han echado a perder Washington y sus políticos. Un movimiento que suele emerger en los momentos de depresión y de derrota, durante la guerra en Vietnam y la toma de rehenes en Teherán, que costaron la presidencia a los demócratas. Pero también surgió en 1992, bajo Bush padre, que perdió la Casa Blanca por culpa de Ross Perot, que le restó votos republicanos debido a la crisis económica. Hoy, ese movimiento apunta a Obama, pese a no haber tenido nada que ver con las dos guerra que libra el país y las enormes dificultades que sufre. Pero es el presidente, lo que basta y sobra para que la América profunda, que pierde su casa, sus ahorros y su empleo, le eche de la que ocupa. Tanta frustración les hace rechazar la reforma sanitaria recién aprobada, sustituir el impuesto progresivo de la renta por un porcentaje —digamos un 25 por ciento— de todos los ingresos, imponer un presupuesto sin déficit, dejar sólo los ministerios de Defensa, Justicia, Tesoro y Asuntos Exteriores y ajustarse a la letra estricta de la Constitución sin interpretaciones progresistas. Un intento, en fin, de volver a la América original, de «ciudadanos libres y gobierno mínimo».

Dadas las tremendas dificultades que atraviesa el país, la frustración es tal que se vuelve contra ella misma. El Tea Party se ha apoderado del partido republicano, laminando a sus moderados. Pero al hacerlo lo ha reducido, lo que puede asustar al resto de los ciudadanos. A dos semanas de las elecciones parciales, en las que se renovará toda la Cámara de Representantes y un tercio del Senado, la situación es la siguiente: ¿llega la frustración de los norteamericanos tan lejos como para alejarse de la gran corriente centrista y echarse en manos de la extrema derecha? Todo va a depender de la capacidad de movilización de Obama, de que consiga convencer a sus compatriotas de que el futuro es él, no los que miran al pasado. Pero esta vez lo tiene bastante más difícil que cuando fue elegido presidente. Entre otras cosas, porque la situación también lo es, y no ha conseguido evitarlo.

ABC - Opinión

Zapatero vende a Patxi López por un plato de lentejas. Por Federico Quevedo

Y todo ello con el único fin, que justifica estos medios, de arañar unos meses más su permanencia en el poder. El acuerdo alcanzado por el Gobierno con el PNV para aprobar los Presupuestos del año 2011 tiene una doble lectura. Por un lado, en clave de la política vasca, damnifica al lehendakari Patxi López, oxigena al PNV y encumbra a Antonio Basagoiti. Por otro, en clave de política nacional, alarga unos meses más la agonía de Rodríguez y nos condena a seguir inmersos en una crisis cuya salida cada vez está más lejos porque, de hecho, lo que hace el Pacto es dar carta de naturaleza a unos Presupuestos que nadie cree y en los que nadie confía, ni siquiera el propio PNV, que lo único a lo que aspira es a cerrar el traspaso de las transferencias pendientes al País Vasco para rentabilizar esa victoria electoralmente. Tan es así que los nacionalistas vascos tenían preparada su propia enmienda a la totalidad por si acaso el acuerdo no se cerraba a su agrado, lo cual indica la confianza que la totalidad del Parlamento tiene en las cuentas del Estado para el año que viene, que van a ser las que más enmiendas a la totalidad reciban, al menos de las que hasta ahora ha presentado el Ejecutivo de Rodríguez.

Pero Rodríguez, que está políticamente muerto y lo va a estar más después de las elecciones catalanas, necesitaba ese acuerdo para conseguir una prórroga que lo mantuviera unido a la máquina de respiración asistida durante unos cuantos meses más, y estaba dispuesto a firmar lo que fuera con tal de obtenerla. De hecho, es más que probable que haya parte de ese acuerdo que todavía permanezca bajo el epígrafe de top secret y que tenga mucho que ver con lo que ocurra en el País Vasco tras las municipales de mayo, y con la negociación encubierta con ETA a pesar de que ambas partes se hayan empeñado es desligar el pacto de ese condicionante. Lo cierto es que quien sale más perjudicado por esta nueva vuelta de tuerca de Rodríguez a la política autonómica es su compañero de filas y actual lehendakari, que ve como el principal partido de la oposición en el Parlamento Vasco le roba el protagonismo en la negociación con el Gobierno central, que es de su mismo partido. Vamos, que Rodríguez ha dejado a López en pañales sólo por una ambición personal, lo cual dice mucho del personaje. En fin, lo que ya sabíamos, solo que hasta ahora practicaba con sus adversarios; ahora también con los de sus propias filas. Un angelito.

«Ése era el objetivo de los nacionalistas, poder hacer una campaña en la que quedara claro que, a pesar de no gobernar, siguen siendo ellos los que consiguen beneficios para el autogobierno vasco.»

Los próximos meses pueden ser un calvario para Patxi López, viendo como el PNV rentabiliza de cara a las elecciones de mayo su acuerdo con Rodríguez. Ése era el objetivo inmediato de los nacionalistas, poder hacer una campaña en la que quedara claro que, a pesar de no gobernar, siguen siendo ellos los que consiguen beneficios para el autogobierno vasco y, por lo tanto, es a ellos a los que hay que votar y no al PSE. La campaña puede serles rentable de cara a conseguir una posición dominante en las tres diputaciones forales, lo que pondría en un serio aprieto el pacto de socialistas y populares porque, y esta es la parte que puede responder al pacto bajo la mesa, es más que probable que el PNV haya exigido a Rodríguez como pago por su apoyo más allá de la tramitación presupuestaria el que el PSE les garantice el poder foral. De ser así, y si López traga, el pacto con el PP estaría muerto. Y eso, lejos de perjudicar a los populares, lo que hace es encumbrar a su líder, Antonio Basagoiti, que se erigiría como el único referente del constitucionalismo y la responsabilidad, en detrimento del apoyo electoral a los socialistas que verían muy mermadas sus posibilidades de volver a gobernar en Euskadi, salvo como partenaire del PNV.

Pero si el plato de lentejas le permite aguantar algo más a Rodríguez, aún a costa de dañar la imagen del actual Gobierno vasco, quizá lo más grave es esa condena que antes mencionaba a seguir inmersos en una profunda crisis de la que cada vez vemos más lejana la salida, allá por el 2017 o más. Los Presupuestos que va a avalar el PNV porque a los nacionalistas les da igual las consecuencias ya que solo se preocupan de su propio beneficio, no es que sean malos, es que son un auténtico horror, además de una farsa y un engaño. De entrada, el propio Ejecutivo miente cuando afirma que la tendencia de aumento del desempleo se va a corregir en los próximos meses y en los mismos Presupuestos nos anuncian más paro para 2011, con una tasa próxima al 20%. El engaño no queda ahí: el Gobierno ha estimado una tasa de crecimiento, el 1,3%, que ningún organismo internacional respalda ya que sitúan ese crecimiento entre el 0,6% y el 0,8%, muy por debajo de la previsión gubernamental fundamentada a su vez en la esperanza en una reactivación del consumo que, lejos de recuperarse, presenta un encefalograma plano. Tan solo la constatación de que el Gobierno peca de un optimismo exagerado conduce a afirmar que va a ser imposible cumplir las previsiones de ingresos, luego eso también convierte en papel mojado la estimación de déficit para 2011. Y los mercados, que nos tienen en su punto de mira, lo saben.

Más impuestos a las clases medias, falsa austeridad, la congelación de las inversiones productivas, el incremento del coste de la deuda y de las cuantías de las prestaciones por desempleo fruto de la alarmante tasa de paro, el recorte en el gasto social y en las políticas de dependencia, la merma en la financiación autonómica que pone en riesgo la prestación de servicios públicos esenciales, la mayor desigualdad y la resignación a no adoptar políticas activas que favorezcan el crecimiento… Ese es el resumen que puede hacer de las cuentas del Estado para 2011. Una auténtica chapuza de la que solo sacan tajada los nacionalistas vascos y un Rodríguez comatoso dispuesto a llevarnos a todos a la ruina y a su partido a la peor catástrofe electoral que puedan imaginarse. Pero es lo que hay.


El Confidencial - Opinión

Zapatero. La única noticia que importa. Por Emilio Campmany

Todo lo que pase en el entorno de Zapatero y su Gobierno ha dejado de tener interés. Lo único que importa saber es si se va y cuándo. Todo lo demás da igual.

Corbacho se va. ¿Le interesa a alguien? Hay que nombrarle sustituto. Podría ser Zarrías u Octavio Granado. ¿Qué más da? A lo mejor ocurre que se fusionan Igualdad y Trabajo y hacen a Bibiana Aído superministra. ¿Es relevante? Parece que Trinidad Jiménez se queda. ¿Y qué? La crisis de Gobierno podría afectar a más ministerios. ¿Cambiaría algo?

Éstos no son más que algunos de los rumores que rodean al Gobierno de Zapatero. Pertenecen a esa clase de chismes que tanto gustan a políticos y periodistas. Y, sin embargo, ahora, parecen no preocupar a nadie. Y es que todo lo que pase en el entorno de Zapatero y su Gobierno ha dejado de tener interés. Lo único que importa saber es si se va y cuándo. Todo lo demás da igual.

Sabido es que padecemos una crisis económica y otra institucional. El inconstitucional y gratuito estatuto de Cataluña ha agravado la crisis institucional por culpa de Zapatero. Y la política de despilfarro presupuestario de la que él es el único responsable ha empeorado la crisis económica. No obstante ser evidente que nos dirigíamos a los dos precipicios, Zapatero negó el peligro. Aun hoy, niega la crisis institucional y sólo reconoce la económica.


Por eso, no cabe esperar de él ninguna política que nos saque de la sima en el que se ha hundido el Estado. Su reciente pacto con el PNV es buena prueba de ello. Pero ni siquiera en el ámbito económico, donde a regañadientes está intentando hacer lo que se supone que hay que hacer, nadie le cree. Y en esto, como en casi todo cuando de una sociedad moderna dominada por la opinión pública se trata, la confianza es primordial. Aun suponiendo que las medidas económicas adoptadas en el recorte del déficit fueran eficaces, ¿quién duda de que Zapatero volverá a despilfarrar al minuto de que las cuentas empezaran a cuadrar?

Nadie, ni fuera ni dentro, espera que España se recupere de ninguno de sus gravísimos problemas mientras Zapatero sea presidente de Gobierno. Esta falta de confianza sería un grave obstáculo muy difícil de salvar incluso en el improbable supuesto de que el presidente tuviera la sincera intención de hacer todo lo posible para sacarnos del hoyo. Por eso, haga lo que haga, da igual. Los que desean reformas profundas y eficaces no creen que las que Zapatero anuncie se vayan a llevar a la práctica realmente. Y los que no las desean y quisieran que continuara centrifugando España y despilfarrando su presupuesto se sienten traicionados y dudarían de la sinceridad de cualquier marcha atrás que anunciara. Cuando los que reciben las órdenes desconfían de quien las da porque la última contradice a la anterior, tienden a desobedecerlas. Total, que a Zapatero nadie le hace caso, sólo algún ministro, mientras que los demás están deseando sacudirse el baldón de pertenecer a este Gobierno.

Por eso, lo único que importa es saber si se va y cuándo. Una moción de censura exitosa es imposible porque los nacionalistas de todo pelaje siempre prefieren a un presidente de Gobierno débil y más que éste no lo van a encontrar. De modo que la única esperanza que nos cabe es la dimisión. Y, dado que él no va a decidir tal cosa por sí sólo, habrá que ver si hay alguien con capacidad para convencerle de que preste este último (y único) servicio a su patria. Al parecer, sólo escucha a Sonsoles. En sus manos estamos.


Libertad Digital - Opinión

En fase espectral. Por Félix Madero

Zapatero ha terminado por dar la razón a Arzalluz, que en enero proclamó: el de López es un gobierno de ocupas.

HACE unos años unos cuantos periodistas nos reunimos con Xabier Arzalluz, entonces presidente del PNV. Recuerdo que se expresaba con un dominio del español tan perfecto que conseguía que sus palabras significaran lo que a él le daba la gana. En ese encuentro Arzalluz hablaba de la necesidad de que hubiera en el País Vasco un referéndum para la independencia de España. En un momento de la conversación le preguntamos: ¿Qué pasa si lo pierden? El viejo presidente del PNV hizo una pausa, apuntó algo en un papel y respondió: Convocaríamos otro. Insistimos alborotados: ¿Y si pierden también el segundo? Pues convocaríamos un tercero, y así hasta que saliera el sí, dijo sin ruborizarse. En ese mismo encuentro escuché por primera vez eso de que los de ETA son unos hijos de puta, pero son nuestros hijos de puta. Y antes de terminar y para que no hubiera equívocos esbozó la siguiente teoría: El nacionalismo es como una escalera mágica: uno sube escalones y no encuentra jamás un descansillo, siempre hay un paso que dar, nunca se acaba la escalera; cuando uno cree que ha llegado al final descubre que siguen quedando escalones que subir.

Bien, luego vino lo que sabemos todos, Ibarretxe y su plan, la deriva de Lizarra, y la salida de Josu Jon Imaz, incapaz de dirigir una formación que se sustenta en la impostura histórica y el medievalismo político. Con este PNV ha pactado Zapatero. Este PNV es el que le va a dar oxígeno para llegar a 2012 como jefe de un Gobierno que desgasta y debilita España. Lo hace sin que le tiemble la mano, con la seguridad del que no es capaz de detenerse un momento y preguntarse: Pero, ¿qué estoy haciendo? Cuando veo el abrazo y la risa de Urkullu y Erkoreka al presentar al PNV el acuerdo, me gustaría saber qué siente y qué se pregunta Zapatero. En esta fase espectral, un ser sin vida pero con los votos de seis escaños, seis, pacta con una fuerza que no esconde que España es para ellos una molestia de la que convenientemente se aprovechan. Independicémonos, pero lentamente, por favor.

No, ya no importa a estas alturas lo que Zapatero crea. Uno quisiera escuchar hoy a Patxi López, Eguiguren, Alfonso Guerra, Bono y Barreda, Rodríguez Ibarra; a Marcelino Iglesias, Griñán, López Aguilar, Caldera, Jordi Sevilla, Ramón Jáuregui, Jesús Cuadrado y tantos socialistas de fuste que callan en este momento de deriva y descomposición. Nunca el silencio, por tibio y consentidor, fue más responsable. Zapatero ha terminado por dar la razón a Arzalluz, que en enero proclamó: El de López es un gobierno de ocupas. Hecho. Al final ha conseguido lo que nadie: hacer más profunda la división entre los de derechas y los de izquierda, y ahora, entre los que se sienten españoles y los que no. En el PSOE hay muchos que todavía leen la E de la histórica sigla socialista. Tantos como los que callan. Y eso termina pasando factura.


ABC - Opinión

ZP confía en la prórroga para volver a ganar el partido. Por Antonio Casado

Zapatero ha hecho una buena operación y sus enemigos lo saben. No me extraña que el presidente del Gobierno elogiase ayer el “sentido de la responsabilidad” y la “capacidad de pacto” del PNV y CC por facilitar la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado de 2011. Es algo más, naturalmente. Es un seguro para año y medio de vida política. Una prórroga, sí, puede ser, como dice Rajoy. Pero también en la prórroga se puede ganar el partido. Que se lo pregunten a Andrés Iniesta.

Prórroga, canto del cisne, epitafio o tiempo añadido. Ninguna de las figuras retóricas utilizadas contra el pacto explican el subidón de Zapatero en Ponferrada (León). Los acuerdos alcanzados con Urkullu y Erkoreka, con retransmisión especial al lehendakari, Patxi López, le permitieron ironizar con la ansiedad del PP: “En la oposición las Legislaturas parecen eternas”. Y bromear con la de su líder, Mariano Rajoy: “Para estar otros cuatro años en la oposición no debería tener tanta prisa”. Hace apenas una semana, cuando se complicaron las negociaciones y los sondeos cantaban la bancarrota socialista, a Zapatero no se le hubiera ocurrido hablar así ante sus compañeros de Castilla y León.


La causa de ese estado de ánimo es la capacidad de maniobra política recuperada en vísperas del debate presupuestario. Por muchas vueltas que le demos al fichaje de los seis diputados del PNV (más los dos de CC) como costaleros del Gobierno, todas las partes implicadas tienen algo que ganar. Todas menos el PP, que pierde protagonismo en Euskadi y potencia de tiro contra el PSOE en Madrid. El apoyo de Basagoiti le sigue saliendo barato a Patxi López. Y en el Congreso Zapatero queda blindado frente a eventuales escaramuzas parlamentarias.

Un 'salvavidas' para Zapatero

Se confirma así el escaso interés de los nacionalismos periféricos por apadrinar el salto de Mariano Rajoy a la Moncloa, a pesar de que tanto catalanes como vascos pudieron haber tenido la tentación de desquitarse por el golpe recibido en sus últimas elecciones autonómicas. Por sus respectivas manos ha pasado la llave de tumbar a Zapatero. Sobre todo desde que éste perdió el apoyo de la izquierda, y de gran parte de su propio electorado, a raíz del volantazo de mayo en materia de política económica.

Dos ocasiones han tenido los nacionalistas. Los catalanes de CiU, con el famoso “tijeretazo” (el decreto sobre medidas de ajuste y reducción del déficit público), cuya votación del 27 de mayo fue planteada en el Congreso por el PP como “una auténtica moción de censura contra Zapatero”, según reconoció Rajoy ante los dirigentes de su partido. Pues bien, la abstención de CiU salvó in extremis a Zapatero de la disolución de la Legislatura y las elecciones anticipadas. Por un solo voto de diferencia.

Y los vascos del PNV también acaban de optar por la continuidad de Zapatero después del pacto de transferencias conocido a finales de la semana pasada. A cambio de algo, claro. Nada inconfesable, más allá de la calenturienta imaginación de la derecha furiosa, sobre todo en su expresión mediática.


El Confidencial - Opinión

Díaz Ferrán. Trabajar más, cobrar menos. Por José García Domínguez

Consejas, meditaciones, dichos, muletillas y eruditos arbitrios del tipo: "con la que está cayendo", "hay que ponerse las pilas", "no puede alargarse más el brazo que la manga", "los políticos tienen que mover ficha"...

Algún alma caritativa debiera explicarle al (todavía) presidente de la CEOE que para reclamar del prójimo sangre, sudor y lágrimas conviene llamarse Winston Churchill, pequeño detalle que Díaz Ferrán parece ignorar. Aunque, si bien se mira, la última deposición suya resulta mucho más propia de Fray Gerundio de Campazas que de cualquier otro cráneo privilegiado. Me refiero, huelga decirlo, al célebre "debemos trabajar más y cobrar menos". Reflexión, ésa de don Gerardo, que ni por sutileza ni por profundidad intelectual tiene nada que envidiar a los grandes clásicos que ha engendrado el genio patrio en las barras de los bares con tal de exorcizar la crisis.

Consejas, meditaciones, dichos, muletillas y eruditos arbitrios del tipo: "con la que está cayendo", "hay que ponerse las pilas", "no puede alargarse más el brazo que la manga", "los políticos tienen que mover ficha", "vivimos por encima de nuestra posibilidades", "se deben acometer reformas estructurales" o "la culpa es de la codicia", imprescindibles todos en cualquier tertulia de rebotica que se precie. Muy surtido recetario de inconfundible aroma a moralina de la abuela que, por lo demás, suena bien siempre que uno no se pare demasiado a pensar en su contenido. Y es que la panacea del ínclito Díaz Ferrán recuerda bastante al modelo turco.

Es sabido, un habitante cualquiera de Estambul trabaja diez horas más a la semana que su equivalente español. Y, por supuesto, gana menos. Algo parejo a lo que igual acontece con el modelo rumano, el búlgaro, el tailandés, el marroquí o el guatemalteco. No obstante, el que en verdad debe querer emular Díaz Ferrán es el modelo de Montilla. ¿Para qué servirán, acaso, todos esos ninis que el Honorable pretende adocenar parasitando el presupuesto de la Generalidad, sin dar palo al agua? Huérfanos de formación, de autodisciplina, de iniciativa, de espíritu de sacrificio y de vergüenza torera, ¿qué podrán hacer con sus vidas tantos inútiles inducidos en cuanto se agote la sopa boba institucional? ¿En qué otra cosa habrán de devenir más que en triste carne de cañón, perpetua mano de obra barata de ésa con la que fantasea Ferrán? He ahí la utopía de la mediocridad del jefe de la patronal convertida en promesa estrella de la campaña socialista. Dios los cría...


Libertad Digital - Opinión

Una eternidad. Por Ignacio Camacho

Un año y medio de poder son millones de horas de usufructo, millones de sueldos, millones de privilegios repartidos.

CUANDO el objetivo principal de la actividad política consiste en la consecución del poder nada resulta más lógico que la segunda prioridad sea la de mantenerse en él una vez alcanzado. El poder es un inmenso mecanismo funcional del que viven colgadas cientos de miles, acaso millones, de personas que a su vez proporcionan el combustible electoral para continuar luchando por su modo de vida. Cada hora de permanencia no sólo es un tiempo de usufructo propio, sino un tiempo de ocupación que se le resta al adversario. El poder ya no es la capacidad de promover efectos sociales basados en la aplicación de la ideología o los principios, sino que se ha convertido en un fin en sí mismo; el nuevo fuego sagrado de la política.

Mediante su acuerdo con el PNV, Zapatero ha alquilado dieciocho meses más de poder, una permanencia que trasciende su mera estancia en la Moncloa para dar cobertura a multitud de intereses ramificados. Un año y medio de poder son millones de horas, millones de sueldos, millones de privilegios repartidos entre millares de individuos vinculados directa o indirectamente al control del presupuesto.


Significa también un paréntesis de esperanza para un partido y un Gobierno devastados, un tiempo de hipótesis abierto a eventuales mejoras circunstanciales. En dieciocho meses el presidente puede obtener un ligero repunte de su crédito descalabrado, siquiera un remanso de su vertiginoso desgaste; puede esperar golpes de suerte o errores de impaciencia de la oposición que comprometan sus perspectivas de triunfo. Puede producirse incluso un leve, improbable, soplo de recuperación socioeconómica. Y aunque ya nada le quede por hacer en una legislatura prematuramente muerta, se tratará de tiempo consumido en el ejercicio de una iniciativa que el rival no puede manejar por falta de instrumentos a su alcance.

Poco puede esperar el país de ese tiempo estéril. Más de lo mismo, más aventuras improvisadas, más titubeos, más bandazos de rumbo, más proyectos absurdos, más concesiones de soberanía en pago adelantado de los minutos de prórroga. Más meses postrados en la cansina espera de un cambio de ciclo. Pero en el ritmo de la política se trata de un capital de oportunidades y, en todo caso, del patrimonio impagable de un privilegio esencial: el que proporciona la toma de decisiones. Un año y medio más al calor de los despachos, de la influencia, de la expectación, de la capacidad de resolver contratos, nombramientos, destinos, repartos. Un año más al frente del aparato gigantesco que mueve una Administración hipertrofiada. Y un año y medio menos lejos del frío y del silencio, de la orfandad del poder perdido y los teléfonos que no suenan. Toda una eternidad para los que la viven… y para los que la esperan.


ABC - Opinión

Cambio de Gobierno

El presidente del Gobierno compareció ayer en Ponferrada con el ánimo de quien se ha quitado un peso de encima con el acuerdo que le garantiza la estabilidad parlamentaria hasta 2012. Rodríguez Zapatero se siente fortalecido con los votos del PNV. Con un año y medio por delante, el presidente confía en remontar las encuestas e ilusionar de nuevo al electorado socialista que parece haberle dado la espalda. Según sus propias palabras, «las encuestas muestran que no estamos bien, pero la sociedad y los sondeos se mueven muy rápidamente». La capacidad del presidente para interiorizar sin consecuencias aparentes la desventaja política puede provocar que no interprete adecuadamente la evolución de los acontecimientos. Porque el estado de la opinión pública es concluyente. El sondeo de NC Report para LA RAZÓN refleja un sentir mayoritario hacia un cambio de Gobierno, incluido un relevo en el liderazgo socialista. Dos de cada tres españoles opina que Rodríguez Zapatero no debe encabezar el cartel electoral del PSOE en los comicios de 2012. Sin embargo, el presidente dio a entender en Ponferrada que será el candidato y que anunciará su decisión en función de la estrategia política.

Los españoles tienen también sus favoritos para la sucesión y en esa carrera hay dos nombres que parten con clara ventaja sobre el resto de los aspirantes. Según el sondeo de LA RAZÓN, José Bono es apoyado por el 39,7% de los encuestados, seguido por Pérez Rubalcaba, con el 34,9%, y ya más atrás por José Blanco, Carme Chacón, Javier Solana y Patxi López. Según confesión propia de la pasada semana, las aspiraciones de Bono no pasan por asumir liderazgo alguno, pero la realidad es la que es, y la imagen moderada del presidente del Congreso siempre ha despertado una importante corriente de adhesión.

Zapatero confirmó ayer que sólo reemplazará a Celestino Corbacho. No habrá, por tanto, crisis de Gobierno, sino un relevo puntual obligado por las circunstancias. Los españoles, sin embargo, creen imprescindible una intervención de mayor alcance. Casi ocho de cada diez encuestados reclaman nuevas caras en el gabinete. Es la consecuencia lógica de la valoración de los ministros. Ninguno de ellos aprueba. El mejor parado es Pérez Rubalcaba, con 4,3 puntos. Pero es que doce de ellos no alcanzan ni el 4, con Bibiana Aído como la peor, con un 2,8, toda una censura a su trabajo.

El inmovilismo político lanza un mensaje inquietante a una sociedad con graves problemas y carencias como la española. Las perspectivas no son buenas y la recuperación está lejos, más todavía cuando las previsiones internacionales auguran una ralentización de la reactivación económica. El país tiene potencial suficiente para superar la crisis, pero se necesita un giro de 180 grados en la gestión. Este Gobierno ha demostrado que su tiempo estaba agotado. La necesaria alternancia política actuaría con un efecto regenerador e ilusionante. Pero lo cierto es que las próximas elecciones generales están demasiado lejanas para lo que este país necesita.


La Razón - Editorial

Lo que queda de Obama

El presidente estadounidense se enfrenta a unas elecciones que pueden ser catastróficas.

Todo lo que sube está irremisiblemente condenado a caer. Y el presidente estadounidense, el demócrata Barack Obama, se vio aupado al ser elegido hace dos años a tal delirio de exaltación y esperanza que no podía sino caer de nuevo, propinándose un batacazo más que regular.

El próximo 2 de noviembre se celebrarán en Estados Unidos elecciones de mid term -medio mandato- que permiten tomar la temperatura al cuerpo político cuando el presidente ya ha desplegado sus mejores artes, pero aún se halla en flotación la obra de esos primeros años. Y todo apunta a que en la renovación de la Cámara baja de 435 representantes y 36 senadores -un tercio- va a sufrir el más grave correctivo; perder ambas mayorías, con lo que el resto de mandato gobernar tendrá que ser toda una filigrana.


Hasta aquí, sin embargo, business as usual, el electorado norteamericano es un maestro en recortar las alas de sus presidentes. Pero en este caso hay factores de nuevo cuño que harán que la previsible derrota esté especialmente cargada de significado. Un movimiento popular, primitivo, nativista y xenófobo, el Tea Party, que solo sabe decir menos Estado, menos impuestos y abajo el socialismo, desconociendo, por supuesto, qué es eso del socialismo sobre todo en versión contemporánea, está cobrando el volumen de una revolución que parece capaz de tomar el partido republicano desde dentro, forzando una inquietante inestabilidad de fondo en el bipartidismo nacional.

Cabe que Obama no fuera exactamente lo que una Europa estragada del segundo Bush creía que era, y parece claro que lo profundo de Estados Unidos no estaba preparado para un presidente tan distinto, entre otras cosas por lo europeizante. Pero la ironía es que fuera o no Obama lo que en él se quiso ver, su presidencia ha sido lo bastante prudente como para no satisfacer al radicalismo que le votó en masa y, menos aún, complacer a la derecha extrema e iletrada, que le tacha nada menos que de comunista. Por eso su índice de aceptación popular ha caído de más del 70% del electorado a un 45%.

Así son hoy relativamente pocos los que aplauden una reforma sanitaria que supone, pese a todo, un paso de gigante en la cobertura de salud para el ciudadano, pero queda corta ante lo que Europa edificó tras la II Guerra; los que reconocen que paró cuando menos el primer y peor golpe de la catástrofe financiera. Y en lo tocante a la política exterior, de igual manera una cierta indefinición sigue reinando: en Irak y Afganistán solo se puede hablar de retiradas de momento parciales o únicamente anunciadas, mientras que en Oriente Próximo el estancamiento es el de toda la vida.

La obvia sinceridad de Obama, su esfuerzo y su anhelo por fabricar un país mejor, no deberían haber dicho la última palabra. El tiempo que media hasta las presidenciales de 2012 será por ello tan duro como decisivo. Con dos concepciones de país gravemente enfrentadas.


El País - Editorial

Ni hacen ni dicen nada bueno

Rajoy y los suyos sólo serán útiles para España si derrotan a Zapatero en el campo de las ideas, no si lo asimilan en su corrosivo populismo.

España está sumida en una profunda crisis económica e institucional y el principal responsable de la misma tiene nombres y apellidos conocidos por todos los españoles: José Luis Rodríguez Zapatero. Si bien ambas crisis no estuvieron en ningún momento completamente desligadas –el gasto desbocado de las autonomías o la especulación con el suelo de los ayuntamientos son muestras de ello– nunca antes como ahora se fusionaron de manera tan perversa: el Gobierno socialista compra a golpe de permanentes cesiones el voto favorable de los nacionalistas vascos y canarios con tal de mantenerse unos pocos meses más en el poder y seguir arruinando a nuestro país.

Tanto socialistas como populares son conscientes de esta trágica realidad. Unos pueden ocultarlo y autoengañarse para no sentirse culpables de haber apoyado a tan nefasto político y los otros esperan con ansias que lleguen las elecciones para regresar a la Moncloa. Los primeros confían en que Zapatero no repita y de hecho ya llevan tiempo buscando un candidato alternativo para 2012; los segundos creen que si no hacen ni dicen nada, el poder les caerá en las manos como si de una fruta madura se tratara. Ambos, por desgracia, siguen anteponiendo sus particulares intereses partidistas a las necesidades de los españoles.


Los socialistas, si aun sintieran un mínimo apego hacia la nación que tanto han contribuido a disolver, forzarían la dimisión de Zapatero e impedirían que nadie mínimamente cercano a su equipo y a sus ideas ocupara la secretaría general del partido. Pero desde el momento en que José Blanco y Alfredo Pérez Rubalcaba, a cual más siniestro e incompetente, suenan como dos de los principales aspirantes a sucederle, parece claro que los socialistas siguen en instalados en el mismo atroz sectarismo de siempre.

Por su parte, los populares, si de verdad quisieran sustituir la arquitectura institucional que nos ha abocado a la actual crisis económica y nacional, deberían de empezar por articular un discurso coherente que girara en torno a dos ejes básicos: la unidad de España y la libertad económica. Pero ello supondría, por un lado, rechazar de antemano todo pacto con los partidos que no acepten la soberanía nacional y el régimen de libertades básicas que consagra la Constitución y, por otro, defender la necesidad de liberalizar todos los mercados –incluido el laboral– y de recortar enérgicamente el gasto público. En su lugar, sin embargo, el PP, cuando se ha dignado a abrir la boca, se ha dedicado a coquetear con CiU (e incluso con el PNV) y a rechazar cualquier recorte de "derechos sociales". No se sabe si se trata de un discurso deliberadamente errático o de una exteriorización de las auténticas convicciones y del futuro programa del nuevo PP, pero, en cualquier caso, Rajoy y los suyos sólo serán útiles para España si derrotan a Zapatero en el campo de las ideas, no si lo asimilan en su corrosivo populismo.

En definitiva, estamos en los peores momentos de nuestra historia democrática y contamos con una de las peores clases políticas posibles. Dependerá, pues, de los ciudadanos, de su capacidad de rebelión y movilización, el que las cosas puedan cambiar a mejor.


Libertad Digital - Editorial

El mito del funcionario

Solo el 60 por ciento de los empleados públicos son funcionarios de carrera. El resto está formado por personal laboral y cargos de confianza e interinos.O

EL recorte de salarios a los funcionarios públicos tenía un mensaje implícito que daba a la opinión pública otro chivo expiatorio para la crisis. Atacando las nóminas públicas se señalaba a los funcionarios como uno de los agujeros por los que se iba el dinero del Estado. También quedaban expuestos a los tópicos habituales que los dibujan como vagos e indolentes, privilegiados con un trabajo de por vida. La cara oculta de esta publicidad subliminal contra los funcionarios está en los datos que hoy publica ABC: solo el 60 por ciento de los empleados públicos, sin contar los que están en la nómina de empresas públicas, son funcionarios de carrera por oposición. El resto está formado por personal laboral y, hasta un 13 por ciento, por cargos de confianza e interinos. Los porcentajes se invierten en la Administración Local, en la que los contratados superan el 60 por ciento.

Cuando se denuncia el exceso de gasto salarial en las administraciones públicas, no se repara en discriminar cuánto de ese gasto corresponde a funcionarios que han ingresado por oposición y cuánto a personal designado a dedo por los responsables políticos. Esto explica que, a pesar del recorte de nóminas, la masa salarial siga aumentando en este año, porque las administraciones siguen contratando personal. Para rebajar el gasto bastaría con cerrar la contratación de asesores y gabinetes, redistribuir el trabajo entre el funcionariado de carrera ya existente y reducir la interinidad. Se trata de un compromiso que deben asumir no los funcionarios, que llevan años perdiendo poder adquisitivo, sino los responsables políticos que utilizan las administraciones bajo su control como agencias de colocación. Es cierto que es necesaria una reforma de la Función Pública. Debe aumentar la eficiencia con los actuales recursos; es preciso un control de la productividad que evite abusos en la disposición de permisos y en la flexibilidad horaria; y debe haber una mayor consideración de los cargos políticos hacia el trabajo de los funcionarios, obligados muchas veces a secundar instrucciones más de partido que de servicio público.

Estos aspectos deben recibir una respuesta alejada del mito del funcionario indolente. Quienes lo utilizan olvidan que son funcionarios, entre otros, los maestros, los policías, los médicos o los bomberos, es decir, los que sostienen una sociedad desarrollada y segura. Esa respuesta necesaria debe poner el foco en las carencias reales de la función pública y renunciar a la demagogia.


ABC - Editorial

domingo, 17 de octubre de 2010

Se acabó López. Por Germán Yanke

Ayer, los socialistas vascos, cabizbajos y apesadumbrados, repetían el tópico de que «aún queda partido». Es difícil aceptarlo pero, en todo caso, queda parte de un partido en el que el Gobierno vasco de Patxi López pierde por una abultada goleada que le están metiendo desde su propia banda. Este esperpento de que las transferencias se negocien con su oposición, de que cambian la denominación de los territorios forales sin participación del Gobierno autonómico, de que se le cuela un proyecto museístico del PNV al que se oponía, de que se acuerde seguir el proceso de transferencias al margen de las instituciones competentes, es la sorprendente crónica del final de su experimento político. Un final en el que, lejos de participar, ha sido informado por sus compañeros del Gobierno de España «casi en tiempo real».

El que algunos portavoces del socialismo vasco, e incluso el propio López, insistan ahora en que serán ellos los que gestiones las competencias y en que el PNV se apunta a la gobernabilidad de España y al cambio propiciado por el lendakari, no hace sino agrandar, vía disimulo, la vergüenza de la derrota. El realista, en este caso, es el presidente del PNV, Iñigo Urkullu, que dice con tono altanero que no le importa dónde queda López porque sabe muy bien dónde queda. Y si todavía hay partido, no se olvide que, antes de terminar esta legislatura, a Rodríguez Zapatero le queda otra negociación de Presupuestos, con lo que la goleada puede todavía aumentar.

Con todo, la traición a López no es lo peor. El modo en que el presidente del Gobierno quiere ganar unos meses en el poder supone una espectacular quiebra institucional y, en el fondo, la imposibilidad de llevar a cabo políticas generales. Dicen los socialistas que el PP tiene un programa reducido, sólo quitar a Zapatero. Bueno, al fin y al cabo el único programa de Gobierno es mantenerle en el cargo, incluso a costa de un Estado razonable y del propio López.


ABC - Opinión

Chantajeable. Por José María Carrascal

El «pacto» con el PNV que acaba de firmar para salvar los presupuestos no será el último que firma para salvarse él.

CON la compra de los votos del PNV, José Luis Rodríguez Zapatero ha sido desleal, primero, con España, luego, con su partido, y por último, consigo mismo. Aunque para ser desleal hay que creer en algo, y Zapatero cree, todo lo más, en él. Sobre la nación española ya sabemos lo que piensa: «es un concepto discutido y discutible», o sea, dudoso. Sobre el partido socialista, ya le hemos visto tirar por la borda sus principios en cuanto se lo ordenaron desde fuera, y en cuanto a sí mismo, ahí lo tienen asentando una puñalada en la espalda a Patxi López, tras intentar hacerlo con Tomás Gómez, como si fuera la cosa más natural del mundo, lo que nos da el perfil de su carácter. Y, encima, quieren prohibir que no se le abuchee. Cuando lo está pidiendo a gritos.

El «pacto» con el PNV que acaba de firmar para salvar los presupuestos no es el primero ni será el último que firma para salvarse él. Ya el año pasado firmó uno parecido, costándonos un ojo de la cara, y seguirán otros porque a estas alturas, Zapatero es un hombre chantajeable, como sabe todo el mundo, empezando por los que intentan sacar tajada de España.


¿Por qué creen ustedes que Mahomed VI, Chávez, Caruana, se permiten últimamente insultarnos, ultrajarnos, desafiarnos? Porque saben que al frente tenemos un hombre capaz de darles todo, de enajenarlo todo con tal de seguir en el poder. Y nadie lo sabe mejor que el PNV, que le tiene tomadas las medidas, y esta vez se ha llevado el fuero y el huevo, pues a los 470 millones de euros por sus 7 votos —47 millones por voto— se añaden las 20 transferencias y la propina de cambiar los nombres oficiales de las tres provincias vascas. ¿Llegarán a ellas las cartas dirigidas con el viejo nombre? ¿Habrá que cambiar «vizcaíno» por «bizkaino» en El Quijote para designar al gallardo caballero que mantuvo un duelo con el héroe de La Mancha? ¿Y qué pasará cuando el resto de las autonomías pidan lo mismo? Luego se quejan cuando se le acusa de estar recreando los Reinos de Taifas. Claro que tampoco tiene ningún reparo en envolverse en la bandera española e incluso en esconderse detrás del Rey.

De todas sus deslealtades, la mayor es la que acaba de perpetrar con el único logro alcanzado durante su mandato, y eso, sin su colaboración: haber desalojado del poder a los nacionalistas en el País Vasco, encauzándolo hacia la paz, la igualdad y la justicia. Para pactar ahora con esos nacionalistas a espaldas de quienes lo consiguieron. Se ve que no le gustaba demasiado.

¡Y pensar que todo podía haberse evitado si el PP hubiese tenido la visión, generosidad y coraje de haberle prestado ocho votos para que no tuviera que someterse al chantaje! Aunque vayan a saber si los hubiese aceptado.


ABC - Opinión

España pide perdón. Por Alfonso Ussía

El presidente del Parlamento de Cataluña, Ernest Benach, ha reclamado que España pida perdón por el fusilamiento de Luis Companys. «Espero que España demuestre que es una gran nación», ha dicho el peculiar exigente. Que toda una nación pida perdón por la muerte de un político setenta y cinco años después de los hechos, se me antoja exagerado. Ya no viven ni los que decretaron su muerte, ni los que lo apresaron ni los que apretaron el gatillo en el castillo de Montjuic. Tampoco viven los centenares de barceloneses asesinados con el conocimiento y pasividad de Luis Companys durante su terrorífica etapa presidencial. Y a ninguno de los hijos, nietos o biznietos de los inocentes asesinados se les ha ocurrido exigir que Cataluña pida perdón por los desmanes de las sangrientas turbas de Companys.

Según Benach, Inglaterra está obligada a pedir perdón por la muerte de María Estuardo y los Estados Unidos de América por la de Marilyn Monroe, que falleció en sospechosas circunstancias a causa del desánimo que le producía la vida americana. Si toda una nación tiene que pedir perdón por las ejecuciones realizadas a lo largo de su Historia, guárdese el turno cronológico correspondiente. El perdón por Padilla, Bravo, Maldonado y Mariana Pineda merecen anteceder al de Companys. Y para mí, muy especialmente, el del conde de Villamediana, gran poeta de nuestro Siglo de Oro, muerto de una puñalada por un embozado que servía a nuestro Rey y Señor Don Felipe IV, al que el conde le ponía los cuernos con asiduidad primaveral. Pero mi respeto y devoción literaria por el señor conde, no me concede el derecho de exigir al Rey que pida perdón por lo que supuestamente hizo su antepasado, y menos aún, a España entera. Y aquella muerte tremenda y escandalosa del Caballero de Olmedo, cantada en un epigrama que es prodigio de sensibilidad y tristeza: «Que anoche le mataron/ al Caballero./ La gracia de Medina,/ la flor de Olmedo». Para que ahora nos salgan los alcaldes de Medina del Campo y de Olmedo exigiendo a España que les pida perdón. Además, el Caballero de Olmedo, alzado por Lope de Vega, era un hombre de bien, generoso y justo, que no se dedicaba a permitir a los suyos que asesinaran a quienes como él no pensaban.

Pero Benach me ha dado una idea, y debo agradecérsela. En el tramo final del siglo XIX, vivía en Llodio, Álava, Lorenza Ussía y Menchaca, una joven tan bella como honesta. Lo que se dice en lenguaje sencillo, una «joven de acrisoladas virtudes». Se enamoró locamente de un vendedor de paños catalán, Sebastiá Papiolas Monturull, hábil seductor. Lorenza cayó en las redes de Papiolas Monturull a las primeras de cambio, y quedó preñada de la semillita depositada en su flor por el malandrín representante de productos textiles. Al saberlo, Sebastiá Pipiolas huyó hacia las Américas y dejó a la pobre Lorenza en situación más que comprometida. Débil de carácter, y acosada por la sociedad de su tiempo, Lorenza se suicidó. Mi pregunta es sencilla. ¿Está obligada Cataluña a pedirme perdón? ¿Es la Confederación de Industrias Textiles de Cataluña la responsable de la muerte de mi tía Lorenza? Espero que Benach me oriente y consuele.


La Razón - Opinión

Un trueque indecente. Por M. Martín Ferrand

Puede decirse a favor de Iñigo Urkullu, el vendedor, que no nos engaña. Su actitud es la que anuncian sus proclamas.

EN claro ejercicio de prostitución de la dignidad y función del empleo presidencial, José Luis Rodríguez Zapatero le ha comprado al PNV la mayoría parlamentaria que necesita para aprobar los Presupuestos Generales de 2011 y, lo que para él parece más importante, su continuidad en La Moncloa hasta el final de la legislatura. El precio a satisfacer por tal envilecimiento de la tarea representativa incluye, además de otros paquetes más tangibles, la vía libre para que las tres provincias vascongadas pasen a llamarse oficialmente Araba-Álava, Gipuzkoa y Bizkaia. A la vista de un trueque tan singular como rastrero y lejano del interés general de todos los españoles, es difícil discernir qué es lo que resulta más chocante e indeseable. Mal está que un jefe de Gobierno anteponga su personalísimo interés al de la Nación y disponga de lo que no es suyo, ni está en su mano, para obtener un beneficio propio, el de su continuidad. Es algo que retuerce los mecanismos del sistema y los pone en cuestión. Pero es todavía más singular, sintomático de la endeble normativa a la que nos sometemos, que un partido periférico, cuya identidad es la de dejar de ser español, tenga en su mano, con solo 6 diputados y el respaldo de 300.000 votos en la últimas legislativas —el 1,19 por ciento del total de los votos emitidos en España— el futuro de una Nación que dice no ser la suya y la marcha de un Estado en el que no se siente encuadrado. Y más todavía: que pueda incurrir en semejante esperpento en función de los poderes que ostenta, derivados de la Constitución del 78 y del Estatuto en vigor.

Puede decirse a favor de Iñigo Urkullu, el vendedor, que no nos engaña. Su actitud, suicida para el País Vasco y dañina para el resto de España, es la que anuncian sus proclamas. Los seis diputados del PNV que se sientan en el Congreso juraron servir los intereses generales del Estado y han reducido su compromiso a lo que entienden como provechoso para una mínima parte de ese Estado. Supongo que, a la larga, la decadencia vascongada que genera su conducta les pasará factura. En el caso del comprador, Zapatero, el engaño es manifiesto y, aunque se añade a los muchos ya consumados en su heptagenario monclovita, adquiere la gravedad que le aportan las circunstancias. Lejos de buscar rigor a cada partida del Presupuesto que debiera sacarnos de una crisis que no supo ver llegar y no quiso abordar resueltamente, las aplica en su propio beneficio, para perpetuarse en un sillón que requiere un líder herculano. No un alfeñique político disminuido por sus propios errores tanto como por sus erráticas compañías.

ABC - Opinión

La nación desatornillada. Por Ignacio Camacho

El Estado que Zapatero dejará en 2012 es mucho más débil y menos cohesionado que el que encontró en 2004.

EL zapaterismo va a acabar como empezó: dándole un par de vueltas más a lo que Felipe González llamó la centrifugación del Estado. Para alcanzar el poder se apoyó en el soberanismo catalán y para apuntalarse en él un poco más ha alquilado una prórroga al nacionalismo vasco. Comenzó desbordando el Estatuto de Sau y ahora, antes de cerrar mandato, le mete mano al de Guernica. En el inicio traicionó el espíritu integracionista que caracterizaba a los socialistas de Cataluña y al final apuñala por detrás a los constitucionalistas de Euskadi. Un círculo perfecto.

La única línea clara que atraviesa de forma constante los años de poder de Zapatero es su empeño por rebasar el modelo territorial de la Constitución, forzándolo por la puerta de atrás mediante acuerdos con nacionalistas de todo rango. Ha pactado con Esquerra, con Convergencia, con el Bloque gallego, con el PNV; lo ha intentado con Aralar y no lo ha hecho con Batasuna porque se lo impidió el salvaje cerrilismo de ETA. La llamada geometría variable le ha servido para desbordar el marco competencial en sucesivas entregas de soberanía. El Estado que dejará en 2012 es mucho más débil que el que existía en 2004: lo ha enflaquecido hasta la anorexia a base de concesiones estatutarias y pactos puntuales, en cada uno de los cuales ha cedido trozos de cohesión nacional. En dos ocasiones, para salvar su propia estabilidad ha negociado a espaldas de los dirigentes territoriales del Partido Socialista entendiéndose con sus respectivas oposiciones; engañó primero a Maragall con Artur Mas —luego engañó también a Mas, pero ésa es otra historia— y ahora se ha entendido con Urkullu a expensas de Patxi López. El presidente se arrepintió de la alianza constitucionalista vasca a los cinco minutos y ha dejado al lendakari en una situación insostenible, que lo será más cuando, tras las elecciones locales de 2011, el PNV pueda blandir su flamante pacto para mantenerse al frente de las Diputaciones forales.

Esa tendencia continua de dispersión y bilateralidad es la única que se ha mantenido en dos legislaturas llenas de enmiendas, rectificaciones y pasos atrás; obedece a un designio político que ha convertido el sentido igualitario de la socialdemocracia española en una inclinación permanente hacia el soberanismo. Rey de la contradicción, Zapatero ha sido extrañamente fiel a una política deconstructiva que ha ido desparramando las ya escasas funciones integradoras del Estado. Este coletazo final no es más que un colofón lógico, casi colateral, de ese proceso de desestructuración que comenzó con el delirio del Estatuto de Cataluña. Dentro de año y medio, cuando muy probablemente acabe su etapa, entregará una España más débil y menos cohesionada. No rota, pero sí bastante desatornillada.


ABC - Opinión

Pulso a Sarkozy

Francia presume de una tradición poco aconsejable, forjada por la laxitud de casi todos los gobiernos fuera cual fuera su color político. Nuestros vecinos se han caracterizado por revertir las propuestas impopulares del Ejecutivo de turno, especialmente los de centro-derecha, a través de protestas callejeras impulsadas por los poderosos sindicatos y la izquierda. El pulso entre Nicolas Sarkozy y los manifestantes, a cuenta del plan del presidente galo de postergar la edad de la jubilación, entró ayer en su quinto día de huelgas y movilizaciones, que están empujando a situaciones muy preocupantes a sectores estratégicos de la actividad como las refinerías, todas ellas bloqueadas. Los problemas de abastecimiento de combustible han obligado al Gobierno a autorizar la utilización de las reservas de carburantes, mientras aeropuertos como el Charles de Gaulle sólo disponen de queroseno hasta hoy.

Sin embargo, Nicolas Sarkozy ha decidido mantenerse firme en su propósito reformista pese a que la izquierda, con la colaboración irresponsable de los socialistas, esté dispuesta a poner patas arriba el país con cientos de miles de personas en la calle y paros indefinidos. Lo cierto es que ya flexibilizó hasta donde pudo su paquete de cambios hace unos días sin tocar el núcleo duro de su política con el retraso de 60 a 62 años en la edad legal mínima de jubilación y de 65 a 67 años para tener derecho a la pensión completa.

Aunque es verdad que las encuestas reflejan la profunda impopularidad de esta política y el desplome de la imagen del presidente, hay que valorar la determinación de Sarkozy no sólo en salvar el sistema de pensiones, sino en ir más allá con intervenciones en la Justicia, el empleo juvenil o la fiscalidad para afrontar la catarsis estructural que Francia necesita desde hace años.

En el otro lado de la balanza, se sitúa la actitud irresponsable de la izquierda francesa, dispuesta a desgastar a Sarkozy al precio que sea y a mantener un espejismo, un gigante con los pies de barro como es el desorbitado gasto social del Estado, sin reparar que pone en peligro la prosperidad y el futuro de millones de ciudadanos. A los sindicatos no les interesan los crecientes números rojos del sistema de pensiones, que el déficit estructural y los costes de la lucha contra la crisis hayan disparado la deuda hasta casi el 85% del PIB, que el país tenga que lograr más fondos que ningún otro en términos absolutos para afrontarla, que sea obligado preservar el rating actual para acceder a préstamos bajos, que se necesite reducir el déficit público del 8% del PIB previsto para este año al 3% en 2013. Y todo ello es imposible sin abordar las reformas emprendidas.

Sarkozy tiene por delante una batalla compleja por la actitud desaforada, manipuladora y antipatriótica de la izquierda, pero la talla de los políticos se mide por su capacidad para anteponer el interés general a cualquier otro. El presidente galo es hoy un personaje impopular con las presidenciales en el horizonte de 2012. Pese a todo, ha renunciado a una estrategia cortoplacista para dar a Francia lo que cree que necesita.


La Razón - Opinión

Otegi, en transición

La izquierda 'abertzale' no puede escudarse en treguas que le ahorran condenar el terror

Arnaldo Otegi sigue embarcado en el proyecto de llevar a la ilegalizada izquierda abertzale hacia las vías exclusivamente políticas sin necesidad de romper con ETA ni de condenar sus atentados. La cuadratura de este círculo se conseguiría, en opinión de Otegi, haciendo que los terroristas renunciasen a cometer nuevos atentados y extorsiones, de modo que la izquierda abertzale no fuera sometida a la prueba de tener que pronunciarse. En último extremo, el discurso de Otegi pretende contribuir a detener la acción criminal de los de las pistolas; pero no se trata de un movimiento que exija una respuesta por parte del Estado o las fuerzas políticas democráticas. Si Otegi desea ahorrar a la izquierda abertzale la condena de los atentados por la vía de reclamar a ETA que no los cometa, es ETA la interpelada y, por tanto, la que tiene que decidir.

El aparatoso andamiaje de treguas verificadas internacionalmente es una salida que Otegi ofrece a ETA, salomónica en la medida en que permitiría distinguir entre el cese de su acción criminal y su derrota.


Pero es una salida en la que es inútil que pretendan involucrar al Estado, que no puede en ningún caso delegar funciones que afectan a la seguridad de los ciudadanos amenazados en personalidades u organismos internacionales, por respetables que sean. Puesto que Otegi asegura que la adopción de pasos unilaterales no es coyuntural, sino fruto de la nueva estrategia adoptada por la izquierda abertzale, ese será el terreno en el que tendrá que seguir avanzando hasta conseguir que ETA termine definitivamente. Tras el atentado de la T-4, cometido cuando las conversaciones con el Gobierno seguían formalmente abiertas, cualquier fórmula intermedia de cese de la violencia carece de credibilidad.

El punto de llegada para la transición emprendida por Otegi no puede ser ningún género de negociación entre el Estado y la banda terrorista. En el mejor de los supuestos, este camino solo llevaría a la legalización de la izquierda abertzale si, como espera Otegi, los de las pistolas renuncian definitivamente a cometer atentados. Pero, si los cometen, la pelota que la izquierda abertzale ha intentado colocar en el tejado de ETA volvería a situarse en el suyo. En el supuesto de que condenasen, una de las principales condiciones para la legalización se habría cumplido, a cambio de romper con ETA; pero si no lo hiciesen, el camino recorrido por Otegi le habría devuelto a la casilla de salida.

La fuerza de Otegi frente a los de las pistolas reside en que su posición es la respaldada por las bases de la izquierda abertzale en las asambleas celebradas tras la ruptura de la anterior tregua; también en la creciente contestación de los presos a las directrices de la banda. Es un pulso que, por el momento, continúa desarrollándose en el interior del mundo etarra y sus hasta ahora aledaños. Pero la existencia misma de ese pulso es uno de los mayores éxitos de la lucha antiterrorista.


El País - Editorial

Supermontilla a por la supercompra de votos

Si el estado premia a los que no tienen empleo ni la menor intención de buscarlo, como ocurre evidentemente con los jóvenes que han renunciado a formarse, lejos de luchar contra el paro estará creando un incentivo para que esa situación se perpetúe.

La propuesta del Partido Socialista de Cataluña, que Montilla ha presentado como una medida estrella de su programa electoral, es ciertamente consecuente con el socialismo y la idiosincrasia del personaje. La certeza de un inminente batacazo en las próximas autonómicas catalanas sólo provoca que la tendencia del nacionalismo socialista, ya de por sí destructiva, se agudice hasta producir situaciones tan sonrojantes como este intento de compra masiva de votos a cambio de garantizar la vagancia subsidiada.

Si el estado premia a los que no tienen empleo ni la menor intención de buscarlo, como ocurre evidentemente con los jóvenes que han renunciado a seguir una formación adecuada, lejos de luchar contra el paro estará creando un incentivo para que esa situación se perpetúe. Además, toda una generación de indolentes acabará considerando tener derecho a percibir una renta a costa del bolsillo de los demás sin hacer nada a cambio, con lo que es previsible que las cifras de abandono escolar para incorporarse a este chollo subvencionado se disparen de forma inmediata.


Se nos dice que se trata simplemente de un préstamo, pero eso sí, sin devengo de intereses y con unas condiciones para su devolución tan irreales que no es seguro que ni tan siquiera uno de estos supuestos anticipos acabe volviendo a las arcas comunes. ¿O piensa acaso Supermontilla que estos jóvenes "ni-ni" van a tener la intención o ser capaces de encontrar un empleo altamente remunerado en los plazos previstos?

Estas consideraciones elementales son válidas para todo tiempo y lugar, pero con la gravísima crisis económica actual y tratándose de Cataluña, la comunidad autónoma más endeudada en términos absolutos de toda España, la implantación de este subsidio generalizado es la prueba de que un gobierno autonómico desastroso ha decidido suicidarse, llevándose con él a la sociedad catalana. Si semejante atentado contra el decoro intelectual y el bolsillo de los contribuyentes acaba teniendo éxito en las elecciones del próximo 28 de noviembre, entonces habrá que concluir en que Cataluña, en efecto, tiene lo que se merece.


Libertad Digital - Opinión

España en decadencia

Es obligado actuar sobre las causas de este deterioro de la convivencia; en caso contrario, no servirá de nada lamentarse por las consecuencias.

ABC abre hoy un debate nacional sobre educación, el gran desafío pendiente de la sociedad española ante el siglo XXI. Vivimos en un mundo globalizado y altamente competitivo, donde el conocimiento riguroso y especializado es un elemento nuclear para mantener el bienestar. Pero también es imprescindible fomentar la educación en valores como centro y eje de la convivencia democrática. La familia y la escuela son factores determinantes para la formación de buenos ciudadanos. Esa virtud cívica pasa por la transmisión de principios éticos como el respeto a las leyes y a los derechos de los demás o el reconocimiento de la excelencia y del trabajo bien hecho, así como las buenas maneras y otros comportamientos necesarios para evitar que se degrade la vida en común. Es obligado actuar sobre las causas de este deterioro de la convivencia, ya que —en caso contrario— no servirá de nada lamentarse por las consecuencias.

Recogiendo la preocupación de muchos millones de ciudadanos, su Majestad el Rey planteaba hace unos días en Cádiz la urgencia de ofrecer a las próximas generaciones una enseñanza de calidad. Personalidades relevantes en el panorama nacional, como es el caso de Emilio Botín, se han unido a estas reflexiones. Es necesario que se haga oír la voz de los mejores y que se ponga en marcha un gran acuerdo nacional, al margen del partidismo oportunista o de las ideologías intransigentes. Corremos el grave riesgo de quedar desplazados de esa sociedad del conocimiento que marca la pauta en el mundo desarrollado. Las universidades españolas no mejoran en los «ranking» internacionales, y la evaluación de nuestras enseñanzas medias nos coloca siempre cerca del furgón de cola y lejos de los países con los que debemos establecer una comparación. Es hora de poner en marcha los mecanismos necesarios, porque el tiempo perdido puede ser irrecuperable. No solo es cuestión de dinero, sino sobre todo de voluntad colectiva para exigir a los dirigentes políticos que se ocupen de lo importante y no solo de las maniobras habituales al servicio de sus posiciones de poder. ABC contribuye así a satisfacer una demanda creciente en los sectores más activos de nuestra sociedad, porque la educación de calidad y la transmisión de valores cívicos son elementos que decidirán a medio plazo el futuro de España.


ABC - Editorial