domingo, 17 de octubre de 2010

Pulso a Sarkozy

Francia presume de una tradición poco aconsejable, forjada por la laxitud de casi todos los gobiernos fuera cual fuera su color político. Nuestros vecinos se han caracterizado por revertir las propuestas impopulares del Ejecutivo de turno, especialmente los de centro-derecha, a través de protestas callejeras impulsadas por los poderosos sindicatos y la izquierda. El pulso entre Nicolas Sarkozy y los manifestantes, a cuenta del plan del presidente galo de postergar la edad de la jubilación, entró ayer en su quinto día de huelgas y movilizaciones, que están empujando a situaciones muy preocupantes a sectores estratégicos de la actividad como las refinerías, todas ellas bloqueadas. Los problemas de abastecimiento de combustible han obligado al Gobierno a autorizar la utilización de las reservas de carburantes, mientras aeropuertos como el Charles de Gaulle sólo disponen de queroseno hasta hoy.

Sin embargo, Nicolas Sarkozy ha decidido mantenerse firme en su propósito reformista pese a que la izquierda, con la colaboración irresponsable de los socialistas, esté dispuesta a poner patas arriba el país con cientos de miles de personas en la calle y paros indefinidos. Lo cierto es que ya flexibilizó hasta donde pudo su paquete de cambios hace unos días sin tocar el núcleo duro de su política con el retraso de 60 a 62 años en la edad legal mínima de jubilación y de 65 a 67 años para tener derecho a la pensión completa.

Aunque es verdad que las encuestas reflejan la profunda impopularidad de esta política y el desplome de la imagen del presidente, hay que valorar la determinación de Sarkozy no sólo en salvar el sistema de pensiones, sino en ir más allá con intervenciones en la Justicia, el empleo juvenil o la fiscalidad para afrontar la catarsis estructural que Francia necesita desde hace años.

En el otro lado de la balanza, se sitúa la actitud irresponsable de la izquierda francesa, dispuesta a desgastar a Sarkozy al precio que sea y a mantener un espejismo, un gigante con los pies de barro como es el desorbitado gasto social del Estado, sin reparar que pone en peligro la prosperidad y el futuro de millones de ciudadanos. A los sindicatos no les interesan los crecientes números rojos del sistema de pensiones, que el déficit estructural y los costes de la lucha contra la crisis hayan disparado la deuda hasta casi el 85% del PIB, que el país tenga que lograr más fondos que ningún otro en términos absolutos para afrontarla, que sea obligado preservar el rating actual para acceder a préstamos bajos, que se necesite reducir el déficit público del 8% del PIB previsto para este año al 3% en 2013. Y todo ello es imposible sin abordar las reformas emprendidas.

Sarkozy tiene por delante una batalla compleja por la actitud desaforada, manipuladora y antipatriótica de la izquierda, pero la talla de los políticos se mide por su capacidad para anteponer el interés general a cualquier otro. El presidente galo es hoy un personaje impopular con las presidenciales en el horizonte de 2012. Pese a todo, ha renunciado a una estrategia cortoplacista para dar a Francia lo que cree que necesita.


La Razón - Opinión

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