martes, 15 de febrero de 2011

Yo también vi la cara de Leire Pajín en la gala de los Goya. Por Federico Quevedo

Ha sido, sin lugar a dudas, el momento estelar de la entrega de los Premios Goya: ellos, inasequibles al desaliento pancartero, por un lado. El mundo, por otro. Y el rostro ajeno, símbolo del petardeo cósmico y el aburrimiento en grado sumo de Leire Pajín, como icono surrealista de ese insoportable coñazo en el que siempre se llevan los premios los mismos, es decir, los que dirigen-producen-protagonizan sus noventa puñeteros minutos de cinta milimétricamente dedicados a la ya manoseada, hasta la vomitiva saciedad, Guerra Civil Española de hace casi un siglo. ¡Viva la memoria histórica! Eso sí, pasada por el tufo anarco-nacionalista del que se sirve la izquierda para tergiversar la verdad y engañar al público objetivo.

Yo no he visto Pa negre o Pan negro en su traducción al castellano -porque lo que ya es de coña en este país de pandereta es que tengamos que doblar nuestras propias películas a nuestro propio idioma-, pero imagino que es más de lo mismo: unos, los rojos, son los buenos y otros, los azules, son los malos según la aseveración esculpida en la frente del rostro pétreo de Gregorio Peces Barba en aquella ocasión en que los buenos homenajeaban al autor intelectual -y según algunos, también el material- de los asesinatos de Paracuellos del Jarama. ¿No les digo yo que el mundo va por otro lado? Pues claro que va, pues claro.


Al mismo tiempo que los últimos de Filipinas se daban cita en los asientos purpurados del Teatro Real para aplaudirse a sí mismos por seguir empeñados en no reconocer que el tiempo ha pasado y que la tecnología se los va a llevar por delante, Anonymous se hacía fuerte en la red y en la calle y conseguía doblegar al oficialismo a base de caretas tipo V de vendetta y peligrosísimas combinaciones alfanuméricas que colapsaron las páginas web oficiales del acontecimiento.

Lo que no bloquearon, porque de eso se trataba, fue el despliegue de ingenio y sátira con el que las redes sociales saludaron la reunión de amigos de la subvención pública, y el momento culminante de la noche fue aquel en el que en Facebook surgió el grupo Yo también vi la cara de Leire Pajín en los Goya, que al cierre de estas líneas llevaba ya casi 7.000 seguidores incondicionales. Y es que esta batalla, amigos míos, la vamos a ganar. Será antes o después, pero si algo tengo claro después de la última gala de los Goya es que todo ese grupo de comensales de la sopa-boba tienen sus días contados, y que o se adaptan a los cambios que vienen o sucumbirán a ellos mientras se les pone la misma cara de yo no se qué coño pinto aquí que tenía esa noche la ministra anti-tabaco.
«Adaptarse a los cambios significa, en primer lugar, hacer lo que el público demanda y no lo que el Ministerio subvenciona. Y significa, en segundo lugar, comprender Internet como un espacio de difusión de ideas, mensajes, contenidos y creaciones.»
Y adaptarse a los cambios no significa dejar de hacer lo que hacen… No. Significa, en primer lugar, hacer lo que el público demanda y no lo que el Ministerio subvenciona, es decir, actuar como una industria y no como una secta de colgados amiguetes. Y significa, en segundo lugar, comprender Internet como un espacio de difusión de ideas, mensajes, contenidos y creaciones. Álex de la Iglesia lo entendió, y ese fue, seguramente, el otro momento culminante de la noche, el momento en el que puso cien veces colorados a los que le escuchaban atónitos pensando para sus adentros “pero, ¿este no era uno de los nuestros?”.

Lo sigue siendo, pero De la Iglesia comprendió un día que las cosas iban a cambiar, sí o sí, y que era mejor ponerse a trabajar del lado de los cambios que intentar frenarlos porque, eso, va a ser inútil. Los políticos de uno y otro lado -porque en esto han sido lo mismo PSOE que PP-, sin embargo, se han instalado en la parálisis y el inmovilismo, y aunque ha habido alguno de la oposición que se ha querido subir al carro del discurso del ya ex presidente de la Academia de Cine, lo cierto es que el PP ha actuado con una cobardía propia del estilo acomplejado del arriolismo, y de una u otra manera esa bajada de pantalones ante los dueños de las letras de papel -que están tan condenadas a desaparecer como las salas de cine- les acabará pasando una desagradable factura.

Bien, bien, bien. Es divertido ver cómo los acontecimientos se llevan por delante las cerrazones. Siendo odiosa la comparación, lo de Egipto podría servirnos de ejemplo -aunque tengo para mí que, así de entrada, han salido de Guatemala para meterse en guatepeor a la vista de las primeras decisiones tomadas por los uniformados- sobre cómo la persistencia y la perseverancia de un pueblo puede acabar con la resistencia de un tirano. En esto de la cultura oficial y subvencionada -y domesticada- hay, también, algo de tiranía contra la que se levanta la voz libre y salvaje de la red, con la ventaja añadida de que la tecnología y la ciencia se han puesto de parte de los segundos.

Ahora solo falta que también se pongan de ese lado quienes tienen la obligación de defender el interés general y el bien común, en lugar de preocuparse tanto por las cuentas de resultados de unos pocos. Internet es cultura, y es cultura cada vez más popularizada y globalizada, pero también más exigente porque Internet implica conocimiento y del conocimiento surge una mayor severidad en la elección. Por eso no ver la oportunidad, es estar ciego ante ella. Ciego, sordo y mudo.


El Confidencial - Opinión

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