martes, 15 de febrero de 2011

La revuelta se acerca a España

Por su importancia estratégica para España, convendría reflexionar sobre las aspiraciones de Argelia sin pensar solamente en el gas.

TAL y como se preveía, las ondas sísmicas que partieron de Túnez y Egipto se extienden a lo largo del espacio árabo-musulmán. La difusión universal de la revuelta de la plaza Tahrir levantó un viento de revuelta que sopla ya en Argelia, en Yemen o en el mismo Irán, donde han vuelto a atreverse a salir a la calle los partidarios de la apertura que hace año y medio fueron aplastados a sangre y fuego. Igual que nadie en Occidente se extraña ya de que miles de jóvenes musulmanes reclamen el fin de un modelo basado en la opresión, desde Casablanca a Teherán, millones de personas se preguntan quién será el próximo en seguir la amarga ruta que ya han emprendido Ben Alí y Mubarak.

Este esperanzador proceso no será fácil, ni sucederá sin fuertes tensiones. No hay más que ver las dudas que prevalecen ante el futuro de un Egipto que hoy en día está siendo gobernado por el Ejército, o el éxodo masivo de tunecinos, que confían en cosechar los frutos de la revolución democrática marchándose en Italia. Por lo que respecta a España, es evidente que los dos focos de inquietud son Marruecos y, más a corto plazo, Argelia, suministrador energético de primer orden. Las admoniciones expresas de la Casa Blanca hacia el Gobierno de Abdelaziz Buteflika reclamando que no se use la fuerza contra la expresión legítima de los manifestantes recuerdan —palabra por palabra— las que se utilizaron en el caso de Egipto y Túnez para señalar que Estados Unidos prefiere apoyar a los demócratas que al viejo sistema.

Por su importancia estratégica para España, convendría reflexionar sobre las aspiraciones de la sociedad argelina sin pensar solamente en el gas, combustible que —dicho sea de paso— no dejó de fluir ni siquiera en los peores momentos de la guerra civil. Precisamente porque Argelia ya atravesó el infierno integrista en su primer intento fallido de apertura democrática, es más necesario que nunca que España contribuya a que prevalezcan las fuerzas democráticas de esa Argelia joven que espera un futuro mejor para su país, lejos del fanatismo religioso y del inmovilismo totalitario. Apoyándose en la represión policial, como hasta ahora, para Buteflika será muy difícil alcanzar el final de su mandato en 2014 sin aceptar una verdadera reforma democrática.


ABC - Editorial

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