lunes, 14 de marzo de 2011

Seísmo nuclear (2). Por José María Carrascal

Lo que no puede pretenderse es tener energía abundante, barata y limpia, y gozar de un alto nivel de vida, por que eso no existe.

VOY a retomar el tema donde lo dejó el admirado Ignacio Camacho en su columna de ayer. Y voy a tomarlo en su frase «no existe el riesgo cero en las centrales (nucleares)», para ir más lejos: no existe riesgo cero en ninguna central energética. No existe porque el mero hecho de crear o manipular energía conlleva riesgos inevitables, dada la peligrosidad del elemento que se maneja. Eso lo sabe el hombre desde que empezó a utilizar la más elemental de todas las energías, el fuego, para calentarse, cocinar y ahuyentar a las fieras. Seguro que muchos de ellos fueron víctimas de los incendios que provocaban, pero no por eso cejaron en su empeño de domesticar la energía, que corre paralelo al avance de la civilización. El mito de Prometeo, el humano que robó el fuego a los dioses, por lo que estos le encadenaron a una roca del Cáucaso para que un águila le devorase las entrañas, se cumple, como tantos otros, poética y fielmente hasta nuestros días. Pues no hay ninguna energía completamente segura ni limpia. La que más pueda parecerlo, la hidroeléctrica, se ha llevado pueblos enteros al derrumbarse alguna presa. De la más tradicional, el carbón, prefiero no hablar, dada la historia de accidentes en las minas y la contaminación que produce. Por cierto, ¿están los ecologistas a favor de que se acaben las subvenciones al carbón nacional, lo que significaría el cierre de sus pozos? El petróleo, barato, abundante, es el principal generador de CO2 en la atmósfera, con su efecto invernadero, y el gas, aparte de su peligrosa manipulación, tiene el inconveniente de su transporte desde lejos. En cuanto a las energías llamadas alternativas, resultan carísimas y no muy eficientes, lo que disminuye bastante su alternancia.

Lo que nos lleva irremediablemente a la energía nuclear. Su pecado original es haber nacido para la guerra, que no van a perdonarle. Pero viene siendo utilizada desde entonces para fines pacíficos y los resultados son: que resulta barata, que está al alcance de cuantos tienen su tecnología y que sus accidentes han sido menos que los de cualquier otra en sus comienzos. De hecho, sólo ha tenido dos mayores, el de Harrisburg, que no causó ningún muerto, y el de Chernóbil, en el que murieron 31 personas y miles se vieron afectadas en mayor o menor grado. Nos queda ahora por saber las consecuencias del de Fukushima y algún otro.

La lógica apunta a una distribución equitativa de las fuentes de energía, con la nuclear teniendo la parte que le corresponde, que dependerá del país, sus recursos y su voluntad. Lo que no puede pretenderse es tener energía abundante, barata, limpia, y gozar al mismo tiempo de un alto nivel de vida, por la sencilla razón de que eso no existe más que en la mente de los demagogos.


ABC - Opinión

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