jueves, 3 de febrero de 2011

Crisis. Los Apaños de La Moncloa. Por José García Domínguez

Así las cosas, la elefantiasis pública habrá de seguir constituyendo la madre de todas las ineficiencias de la sociedad española. Asunto en el que, por cierto, algo se podría aprender del federalismo alemán.

Quintaesencia del zapaterismo, a la forma sin fondo de esa liturgia escénica que ahora pretende un revival camp de los Pactos de la Moncloa le falla la premisa mayor. A saber, aquélla fue una entente igual económica que política, extremo que siempre se tiende a olvidar. Sin ir más lejos, la reforma fiscal, urdimbre material del ulterior Estado del bienestar, sería condición sine qua non con tal de que los sindicatos, entonces aún extramuros del erario, asintieran a muy crudos sacrificios salariales. Nada que ver, pues, con la cosmética declaración de buenas intenciones que vienen de concelebrar Toxo, Méndez y Rosell en los telediarios innúmeros del Gobierno. Oropeles retóricos al margen, puro humo, la afamada especialidad de la casa.

Así las cosas, la elefantiasis pública habrá de seguir constituyendo la madre de todas las ineficiencias de la sociedad española. Asunto en el que, por cierto, algo se podría aprender del federalismo alemán. Y es que en Berlín no solo producen aspirinas, ascensores y delanteros centro, también se dan alguna maña fabricando estados de las autonomías sostenibles, baratos y hasta útiles. Pericia a la que no resulta ajeno el que se tomen en serio a sí mismos y a sus instituciones. Imposible, por ejemplo, tratar de explicarles que el voto senatorial de un castellano-leonés vale exactamente lo mismo que los de ocho madrileños. Grotesca extravagancia censal que únicamente se tolera por la absoluta inanidad de esa cámara gastronómica.

Un pabellón de reposo en las antípodas del Bundesrat, asamblea integrada por miembros de los gobiernos regionales que, entre otros efectos balsámicos, los fuerza a distraer la atención de sus respectivos ombligos domésticos por un instante. A esos menesteres, y descartada –por quimérica– la lealtad de los catalanistas, con un consejo federal parejo al menos los tendríamos dentro meando hacia fuera, y no fuera meando hacia dentro. Añádase, en fin, lo estéril de nuestro eterno debate bizantino a cuenta de las competencias exclusivas, ora del Estado, ora de las Comunidades. Olvidando que las compartidas, de las que nadie habla, resultan ser las más importantes. De ahí esos órganos de concertación horizontal, aquí insólitos, que integran a los Länder en el efectivo Gobierno de Alemania. Ah, la fracasada Merkel, tenemos tanto que aprender de ella.


Libertad Digital - Opinión

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