lunes, 14 de marzo de 2011

Un terremoto de alcance mundial

Cuestionar la energía nuclear resulta oportunista ante un desastre que ha de servir para replantear su seguridad, no su continuidad.

AUXILIADO por la comunidad internacional, el pueblo japonés está reaccionando de manera ejemplar ante la peor tragedia que ha conocido en generaciones. Ese comportamiento racional es el mejor símbolo de la grandeza del ser humano, cuyas dimensiones físicas poco representan frente a las implacables fuerzas de la naturaleza. Los impulsos telúricos destruyen en segundos todo lo que encuentran a su paso, menos esa inagotable tenacidad de los hombres por sobrevivir y volver a construir —mejorándolo a veces— aquello que el ímpetu de los elementos reduce a escombros. En unos momentos en que Occidente empieza a recuperarse de la crisis financiera y cuando los mercados del petróleo siguen resintiéndose por las tensiones que han suscitado las revueltas en el mundo árabe, que una catástrofe de estas dimensiones haya golpeado de forma tan directa a una de las mayores potencias económicas confiere a este terremoto dimensiones planetarias. Ya se esperaba un debate sobre la energía nuclear con la perspectiva que pueden dar los veinticinco años transcurridos desde el accidente de Chernobil, pero este terremoto en Japón —y el hecho de que varios de sus reactores hayan sufrido daños— ha vuelto a actualizar la discusión sobre el futuro de esta industria, vital para el desarrollo. De la eficacia con la que Japón resuelva cuanto antes estos graves problemas y de las lecciones que resulten de este incierto episodio dependerá la imagen de la energía nuclear en el mundo durante las próximas décadas. Pero cuestionar el futuro de la energía nuclear resulta cuando menos oportunista ante un desastre que ha de servir para replantear y actualizar los protocolos de seguridad, pero no su continuidad, imprescindible en el mundo actual.

Afortunadamente, la Bolsa de Tokio reabre hoy, y la mayoría de las empresas japonesas ha decidido ponerse en marcha en la medida de sus posibilidades, la señal más evidente de que esta nación no ha sido derrotada y que no está dispuesta a dejar que prevalezcan la destrucción y el caos. Japón no ha elegido estar en una de las zonas más sensibles del planeta, pero sí luchar por seguir siendo un país importante en el mundo —la tercera potencia— y un ejemplo para otros a los que, afortunadamente, la naturaleza les ahorra estas calamidades naturales, pero que no siempre encuentran, como los japoneses, un estímulo en los valores universales del trabajo, el esfuerzo y el ansia de progreso.


ABC - Editorial

0 comentarios: