viernes, 3 de diciembre de 2010

El día que Zapatero descolocó a Rajoy en el Congreso. Por Antonio Casado

Desde este humilde rincón de El Confidencial siempre he criticado la escasa disposición política del PP, como alternativa institucional de poder, a echar una mano al Gobierno en nombre de los intereses generales. Y lo seguiré haciendo. Por una sola razón. Porque el mal de todos no puede ser el consuelo de unos cuantos, en nombre de una causa de partido. Especialmente en lo tocante a la lucha por salir del atolladero económico.

“Las palabras también cotizan”, me decía ayer un estrecho colaborador de Rodríguez Zapatero. Se refería a imprudencias verbales de dirigentes del PP que “creen haber encontrado la varita mágica para llegar al poder” con declaraciones alarmistas sobre la salud de la economía nacional. En el aire estaban todavía las dudas expresadas públicamente por Álvaro Nadal, secretario de Economía, sobre la contabilidad bancaria (activos inmobiliarios sobrevalorados). O la comparación de España con Pakistán en riesgos para los inversores, que figuraba en un reciente argumentario interno del partido.


Dicho todo lo cual, y sin retirar el reproche a Mariano Rajoy por haber convertido la crisis económica en su principal resorte para echar a Zapatero de la Moncloa, lo que procede es lamentar la decisión del presidente del Gobierno, y su estado mayor, de no haber informado previamente al líder del PP del nuevo plan anticrisis, que hoy saldrá del Consejo de Ministros camino del Boletín Oficial del Estado.

Las medidas cuya letra pequeña conoceremos hoy responden a las exigencias de los mercados y, según todos los observadores internacionales, van en la buena dirección, aunque no sintonicen con el electorado socialista. Sobre todo la del hachazo a los parados de solemnidad. Pero una cosa no quita la otra. Fue muy reprobable el método elegido el miércoles pasado para desvelar dichas medidas, en el reducidísimo formato parlamentario de las preguntas orales al presidente del Gobierno.
«Dejar al adversario sin posibilidad de réplica se le ocurre a cualquiera. Pero entonces no se puede pretender su colaboración apelando a los intereses generales.»
No quedará como ejemplo de juego limpio en el ejercicio de la política. Lo peor es que desacredita los constantes requerimientos de Moncloa a una mayor complicidad del PP en la defensa de la economía española frente a la voracidad de los especuladores. Y nos quita fuerza moral a quienes tendemos a lamentar el espectáculo de un Gobierno braceando contra la crisis sin el apoyo del primer partido de la oposición.

No tiene ningún mérito descolocar a Mariano Rajoy con decisiones de este calado sin previo aviso. Estamos hablando, ojo, de las dos fuerzas centrales del espectro político nacional y de unas decisiones sobrevenidas a una nueva tempestad sobre España. Dejar al adversario sin posibilidad de réplica se le ocurre a cualquiera. Pero entonces no se puede pretender su colaboración apelando a los intereses generales.

Zapatero y quienes le aconsejaron proceder de ese modo se han equivocado. A partir del miércoles de esta semana, cuando sorprendió a Rajoy en sede parlamentaria con una nueva entrega de medidas anticrisis, sus apelaciones al patriotismo del PP sonarán más huecas y menos creíbles.


El Confidencial - Opinión

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