viernes, 18 de marzo de 2011

Entre la tragedia y el «apocalipsis»

Para una gran parte del mundo, ni siquiera las dimensiones descomunales del terremoto preocupan más que un accidente nuclear.

UN somero repaso del contenido de la mayoría de las informaciones que se ocupan estos días de la situación en Japón revela la paradoja de que se esté prestando infinitamente más atención a lo que puede suceder en la central nuclear de Fukushima que al drama cierto y concreto de la devastación causada por el «tsunami» y sus más de 6.000 muertos y 10.000 desaparecidos. Se diría que para una gran parte de la sociedad, ni siquiera las dimensiones descomunales del mayor terremoto de la historia contemporánea son capaces de superponerse a la preocupación creada por la posibilidad de un accidente nuclear. La angustia, que es un estado de miedo en el que el pensamiento no cesa de regodearse con la misma idea que lo provoca, es el término que mejor define el enfoque que prevalece en lo que se refiere al riesgo de un accidente nuclear. Ninguna cantidad de información puede ser suficiente para calmarla, precisamente porque está causada no por lo que ya se sabe, sino por lo que tememos ignorar.

Aunque la OIEA insiste en explicar que afortunadamente la situación no ha empeorado, lo cual es el mejor síntoma en este caso, decenas de gobiernos extranjeros están evacuando a sus nacionales, transmitiendo la idea de que la situación es mucho peor de lo que se dice. Sabiendo que el diseño de los reactores de Fukushima —que han resistido el terremoto— evitaría que en el peor de los casos se produjese una catástrofe como la de Chernobil, algunos responsables europeos prefieren frivolizar con escenarios apocalípticos.

La verdad es que la energía nuclear está presente en la vida cotidiana desde hace bastante más de medio siglo y en todo este tiempo ha dado a la humanidad muchos más beneficios que inconvenientes. Se ha utilizado como medio de destrucción —como muchas otras invenciones—, y en el caso de los cientos de centrales nucleares que funcionan sin incidentes hay problemas, como el de los residuos, que esperan todavía una solución satisfactoria. Nada de ello debería impedir un debate sereno y realista sobre la energía nuclear, como tampoco la catástrofe de Bhopal (que mató en 1984 a unas 20.000 personas y afectó gravemente a medio millón) ha impedido que la industria química se desarrolle y aumente sus niveles de seguridad sin necesidad de discusiones milenaristas.


ABC - Editorial

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