viernes, 10 de junio de 2011

Se entiende todo. Por M. Martín Ferrand

Cuanto más grande sea el destrozo en el balance final del zapaterismo, mayor resultará la dificultad de su enmienda.

ESPAÑA, como decía Julián Marías, es el país más inteligible de Europa... pero la gente se empeña en no entenderlo. No lo entienden, y ese es nuestro drama, ni la Oposición ni el Gobierno. Aquella parece regocijarse con el creciente problema económico, el cataclismo social y el disparate autonómico que, con tanta torpeza como esfuerzo, ha generado la política de José Luis Rodríguez Zapatero. Es como si se hubieran instalado en eso tan dañino y celtíbero de «cuanto peor, mejor». Les convendría entender que cuanto más grande sea el destrozo en el balance final del zapaterismo, mayor resultará la dificultad de su enmienda y reconstrucción. Por su parte, el Gobierno, que va de mal en peor en todos cuantos empeños acomete, insiste en continuar en el machito, quizás para elevar la altura del pedestal de Alfredo Pérez Rubalcaba y que así, como si levitara, pudiera enfrentarse con más garbo y posibilidades a su imposible electoral. Pero ni los unos ni los otros piensan en España y se niegan a entenderla. Parecen incapaces, y seguramente lo son, de anteponer el interés de la Nación y el servicio al Estado a sus pequeñeces partidistas en las que ambos han encontrado acomodo, respetos inmerecidos, privilegios sonrojantes y cuotas de poder para quienes se nos presentan como personalidades sin haber alcanzado previamente la condición plena de personas. Algo inseparable de la degeneración partitocrática.

Hoy, si Dios no lo remedia, asistiremos al lamentable espectáculo político de un Gobierno que, se supone, nos representa a todos puesto al servicio de unas organizaciones sindicales que apenas representan a nadie pero que, por su capacidad de maniobra y movilización, ejercen un matonismo efectivo que solivianta a Zapatero, a su vicepresidente-sucesor, a sus otros vicepresidentes y, especialmente, al titular de Trabajo. Sin atender el lúcido mensaje que nos envía Bruselas y respaldan las circunstancias y los informes de las instituciones económicas internacionales, el Consejo de Ministros hará como que hace una reforma en las normas vigentes para la negociación colectiva —un anacronismo heredado del franquismo y un obstáculo para la mejora de la competitividad— y así, en faena de aliño, evitará, si lo evita, un roce con quienes constituyen su más homogénea y próxima, ideológicamente coincidente, base electoral.

Creo que también era el prematuramente olvidado Julián Marías quien señalaba que en España, entre nosotros, es frecuente que cuando un náufrago trata de salvarse y encaramarse al bote que pretende socorrerle nunca faltan voluntarios que le tiran de los pies para hacérselo más difícil.


ABC - Opinión

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