sábado, 2 de abril de 2011

La rendija para que se cuele Sortu

Que casi la mitad de los jueces que componen la sala se manifiesten abiertamente por la legalización de lo que a todas luces es parte de una organización terrorista debería ponernos en alerta.

Es tan evidente que Sortu es la continuación natural de Batasuna que hasta el Tribunal Supremo, en el auto que hizo público este viernes, afirma que la formación abertzale es la "plasmación del designio de Batasuna de constituir un nuevo partido político para que le suceda en su actividad". No estamos, por lo tanto, ante mera opinión pública, sino frente al propio Tribunal Supremo, que considera que Sortu es hoy, como lo fue Batasuna ayer, el "brazo político" de la ETA.

No deberíamos, sin embargo, dejarnos llevar por el optimismo. Esta ha sido la primera vez en la que se ha roto la unanimidad dentro del alto Tribunal en un asunto de esta naturaleza. Siete de los 16 magistrados que forman su sala 61 discrepan públicamente del auto, y así lo han hecho saber mediante un voto particular a favor de Sortu.

Que casi la mitad de los jueces que componen la sala se manifiesten abiertamente por la legalización de lo que a todas luces es parte de una organización terrorista debería ponernos en alerta. Quizá no sea tan casual que los siete de la discordia sean conocidos por sus posturas políticas escoradas a la izquierda, o que cuatro de ellos sean miembros de la asociación Jueces para la Democracia, de conocidas simpatías por el PSOE y su política de negociación con la banda.


Estos magistrados defienden, por ejemplo, que "la única prueba existente" que puede considerarse de carácter directo en la relación Batasuna-Sortu es su vinculación "con un sector de la Izquierda Abertzale, cuyos miembros pudieron o no estar integrados en organizaciones ilegalizadas". Tal vez sea la única prueba –que no lo es– pero, en todo caso, sería la definitiva. La ETA aspira a perpetuarse en las instituciones a través de militantes de probada lealtad que le sirvan desde los ayuntamientos.

Los discrepantes asumen, asimismo, que con que Sortu rechace la violencia de forma genérica en sus Estatutos sería suficiente para legalizar la plataforma. No sería, por tanto, necesario ni que la condenasen, que es precisamente lo que se han negado a hacer las sucesivas reencarnaciones de Batasuna. Condenar o no la violencia de ETA es, en este contexto, algo más que un símbolo, y los siete jueces deberían saberlo.

Que Sortu haya logrado este apoyo en un tribunal tan politizado hace temer que otro aún más politizado, como es el Constitucional, dé la razón a la penúltima encarnación de ETA. O que el propio Supremo abra las puertas a otras listas. Esa película, desgraciadamente, la conocemos muy bien.


Libertad Digital - Editorial

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