jueves, 3 de febrero de 2011

La risa congelada. Por Edurne Uriarte

La reactivación del caso Faisán por el juez Ruz tiene el gran valor ético y democrático de congelar las risas de los socialistas.

Las últimas ocasiones en que el diputado Ignacio Gil Lázaro ha preguntado a Rubalcaba por el Faisán, los socialistas han bromeado y reído alborozados en sus escaños. Con la estrategia de presentar al diputado popular y, de paso, a sus compañeros de bancada, como un tipo extravagante, alejado de la realidad y, sobre todo, incapaz de aceptar la irrelevancia de la cuestión. Pues ya se sabe, y éste es el fondo que explica las risas, que en la lucha contra ETA el Estado se ha permitido algunas licencias, algunos olvidos de la ley, algunos enredos con los terroristas, que no tienen mayor importancia.

Lo que sería inconcebible en cualquier otro tipo de delitos, baste imaginar las risas que habría en una pregunta sobre un posible aviso desde Interior a un jefe mafioso o, simplemente, al asesino de su pareja, ocurre, sin embargo, con el terrorismo. Sobre todo, si el terrorismo es de ETA. Pues tampoco cuesta imaginar las nulas risas si el chivatazo tuviera que ver con un grupo terrorista de extrema derecha.


En este ambiente moral, que es, al fin y al cabo, el de la negociación con ETA, el ministro Rubalcaba se ha permitido un arrogante desdén en sus respuestas a las más de 30 preguntas de Ignacio Cosidó e Ignacio Gil Lázaro. Lo de que cómo se atreven a insinuar tal cosa, o, a ustedes les ocurre que les molesta lo bien que va la lucha contra ETA, o, nosotros colaboraremos con la Justicia. Todo lo anterior en la convicción de que la Justicia, Garzón mediante, era extremadamente torpe en esta investigación.

Por eso la reactivación del caso por el juez Ruz tiene el gran valor ético y democrático de congelar las risas. Incluso en el supuesto de que el juez no pueda desvelar toda la verdad, la posible colaboración del Estado con los terroristas volverá, al menos, al lugar que le corresponde. Al de un enorme escándalo democrático. Sin resquicios para la risa.


ABC - Opinión

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