lunes, 18 de julio de 2011

Privatizar para hacer caja

Si un Gobierno no cree en lo que hace, decisiones como la de privatizar servicios públicos no sirven para crear un modelo de actividad más competitivo.

EN los espacios que le dejan las contradicciones de su discurso de izquierdas, el Gobierno socialista está teniendo que asumir algunas decisiones inevitables para capear la crisis, aun cuando supongan una manifiesta declinación de su manual ideológico. Así ha sucedido con las privatizaciones de entidades públicas, como la de Loterías y Apuestas del Estado. La última decisión en este sentido la tomó el Consejo de Ministros el pasado viernes, al autorizar la privatización de los aeropuertos de Barajas y El Prat. El Estado conservará a través de AENA un porcentaje no superior al 10 por ciento en las sociedades que resulten concesionarias de ambos aeropuertos, en un operación que puede suponer para las arcas públicas hasta 5.300 millones de euros. En una coyuntura política y económica que tiene desconcertada a la izquierda, esta política de privatizaciones es una muestra de la insostenibilidad de las propuestas intervencionistas como solución a la crisis. El Estado no es más eficaz por asumir directamente la prestación del mayor número posible de servicios públicos, sino por establecer y garantizar un régimen legal que haga posible la mayor calidad y eficiencia en la prestación de ese servicio, sea por manos públicas o privadas. Por tanto, una política de privatizaciones bien planificada, con objetivos estructurales, no coyunturales, y ejecutada en un contexto de medidas económicas globales, es una buena opción para dar a la economía competitividad y dinamismo. Basta comprobar en qué estado de protagonismo mundial se encuentran actualmente algunas de las empresas privatizadas a partir de 1996, con el primer Gobierno de Aznar. Por eso debe ser bienvenida la privatización de aquellos servicios públicos en los que el Estado no cumple un papel insustituible en su prestación. Ahora bien, las privatizaciones que está impulsando el Gobierno de Zapatero carecen de esa política económica integral que las haría mucho más eficaces. Mientras se promueven privatizaciones en la

confianza de captar capital privado suficiente, el Gobierno lanza mensajes amenazantes a la banca y se halla inerme ante la crisis de la deuda pública española en los mercados. Además, reformas cruciales como la laboral o la de la negociación colectiva no surten el efecto previsto.

No es suficiente con hacer de la necesidad virtud y escudar estas decisiones tan poco socialistas en las exigencias de la crisis. La convicción en lo que se hace es fundamental para que algunas políticas tengan éxito. Si un Gobierno no cree en lo que hace, decisiones como la de privatizar servicios públicos sirven para hacer caja, pero no para crear un modelo de actividad más eficiente y competitivo.


ABC - Editorial

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